domingo, 30 de septiembre de 2018

Santo Evangelio 30 de septiembre 2018


Día litúrgico: Domingo XXVI (B) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 9,38-43.45.47-48): 

En aquel tiempo, Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros». Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros. Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa.

»Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga».


«No hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí»

Rev. D. Valentí ALONSO i Roig 
(Barcelona, España)

Hoy, según el modelo del realizador de televisión más actual, contemplamos a Jesús poniendo gusanos y fuego allí donde debemos evitar ir: el infierno, «donde el gusano no muere y el fuego no se apaga» (Mc 9,48). Es una descripción del estado en el que puede quedar una persona cuando su vida no la ha llevado allí adonde quería ir. Podríamos compararlo al momento en que, conduciendo nuestro automóvil, tomamos una carretera por otra, pensando que vamos bien y vamos a parar a un lugar desconocido, sin saber dónde estamos y adónde no queríamos ir. Hay que evitar ir, sea como sea, aunque tengamos que desprendernos de cosas aparentemente irrenunciables: sin manos (cf. Mc 9,43), sin pies (cf. Mc 9,45), sin ojos (cf. Mc 9,47). Es necesario querer entrar en la vida o en el Reino de Dios, aunque sea sin algo de nosotros mismos.

Posiblemente, este Evangelio nos lleva a reflexionar para descubrir qué tenemos, por muy nuestro que sea, que no nos permite ir hacia Dios, —y todavía más— qué nos aleja de Él.

El mismo Jesús nos orienta para saber cuál es el pecado en el que nos hacen caer nuestras cosas (manos, pies y ojos). Jesús habla de los que escandalizan a los pequeños que creen en Él (cf. Mc 9,42). “Escandalizar” es alejar a alguien del Señor. Por lo tanto, valoremos en cada persona su proximidad con Jesús, la fe que tiene.

Jesús nos enseña que no hace falta ser de los Doce o de los discípulos más íntimos para estar con Él: «El que no está contra nosotros, está por nosotros» (Mc 9,40). Podemos entender que Jesús lo salva todo. Es una lección del Evangelio de hoy: hay muchos que están más cerca del Reino de Dios de lo que pensamos, porque hacen milagros en nombre de Jesús. Como confesó santa Teresita del Niño Jesús: «El Señor no me podrá premiar según mis obras (...). Pues bien, yo confío en que me premiará según las suyas».

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sábado, 29 de septiembre de 2018

Santo Evangelio 29 de septiembre 2018

Día litúrgico: 29 de Septiembre: Los santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael



Texto del Evangelio (Jn 1,47-51): 

En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».


«Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre»

+ Cardenal Jorge MEJÍA Archivista y Bibliotecario de la S.R.I. 
(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy, en la fiesta de los Santos Arcángeles, Jesús manifiesta a sus Apóstoles y a todos la presencia de sus ángeles y la relación que con Él tienen. Los ángeles están en la gloria celestial, donde alaban perennemente al Hijo del hombre, que es el Hijo de Dios. Lo rodean y están a su servicio.

«Subir y bajar» nos recuerda el episodio del sueño del Patriarca Jacob, quien dormido sobre una piedra durante su viaje a la tierra de origen de su familia (Mesopotamia), ve a los ángeles que “bajan y suben” por una misteriosa escalera que une el cielo y la tierra, mientras Dios mismo está de pié junto a él y le comunica su mensaje. Notemos la relación entre la comunicación divina y la presencia activa de los ángeles. 

Así, Gabriel, Miguel y Rafael aparecen en la Biblia como presentes en las vicisitudes terrenas y llevando a los hombres —como nos dice san Gregorio el Grande— las comunicaciones, mediante su presencia y sus mismas acciones, que cambian decisivamente nuestras vidas. Se llaman, precisamente, “arcángeles”, es decir, príncipes de los ángeles, porque son enviados para las más grandes misiones. 

Gabriel fue enviado para anunciar a María Santísima la concepción virginal del Hijo de Dios, que es el principio de nuestra redención (cf. Lc 1). Miguel lucha contra los ángeles rebeldes y los expulsa del cielo (cf. Ap 12). Nos anuncia, así, el misterio de la justicia divina, que también se ejerció en sus ángeles cuando se rebelaron, y nos da la seguridad de su victoria y la nuestra sobre el mal. Rafael acompaña a Tobías “junior”, lo defiende y lo aconseja y cura finalmente al padre Tobit (cf. Tob). Por esta vía, nos anuncia la presencia de los ángeles junto a cada uno de nosotros: el ángel que llamamos de la Guarda. 

Aprendamos de esta celebración de los arcángeles que “suben y bajan” sobre el Hijo del hombre, que sirven a Dios, pero le sirven en beneficio nuestro. Dan gloria a la Trinidad Santísima, y lo hacen también sirviéndonos a nosotros. Y, en consecuencia, veamos qué devoción les debemos y cuánta gratitud al Padre que los envía para nuestro bien.

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Dichosos con María

Oración para casos urgentes a la inmaculada concepción. ¡Oh Purísima Virgen! bendita entre todas las mujeres, que fuiste preservada de toda culpa desde tu concepción por singular gracia de Dios todopoderoso. Gloriosa virgen María, Madre de Dios, reconozco y confieso el maravilloso privilegio d

Dichosos con María


Rafael Ángel Marañón


Dichosos somos, dando sumisión,
Al Cristo que en María se concibió,
Y amamos la tarea que realizó
Por darnos a los hombres salvación. 

Ofrendando una genuina sujeción
Al padre que el misterio decidió,
Y al mundo entero, amante socorrió,
Haciendo de María santa canción.

Aguardando alcanzar su obra completa, 
No anhelamos un premio más alzado,
Que ser de tal prodigio la trompeta. 

Es la excelsa María tan discreta, 
Que inunda de fragancia paz y agrado, 
Como perfuma el prado la violeta.

LECTURA BREVE Col 3, 12-13


LECTURA BREVE   Col 3, 12-13

Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado; haced vosotros lo mismo.

viernes, 28 de septiembre de 2018

Santo Evangelio 28 de septiembre 2018


Día litúrgico: Viernes XXV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 9,18-22): 

Sucedió que mientras Jesús estaba orando a solas, se hallaban con Él los discípulos y les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado». Les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro le contestó: «El Cristo de Dios». Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día».


«¿Quién dice la gente que soy yo? (…) Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»

Rev. D. Pere OLIVA i March 
(Sant Feliu de Torelló, Barcelona, España)

Hoy, en el Evangelio, hay dos interrogantes que el mismo Maestro formula a todos. El primer interrogante pide una respuesta estadística, aproximada: «¿Quién dice la gente que soy yo?» (Lc 9,18). Hace que nos giremos alrededor y contemplemos cómo resuelven la cuestión los otros: los vecinos, los compañeros de trabajo, los amigos, los familiares más cercanos... Miramos al entorno y nos sentimos más o menos responsables o cercanos —depende de los casos— de algunas de estas respuestas que formulan quienes tienen que ver con nosotros y con nuestro ámbito, “la gente”... Y la respuesta nos dice mucho, nos informa, nos sitúa y hace que nos percatemos de aquello que desean, necesitan, buscan los que viven a nuestro lado. Nos ayuda a sintonizar, a descubrir un punto de encuentro con el otro para ir más allá...

Hay una segunda interrogación que pide por nosotros: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Lc 9,20). Es una cuestión fundamental que llama a la puerta, que mendiga a cada uno de nosotros: una adhesión o un rechazo; una veneración o una indiferencia; caminar con Él y en Él o finalizar en un acercamiento de simple simpatía... Esta cuestión es delicada, es determinante porque nos afecta. ¿Qué dicen nuestros labios y nuestras actitudes? ¿Queremos ser fieles a Aquel que es y da sentido a nuestro ser? ¿Hay en nosotros una sincera disposición a seguirlo en los caminos de la vida? ¿Estamos dispuestos a acompañarlo a la Jerusalén de la cruz y de la gloria?

«Es un camino de cruz y resurrección (...). La cruz es exaltación de Cristo. Lo dijo Él mismo: ‘Cuando sea levantado, atraeré a todos hacia mí’. (...) La cruz, pues, es gloria y exaltación de Cristo» (San Andrés de Creta). ¿Dispuestos para avanzar hacia Jerusalén? Solamente con Él y en Él, ¿verdad?

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Dichosa Tú, Tú, Tú...



Dichosa Tú, Tú, Tú...


P. Antonio Márquez Fernández, S.D.B.



Dichosa Tú, Tú, Tú, Virgen María,
chorro de gracia, virginal palmera,
honor de nuestra arcilla y primavera
de luz, de bendición y de alegría.

En el silencio de la noche fría,
nos diste al Salvador, ¡oh sementera
que hace fecunda y bella la ladera
de nuestra carne! ¡Oh río de armonía!

Ante el prodigio de este Nacimiento,
calle del ángel el laúd sonoro
y el rabel del pastor, emocionado.

Calle el susurro silbador del viento,
del alba el paso y... ¡se ice la voz de oro
de tu pecho de Madre, arrodillado!

LECTURA BREVE Col 3, 12-13


LECTURA BREVE   Col 3, 12-13

Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado; haced vosotros lo mismo.

jueves, 27 de septiembre de 2018

Santo Evangelio 27 de septiembre 2018



Día litúrgico: Jueves XXV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 9,7-9): 

En aquel tiempo, se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?». Y buscaba verle.


«Buscaba verle»

Rev. P. Jorge R. BURGOS Rivera SBD 
(Cataño, Puerto Rico)

Hoy el texto del Evangelio nos dice que Herodes quería ver a Jesús (cf. Lc 9,9). Ese deseo de ver a Jesús le nace de la curiosidad. Se hablaba mucho de Jesús por los milagros que iba realizando a su paso. Muchas personas hablaban de Él. La actuación de Jesús trajo a la memoria del pueblo diversas figuras de profetas: Elías, Juan el Bautista, etc. Pero, al ser simple curiosidad, este deseo no trasciende. Tal es el hecho que cuando Herodes le ve no le causa mayor impresión (cf. Lc 23,8-11). Su deseo se desvanece al verlo cara a cara, porque Jesús se niega a responder a sus preguntas. Este silencio de Jesús delata a Herodes como corrupto y depravado.

Nosotros, al igual que Herodes, seguramente hemos sentido, alguna vez, el deseo de ver a Jesús. Pero ya no contamos con el Jesús de carne y hueso como en tiempos de Herodes, sin embargo contamos con otras presencias de Jesús. Te quiero resaltar dos de ellas. 

En primer lugar, la tradición de la Iglesia ha hecho de los jueves un día por excelencia para ver a Jesús en la Eucaristía. Son muchos los lugares donde hoy está expuesto Jesús-Eucaristía. «La adoración eucarística es una forma esencial de estar con el Señor. En la sagrada custodia está presente el verdadero tesoro, siempre esperando por nosotros: no está allí por Él, sino por nosotros» (Benedicto XVI). —Acércate para que te deslumbre con su presencia. 

Para el segundo caso podemos hacer referencia a una canción popular, que dice: «Con nosotros está y no lo conocemos». Jesús está presente en tantos y tantos hermanos nuestros que han sido marginados, que sufren y no tienen a nadie que “quiera verlos”. En su encíclica Dios es Amor, dice el Papa Benedicto XVI: «El amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial». Así pues, Jesús te está esperando, con los brazos abiertos te recibe en ambas situaciones. ¡Acércate!

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Dichosa Tú

MADRE DEL AMOR DIVINO. SAGRADA FAMILIA (2017) - Imaginero Ángel Pantoja ‎Legno di cedro intagliato e dipinto. Chiesa parrocchiale di Santa Maria. Siloam Springs. Arkansas (USA)‎

Dichosa Tú

P. Antonio Márquez Fernández, S.D.B.
  

Dichosa Tú, dichosa Tú, María,
de tu propio Hacedor Engendradora,
del solo Sol rosada y limpia Aurora,
Alba blanca que ofrece paso al Día.

En la inmensa oquedad de noche fría,
alumbraste a Jesús, ¡oh Mediadora
entre Dios y la raza pecadora!
¡Oh torrente de célica armonía!

Tu voz se arrodilló sobre la cuna,
de tu pecho surtió cándido aliento
y un río de ternura sonoroso.

Brilló tu luz como redonda luna
e inexpresable fue tu arrobamiento
por la Flor de tu vientre generoso.

LECTURA BREVE Am 9, 6


LECTURA BREVE   Am 9, 6

El Señor construye en el cielo su morada, cimenta sobre la tierra su bóveda; convoca las aguas del mar y las derrama sobre la superficie de la tierra. Su nombre es el Señor.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Santo Evangelio 26 de septiembre 2018


Día litúrgico: Miércoles XXV del tiempo ordinario

Santoral 26 de Septiembre: Beato Pablo VI, papa

Texto del Evangelio (Lc 9,1-6): 

En aquel tiempo, convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos». Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.


«Convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades»

Rev. D. Jordi CASTELLET i Sala 
(Sant Hipòlit de Voltregà, Barcelona, España)

Hoy vivimos unos tiempos en que nuevas enfermedades mentales alcanzan difusiones insospechadas, como nunca había habido en el curso de la historia. El ritmo de vida actual impone estrés a las personas, carrera para consumir y aparentar más que el vecino, todo ello aliñado con unas fuertes dosis de individualismo, que construyen una persona aislada del resto de los mortales. Esta soledad a la que muchos se ven obligados por conveniencias sociales, por la presión laboral, por convenciones esclavizantes, hace que muchos sucumban a la depresión, las neurosis, las histerias, las esquizofrenias u otros desequilibrios que marcan profundamente el futuro de aquella persona.

«Convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades» (Lc 9,1). Males, éstos, que podemos identificar en el mismo Evangelio como enfermedades mentales.

El encuentro con Cristo, que es la Persona completa y realizada, aporta un equilibrio y una paz que son capaces de serenar los ánimos y de hacer reencontrar a la persona con ella misma, aportándole claridad y luz en su vida, bueno para instruir y enseñar, educar a los jóvenes y a los mayores, y encaminar a las personas por el camino de la vida, aquélla que nunca se ha de marchitar.

Los Apóstoles «recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva» (Lc 9,6). Es ésta también nuestra misión: vivir y meditar el Evangelio, la misma palabra de Jesús, a fin de dejarla penetrar en nuestro interior. Así, poco a poco, podremos encontrar el camino a seguir y la libertad a realizar. Como ha escrito San Juan Pablo II, «la paz ha de realizarse en la verdad (...); ha de hacerse en la libertad».

Que sea el mismo Jesucristo, que nos ha llamado a la fe y a la felicidad eterna, quien nos llene de su esperanza y amor, Él que nos ha dado una nueva vida y un futuro inagotable.

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Dichosa tu


Dichosa tu


Himno, Liturgia de las horas


Dichosa tú, que, entre todas, 
fuiste por Dios sorprendida 
con tu lámpara encendida 
por el banquete de bodas. 
  
Con el abrazo inocente 
de un hondo pacto amoroso, 
vienes a unirte al Esposo 
por virgen y por prudente. 
  
Enséñanos a vivir; 
ayúdenos tu oración; 
danos en la tentación 
la gracia de resistir. 
  
Honor a la Trinidad 
por esta limpia victoria. 
Y gloria por esta gloria 
que alegra la cristiandad. 

LECTURA BREVE St 4, 7-8a. 10


LECTURA BREVE   St 4, 7-8a. 10

Vivid sometidos a Dios. Resistid al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Humillaos en la presencia del Señor y él os ensalzará.

martes, 25 de septiembre de 2018

Santo Evangelio 25 de septiembre 2018


Día litúrgico: Martes XXV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 8,19-21):

 En aquel tiempo, se presentaron la madre y los hermanos de Jesús donde Él estaba, pero no podían llegar hasta Él a causa de la gente. Le anunciaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte». Pero Él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen».


«Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen»

Rev. D. Xavier JAUSET i Clivillé 
(Lleida, España)

Hoy leemos un hermoso pasaje del Evangelio. Jesús no ofende para nada a su Madre, ya que Ella es la primera en escuchar la Palabra de Dios y de Ella nace Aquel que es la Palabra. Al mismo tiempo es la que más perfectamente cumplió la voluntad de Dios: «He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38), responde al ángel en la Anunciación.

Jesús nos dice lo que necesitamos para llegar a ser sus familiares, también nosotros: «Aquellos que oyen...» (Lc 8,21) y para oír es preciso que nos acerquemos como sus familiares, que llegaron a donde estaba; pero no podían acercarse a Él a causa del gentío. Los familiares se esfuerzan por acercarse, convendría que nos preguntásemos si luchamos y procuramos vencer los obstáculos que encontramos en el momento de acercarnos a la Palabra de Dios. ¿Dedico diariamente unos minutos a leer, escuchar y meditar la Sagrada Escritura? Santo Tomás de Aquino nos recuerda que «es necesario que meditemos continuamente la Palabra de Dios (...); esta meditación ayuda poderosamente en la lucha contra el pecado».

Y, finalmente, cumplir la Palabra. No basta con escuchar la Palabra; es preciso cumplirla si queremos ser miembros de la familia de Dios. ¡Debemos poner en práctica aquello que nos dice! Por eso será bueno que nos preguntemos si solamente obedezco cuando lo que se me pide me gusta o es relativamente fácil, y, por el contrario, si cuando hay que renunciar al bienestar, a la propia fama, a los bienes materiales o al tiempo disponible para el descanso..., pongo la Palabra entre paréntesis hasta que vengan tiempos mejores. Pidamos a la Virgen María que escuchemos como Ella y cumplamos la Palabra de Dios para andar así por el camino que conduce a la felicidad duradera.

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Dichosa por el Fruto...




Dichosa por el Fruto...

P. Antonio Márquez Fernández, S.D.B.

  
Dichosa por el Fruto de tu seno
serás siempre, limpísima María.
Mientras la humanidá estaba vacía
tuviste de Favor el pecho lleno.

Eres fúlgido huerto y prado ameno,
hontanar de la gracia y la alegría.
Refulge en tu interior la melodía
de Dios y en tu mirar dulce y sereno.

Mujer, a la que Dios ha bendecido,
predilecta entre toda criatura,
cauce y puente y vereda y Medianera.

Oh atanor de ternura, oh blando nido
oh mi vida y mi fuente de blancura,
baja y limpia, Señora, mi ladera.

LECTURA BREVE Jb 5, 17-18


LECTURA BREVE   Jb 5, 17-18

Dichoso el hombre a quien corrige Dios: no rechaces el escarmiento del Todopoderoso, porque él hiere y venda la herida, golpea y cura con su mano.

lunes, 24 de septiembre de 2018

Santo Evangelio 24 de septiembre 2018


Día litúrgico: Lunes XXV del tiempo ordinario

Santoral 24 de Septiembre: La Virgen de la Merced

Texto del Evangelio (Lc 8,16-18): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o la pone debajo de un lecho, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que no venga a ser conocido y descubierto. Mirad, pues, cómo oís; porque al que tenga, se le dará; y al que no tenga, aun lo que crea tener se le quitará».


«Pone (la lámpara) sobre un candelero, para que los que entren vean la luz»

+ Rev. D. Joaquim FONT i Gassol 
(Igualada, Barcelona, España)

Hoy, este Evangelio tan breve es rico en temas que atraen nuestra atención. En primer lugar, “dar luz”: ¡todo es patente ante los ojos de Dios! Segundo gran tema: las Gracias están engarzadas, la fidelidad a una atrae a otras: «Gratiam pro gratia» (Jn 1,16). En fin, es un lenguaje humano para cosas divinas y perdurables.

¡Luz para los que entran en la Iglesia! Desde siglos, las madres cristianas han enseñado en la intimidad a sus hijos con palabras expresivas, pero sobre todo con la “luz” de su buen ejemplo. También han sembrado con la típica cordura popular y evangélica, comprimida en muchos refranes, llenos de sabiduría y de fe a la vez. Uno de ellos es éste: «Iluminar y no difuminar». San Mateo nos dice: «(...) para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres para que, al ver vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,15-16).

Nuestro examen de conciencia al final del día puede compararse al tendero que repasa la caja para ver el fruto de su trabajo. No empieza preguntando: —¿Cuánto he perdido? Sino más bien: —¿Qué he ganado? Y acto seguido: —¿Cómo podré ganar más mañana, qué puedo hacer para mejorar? El repaso de nuestra jornada acaba con acción de gracias y, por contraste, con un acto de dolor amoroso. —Me duele no haber amado más y espero lleno de ilusión, estrenar mañana el nuevo día para agradar más a Nuestro Señor, que siempre me ve, me acompaña y me ama tanto. —Quiero proporcionar más luz y disminuir el humo del fuego de mi amor.

En las veladas familiares, los padres y abuelos han forjado —y forjan— la personalidad y la piedad de los niños de hoy y hombres de mañana. ¡Merece la pena! ¡Es urgente! María, Estrella de la mañana, Virgen del amanecer que precede a la Luz del Sol-Jesús, nos guía y da la mano. «¡Oh Virgen dichosa! Es imposible que se pierda aquel en quien tú has puesto tu mirada» (San Anselmo).

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Dices y digo

Painel pintado a mão na madeira de demolição

Dices y digo

Padre Felipe Santos Campaña SDB


Tú dices:
Mi amor de Madre Virgen
Te pide que vivas en pureza.
Y yo te digo alegre:

Gracias por tu confianza
Que acrecienta mi interna belleza.
Tú me dices:

Quiero volar con el viento.
Y yo te digo:

María, te acompaño feliz
Por todo el universo.

Tú me dices:

Hijo mío, te quiero.
Y yo te digo:

El amor tiene sentido
Cuando mi corazón respira
Al unísono contigo,
Virgen y limpio como el cielo infinito.




LECTURA BREVE Ga 6, 9-10


LECTURA BREVE   Ga 6, 9-10

No nos cansemos de practicar el bien; que a su tiempo cosecharemos si no desmayamos. Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los miembros de la Iglesia.

domingo, 23 de septiembre de 2018

Santo Evangelio 23 de septiembre 2018


Día litúrgico: Domingo XXV (B) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 9,30-37): 

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos pasaban por Galilea, pero Él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará». Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. 

Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos». Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado».


«El Hijo del hombre será entregado (...); le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará»

Rev. D. Pedro-José YNARAJA i Díaz 
(El Montanyà, Barcelona, España)

Hoy, nos cuenta el Evangelio que Jesús marchaba con sus discípulos, sorteando poblaciones, por una gran llanura. Para conocerse, nada mejor que caminar y viajar en compañía. Surge entonces con facilidad la confidencia. Y la confidencia es confianza. Y la confianza es comunicar amor. El amor deslumbra y asombra al descubrirnos el misterio que se alberga en lo más íntimo del corazón humano. Con emoción, el Maestro habla a sus discípulos del misterio que roe su interior. Unas veces es ilusión; otras, al pensarlo, siente miedo; la mayoría de las veces sabe que no le entenderán. Pero ellos son sus amigos, todo lo que recibió del Padre debe comunicárselo y hasta ahora así ha venido haciéndolo. No le entienden pero sintonizan con la emoción con que les habla, que es aprecio, prueba de que ellos cuentan con Él, aunque sean tan poca cosa, para lograr que sus proyectos tengan éxito. Será entregado, lo matarán, pero resucitará a los tres días (cf. Mc 9,31).

Muerte y resurrección. Para unos serán conceptos enigmáticos; para otros, axiomas inaceptables. Él ha venido a revelarlo, a gritar que ha llegado la suerte gozosa para el género humano, aunque para que así sea le tocará a Él, el amigo, el hermano mayor, el Hijo del Padre, pasar por crueles sufrimientos. Pero, ¡Oh triste paradoja!: mientras vive esta tragedia interior, ellos discuten sobre quien subirá más alto en el podio de los campeones, cuando llegue el final de la carrera hacia su Reino. ¿Obramos nosotros de manera diferente? Quien esté libre de ambición, que tire la primera piedra.

Jesús proclama nuevos valores. Lo importante no es triunfar, sino servir; así lo demostrará el día culminante de su quehacer evangelizador lavándoles los pies. La grandeza no está en la erudición del sabio, sino en la ingenuidad del niño. «Aun cuando supieras de memoria la Biblia entera y las sentencias de todos los filósofos, ¿de qué te serviría todo eso sin caridad y gracia de Dios?» (Tomás de Kempis). Saludando al sabio satisfacemos nuestra vanidad, abrazando al pequeñuelo estrujamos a Dios y de Él nos contagiamos, divinizándonos.

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Diálogos nocturnos a María


PINTURAS

Diálogos nocturnos a María

 María Velázquez Dorantes        
    

Tengo miedo, mi sendero no tiene una luz, estoy cegada por las obsesiones, pero tú siempre tan tierna, tan amable, me comprendes, sabes muy bien que no es un acto de rebeldía, sino de dolor, de angustia…es como si de pronto me encontrará sola en medio una fosa sin salida y a lo lejos una voz me susurrara que tú Hijo no me da dejado, que ha entendido el dolor que me atraviesa…  

Intento subir la fosa, le pido a tú rostro hermoso me llene de Fe, y que el Espíritu Santo me la Sabiduría y el Entendimiento para comprender cuanto me amas madre mí…le pido a Cristo Jesús me recuerde que el regalo más preciado  que le dejó a la humanidad se encontraba justamente al pie de la Cruz : eras tú María, la universalización maternal.  

Sé que me escuchas, que me cubres con tú manto, pero este miedo que me ha cegado no me deja salir de la incertidumbre, no obstante como rayo inquebrantable me acaricias la cabeza, me besas mi frente y me dices: ¡¿Qué no estoy aquí, que soy tú Madre?!.  

Que hermosura, que gracia tan divina poder tenerte Santa María, mi madre, mi pequeño capullo, mi seda fina, mi arroz blanco, mi trocito de algodón…no te separes de mi, no permitas que la envidia y el egoísmo me enrede, Tú querida mamá destruye esos sentimientos, como destruiste al dragón para defender a tú Hijo.  

Querida mamá, mi más grande tesoro, llena mi vida, alivia mis huecos, con tú mano elimina mis vacíos y penetra hasta el fondo de mi alma, para sentirme viva, con esperanzas, con sueños, con alegrías…  

Sólo tú, con infinita pureza me puedes conducir hacia tú Hijo amado,  sólo tú puedes borrar mis tristezas con la presencia del Verbo encarnado, y este es el milagro que en medio de la transparencia y la ausencia necesito en está noche: ¡Ten de mí clemencia mamá!



Sigamos a Jesús, escuchando bien su PALABRA

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 SIGAMOS A JESÚS ESCUCHANDO –BIEN— SU PALABRA

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Cuando se lee un evangelio como el de Marcos de hoy, es como para decir que no hay nada que hacer, porque Jesús nos pide cosas imposibles o utópicas. La vida que nos rodea parece que nada tiene que ver con lo que Jesús nos dice siempre. E, incluso, bien puede pensarse que ni la misma Iglesia es capaz de seguir los consejos de Cristo. ¿Quién puede aceptar que no debe ser el primero cuando siempre le han enseñado que ha de serlo?, ¿o cómo puede tornarse en servidor si los importantes de verdad son aquellos que, de una manera u otra, tiene mucha gente a su servicio? Y, en fin, ser como niños parece una tontería, o, al menos, algo imposible, pues unos hombres y mujeres, hechos y derechos, no pueden adoptar el papel de niños: sería grotesco oír sus gritos o ver sus juegos continuos como los niños hacen.

2.- Corremos, entonces, el peligro de no aceptar lo que Jesús dice, teniéndolo, solamente, como una referencia histórica, muy bella, muy poética, pero alejado de la realidad. Algo así como la famosa comparación de los lirios del campo con los ropajes de los ricos de entonces. Pero hemos de reflexionar con rectitud e inteligencia sobre que Jesús nos dice. Si seguimos nuestra vida sin profundizar en lo que Jesús nos dice, y queremos seguir viviendo dentro de la fe cristiana, entraremos en un claro fariseísmo, donde unas normas, muy exigentes, tapan el verdadero rostro de Cristo, la verdadera imagen de Dios. Es cierto que existe dificultad para cumplir todo lo que el Señor nos dice hoy y todos los días. Pero la cuestión está en aceptarlo aunque nos parezca utópico y ponernos en el camino de seguimiento con humildad y deseos de ser verdaderos imitadores de Jesús

3.- Es constante la enseñanza de Jesús al respecto de la humildad en el servicio de los demás. Ser el servidor de todos, dice Él mismo en el evangelio de hoy. El ser servidor de todos es un objetivo muy repetido por Él. Muy pocos son –somos— capaces de entregarse al resto de sus hermanos. Buscamos éxito, singularidad, premios, distinciones. Como máximo, seremos comprensivos y cordiales. Y la mayoría de las veces, ni eso. La humildad es una vía, una pista. Comenzando por la humildad todo será más fácil. Si asumimos humildemente la dificultad del camino, es que, de hecho, hemos comenzado a recorrerlo. ¿Es, pues y de acuerdo con lo dicho al principio, una utopía el sistema de relaciones humanas que preconiza Cristo? Sin Él, sí. Sin contar con su ayuda, seguro. Jesús ayuda a quienes se le acercan con gran humildad en el mismo trato íntimo con Él. Y de ella, de la humildad, surge el deseo de servir al prójimo. Pero es obvio que resulta difícil. El ejemplo del niño, indefenso y alegre, marca la pauta. El niño no está seguro de sí mismo y espera el apoyo de su entorno querido formado por sus padres, por su familia.

4.- No es fácil asumir bondad y humildad en un mundo que busca, fundamentalmente, la distinción, el éxito; que fuerza la competencia hasta situaciones de violencia real. Y, entonces, ahí, con la sabiduría que contiene el ordenamiento litúrgico en los textos de las eucaristías, entra a colación, hoy, el duro texto de la Carta de Santiago perfectamente relacionado con el texto de Marcos. Habla incluso de asesinatos por pura ambición. Ese no es el camino. Cristo nos habla de paz, de amor, de mansedumbre. Ciertamente, de eso hay poco es nuestro entorno. Pero ¿no es así el Reino de Dios? ¿No es nuestra obligación hacer lo posible por pacificar nuestras conciencias y nuestro ambiente? En el fondo de nuestros corazones anhelamos la paz, pero hacemos poco por instaurarla. La auténtica revolución que el mundo espera reside en cambiar el mundo pacíficamente para llenarlo de amor, de servicio a todos y de oración.

5.- No hay que desesperarse cuando el camino parece difícil o, incluso, absurdo. Poco a poco podremos ir entendiendo lo que Jesús nos dice. Ponemos un ejemplo que se basa, también, una cuestión polémica de los mismos evangelios. Se ha discutido hacia la saciedad cual es la versión más adecuada de la primera bienaventuranza. Lucas habla de “Dichosos los pobres”, sin más. Mateo escribe “Dichosos los pobres de espíritu…” ¿Son contradictorias? No. Son complementarias. Alguien que verdaderamente se siente pobre en su espíritu terminará siendo pobre de solemnidad. Pero será la aceptación íntima de la pobreza lo que nos ayudará a ser pobres, como el Señor lo quiere. Igual es con todo lo demás… Comencemos, pues, a sentirnos en el espíritu, los últimos, los servidores, verdaderos niños y un día seremos, y haremos, lo que Jesús quiere.

sábado, 22 de septiembre de 2018

Santo Evangelio 22 de septiembre 2018


Día litúrgico: Sábado XXIV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 8,4-15): 

En aquel tiempo, habiéndose congregado mucha gente, y viniendo a Él de todas las ciudades, dijo en parábola: «Salió un sembrador a sembrar su simiente; y al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino, fue pisada, y las aves del cielo se la comieron; otra cayó sobre piedra, y después de brotar, se secó, por no tener humedad; otra cayó en medio de abrojos, y creciendo con ella los abrojos, la ahogaron. Y otra cayó en tierra buena, y creciendo dio fruto centuplicado». Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga». 

Le preguntaban sus discípulos qué significaba esta parábola, y Él dijo: «A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás sólo en parábolas, para que viendo, no vean y, oyendo, no entiendan. 

»La parábola quiere decir esto: La simiente es la Palabra de Dios. Los de a lo largo del camino, son los que han oído; después viene el diablo y se lleva de su corazón la Palabra, no sea que crean y se salven. Los de sobre piedra son los que, al oír la Palabra, la reciben con alegría; pero éstos no tienen raíz; creen por algún tiempo, pero a la hora de la prueba desisten. Lo que cayó entre los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a madurez. Lo que cae en buena tierra, son los que, después de haber oído, conservan la Palabra con corazón bueno y recto, y dan fruto con perseverancia».


«Lo que cae en buena tierra, son los que (...) dan fruto con perseverancia»

Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés 
(Tarragona, España)

Hoy, Jesús nos habla de un sembrador que salió «a sembrar su simiente» (Lc 8,5) y aquella simiente era precisamente «la Palabra de Dios». Pero «creciendo con ella los abrojos, la ahogaron» (Lc 8,7). 

Hay una gran variedad de abrojos. «Lo que cayó entre los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a madurez» (Lc 8,14). 

—Señor, ¿acaso soy yo culpable de tener preocupaciones? Ya quisiera no tenerlas, ¡pero me vienen por todas partes! No entiendo por qué han de privarme de tu Palabra, si no son pecado, ni vicio, ni defecto.

—¡Porque olvidas que Yo soy tu Padre y te dejas esclavizar por un mañana que no sabes si llegará! 

«Si viviéramos con más confianza en la Providencia divina, seguros —¡con una firmísima fe!— de esta protección diaria que nunca nos falta, ¡cuántas preocupaciones o inquietudes nos ahorraríamos! Desaparecerían un montón de quimeras que, en boca de Jesús, son propias de paganos, de hombres mundanos (cf. Lc 12,30), de las personas que son carentes de sentido sobrenatural (...). Yo quisiera grabar a fuego en vuestra mente —nos dice san Josemaría— que tenemos todos los motivos para andar con optimismo en esta tierra, con el alma desasida del todo de tantas cosas que parecen imprescindibles, puesto que vuestro Padre sabe muy bien lo que necesitáis! (cf. Lc 12,30), y Él proveerá». Dijo David: «Pon tu destino en manos del Señor, y él te sostendrá» (Sal 55,23). Así lo hizo san José cuando el Señor lo probó: reflexionó, consultó, oró, tomó una resolución y lo dejó todo en manos de Dios. Cuando vino el Ángel —comenta Mn. Ballarín—, no osó despertarlo y le habló en sueños. En fin, «Yo no debo tener más preocupaciones que tu Gloria..., en una palabra, tu Amor» (San Josemaría).

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Despojado ante su Madre



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Despojado ante su Madre


Fray Ambrosio de Montesino


Con cruel desenvoltura
luego alli lo despojaron,
mas fue causa de amargura
que a la saya sin costura
Ios cueros se le pegaron.
y cuando la Madre vida
este tan cruel enforro,
dijo: ¿Qué es tan gran olvido,
que tu Padre ha detenido,
mi riqueza, tu socorro?
E asi desnudo y confuso,
esta Reina, medio muerta,
un velo suyo le puso
en la paridad de ayuso
y en la carne descubierta.
¡Oh Dios mío!, ¿qué sintió
de verte tan vergonzoso?
No lindo cual te parió,
mas en forma te miró
de leproso.

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