jueves, 28 de febrero de 2019

Santo Evangelio 28 de Febrero 2019



Día litúrgico: Jueves VII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 9,41-50): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa. Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga; pues todos han de ser salados con fuego. Buena es la sal; mas si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros y tened paz unos con otros».


«Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa»

Rev. D. Xavier PARÉS i Saltor 
(La Seu d'Urgell, Lleida, España)

Hoy, el Evangelio proclamado se hace un poco difícil de entender debido a la dureza de las palabras de Jesús: «Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela (...). Si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo» (Mc 9,43.47). Es que Jesús es muy exigente con aquellos que somos sus seguidores. Sencillamente, Jesús nos quiere decir que hemos de saber renunciar a las cosas que nos hacen daño, aunque sean cosas que nos gusten mucho, pero que pueden ser motivo de pecado y de vicio. San Gregorio dejará escrito «que no hemos de desear las cosas que sólo satisfacen las necesidades materiales y pecaminosas». Jesús exige radicalidad. En otro lugar del Evangelio también dice: «El que quiera ganar la vida, la perderá, pero el que la pierda por Mí, la ganará» (Mt 10,39).

Por otro lado, esta exigencia de Jesús quiere ser una exigencia de amor y de crecimiento. No quedaremos sin su recompensa. Lo que dará sentido a nuestras cosas ha de ser siempre el amor: hemos de llegar a saber dar un vaso de agua a quien lo necesita, y no por ningún interés personal, sino por amor. Tenemos que descubrir a Jesucristo en los más necesitados y pobres. Jesús sólo denuncia severamente y condena a los que hacen el mal y escandalizan, a los que alejan a los más pequeños del bien y de la gracia de Dios.

Finalmente, todos hemos de pasar la prueba de fuego. Es el fuego de la caridad y del amor que nos purifica de nuestros pecados, para poder ser la sal que da el buen gusto del amor, del servicio y de la caridad. En la oración y en la Eucaristía es donde los cristianos encontramos la fuerza de la fe y del buen gusto de la sal de Cristo. ¡No quedaremos sin recompensa!

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Gracias



Gracias

 José María Zandueta Munárriz


( Espinela ) 

Gracias, Madre, porque Tú eres 
sencilla, pobre, entregada, 
obediente y recatada 
entre todas las mujeres. 
Tienes todos los poderes 
con que el Cielo te ha adornado 
y tu divino reinado 
de pureza se reviste, 
Madre de Dios, porque fuiste 
concebida sin pecado.

LECTURA BREVE 1Pe 4, 10-11


LECTURA BREVE   1Pe 4, 10-11

Que cada uno, con el don que ha recibido, se ponga al servicio de los demás, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. El que toma la palabra que hable palabra de Dios. El que se dedica al servicio que lo haga en virtud del encargo recibido de Dios. Así, Dios será glorificado en todo, por medio de Jesucristo, Señor nuestro, cuya es la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.

miércoles, 27 de febrero de 2019

Santo Evangelio 27 de Febrero 2019



Día litúrgico: Miércoles VII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 9,38-40): En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros». Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros».



«El que no está contra nosotros, está por nosotros»

Rev. D. David CODINA i Pérez 
(Puigcerdà, Gerona, España)

Hoy escuchamos una recriminación al apóstol Juan, que ve a gente obrar el bien en el nombre de Cristo sin formar parte del grupo de sus discípulos: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y tratamos de impedírselo porque no viene con nosotros» (Mc 9,38). Jesús nos da la mirada adecuada que hemos de tener ante estas personas: acogerlas y ensanchar nuestras miras, con humildad respecto a nosotros mismos, compartiendo siempre un mismo nexo de comunión, una misma fe, una misma orientación, es decir, caminar juntos hacia la perfección del amor a Dios y al prójimo. 

Esta manera de vivir nuestra vocación de “Iglesia” nos invita a revisar con paz y seriedad la coherencia con que vivimos esta apertura de Jesucristo. Mientras haya “otros” que nos “molesten” porque hacen lo mismo que nosotros, esto es un claro indicio de que todavía el amor de Cristo no nos impregna en toda su profundidad, y nos pedirá la “humildad” de aceptar que no agotamos “toda la sabiduría y el amor de Dios”. En definitiva, aceptar que somos aquellos que Cristo escoge para anunciar a todos cómo la humildad es el camino para acercarnos a Dios.

Jesús obró así desde su Encarnación, cuando nos acerca al máximo la majestad de Dios en la pequeñez de los pobres. Dice san Juan Crisóstomo: «Cristo no se contentó con padecer la cruz y la muerte, sino que quiso también hacerse pobre y peregrino, ir errante y desnudo, quiso ser arrojado en la cárcel y sufrir las debilidades, para lograr de ti la conversión». Si Cristo no dejó pasar oportunidad alguna para que vivamos el amor con los demás, tampoco dejemos pasar la ocasión de aceptar al que es diferente a nosotros en la manera de vivir su vocación a formar parte de la Iglesia, porque «el que no está contra nosotros, está por nosotros» (Mc 9,40).

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Gozos de María



Gozos de María

Arcipreste de Hita
  

O María
luz del día, 
tú me guía 
todavía; 
dame gracia e bendición, 
de Jesú consolación: 
que pueda con devoción 
cantar de tu alegría. 

El primer gozo que s'lea 
en cibdat de Galilea 
-Nazaret creo que sea
oviste mensajería 
del ángel que a ti vino,
tráxote mensaj devino:
díxote: "Ave, Maria"

Desque el mandato oíste, 
omilmente I'recibiste;
luego, virgen, concebiste 
al fijo que Dios embía.

LECTURA BREVE Jb 1, 21; 2, 10b


LECTURA BREVE   Jb 1, 21; 2, 10b

Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor. Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?

martes, 26 de febrero de 2019

Santo Evangelio 26 de Febrero 2019



Día litúrgico: Martes VII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 9,30-37): En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos iban caminando por Galilea, pero Él no quería que se supiera. Iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará». Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. 

Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos». Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado».


«El Hijo del hombre será entregado»

Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells 
(Salt, Girona, España)

Hoy, el Evangelio nos trae dos enseñanzas de Jesús, que están estrechamente ligadas una a otra. Por un lado, el Señor les anuncia que «le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará» (Mc 9,31). Es la voluntad del Padre para Él: para esto ha venido al mundo; así quiere liberarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte eterna; de esta manera Jesús nos hará hijos de Dios. La entrega del Señor hasta el extremo de dar su vida por nosotros muestra la infinidad del Amor de Dios: un Amor sin medida, un Amor al que no le importa abajarse hasta la locura y el escándalo de la Cruz.

Resulta aterrador escuchar la reacción de los Apóstoles, todavía demasiado ocupados en contemplarse a sí mismos y olvidándose de aprender del Maestro: «No entendían lo que les decía» (Mc 9,32), porque por el camino iban discutiendo quién de ellos sería el más grande, y, por si acaso les toca recibir, no se atreven a hacerle ninguna pregunta.

Con delicada paciencia, Jesús añade: hay que hacerse el último y servidor de todos. Hay que acoger al sencillo y pequeño, porque el Señor ha querido identificarse con él. Debemos acoger a Jesús en nuestra vida porque así estamos abriendo las puertas a Dios mismo. Es como un programa de vida para ir caminando. 

Así lo explica con claridad el Santo Cura de Ars, Juan Bautista Mª Vianney: «Cada vez que podemos renunciar a nuestra voluntad para hacer la de los otros, siempre que ésta no vaya contra la ley de Dios, conseguimos grandes méritos, que sólo Dios conoce». Jesús enseña con sus palabras, pero sobre todo enseña con sus obras. Aquellos Apóstoles, en un principio duros para entender, después de la Cruz y de la Resurrección, seguirán las mismas huellas de su Señor y de su Dios. Y, acompañados de María Santísima, se harán cada vez más pequeños para que Jesús crezca en ellos y en el mundo.

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Gozos



Gozos

Marqués de Santillana


Gózate, gocosa Madre,
goco de la humanidat,
templo de la Trinidat,
elegida por Dios Padre...

Gózate, sacra patrona,
por gracia de Dios asumpta:
non dividida, mas junta
~ fue la tu dina persona
a los cielos, e asentada
a la diestra
de Dios Padre, Reyna nuestra,
e de estrellas coronada.

Por los cuales gozos doce
! doncella del sol vestida,
e por tu gloria ínfinyda
faz tú, Señora, que goce
de los goces é placeres
otorgados
a los bienaventurados
bendita entre las mujeres.



LECTURA BREVE 1Jn 4, 14-15


LECTURA BREVE   1Jn 4, 14-15

Nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios.

lunes, 25 de febrero de 2019

Santo Evangelio 25 de Febrero 2019



Día litúrgico: Lunes VII del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mc 9,14-29): En aquel tiempo, Jesús bajó de la montaña y, al llegar donde los discípulos, vio a mucha gente que les rodeaba y a unos escribas que discutían con ellos. Toda la gente, al verle, quedó sorprendida y corrieron a saludarle. Él les preguntó: «¿De qué discutís con ellos?». Uno de entre la gente le respondió: «Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo y, dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos, rechinar de dientes y lo deja rígido. He dicho a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido». 

Él les responde: «¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traédmelo!». Y se lo trajeron. Apenas el espíritu vio a Jesús, agitó violentamente al muchacho y, cayendo en tierra, se revolcaba echando espumarajos. Entonces Él preguntó a su padre: «¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto?». Le dijo: «Desde niño. Y muchas veces le ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él; pero, si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros». Jesús le dijo: «¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!». Al instante, gritó el padre del muchacho: «¡Creo, ayuda a mi poca fe!». 

Viendo Jesús que se agolpaba la gente, increpó al espíritu inmundo, diciéndole: «Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando: sal de él y no entres más en él». Y el espíritu salió dando gritos y agitándole con violencia. El muchacho quedó como muerto, hasta el punto de que muchos decían que había muerto. Pero Jesús, tomándole de la mano, le levantó y él se puso en pie. Cuando Jesús entró en casa, le preguntaban en privado sus discípulos: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle?». Les dijo: «Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración».

«¡Creo, ayuda a mi poca fe!»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench 
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy contemplamos —¡una vez más!— al Señor solicitado por la gente («corrieron a saludarle») y, a la vez, Él solícito de la gente, sensible a sus necesidades. En primer lugar, cuando sospecha que alguna cosa pasa, se interesa por el problema.

Interviene uno de los protagonistas, esto es, el padre de un chico que está poseído por un espíritu maligno: «Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo y, dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos, rechinar de dientes y lo deja rígido» (Mc 9,17-18).

¡Es terrible el mal que puede llegar a hacer el Diablo!, una criatura sin caridad. —Señor, ¡hemos de rezar!: «Líbranos del mal». No se entiende cómo puede haber hoy día voces que dicen que no existe el Diablo, u otros que le rinden algún tipo de culto... ¡Es absurdo! Nosotros hemos de sacar una lección de todo ello: ¡no se puede jugar con fuego!

«He dicho a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido» (Mc 9,18). Cuando escucha estas palabras, Jesús recibe un disgusto. Se disgusta, sobre todo, por la falta de fe... Y les falta fe porque han de rezar más: «Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración» (Mc 9,29).

La oración es el diálogo “intimista” con Dios. San Juan Pablo II ha afirmado que «la oración comporta siempre una especie de escondimiento con Cristo en Dios. Sólo en semejante “escondimiento” actúa el Espíritu Santo». En un ambiente íntimo de escondimiento se practica la asiduidad amistosa con Jesús, a partir de la cual se genera el incremento de confianza en Él, es decir, el aumento de la fe.

Pero esta fe, que mueve montañas y expulsa espíritus malignos («¡Todo es posible para quien cree!») es, sobre todo, un don de Dios. Nuestra oración, en todo caso, nos pone en disposición para recibir el don. Pero este don hemos de suplicarlo: «¡Creo, ayuda a mi poca fe!» (Mc 9,24). ¡La respuesta de Cristo no se hará “rogar”!

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Golpes



Golpes

Padre Felipe Santos Campaña SDB



Madre Virgen,
Hay golpes fuertes
Que abren zanjas oscuras
Dentro de mi corazón.
Pero nada hacen conmigo
Porque llevo tu Amor en mi amor.
Golpes que vienen corriendo
Como heraldos negros de muerte,
Buscando a corazones amantes
Que viven en paz y entregados a la vida,
Como tu Hijo que nos dio nueva vida.
Los golpes de la fe y de la esperanza
Resisten los golpes y sus penas.


LECTURA BREVE St 2, 12-13


LECTURA BREVE   St 2, 12-13

Hablad y actuad como quienes han de ser juzgados por una ley de libertad. Pues habrá un juicio sin misericordia para quien no practicó misericordia; pero la misericordia triunfa sobre el juicio.

domingo, 24 de febrero de 2019

Santo Evangelio 24 de Febrero 2019



Día litúrgico: Domingo VII (C) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 6,27-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente.

»Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y los perversos. Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá».


«Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo»

Rev. D. Josep Miquel BOMBARDÓ 
(Sabadell, Barcelona, España)

Hoy escuchamos unas palabras del Señor que nos invitan a vivir la caridad con plenitud, como Él lo hizo («Padre, perdónales porque no saben lo que hacen»: Lc 23,34). Éste ha sido el estilo de nuestros hermanos que nos han precedido en la gloria del cielo, el estilo de los santos. Han procurado vivir la caridad con la perfección del amor, siguiendo el consejo de Jesucristo: «Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5,48).

La caridad nos lleva a amar, en primer lugar, a quienes nos aman, ya que no es posible vivir en plenitud lo que leemos en el Evangelio si no amamos de verdad a nuestros hermanos, a quienes tenemos al lado. Pero, acto seguido, el nuevo mandamiento de Cristo nos hace ascender en la perfección de la caridad, y nos anima a abrir los brazos a todos los hombres, también a aquellos que no son de los nuestros, o que nos quieren ofender o herir de cualquier manera. Jesús nos pide un corazón como el suyo, como el del Padre: «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo» (Lc 6,36), que no tiene fronteras y recibe a todos, que nos lleva a perdonar y a rezar por nuestros enemigos.

Ahora bien, como se afirma en el Catecismo de la Iglesia, «observar el mandamiento del Señor es imposible si se trata de imitar desde fuera el modelo divino. Se trata de una participación vital y nacida del fondo del corazón, en la santidad, en la misericordia y en el amor de nuestro Dios». El Beato Newman escribía: «¡Oh Jesús! Ayúdame a esparcir tu fragancia dondequiera que vaya. Inunda mi alma con tu espíritu y vida. Penetra en mi ser, y hazte amo tan fuertemente de mí que mi vida sea irradiación de la tuya (...). Que cada alma, con la que me encuentre, pueda sentir tu presencia en mi. Que no me vean a mí, sino a Ti en mí».

Amaremos, perdonaremos, abrazaremos a los otros sólo si nuestro corazón es engrandecido por el amor a Cristo.

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Oración a la Sagrada Familia


Amor gratuito

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AMOR GRATUITO

Por José María Martín OSA

1.- Amor y perdón. Son dos palabras claves que se repiten en las lecturas de este domingo. Fáciles de pronunciar, pero difíciles de practicar. Amar a los que nos aman puede ser interesado. El mérito está en amar a aquél que no nos lo puede devolver, e incluso a aquél que nos odia. Eso hizo David cuando perdonó la vida a su perseguidor, el rey Saúl. Es lo que hizo Jesús en la Cruz cuando perdonó a los que le maltrataban: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”.

2.- Perdonar a nuestros enemigos. Porque Dios es el primero que nos perdona a nosotros, porque como proclamamos en el salmo “el Señor es compasivo y misericordioso”. Él no nos trata como merecen nuestros pecados y derrama raudales de misericordia con nosotros. A mi mente viene aquella anécdota en la que un niño, intrigado por las palabras de su catequista que le decía que Dios con su providencia infinita está siempre despierto velando por nosotros, le preguntó a Dios si no se aburría teniendo que estar todo el tiempo despierto. Dios le contestó al niño con estas palabras: “no me aburro, me paso el día perdonando”. Contrasta la “ternura” de Dios con esa imagen de Dios “eternamente enojado”, que me parece muy poco acorde con el Evangelio.

3.- La cadena de la violencia sólo se rompe amando. Es la mirada de amor la que puede transformar el corazón de piedra del agresor. No cabe duda de que la violencia engendra violencia y esta rueda sólo se puede parar con la fuerza del amor. Hay un lado “provocador” en las palabras de Jesús en el Sermón del Monte: poned la otra mejilla, bendecid a los que nos maldicen, amad al enemigo, no juzguéis y no seréis juzgados. El amor puede hacer que el enemigo deje de ser enemigo y se convierta en un hermano, que reconozca su mal y trate de repararlo, que cambie de forma de pensar y de actuar. Seamos sinceros al decir en el padrenuestro “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Seamos comprensivos y compasivos como lo es Dios con nosotros. Si nos es difícil vivirlo pidamos, al menos, que nos ayude.... a perdonar como Él nos perdona.

4.- Amar de forma gratuita. La existencia de muchas personas cambiaría y adquiriría otro color y otra vida si aprendieran a amar gratis a alguien. El ser humano está llamado a amar desinteresadamente; y, si no lo hace, en su vida se abre un vacío que nada ni nadie puede llenar. No es una ingenuidad escuchar las palabras de Jesús: “Haced el bien... sin esperar nada”. Puede ser el secreto de la vida, lo que puede devolvernos la alegría de vivir. Ágape, amor gratuito, es el nombre del amor cristiano. Así nos ama siempre Dios, aunque nosotros no seamos capaces de corresponderle.

sábado, 23 de febrero de 2019

Santo Evangelio 23 de Febrero 2019



Día litúrgico: Sábado VI del tiempo ordinario

Santoral 23 de Febrero: San Policarpo, obispo y mártir


Texto del Evangelio (Mc 9,2-13): 

En aquel tiempo, Jesús toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús. 

Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías»; pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados. Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle». Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos. 

Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de "resucitar de entre los muertos". 

Y le preguntaban: «¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?». Él les contestó: «Elías vendrá primero y restablecerá todo; mas, ¿cómo está escrito del Hijo del hombre que sufrirá mucho y que será despreciado? Pues bien, yo os digo: Elías ha venido ya y han hecho con él cuanto han querido, según estaba escrito de él».


«Les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto»

Rev. D. Xavier ROMERO i Galdeano 
(Cervera, Lleida, España)

Hoy, el Evangelio de la transfiguración nos presenta un enigma descifrado. El texto evangélico de san Marcos está plagado de secretos mesiánicos, de momentos puntuales en los cuales Jesús prohíbe que se dé a conocer lo que ha hecho. Hoy nos encontramos ante un “botón de muestra”. Así, Jesús «les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos» (Mc 9,9).

¿En qué consiste este secreto mesiánico? Se trata de levantar un poco el velo de aquello que se esconde debajo, pero que sólo será desvelado totalmente al final de los días de Jesús, a la luz de su Misterio Pascual. Hoy lo vemos claro en este Evangelio: la transfiguración es un momento, una catadura de gloria para descifrar a los discípulos el sentido de aquel momento íntimo.

Jesús había anunciado a sus discípulos la inminencia de su pasión, pero al verles tan turbados por tan trágico fin, les explica con hechos y palabras cómo será el final de sus días: unas jornadas de pasión, de muerte, pero que concluirán con la resurrección. He aquí el enigma descifrado. Santo Tomás de Aquino dice: «Con el fin de que una persona camine rectamente por un camino es necesario que conozca antes, de alguna manera, el lugar al cual se dirige».

También nuestra vida de cristianos tiene un fin desvelado por Nuestro Señor Jesucristo: gozar eternamente de Dios. Pero esta meta no estará exenta de momentos de sacrificio y de cruz. Con todo, hemos de recordar el mensaje vivo del Evangelio de hoy: en este callejón aparentemente sin salida, que es frecuentemente la vida, por nuestra fidelidad a Dios, viviendo inmersos en el espíritu de las Bienaventuranzas, se agrietará el final trágico, gozando de Dios eternamente.

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Golpe de pecho



Golpe de pecho


Fray Ángel Martín Fernández

  

Me consta que me querías. 
No sé si me quieres ya.
¿Qué ha pasado, que no supe
medir tu amabilidad?
Yo era tuyo, como es tuyo
todo lo que Dios te da,

Me di todo, porque entonces
te sabía de verdad.
Yo era tuyo. Me di entero
a ti, como quien se da
para no ser y que fueras
ya tú sola en mi lugar.

Yo, a cambio, a ti te tenía
dentro de mi intimidad,
como se tienen guardadas
las cosas que Dios nos da.
¡Cómo es que dilapidé,
ay, tanta felicidad!
Me consta que me querías. 
No sé si me quieres ya.




LECTURA BREVE 2Co 1, 3-5


LECTURA BREVE   2Co 1, 3-5

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios. Porque si es cierto que los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, también por Cristo rebosa nuestro consuelo.

viernes, 22 de febrero de 2019

Santo Evangelio 22 de Febrero 2019



Día litúrgico: 22 de Febrero: La Cátedra de san Pedro, apóstol

Texto del Evangelio (Mt 16,13-19): 

En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». 

Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

«Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench 
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy celebramos la Cátedra de san Pedro. Desde el siglo IV, con esta celebración se quiere destacar el hecho de que —como un don de Jesucristo para nosotros— el edificio de su Iglesia se apoya sobre el Príncipe de los Apóstoles, quien goza de una ayuda divina peculiar para realizar esa misión. Así lo manifestó el Señor en Cesarea de Filipo: «Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18). En efecto, «es escogido sólo Pedro para ser antepuesto a la vocación de todas las naciones, a todos los Apóstoles y a todos los padres de la Iglesia» (San León Magno).

Desde su inicio, la Iglesia se ha beneficiado del ministerio petrino de manera que san Pedro y sus sucesores han presidido la caridad, han sido fuente de unidad y, muy especialmente, han tenido la misión de confirmar en la verdad a sus hermanos.

Jesús, una vez resucitado, confirmó esta misión a Simón Pedro. Él, que profundamente arrepentido ya había llorado su triple negación ante Jesús, ahora hace una triple manifestación de amor: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo» (Jn 21,17). Entonces, el Apóstol vio con consuelo cómo Jesucristo no se desdijo de él y, por tres veces, lo confirmó en el ministerio que antes le había sido anunciado: «Apacienta mis ovejas» (Jn 21,16.17).

Esta potestad no es por mérito propio, como tampoco lo fue la declaración de fe de Simón en Cesarea: «No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (Mt 16,17). Sí, se trata de una autoridad con potestad suprema recibida para servir. Es por esto que el Romano Pontífice, cuando firma sus escritos, lo hace con el siguiente título honorífico: Servus servorum Dei.

Se trata, por tanto, de un poder para servir la causa de la unidad fundamentada sobre la verdad. Hagamos el propósito de rezar por el Sucesor de Pedro, de prestar atento obsequio a sus palabras y de agradecer a Dios este gran regalo.

Glosa de la Salve



Glosa de la Salve

Pedro F. Carrascosa



¡Dios te salve, Virgen pura, 
Reina piadosa del mundo, 
Madre de vida y dulzura, 
Acoge el ruego profundo 
De tus hijos sin ventura! 

¡Hijos que por ti clamamos 
Desterrados hijos de Eva, 
Que a Ti ¡oh Madre! suspiramos 
En este valle de prueba 
Donde sin cesar lloramos. 

¡Tus hijos siempre y ahora 
Triste te elevan el alma!... 
¡Óyelos, Madre y Señora, 
Con esa piedad que calma 
Los gemidos del que llora! 

¡Ea, pues, nuestra; Abogada, 
Vuelve a nos de esos tus ojos 
La dulce y tierna mirada 
Que purifica de abrojos 
Nuestra mísera jornada! 

¡Y preséntanos, María, 
De este destierro en pasando, 
A ese Varón de agonía 
Que paz y perdón clamando 
Murió por la raza impía! 

¡Fruto de tu entraña pura 
De la humanidad consuelo! 
¡Si Tú, Madre de ternura, 
La dicha pides del suelo, 
Dicha obtendremos segura! 

Y pues tiene prometido 
A los dignos, Madre mía, 
Gozo eterno y bendecido, 
¡Oh dulce! ¡oh clemente! ¡oh pía! 
¡Haz nuestro gozo cumplido! 

LECTURA BREVE Hch 15, 7b-9


LECTURA BREVE   Hch 15, 7b-9

Dios determinó que por mi boca escuchasen los gentiles la doctrina del Evangelio y llegasen a la fe. Dios, que conoce los corazones, se ha declarado en favor de ellos, al darles el Espíritu Santo, igual que a nosotros; y no ha establecido diferencia alguna entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones por la fe.

jueves, 21 de febrero de 2019

Santo Evangelio 21 de febrero 2019



Día litúrgico: Jueves VI del tiempo ordinario

Ver 1ª Lectura y SalmoTexto del Evangelio (Mc 8,27-33):

 En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?». Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas». Y Él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo». 

Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de Él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro, se puso a reprenderle. Pero Él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».


«¿Quién dicen los hombres que soy yo? (...) Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»

Rev. D. Joan Pere PULIDO i Gutiérrez Secretario del obispo de Sant Feliu 
(Sant Feliu de Llobregat, España)

Hoy seguimos escuchando la Palabra de Dios con la ayuda del Evangelio de san Marcos. Un Evangelio con una inquietud bien clara: descubrir quién es este Jesús de Nazaret. Marcos nos ha ido ofreciendo, con sus textos, la reacción de distintos personajes ante Jesús: los enfermos, los discípulos, los escribas y fariseos. Hoy nos lo pide directamente a nosotros: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mc 8,29).

Ciertamente, quienes nos llamamos cristianos tenemos el deber fundamental de descubrir nuestra identidad para dar razón de nuestra fe, siendo unos buenos testigos con nuestra vida. Este deber nos urge para poder transmitir un mensaje claro y comprensible a nuestros hermanos y hermanas que pueden encontrar en Jesús una Palabra de Vida que dé sentido a todo lo que piensan, dicen y hacen. Pero este testimonio ha de comenzar siendo nosotros mismos conscientes de nuestro encuentro personal con Él. San Juan Pablo II, en su Carta apostólica "Novo millennio ineunte", nos escribió: «Nuestro testimonio sería enormemente deficiente si nosotros no fuésemos los primeros contempladores de su rostro».

San Marcos, con este texto, nos ofrece un buen camino de contemplación de Jesús. Primero, Jesús nos pregunta qué dice la gente que es Él; y podemos responder, como los discípulos: Juan Bautista, Elías, un personaje importante, bueno, atrayente. Una respuesta buena, sin duda, pero lejana todavía de la Verdad de Jesús. Él nos pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mc 8,29). Es la pregunta de la fe, de la implicación personal. La respuesta sólo la encontramos en la experiencia del silencio y de la oración. Es el camino de fe que recorre Pedro, y el que hemos de hacer también nosotros.

Hermanos y hermanas, experimentemos desde nuestra oración la presencia liberadora del amor de Dios presente en nuestra vida. Él continúa haciendo alianza con nosotros con signos claros de su presencia, como aquel arco puesto en las nubes prometido a Noé.

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Glosa de la Purificación



Glosa de la Purificación

Gerardo Diego


Este blanco vellón leve
que al hielo esta noche estuvo
tanta sed de nieve tuvo
como si él no fuera nieve.


En el templo entra María
más que nunca pura y blanca.
Luces del mármol arranca.
Reflejos al oro envía.

Va el cordero entre la nieve,
la Virgen nevando al Niño,
nevando a puro cariño
esta blanco vellón leve.

Las dos tórtolas que ofrece
ya vuelan y y'a se posan.
Ana y Simeón rebosan
gozo del tiempo que crece,

que estalla, que está. No hubo
quien viendo el blanco alhelí
dijera <por ti, por mí

que al hielo esta noche estuvo.

La Pureza -¡oh maravilla--,
quiere tornarse aún más pura.
y Jesús, de su blancura
le baña frente y mejilla.

Tanto porfió que anduvo
cándido el aire de plumas.
Tanto amor tuvo de espumas,
tanta sed de nieve tuvo.

Ya ha cesado la nevada.
y el Niño tan blanco, blanco
oye que va a ser el blanco
de contradicción, la espada,

¡ay!, para su Madre y mueve
hacia ella sus ojuelos,
regalando desconsuelos
como si él no fuera nieve.



LECTURA BREVE Rm 14, 17-19


LECTURA BREVE   Rm 14, 17-19

El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo, pues el que en esto sirve a Cristo es grato a Dios y acepto a los hombres. Por tanto, trabajemos por la paz y por nuestra mutua edificación.

miércoles, 20 de febrero de 2019

Santo Evangelio 20 de febrero 2019



Día litúrgico: Miércoles VI del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 8,22-26): 

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegan a Betsaida. Le presentan un ciego y le suplican que le toque. Tomando al ciego de la mano, le sacó fuera del pueblo, y habiéndole puesto saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntaba: «¿Ves algo?». Él, alzando la vista, dijo: «Veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero que andan». Después, le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente y quedó curado, de suerte que veía claramente todas las cosas. Y le envió a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo».


«Quedó curado, de suerte que veía claramente todas las cosas»

Rev. D. Joaquim MESEGUER García 
(Sant Quirze del Vallès, Barcelona, España)

Hoy a través de un milagro, Jesús nos habla del proceso de la fe. La curación del ciego en dos etapas muestra que no siempre es la fe una iluminación instantánea, sino que, frecuentemente requiere un itinerario que nos acerque a la luz y nos haga ver claro. No obstante, el primer paso de la fe —empezar a ver la realidad a la luz de Dios— ya es motivo de alegría, como dice san Agustín: «Una vez sanados los ojos, ¿qué podemos tener de más valor, hermanos? Gozan los que ven esta luz que ha sido hecha, la que refulge desde el cielo o la que procede de una antorcha. ¡Y cuán desgraciados se sienten los que no pueden verla!».

Al llegar a Betsaida traen un ciego a Jesús para que le imponga las manos. Es significativo que Jesús se lo lleve fuera; ¿no nos indicará esto que para escuchar la Palabra de Dios, para descubrir la fe y ver la realidad en Cristo, debemos salir de nosotros mismos, de espacios y tiempos ruidosos que nos ahogan y deslumbran para recibir la auténtica iluminación?

Una vez fuera de la aldea, Jesús «le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: ‘¿Ves algo?’» (Lc 8,23). Este gesto recuerda al Bautismo: Jesús ya no nos unta saliva, sino que baña todo nuestro ser con el agua de la salvación y, a lo largo de la vida, nos interroga sobre lo que vemos a la luz de la fe. «le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente y quedó curado, de suerte que veía claramente todas las cosas.» (Lc 8,25); este segundo momento recuerda el sacramento de la Confirmación, en el que recibimos la plenitud del Espíritu Santo para llegar a la madurez de la fe y ver más claro. Recibir el Bautismo, pero olvidar la Confirmación nos lleva a ver, sí, pero sólo a medias.

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Gloria a María bendita



Gloria a María bendita

Rafael Ángel Marañón

  

Gloria a María bendita
La madre del salvador
Que nos satura de amor
Calmando temor y cuita. 

No merma el hijo su gloria
Sino que se envuelve en ella,
Y por ser tan buena y bella
Le acompaña en su victoria. 

De María el profundo arcano
Alabemos consecuentes,
Sin pecar de renuentes
Que es émula del cristiano. 

Gloria a Cristo en su bondad;
Por que ante nuestra malicia
Nos reviste de justicia,
Salvación y santidad. 

A María sin reserva,
Rindamos nuestra alabanza,
Con respeto y con templanza,
Que es sol de Jesús, y sierva.

LECTURA BREVE Rm 8, 35. 37


LECTURA BREVE   Rm 8, 35. 37

¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿La aflicción? ¿La angustia? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada? En todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado.
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