las cuentas del Rosario
Beatriz Torre de Robles
Señor Jesús,
ver con el corazón amante es adorar,
con el ansia sutil de percibirte
como una brisa tenue que nos toca
y en el alma nos deja una caricia;
como el suave rumor de una armonía
Que el Espíritu entrega con sus dones,
para profundizar en los Misterios santos
al recorrer las cuentas del rosario,
escrutando por ellos tu presencia
y el singular destino de tu Madre.
Adorar a la dulce Anunciación
con el fiat bendito que te engendra;
percibir más allá de los sentidos,
venerando en tu Madre a nuestra Madre:
Inmaculada en su virginidad fructuosa;
vislumbrar el pesebre de Belén
donde cielos y tierra se juntaran,
donde los ángeles gozosos entonaran
el canto secular de la alabanza.
Estar contigo en la presentación del Templo
y adorarte con Ana y Simeón
en presente y futuro conjugados,
con María y José que te llevaron
a resellar el signo de la Alianza
y al encuentro crucial de tu destino,
sabiendo que viniste desde el Padre
eligiendo senderos de martirio
que, volviéndose de gloria eternidades,
libertad nos darían del pecado.
Con humilde corazón ver y sentir
los Misterios que narran tu Pasión:
prosternándose contigo allá en el Huerto
presintiendo el dolor de las espinas,
y adorarte colgado de esa cruz,
signo de humillaciones y de gloria,
donde Juan te mirara en plenitud
y a María el dolor la traspasara;
descubriendo, como hizo el centurión,
la realidad de tu verdad divina.
El mirarte a la diestra de tu Padre
o coronando a la Virgen en el cielo,
es descubrir aquello que era oculto
y que en el alma se nos vuelve día.
Permíteme adorarte para siempre
al recorrer las cuentas del rosario
que me revelan que fueron sus dos vidas,
desde antes de los siglos escogidas:
María, del Espíritu la esposa bendecida
y Tú, Jesús, la luz nacida para perpetuarse.
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