jueves, 31 de diciembre de 2020

Santo Evangelio 31 de Diciembre de 2020

  


Texto del Evangelio (Jn 1,1-18): 

En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.

Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por Él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.

La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de Él y clama: «Éste era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, Él lo ha contado.

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«Y la Palabra se hizo carne»


Rev. D. David COMPTE i Verdaguer

(Manlleu, Barcelona, España)

Hoy es el último día del año. Frecuentemente, una mezcla de sentimientos —incluso contradictorios— susurran en nuestros corazones en esta fecha. Es como si una muestra de los diferentes momentos vividos, y de aquellos que hubiésemos querido vivir, se hiciesen presentes en nuestra memoria. El Evangelio de hoy nos puede ayudar a decantarlos para poder comenzar el nuevo año con empuje.

«La Palabra era Dios (...). Todo se hizo por ella» (Jn 1,1.3). A la hora de hacer el balance del año, hay que tener presente que cada día vivido es un don recibido. Por eso, sea cual sea el aprovechamiento realizado, hoy hemos de agradecer cada minuto del año.

Pero el don de la vida no es completo. Estamos necesitados. Por eso, el Evangelio de hoy nos aporta una palabra clave: “acoger”. «Y la Palabra se hizo carne» (Jn 1,14). ¡Acoger a Dios mismo! Dios, haciéndose hombre, se pone a nuestro alcance. “Acoger” significa abrirle nuestras puertas, dejar que entre en nuestras vidas, en nuestros proyectos, en aquellos actos que llenan nuestras jornadas. ¿Hasta qué punto hemos acogido a Dios y le hemos permitido entrar en nosotros?

«La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo» (Jn 1,9). Acoger a Jesús quiere decir dejarse cuestionar por Él. Dejar que sus criterios den luz tanto a nuestros pensamientos más íntimos como a nuestra actuación social y laboral. ¡Que nuestras actuaciones se avengan con las suyas!

«La vida era la luz» (Jn 1,4). Pero la fe es algo más que unos criterios. Es nuestra vida injertada en la Vida. No es sólo esfuerzo —que también—. Es, sobre todo, don y gracia. Vida recibida en el seno de la Iglesia, sobre todo mediante los sacramentos. ¿Qué lugar tienen en mi vida cristiana?

«A todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios» (Jn 1,12). ¡Todo un proyecto apasionante para el año que vamos a estrenar!


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¡Salve su matrimonio!

 


¡Salve su matrimonio!

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


Hoy queremos decirle: ¡Salve su matrimonio! Vale la pena, está bajo la bendición de Dios y, probablemente, hay hijos de por medio. Sí es posible. Para Dios no hay imposibles. La vida no es fácil, en la vida hay muchos obstáculos. Ustedes saben que todo lo bueno cuesta conseguirlo y que en el caso del matrimonio, el complementarse, el llegar a ser una sola carne, amar a pesar de todo, comprender, perdonar, tratar de ser paciente ante los defectos del otro, toma tiempo. Hermano, hermana, recuerde que su cónyuge es un ser imperfecto. Para salvar su matrimonio hay que aprender a amarse nuevamente. ¿Cómo se puede hacer esto? Usted no puede producir sentimientos, sacarlos del aire, pues no me refiero a sentimientos, sino al amor y no es lo mismo. El amor no es puramente sentimientos. El amor es la determinación, el deseo y la acción de hacerle el bien al otro. De esa actitud nace el sentimiento.

En muchas partes de la Biblia, en el Antiguo y sobre todo en el Nuevo Testamento, Dios nos manda amar: "Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas y amarás al prójimo como a ti mismo". Dios nos ordena amar. Si el amor fuera exclusivamente un sentimiento, Dios no podría dar un mandamiento así. El amor está por encima del sentimiento. Es algo más. A través del Apóstol San Pablo el Señor nos dice: "Maridos, amen a sus esposas como Cristo ama a la Iglesia y se entregó a sí mismo". La cuestión está en amar. Ustedes pueden aprender a amar de verdad, de una manera profunda, por encima de los sentimientos. Se puede dejar de querer por un tiempo. Los sentimientos se pueden apagar, pero el amor es una actitud, un deseo, una forma de actuar. Lo que les pasa a muchas parejas es que han dejado de vivir en Dios y, en consecuencia, están en crisis.

Muchos matrimonios fracasan, porque se casan simplemente por una atracción carnal, por una pasión momentánea y no por un amor profundo. Por eso hay que insistir mucho más en la importancia del noviazgo. El noviazgo es algo muy serio e importante. En el noviazgo tiene que existir amor en el sentido bíblico: presencia de Dios en el alma. Muchos creen que la solución a los problemas matrimoniales es el divorcio; mas no es lo más adecuado. En casos excesivos como demencia, salvajismo, la Iglesia recomienda separación y en casos extremos, por seguridad, un divorcio. Esto cuando no hay solución humana.

Hay muchos casos de matrimonios que se hubieran salvado con una buena orientación espiritual y psicológica, con un encuentro profundo con Dios. Muchos matrimonios se pueden salvar, si aprenden a amarse. ¡El divorcio conlleva tantos problemas! Dios nos quiere dar la paz y el gozo, pero para eso hay que abrirle el corazón. Hay que renunciar al pecado, sobre todo al pecado de la soberbia y del orgullo, que muchas veces hace a las parejas no ceder mutuamente. Hay que bajar las armas, aprender a amarse aún a pesar de todo. Todavía es posible la solución. Se puede ser como antes o mejor que antes.

¿Por qué no abren sus corazones? ¿Por qué no hablan y se ayudan a cambiar mutuamente? Reconozcan sus defectos. Aprendan a perdonarse y olviden el pasado. Toda persona tiene la oportunidad de un cambio. Hay que estar continuamente conquistándose. Quizás se han descuidado mutuamente y esto ha provocado un abismo. Comprendan los dos que el amor no es un simple sentimiento: amar implica un darse. Muchas veces el sentimiento es egocéntrico, mientras el amor se enfoca hacia los demás. El amor está vinculado al dar como ha hecho Dios con nosotros. Deben aprender a darse el uno al otro. No importa que el otro no responda igual. Entréguense sin esperar nada o, de lo contrario, nunca lo harán.

Hermano o hermana, que quizás estén en crisis matrimonial: ¡se puede salvar el matrimonio! Aprenda a amar. El que aprende a amar, aprende a perdonar y el que aprende a perdonar, aprende a olvidar, aprende a servir, a ser paciente, aprende a darse, aprende a ser humilde, en fin, aprende tantas cosas… ¿Por qué no comienza a salvar su matrimonio? Todo es posible, baje las armas, deje de estar rivalizando con el otro, cambie de actitud, hágalo por usted, por su pareja, por sus hijos, por su futuro, por el Señor. Se puede, sí se puede, porque ¡CON DIOS, EN VERDAD, USTED ES INVENCIBLE!


LECTURA BREVE Is 4, 2-3

 


LECTURA BREVE   Is 4, 2-3

Aquel día, el vástago del Señor será joya y gloria, fruto del país, honor y ornamento para los supervivientes de Israel. A los que queden en Sión, a los restantes en Jerusalén, los llamarán santos: serán inscritos para vivir en Jerusalén.

miércoles, 30 de diciembre de 2020

Santo Evangelio 30 de Diciembre 2020

  

Texto del Evangelio (Lc 2,36-40): 

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él.

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«Alababa a Dios y hablaba del Niño a todos»


Rev. D. Joaquim FLURIACH i Domínguez

(St. Esteve de P., Barcelona, España)

Hoy, José y María acaban de celebrar el rito de la presentación del primogénito, Jesús, en el Templo de Jerusalén. María y José no se ahorran nada para cumplir con detalle todo lo que la Ley prescribe, porque cumplir aquello que Dios quiere es signo de fidelidad, de amor a Dios.

Desde que su hijo —e Hijo de Dios— ha nacido, José y María experimentan maravilla tras maravilla: los pastores, los magos de Oriente, ángeles... No solamente acontecimientos extraordinarios exteriores, sino también interiores, en el corazón de las personas que tienen algún contacto con este Niño.

Hoy aparece Ana, una señora mayor, viuda, que en un momento determinado tomó la decisión de dedicar toda su vida al Señor, con ayunos y oración. No nos equivocamos si decimos que esta mujer era una de las “vírgenes prudentes” de la parábola del Señor (cf. Mt 25,1-13): siempre velando fielmente en todo aquello que le parece que es la voluntad de Dios. Y está claro: cuando llega el momento, el Señor la encuentra a punto. Todo el tiempo que ha dedicado al Señor, aquel Niño se lo recompensa con creces. —¡Preguntadle, preguntadle a Ana si ha valido la pena tanta oración y tanto ayuno, tanta generosidad!

Dice el texto que «alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén» (Lc 2,38). La alegría se transforma en apostolado decidido: ella es el motivo y la raíz. El Señor es inmensamente generoso con los que son generosos con Él.

Jesús, Dios Encarnado, vive la vida de familia en Nazaret, como todas las familias: crecer, trabajar, aprender, rezar, jugar... ¡“Santa cotidianeidad”, bendita rutina donde crecen y se fortalecen casi sin darse cuenta la almas de los hombres de Dios! ¡Cuán importantes son las cosas pequeñas de cada día!


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Respete lo Sagrado

 


Respete lo Sagrado

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


En este Mensaje al Corazón quiero hablarle de el respeto a lo sagrado. Y ¿qué es lo sagrado? Lo sagrado es lo divino, lo trascendente, lo absoluto. Lo sagrado es Él que creó el mundo de la nada; es Él que tiene todo el poder y la gloria. Lo sagrado es Dios y todo lo que tiene que ver con Dios. Lo sagrado es lo más importante porque es la fuente de donde proviene todo; por eso debemos respetarlo. 

Dios se ha manifestado a todos los hombres a través de la fe. A pesar de que la única religión que tiene la verdad completa es la de nuestra Iglesia, en toda religión, aún en las no cristianas, hay algo de verdad. Por ello hay que manifestar respeto a todas las religiones. 

Para nosotros el ámbito de lo sagrado está en el templo, donde vamos a adorar nuestro Creador que es el Padre, un Dios liberador y redentor, que es el Hijo y un Dios santificador, el Dios amor, que es El Espíritu Santo. Está en las oraciones que hacemos donde nos comunicamos con Dios, en las devociones particulares y comunitarias, en los sacramentos donde encontramos la presencia santa del Señor. También el ámbito de lo sagrado está en el hogar, en la familia, en el matrimonio y por supuesto en toda persona en la que Dios está por ser nosotros templos vivos del Espíritu Santo. 

Respetar lo sagrado es darle importancia al culto, a la oración, a la liturgia y a la Eucaristía; no hacer las cosas como "robots" y simplemente por rutina, por obligación, por compromiso o por miedo a condenarse. Respetar lo sagrado va a implicar hacer las cosas de corazón, porque en verdad creemos en ellas, y en verdad amamos y queremos honrar y glorificar a Dios. Si sentimos pereza es cuando más debemos esforzarnos y disciplinarnos porque el Señor merece todo el respeto y la gloria. 

Muchas veces vamos a la Eucaristía o estamos rezando, "tocando lo divino", tocando lo sagrado, pero sin fe. Esto no produce el efecto que queremos. Es fundamental que nos acerquemos a lo sagrado con el corazón abierto, muy despiertos mentalmente y sintiendo la necesidad de experimentar la presencia de Dios. 

Respetar lo sagrado va a implicar no usar el nombre de Dios en vano; esto implica no jurar en el nombre de Dios. No poner a Dios como testigo de nuestros actos. Es una tentación no usar bien el nombre del Señor, haciéndolo testigo de cosas que son mentiras. Evite jurar en el nombre de Dios y no blasfeme. Blasfemia significa insultar a Dios. Esto es un irrespeto terrible a lo sagrado, al igual que hacer chistes de lo divino. ¡De Dios nadie se ríe! 

No usemos el nombre de Dios para manipular a las personas. Es común en los papás decirle a los niños: "Dios te va a castigar por esto". ¡Cuidado! No le inculquemos a los pequeños una idea de un Dios castigador o de un Dios que simplemente está defendiendo a los papás. Tampoco manipulemos a los demás diciendo: "Dios me dijo tal cosa". Ciertamente Dios anuncia, Dios inspira, pero cuidado con usar el nombre de Dios para imponer sus ideas. 

En cuanto al respeto a lo sagrado, no podemos confundir lo sagrado, lo que es de Dios, con la superstición, con la hechicería o brujería. No permita la mezcla de lo sagrado con todo aquello que es superstición ya que esto es tinieblas. También respetar lo sagrado, va a implicar amar a Dios, honrarle, darle gloria y no permitir que nadie ocupe su lugar. 

Le pedimos pues que respete lo sagrado, porque respetar lo sagrado es también respetar lo humano y es respetarse a sí mismo, porque usted es sagrado ya que el Señor está en usted. Respétese y valórese porque también así respeta a Dios y no se olvide, ¡CON DIOS USTED ES INVENCIBLE! 


LECTURA BREVE Is 9, 6


 LECTURA BREVE   Is 9, 6

Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva sobre sus hombros el señorío y será llamado: «Consejero admirable», «Dios poderoso», «Padre sempiterno» y «Príncipe de la paz».

martes, 29 de diciembre de 2020

Santo Evangelio 29 de Diciembre de 2020

  


Texto del Evangelio (Lc 2,22-35): 

Cuando se cumplieron los días de la purificación según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.

Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y en él estaba el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al Niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel».

Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».

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«Ahora, Señor, puedes (...) dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación»


Chanoine Dr. Daniel MEYNEN

(Saint Aubain, Namur, Bélgica)

Hoy, 29 de diciembre, festejamos al santo Rey David. Pero es a toda la familia de David que la Iglesia quiere honrar, y sobre todo al más ilustre de todos ellos: ¡a Jesús, el Hijo de Dios, Hijo de David! Hoy, en ese eterno “hoy” del Hijo de Dios, la Antigua Alianza del tiempo del Rey David se realiza y se cumple en toda su plenitud. Pues, como relata el Evangelio de hoy, el Niño Jesús es presentado al Templo por sus padres para cumplir con la antigua Ley: «Cuando se cumplieron los días de la purificación según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor» (Lc 2,22-23).

Hoy, se eclipsa la vieja profecía para dejar paso a la nueva: Aquel, a quien el Rey David había anunciado al entonar sus salmos mesiánicos, ¡ha entrado por fin en el Templo de Dios! Hoy es el gran día en que aquel que San Lucas llama Simeón pronto abandonará este mundo de oscuridad para entrar en la visión de la Luz eterna: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos» (Lc 2,29-32).

También nosotros, que somos el Santuario de Dios en el que su Espíritu habita (cf. 1Cor 3,16), debemos estar atentos a recibir a Jesús en nuestro interior. Si hoy tenemos la dicha de comulgar, pidamos a María, la Madre de Dios, que interceda por nosotros ante su Hijo: que muera el hombre viejo y que el nuevo hombre (cf. Col 3,10) nazca en todo nuestro ser, a fin de convertirnos en los nuevos profetas, los que anuncien al mundo entero la presencia de Dios tres veces santo, ¡Padre, Hijo y Espíritu Santo!

Como Simeón, seamos profetas por la muerte del “hombre viejo”! Tal como dijo el Papa San Juan Pablo II, «la plenitud del Espíritu de Dios viene acompañada (…) antes que nada por la disponibilidad interior que proviene de la fe. De ello, el anciano Simeón, ‘hombre justo y piadoso’, tuvo la intuición en el momento de la presentación de Jesús en el Templo».

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Quizás a Usted le está pasando esto...

 


Quizás a Usted le está pasando esto...

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.

 Que se esté preocupando por todo y a todas horas; que esté martillando su mente con golpes incesantes de miedos y desgracias que pueden suceder; que su imaginación corra veloz, descontrolada y casi demente, visualizando sucesos que pueden ocurrir y que usted percibe con un realismo tan grande que su cerebro y su sistema nervioso lo experimentan como si estuvieran ocurriendo. Si a usted le está pasando esto, le decimos: Dios le perdona sus errores si se arrepiente. Probablemente mucha gente también le perdone si usted pide perdón, pero su sistema nervioso no perdona. Si usted cultiva la preocupación obsesiva y vive siempre alterado por cosas que están ocurriendo en su imaginación o en la realidad, pero agrandadas al máximo por su yo interior, su sistema nervioso se enfermará y puede ser irreversible el daño. El médico católico Alexis Carrel, premio Nóbel, dice que quienes no saben combatir las preocupaciones, mueren jóvenes. Puede ser que la vida física les dure bastantes años, pero su vida psicológica se les acaba pronto y quedan reducidos a ser unos seres entristecidos y huraños. Su sistema nervioso pueden dañarse para siempre. ¡Cuidado! 

El andar preocupados y llenos de temores y tristezas produce en el organismo la más completa colección de enfermedades, cada cual más desagradable. La persona preocupada sufre de indigestiones nerviosas, úlceras estomacales (que al sangrar abundantemente pueden producir la muerte en pocas horas), perturbaciones cardíacas, insomnio, jaquecas, etc. El estar tenso y nervioso afecta las glándulas que producen los jugos que intervienen en la digestión y esto daña el estómago. La preocupación pone demasiado tensos los músculos del cuello y esto afecta las arterias que llevan sangre al cerebro y de ahí pueden venir desvanecimientos. Y si todo esto es cierto, ¿por qué estar preocupado siempre, viviendo tenso, alterado, nervioso? Jesús, el Médico del alma, nos dice: ¿De qué nos sirve ganarnos el mundo entero si al final perdemos la vida, si al final perdemos la salud? Muchísima gente vive excesivamente preocupada por las cosas materiales y sus muchas tareas, pagando un precio muy alto por conseguir triunfos, honores, dinero, posesiones para al final perder su salud física y mental. Y algunos consiguen tantas cosas, pero con úlceras, jaquecas, insomnio o perturbaciones del corazón. ¿Es esto un triunfo? Creo que no. Claro que hay que luchar por ideales y metas, pero de manera equilibrada poniendo todo en su lugar, manteniendo una jerarquía de valores. Y el triunfo no se mide por las posesiones adquiridas, sino por la realización plena de todo el ser y por haber contribuido a hacer de este mundo, un mundo mejor. 

No se preocupe tanto y viva el hoy. Jesús dice que cada día tiene su afán y que si buscamos el Reino de Dios y su justicia, lo demás se nos dará por añadidura. Jesús no quería que sus discípulos se dejaran envenenar por las tribulaciones y repetía frecuentemente: No se preocupen ni por el alimento, ni por el vestido, ni por el día de mañana. No se preocupen. Mi Padre los ama y sabe lo que van a necesitar. ¿No han visto que a las aves que no tienen graneros de aprovisionamiento mi Padre Dios cuida de ellas? ¿No han visto que a las flores del campo que no hilan ni tejen, mi Padre Dios las viste tan elegantemente? No se preocupen. Ustedes valen más que muchas aves y flores. Jesús nos manda a confiar totalmente en nuestro Padre Dios y nos prohíbe las ansiedades excesivas, las que son enfermizas. No quiere que convirtamos nuestra vida en un infierno. Él quiere que mantengamos la paz, el equilibrio, la serenidad, el dominio de nosotros mismos. Por eso, no se preocupe tanto. No sea tan pesimista. Mire la vida positivamente. Tenga una gran fe en Dios y en la vida. 

¿Sabía usted que es alarmante el número de los que diariamente tratan de suicidarse? Algunos no lo consiguen, pero muchos sí. Y es muy probable que en muchos la preocupación enfermiza haya sido la causa que los haya llevado a buscar un fatal desenlace. Una tortura muy antigua consistía en dejar caer una gota de agua sobre la cabeza de la víctima, minuto por minuto. Esto terminaba enloqueciendo a la persona. Eso es la preocupación: una gota de agua que va taladrando su sistema nervioso y termina por hacer de usted un andrajo humano. Jesús no quiere eso para usted. Entréguele a Él sus inquietudes y angustias. Dígale que confía totalmente en Él y que usted va a luchar por ser mejor y no va a permitir más que la preocupación lo atormente. Y no se olvide que con Dios puede vencer cualquier cosa, porque con Él, ¡usted es invencible!

Oración para bendecir la familia

 


lunes, 28 de diciembre de 2020

Santo Evangelio 28 de Diciembre de 2020

  


Texto del Evangelio (Mt 2,13-18): 

Después que los magos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al Niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al Niño para matarle». Él se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo».

Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen».

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«Se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto»


Rev. D. Joan Pere PULIDO i Gutiérrez Secretario del obispo de Sant Feliu

(Sant Feliu de Llobregat, España)

Hoy celebramos la fiesta de los Santos Inocentes, mártires. Metidos en las celebraciones de Navidad, no podemos ignorar el mensaje que la liturgia nos quiere transmitir para definir, todavía más, la Buena Nueva del nacimiento de Jesús, con dos acentos bien claros. En primer lugar, la predisposición de san José en el designio salvador de Dios, aceptando su voluntad. Y, a la vez, el mal, la injusticia que frecuentemente encontramos en nuestra vida, concretado en este caso en la muerte martirial de los niños Inocentes. Todo ello nos pide una actitud y una respuesta personal y social.

San José nos ofrece un testimonio bien claro de respuesta decidida ante la llamada de Dios. En él nos sentimos identificados cuando hemos de tomar decisiones en los momentos difíciles de nuestra vida y desde nuestra fe: «Se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto» (Mt 2,14).

Nuestra fe en Dios implica a nuestra vida. Hace que nos levantemos, es decir, nos hace estar atentos a las cosas que pasan a nuestro alrededor, porque —frecuentemente— es el lugar donde Dios habla. Nos hace tomar al Niño con su madre, es decir, Dios se nos hace cercano, compañero de camino, reforzando nuestra fe, esperanza y caridad. Y nos hace salir de noche hacia Egipto, es decir, nos invita a no tener miedo ante nuestra propia vida, que con frecuencia se llena de noches difíciles de iluminar.

Estos niños mártires, hoy, también tienen nombres concretos en niños, jóvenes, parejas, personas mayores, inmigrantes, enfermos... que piden la respuesta de nuestra caridad. Así nos lo dice San Juan Pablo II: «En efecto, son muchas en nuestro tiempo las necesidades que interpelan a la sensibilidad cristiana. Es la hora de una nueva imaginación de la caridad, que se despliegue no sólo en la eficacia de las ayudas prestadas, sino también en la capacidad de hacernos cercanos y solidarios con el que sufre».

Que la luz nueva, clara y fuerte de Dios hecho Niño llene nuestras vidas y consolide nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad.

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¿Quiere Triunfar?

 


¿Quiere Triunfar?

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


Dios le dio la vida para triunfar. Y esto significa, vivir plenamente, realizarse en todo el sentido de la palabra. Para esto tiene que vivir MOTIVADO. Los que triunfan son personas motivadas y los que no se realizan, y fracasan como seres humanos, viven desmotivados. 

La motivación consiste en un sentirse impulsado, animado por una idea fuerte que afecta la mente y el corazón del hombre. Es una idea capaz de mover todo el ser. La persona motivada activa sus potencialidades; está despierta, lúcida y alerta. Se mueve, está viva y es capaz de vivir mejor sus "Momento- Presentes". 

Jesús siempre estuvo motivado: el amor y la obediencia a su Padre, la salvación de todos nosotros, la implantación del Reino de Dios en la historia y el revelar el gran misterio de Amor que es Dios. Los grandes hombres han sido gente muy motivada. Martín Luther King quería que se respetaran los derechos del negro americano. La Madre Teresa de Calcuta quería que todos los abandonados tuvieran un hogar y comida además de ser evangelizados. Churchill quiso que Inglaterra sobreviviera al ataque Nazi y fuera una gran potencia. Picasso quiso revolucionar el arte de la pintura y Dalí elevarlo a algo sublime. Francisco de Asís quiso que Dios fuera conocido y amado; que vieran la naturaleza como una hermana dulce y buena. Francisco Javier quiso que Cristo fuera conocido en el Oriente. Juana de Arco deseaba que Francia, con el poder de Dios, fuera liberada de las garras de sus enemigos. Martín de Porres anhelaba que Jesús fuera conocido por los humildes. La motivación es consecuencia de haber descubierto un gran ideal y dejar que ese ideal lo conquiste a uno. Para eso hay que meditar, tomar contacto con ese ideal y practicarlo. 

Vivir un gran ideal supone sacrificio, lucha, acción, renuncia, mucha fe y fidelidad. Tomás Alva Edison, para descubrir cómo hacer que la luz brillara en una bombilla, falló más de mil veces en los intentos, hasta que lo consiguió. Y así los grandes hombres y mujeres han fracasado también muchas veces, pero su perseverancia los ha llevado al triunfo. Algunos, y no pocos, han muerto por sus ideales. Madame Marie Curie, que junto a su marido descubrió el radio (los rayos X vienen de esa investigación) y que dos veces fue galardonada con el Premio Nóbel, murió a efectos de la radiación, ésta causada por sus intensos experimentos en laboratorios. La ciencia, el arte y la religión han avanzado gracias a personas con grandes ideales. 

Descubra pues un gran ideal y para eso: crea que nació para cumplir una misión; ore mucho, medite, investigue y vea ejemplos de gente célebre. Sepa que el ideal del amor, del servicio, del arte, de la ciencia, de la fe, no supone hacer cosas extraordinarias que todos vean, sino grandes y trascendentes aunque sólo usted lo sepa. Persevere hasta el final para poder lograr los frutos. No haga caso de los pesimistas y de la gente negativa. Busque personas que sientan algo parecido a lo de usted, y deje todo lo que impida la realización de su ideal. Recuerde que los mediocres han sido infieles a sus ideales y por lo tanto, han traicionado a la humanidad; que los más críticos son los que no hacen nada, gente sin ideal. El que más hace, menos tiempo tiene para criticar. ¡Vamos! a trabajar más, a luchar por ese gran ideal, recuerde que Dios lo ama y ¡Con El somos… INVENCIBLES!


LECTURA BREVE Col 3, 12-13

 


LECTURA BREVE   Col 3, 12-13


Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.


domingo, 27 de diciembre de 2020

Santo Evangelio 27 de Diciembre de 2020

  


Texto del Evangelio (Lc 2,22-40): 

Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.

Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción —¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!— a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él.

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«Llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor»


Rev. D. Joan Ant. MATEO i García

(Tremp, Lleida, España)

Hoy, celebramos la fiesta de la Sagrada Familia. Nuestra mirada se desplaza del centro del belén —Jesús— para contemplar cerca de Él a María y José. El Hijo eterno del Padre pasa de la familia eterna, que es la Santísima Trinidad, a la familia terrenal formada por María y José. ¡Qué importante ha de ser la familia a los ojos de Dios cuando lo primero que procura para su Hijo es una familia!

San Juan Pablo II, en su Carta apostólica El Rosario de la Virgen María, ha vuelto a destacar la importancia capital que tiene la familia como fundamento de la Iglesia y de la sociedad humana, y nos ha pedido que recemos por la familia y que recemos en familia con el Santo Rosario para revitalizar esta institución. Si la familia va bien, la sociedad y la Iglesia irán bien.

El Evangelio nos dice que el Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría. Jesús encontró el calor de una familia que se iba construyendo a través de sus recíprocas relaciones de amor. ¡Qué bonito y provechoso sería si nos esforzáramos más y más en construir nuestra familia!: con espíritu de servicio y de oración, con amor mutuo, con una gran capacidad de comprender y de perdonar. ¡Gustaríamos —como en el hogar de Nazaret— el cielo y la tierra! Construir la familia es hoy una de las tareas más urgentes. Los padres, como recordaba el Concilio Vaticano II, juegan ahí un papel insubstituible: «Es deber de los padres crear un ambiente de familia animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, y que favorezca la educación íntegra personal y social de los hijos». En la familia se aprende lo más importante: a ser personas.

Finalmente, hablar de familia para los cristianos es hablar de la Iglesia. El evangelista san Lucas nos dice que los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor. Aquella ofrenda era figura de la ofrenda sacrificial de Jesús al Padre, fruto de la cual hemos nacido los cristianos. Considerar esta gozosa realidad nos abrirá a una mayor fraternidad y nos llevará a amar más a la Iglesia.


Oración a la Sagrada Familia

 


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¿Qué Pasa con Mucha Gente que Fracasa?

 


¿Qué Pasa con Mucha Gente que Fracasa? 

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


Hay muchas personas que en un momento de su vida han dicho: "Todavía es muy pronto para empezar a luchar por mis metas" y creyeron que la vida se estancaba en un apartado eterno: la juventud. Pensaron que el tiempo se detenía y que "mañana", cuando tuvieran 20 años, 25, 30... cuando fueran a la universidad, cuando se casaran, cuando... Y fue transcurriendo el tiempo y un día se encontraron con la terrible sorpresa: El tiempo había pasado, la juventud había desaparecido. Se había esfumado una parte vital de la existencia. El agua del río que había corrido, ya no se devolvía. Lo que parecía eterno, la etapa juvenil, se había diluido y el encuentro con la realidad era espantoso. ¡Qué frustración! 

Existencias grises e inútiles, desperdiciadas, porque creyeron que todavía no era tiempo para empezar. Que "mañana" sería el momento. Postergando decisiones, dejando de hacer cosas importantes. Mucha gente se encuentra ahora con las manos vacías, lamentándose de haber dejado escapar tiempo precioso, tiempo que se fue para nunca más volver. No comenzaron a luchar, no tomaron la vida en serio. No sembraron esfuerzos, ideales, sacrificios y, por eso, ahora la cosecha es tan pobre. 

Por eso decimos: Nunca es temprano para empezar a labrar un porvenir pleno. Nunca es temprano para adquirir el hábito del estudio, del trabajo, de la oración, del pensar, del empeñarse en luchar por ideales. La vida se pasa rapidito. Todo corre más veloz de lo que suponíamos cuando éramos jovencitos. Ahora es el momento. No podemos dejar para otro día, para otro año, lo que ya se puede hacer. La oportunidad es única y no deje para mañana lo que hoy puede hacer. 

Sí, joven, la vida se nos presenta algunas veces como un espejismo donde todo lo vemos muy quieto, estable, casi inmóvil. ¡Y qué va! Todo se mueve. Los planetas, el universo, el corazón, las células, la vida entera y el tiempo. Sí, el tiempo marcha hacia adelante sin detenerse. Y es irreversible. Nada lo detiene. El ayer jamás volverá. Esto es muy serio para tomarlo en broma. El tiempo que quedó atrás jamás se podrá recuperar. Por eso, ahora es el momento de actuar. ¡Hoy! 

Pero el que lee este mensaje y se siente más o menos reflejado en lo que hemos dicho, le manifestamos: ¡Nunca es tarde para triunfar! Es cierto que desperdició tiempo en el pasado, pero todavía está vivo. Todavía tiene tiempo. Sí. Nunca se es demasiado viejo para tratar de triunfar. No hay edad que le impida el empezar. Usted puede comenzar su lucha por sus ideales y dedicar tanta intensidad en lo que pretende, en lo que desea. Usted puede conseguir lo que aspira. Cualquier día es oportuno para empezar. Lo grave sería no dar el primer paso o dejar de dar el último que se necesita para llegar a la meta. Porque muchos están a mitad de camino, tentados en no dar los últimos pasos que se necesitan para llegar a la meta. ¡No se rinda, por favor! El éxito puede estar a la vuelta de la próxima esquina que le falta por alcanzar. No sea de ese número de personas que empiezan con ánimo y esperanza y trabajan y actúan, pero después de unos años su resistencia comienza a flaquear y se convencen de que ya no vale la pena buscar más éxito y se dejan llevar por el desánimo. 

No se rinda a mitad del camino. ¡Levante su frente y suba cada día un peldaño más! Todo obstáculo es posible de vencer. Don Bosco repetía esta frase: "Yo, cuando encuentro un obstáculo, le doy una gran vuelta y paso hasta el otro lado. Pero... ¿echar para atrás? Jamás. Eso nunca." La constancia todo lo alcanza. Dios no regala a nadie sus triunfos fácilmente, pero siente mucho gusto en repartirlos entre los que no se desaniman en la lucha por conseguirlos. 

No se olvide que nunca es tarde para empezar y mientras tenga vida puede luchar. Si le pide ayuda al Señor, Él tiene todo el poder y la gloria y le puede dar lo que usted necesita: iluminación, esperanza, fortaleza, dominio de sí mismo y valentía. Y recuerde, con Dios, ¡usted es invencible!

LECTURA BREVE Hch 6, 2b-5a

 


LECTURA BREVE   Hch 6, 2b-5a


«No está bien que nosotros descuidemos la palabra de Dios por atender al servicio de las mesas. Elegid, pues, hermanos, de entre vosotros, a siete hombres llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes podamos encomendar este servicio. Nosotros, por nuestra parte, nos dedicaremos a la oración en común y al ministerio de la palabra.» Y pareció bien esta proposición a toda la comunidad.


¡Que hacer con un colérico?



¡Que hacer con un colérico?

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.

¿Qué podemos hacer con una persona que es colérica? Pues, en primer lugar, comprender las causas de las cóleras. ¿Por qué las personas se vuelven iracundas y coléricas? Todos sabemos que de vez en cuando surgen desacuerdos en las relaciones humanas. Se desearía llegar a un acuerdo, pero... un ataque de ira evita toda conversación objetiva. ¿Cuántas veces terminan, por ejemplo, las discusiones conyugales con un ataque de cólera de parte de uno de los cónyuges, mientras que el otro debe esperar paciente y desconsoladamente que se tranquilice la tormenta? De hecho no se puede hablar con una persona que está sumamente afectada por la cólera. Y en el caso de los matrimonios, cuando uno de los dos está frenético, se rompe por un rato la unión entre ambos.

La ira y la cólera conducen a una agresión generalmente de forma verbal. Según el grado de fuerza de la excitación, se gradúan los insultos o también, algunas veces, se pasa a la agresión física. Con frecuencia, la persona que está sujeta a la ira, rompe o destruye algún objeto en sustitución de lo que quisiera hacer: atacar directamente a su prójimo. Curiosamente, las personas que sufren continuamente de ataques de ira y cólera tienen problemas con muchas personas.

Las personas que padecen de estas iras buscan, por lo general, algún motivo de disculpa para aclarar que estas manifestaciones agresivas son provocadas por su temperamento colérico. Con esto, quieren expresar que ellos por naturaleza son personas acaloradas, apasionadas y que no se deben tomar demasiado en cuenta sus afectadas expansiones; que ellos nacieron así y que todos tenemos que soportarlos tal como son. Estas explicaciones sirven de poco a las víctimas de estos ataques y son absolutamente inciertas. ¡Nadie nace así! Estas explicaciones representan una maniobra de auto-engaño y las personas que generalmente están psíquicamente irritadas y desequilibradas, saben justificar su acción con las mismas excusas.

La moderna investigación psicológica nos enseña que la ira no es una disposición, no es un hecho constitucional; es decir, uno no nace así. En lo esencial, la ira y la cólera son el resultado de una mala educación que produce graves lesiones psíquicas en el niño en edad de desarrollo. El niño cuanto más sojuzgado, cuanto más incomprendido, cuanto más rebajado sea en su dignidad por sus formadores - papás, maestros, el ambiente, etc. - tanto más sensible se hará con respecto a los ataques reales o imaginarios que se efectúen al sentido de su propio valer. Todas las personas iracundas han sufrido mucho en su juventud debido a fuertes sensaciones de inferioridad. Debido a esto, adquirieron una imagen bastante hostil del mundo y de las personas, la cual llevan consigo en su subconsciente. De allí que ellos no pueden acercarse demasiado a otras personas, pues tienen miedo a sufrir lo que experimentaron en el pasado. De hecho viven una especie de soledad sentimental y adoptan ciertos mecanismos de auto-defensa. También tienden a querer demostrar que ellos "valen" y a querer dominar, porque ellos se dicen a sí mismos: Antes que me dominen, como me dominaban en el pasado, yo voy a dominar.

Se puede observar también que las personas iracundas son súper-sensibles. Cualquier acción contraria a la que ellos han indicado les hace sentirse atropellados, porque les recuerda las impresiones que vivieron en su infancia: la severidad de sus papás, la dureza de su ambiente, etc., las cuales los han hecho alérgicos de tal manera a esas críticas y desacuerdos de opinión, que piensan que deben defenderse con gritos y de forma frenética para no sufrir. Dice Joseph Ramnas que solamente se puede comprender a estas personas iracundas, si se tiene conocimiento de las humillaciones y desesperaciones habidas en el interior de su desarrollo psíquico.

De hecho resulta entonces que una persona colérica se desahoga con su inocente esposa, con sus hijos - que no tienen culpa alguna de su problema - y con sus subordinados en una empresa o en cualquier oficio, quienes ignoran en la mayoría de estos casos toda la desgracia y el desconsuelo habido durante su crecimiento y desarrollo. Las personas coléricas, en el fondo, creen tener un temperamento acalorado y no se están dando cuenta de que se están vengando en personas inocentes de un daño que les hicieron en su niñez. Es un mecanismo de defensa, una forma de desahogar su problemática y de vengarse con aquellos que les hicieron daño. Pero, curiosamente, esa venganza la están proyectando en los seres más cercanos a ellos que no tienen nada que ver con el asunto.

¿Qué hacer ante una situación así? Pues perdonar, comprender y ayudarlos a cambiar. Son personas también muy buenas, de grandes cualidades, pero que tristemente esta faceta de su vida no está bien elaborada, por su problemática interior del pasado. En parte son víctimas; también en parte son culpables. Por eso, ore mucho por esa persona, pídale a Dios que le dé la fuerza necesaria para comprender y ayudar a cambiar a esa persona colérica y no se olvide, con el Señor se puede, porque ¡CON DIOS, USTED ES... INVENCIBLE!


LECTURA BREVE 1Jn 4, 9

 


LECTURA BREVE   1Jn 4, 9


En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él.

sábado, 26 de diciembre de 2020

Santo Evangelio 26 de Diciembre de 2020

 



 Texto del Evangelio (Mt 10,17-22): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará».

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«Os entregarán a los tribunales y os azotarán»


Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM

(Barcelona, España)

Hoy, recién saboreada la profunda experiencia del Nacimiento del Niño Jesús, cambia el panorama litúrgico. Podríamos pensar que celebrar un mártir no encaja con el encanto navideño… El martirio de san Esteban, a quien veneramos como protomártir del cristianismo, entra de lleno en la teología de la Encarnación del Hijo de Dios. Jesús vino al mundo para derramar su Sangre por nosotros. Esteban fue el primero que derramó su sangre por Jesús. Leemos en este Evangelio como Jesús mismo lo anuncia: «Os entregarán a los tribunales y (…) seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio» (Mt 10,17.18). Precisamente “mártir” significa exactamente esto: testigo.

Este testimonio de palabra y de obra se da gracias a la fuerza del Espíritu Santo: «El Espíritu de vuestro Padre (…) hablará en vosotros » (Mt 10,19). Tal como leemos en los “Hechos de los Apóstoles”, capítulo 7, Esteban, llevado a los tribunales, dio una lección magistral, haciendo un recorrido por el Antiguo Testamento, demostrando que todo él converge en el Nuevo, en la Persona de Jesús. En Él se cumple todo lo que ha sido anunciado por los profetas y enseñado por los patriarcas.

En la narración de su martirio encontramos una bellísima alusión trinitaria: «Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios» (Hch 7,55). Su experiencia fue como una degustación de la Gloria del Cielo. Y Esteban murió como Jesús, perdonando a los que lo inmolaban: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado» (Hch 7,60); rezó las palabras del Maestro: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc, 23, 34).

Pidamos a este mártir que sepamos vivir como él, llenos del Espíritu Santo, a fin de que, fijando la mirada en el cielo, veamos a Jesús a la diestra de Dios. Esta experiencia nos hará gozar ya del cielo, mientras estamos en la tierra.

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¿Qué es el amor?

 


¿Qué es el amor?

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.

Amor, amor, palabra tan pronunciada y tan profanada por el uso vacío de tantas canciones comerciales. Y esta palabra fue el concepto usado por San Juan para definir a Dios: "¡Dios es Amor!" y el que ama está en Dios, vive en Él. El amor es sagrado y es algo vital.

Pero, ¿cuándo uno ama? En definitiva, ¿qué es amar? Bueno, veamos una radiografía espiritual del que ama. El que ama busca darse a los demás y respeta la integridad y la individualidad del otro. Sabe que el otro es persona y lo reconoce siempre como tal. El que ama sabe que el otro no es perfecto y tiene paciencia, comprende y es capaz de perdonar. No busca hacerlo a su propia medida y no atropella su dignidad. No lo "usa". Sabe que el otro es un fin en sí mismo y no un medio para... placer, diversión, enriquecimiento. Reconoce, pues, el valor infinito de la persona y no lo instrumentaliza, no lo cosifica.

El que ama busca que el otro sea feliz y promueve lo mejor de los demás. Es realista y ve las virtudes y defectos, pero su visión de la persona a la que ama es tridimensional: lo ve por dentro y es capaz de descubrir sus grandes valores, lo ve por fuera y capta sus limitaciones y problemas y lo ve como puede ser, en el futuro, ya más realizado, más pleno y lo ayuda para que eso sea una realidad. Intenta, pues, hacer que el otro crezca integralmente.

El que ama no espera recompensas por su amor ni está reclamando derechos, privilegios o gratificaciones por el amor que da. No da el amor calculadamente. No convierte este don de Dios en una mercancía que se puede vender o intercambiar por dinero, protección, compañía, sexo o por cariño. ¡El amor no se vende! Esto es profanar algo que viene del mismo Dios. El amor se da, porque nace de dentro de nosotros como una fuente de agua cristalina, pura, milagrosa y que mientras más corre, más caudalosa se hace y se extiende sin medida. Se da sin cálculos. Brota naturalmente y mientras más fluye, más nos hace humanos y, por lo tanto, divinos. Y es que en el fondo de la humanidad, de lo pleno humano, está la fuente, el origen que es Dios. El amor es vida, vida del mismo Dios que mezclada, unida íntimamente con nuestro propio ser se da de una manera misteriosa, vibrante, deliciosa, armoniosa, plena. Por eso el que ama es feliz, porque se está realizando; el que ama se santifica, porque permite que Dios viva en él; el que ama cumple la misión de hacer de este mundo un lugar maravilloso. Y por donde quiera que ha pasado alguien que ha amado, ha dejado una huella imborrable en el corazón de los demás; ha humanizado la realidad.

El que ama se sabe importante, necesario, porque en su ser contiene la vida de Dios y su misión consiste en darla. Sabe que hay gente que espera sedienta esa vida, ese torrente vital de amor. El que ama se siente impulsado a entregar eso que tiene. Corre a entregarlo. El que ama se siente puente entre lo divino y lo terreno y aunque algunas veces no sea consciente de eso, siente que con el amor que da va transformando el mundo, haciendo que las rosas marchitas recobren vida, las praderas resecas adquieran verdor, los cauces secos de los corazones tristes se empapen de Dios. El que ama se convierte en mensajero de la vida, en impulsor de lo más noble que hay en nosotros. El que ama despierta lo humano que hay en cada uno y su paso por el mundo es el de un ángel iluminador que hace que lo muerto vuelva a vivir. El que ama vive en Cristo y en sus manos se ven también las señales de los clavos, porque el que ama también sufre, se sacrifica y hasta da la vida por los que ama. El que ama aguanta y resiste todo por amor, por puro amor, porque Dios es amor y ¡CON ÉL, SOMOS INVENCIBLES!


LECTURA BREVE Hb 1, 1-2

 


LECTURA BREVE   Hb 1, 1-2


A través de muchas etapas y de muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros antepasados por ministerio de los profetas; en estos tiempos, que son los últimos, nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien ha constituido heredero de todas las cosas y por quien creó los mundos.


viernes, 25 de diciembre de 2020

Feliz Navidad

 


Feliz Navidad

 


Feliz Navidad

 


Santo Evangelio 25 de Diciembre de 2020

  


Texto del Evangelio (Lc 2,1-14):

Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Quirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.


Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El Ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y de pronto se juntó con el Ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace».

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«Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor»


Rev. D. Ramon Octavi SÁNCHEZ i Valero

(Viladecans, Barcelona, España)

Hoy, nos ha nacido el Salvador. Ésta es la buena noticia de esta noche de Navidad. Como en cada Navidad, Jesús vuelve a nacer en el mundo, en cada casa, en nuestro corazón.

Pero, a diferencia de lo que celebra nuestra sociedad consumista, Jesús no nace en un ambiente de derroche, de compras, de comodidades, de caprichos y de grandes comidas. Jesús nace con la humildad de un portal y de un pesebre.

Y lo hace de esta manera porque es rechazado por los hombres: nadie había querido darles hospedaje, ni en las casas ni en las posadas. María y José, y el mismo Jesús recién nacido, sintieron lo que significa el rechazo, la falta de generosidad y de solidaridad.

Después, las cosas cambiarán y, con el anuncio del Ángel —«No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo» (Lc 2,10)— todos correrán hacia el portal para adorar al Hijo de Dios. Un poco como nuestra sociedad que margina y rechaza a muchas personas porque son pobres, extranjeros o sencillamente distintos a nosotros, y después celebra la Navidad hablando de paz, solidaridad y amor.

Hoy los cristianos estamos llenos de alegría, y con razón. Como afirma san León Magno: «Hoy no sienta bien que haya lugar para la tristeza en el momento en que ha nacido la vida». Pero no podemos olvidar que este nacimiento nos pide un compromiso: vivir la Navidad del modo más parecido posible a como lo vivió la Sagrada Familia. Es decir, sin ostentaciones, sin gastos innecesarios, sin lanzar la casa por la ventana. Celebrar y hacer fiesta es compatible con austeridad e, incluso, con la pobreza.

Por otro lado, si nosotros durante estos días no tenemos verdaderos sentimientos de solidaridad hacia los rechazados, forasteros, sin techo, es que en el fondo somos como los habitantes de Belén: no acogemos a nuestro Niño Jesús.


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¿Por Qué Tanto Miedo a lo Desconocido?

 


¿Por Qué Tanto Miedo a lo Desconocido? 

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


Sabe usted que uno de los caminos seguros de estancarse en la vida es el de agarrarse a lo "seguro"; el caminar por los mismos senderos de siempre, hacer en todo momento lo de ayer, no dar ningún paso sin pensarlo mucho, calcularlo todo y si hay riesgo de fracaso, no hacerlo. El dicho aquel: "más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer", y muchas actitudes de extrema prudencia nos pueden paralizar e impedir alcanzar el éxito en la vida. Ese gran miedo al riesgo; ese terror a lo desconocido; a lanzarse a abrir camino; a extender las fronteras de nuestro amor, conocimiento, efectividad, capacidad empresarial, espíritu de lucha y superación, ese miedo paraliza; nos entierra en lo de siempre y nos impide alcanzar nuevas metas.

Si muchos pioneros, héroes de la histoira no bubieran roto ese miedo a lo desconocido, el nuevo mundo - América, no hubiera sido descubierto. Los aviones y satélites no estarían surcando los cielos ahora; no hubiéramos visto los automóviles y estaríamos moviéndonos a caballo todavía. Ni aún eso, porque domar un potro y montarse en él supone un riesgo, un lanzarse a lo desconocido. Existe en el ser humano un deseo profundo de realizarse, extender su dominio en todas las áreas de la existencia. Reprimir esto es hacernos inhumanos.

Hay una gama de posibilidades, no alcanzadas por usted pero reales, posibles, alcanzables si se decide a aventurarse en territorios que no le ofrecen garantías y seguridades. Usted tiene la fuerza de un coloso, la grandeza del genio, pero las experimentará mejor en el terreno de lo inseguro; allí donde tiene que ser creativo, fuerte, ingenioso y astuto. Pero si vive en la rigidez de lo siempre hecho, acostumbrado a caminar sólo por lo planificado y experimentado, dispuesto a hacer sólo lo de "ayer", entonces se sentirá insatisfecho y por miedo a la derrota, al riesgo, caerá en el fracaso de no ser lo que podría haber sido.

En vez de andar buscando seguridades busque la seguridad interior que le brinda tener confianza en sí mismo y en su capacidad de solucionar cualquier problema que se le presente. Tiene que ser una roca de autoestima. La seguridad que necesita es la de saber que puede enfrentarse con cualquier cosa, aún sin seguridades externas. La de saber que está hecho y creado por el Señor, con todo lo necesario para abrir camino, luchar y enfrentarse a cualquier problema.

No tenga miedo a lo que no conoce, ni aún al posible fracaso que venga si se lanza. El fracaso es escuela para el éxito; es escalón para el triunfo. En el terreno de lo inseguro se despiertan sus mejores cualidades. Y recuerde, si se apoya en el Señor, si tiene fe como para mover montañas, si cree en el infinito poder de Dios y cree en sí mismo, vencerá, porque ¡CON EL SEÑOR USTED ES INVENCIBLE!.


LECTURA BREVE Is 4, 2

 


LECTURA BREVE   Is 4, 2

Aquel día, el vástago del Señor será joya y gloria, fruto del país, honor y ornamento para los supervivientes de Israel.


jueves, 24 de diciembre de 2020

Santo Evangelio 24 de Diciembre de 2020

 



 Texto del Evangelio (Lc 1,67-79): 


En aquel tiempo, Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: «Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de Él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz».

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«Harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas»


Rev. D. Ignasi FABREGAT i Torrents

(Terrassa, Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio recoge el canto de alabanza de Zacarías después del nacimiento de su hijo. En su primera parte, el padre de Juan da gracias a Dios, y en la segunda sus ojos miran hacia el futuro. Todo él rezuma alegría y esperanza al reconocer la acción salvadora de Dios con Israel, que culmina en la venida del mismo Dios encarnado, preparada por el hijo de Zacarías.

Ya sabemos que Zacarías había sido castigado por Dios a causa de su incredulidad. Pero ahora, cuando la acción divina es del todo manifiesta en su propia carne —pues recupera el habla— exclama aquello que hasta entonces no podía decir si no era con el corazón; y bien cierto que lo decía: «Bendito el Señor Dios de Israel...» (Lc 1,68). ¡Cuántas veces vemos oscuras las cosas, negativas, de manera pesimista! Si tuviésemos la visión sobrenatural de los hechos que muestra Zacarías en el Canto del Benedictus, viviríamos con alegría y esperanza de una manera estable.

«El Señor ya está cerca; el Señor ya está aquí». El padre del precursor es consciente de que la venida del Mesías es, sobre todo, luz. Una luz que ilumina a los que viven en la oscuridad, bajo las sombras de la muerte, es decir, ¡a nosotros! ¡Ojalá que nos demos cuenta con plena conciencia de que el Niño Jesús viene a iluminar nuestras vidas, viene a guiarnos, a señalarnos por dónde hemos de andar...! ¡Ojalá que nos dejáramos guiar por sus ilusiones, por aquellas esperanzas que pone en nosotros!

Jesús es el “Señor” (cf. Lc 1,68.76), pero también es el “Salvador” (cf. Lc 1,69). Estas dos confesiones (atribuciones) que Zacarías hace a Dios, tan cercanas a la noche de la Navidad, siempre me han sorprendido, porque son precisamente las mismas que el Ángel del Señor asignará a Jesús en su anuncio a los pastores y que podremos escuchar con emoción esta misma noche en la Misa de Nochebuena. ¡Y es que quien nace es Dios!


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miércoles, 23 de diciembre de 2020

Santo Evangelio 23 de Diciembre de 2020

  


Texto del Evangelio (Lc 1,57-66): 


Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues, ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él.

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«‘¿Qué será este niño?’. Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él»


Rev. D. Miquel MASATS i Roca

(Girona, España)

Hoy, en la primera lectura leemos: «Esto dice el Señor: ‘Yo envío mi mensajero para que prepare el camino delante de Mí’» (Mal 3,1). La profecía de Malaquías se cumple en Juan Bautista. Es uno de los personajes principales de la liturgia de Adviento, que nos invita a prepararnos con oración y penitencia para la venida del Señor. Tal como reza la oración colecta de la misa de hoy: «Concede a tus siervos, que reconocemos la proximidad del Nacimiento de tu Hijo, experimentar la misericordia del Verbo que se dignó tomar carne de la Virgen María y habitar entre nosotros».

El nacimiento del Precursor nos habla de la proximidad de la Navidad. ¡El Señor está cerca!; ¡preparémonos! Preguntado por los sacerdotes venidos desde Jerusalén acerca de quién era, él respondió: «Yo soy la voz del que clama en el desierto: ‘Enderezad el camino del Señor’» (Jn 1,23).


«Mira que estoy a la puerta y llamo: si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20), se lee en la antífona de comunión. Hemos de hacer examen para ver cómo nos estamos preparando para recibir a Jesús el día de Navidad: Dios quiere nacer principalmente en nuestros corazones.


La vida del Precursor nos enseña las virtudes que necesitamos para recibir con provecho a Jesús; fundamentalmente, la humildad de corazón. Él se reconoce instrumento de Dios para cumplir su vocación, su misión. Como dice san Ambrosio: «No te gloríes de ser llamado hijo de Dios —reconozcamos la gracia sin olvidar nuestra naturaleza—; no te envanezcas si has servido bien, porque has cumplido aquello que tenías que hacer. El sol hace su trabajo, la luna obedece; los ángeles cumplen su misión. El instrumento escogido por el Señor para los gentiles dice: ‘Yo no merezco el nombre de Apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios’ (1Cor 15,9)».


Busquemos sólo la gloria de Dios. La virtud de la humildad nos dispondrá a prepararnos debidamente para las fiestas que se acercan.


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