domingo, 30 de junio de 2019

Santo Evangelio 30 de Junio 2019



Día litúrgico: Domingo XIII (C) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 9,51-62):

 Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, Jesús se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?». Pero volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo. 

Mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro dijo: «Sígueme». Él respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre». Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa». Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios».


«Sígueme»

Pbro. José MARTÍNEZ Colín 
(Culiacán, México)

Hoy, el Evangelio nos invita a reflexionar sobre nuestro seguimiento de Cristo. Importa saber seguirlo como Él lo espera. Santiago y Juan aún no habían aprendido el mensaje de amor y de perdón: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?» (Lc 9,54). Los otros convocados aún no se desprendían realmente de sus lazos familiares. Para seguir a Jesucristo y cumplir con nuestra misión, hay que hacerlo libres de toda atadura: «Nadie que (...) mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios» (Lc 9,62).

Con motivo de una Jornada Misionera Mundial, San Juan Pablo II hizo un llamamiento a los católicos a ser misioneros del Evangelio de Cristo a través del diálogo y el perdón. El lema había sido: «La misión es anuncio de perdón». Dijo el Papa que sólo el amor de Dios es capaz de hermanar a los hombres de toda raza y cultura, y podrá hacer desaparecer las dolorosas divisiones, los contrastes ideológicos, las desigualdades económicas y los violentos atropellos que oprimen todavía a la Humanidad. Mediante la evangelización, los creyentes ayudan a los hombres a reconocerse como hermanos.

Si nos sentimos verdaderos hermanos, podremos comenzar a comprendernos y a dialogar con respeto. El Papa ha subrayado que el empeño por un diálogo atento y respetuoso es una condición para un auténtico testimonio del amor salvífico de Dios, porque quien perdona abre el corazón a los demás y se hace capaz de amar. El Señor nos lo dejó dicho en la Última Cena: «Que os améis los unos a los otros, así como Yo os he amado (...). En esto reconocerán todos que sois discípulos míos» (Jn 13,34-35).

Evangelizar es tarea de todos, aunque de modo diferente. Para algunos será acudir a muchos países donde aún no conocen a Jesús. A otros, en cambio, les corresponde evangelizar a su alrededor. Preguntémonos, por ejemplo, si quienes nos rodean saben y viven las verdades fundamentales de nuestra fe. Todos podemos y debemos apoyar, con nuestra oración, sacrificio y acción, la labor misionera, además del testimonio de nuestro perdón y comprensión para con los demás.

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LECTURA BREVE Ap 7, 10. 12


LECTURA BREVE   Ap 7, 10. 12

¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero! La bendición, y la gloria, y la sabiduría, y la acción de gracias, y el honor, y el poder, y la fuerza son de nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Dejarlo todo por Jesús es sentirse libre para seguirle

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DEJARLO TODO POR JESÚS ES SENTIRSE LIBRE PARA SEGUIRLE

Por Gabriel González del Estal

1.- No lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron: Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos? Jesús se volvió y les regañó. Podemos dejarlo todo para seguir a Jesús, sin tener por eso que desear el mal de nadie. Es más, si para seguir a Jesús creemos que debemos desear el mal de alguna persona, realmente no estamos siguiendo a Jesús, porque Jesús nunca deseó el mal de nadie. Seguir a Jesús es amar a Dios y al prójimo como Cristo lo amó, es decir, deseando siempre su bien y haciendo por nuestra parte todo lo que podamos para que sea feliz. Amar hasta a nuestros enemigos significa precisamente eso: desear su bien y su felicidad, es decir, desear que amen a Dios y al prójimo como Cristo los amó. Afectivamente, es verdad que en más de una ocasión no podemos amar a ciertas personas, pero el no amarlas afectivamente no significa que no les amemos espiritualmente, es decir, que no deseemos para ellos todo el bien y toda la felicidad que puedan tener, tal como Dios lo quiere. En este sentido, también debemos decir que dejarlo todo para seguir a Jesús no es algo exclusivo de personas consagradas; es algo que pueden y deben hacer todos los cristianos. Se puede seguir a Jesús sin tener que dejar esposa, familia y casa. Como he dicho al principio, lo importante es sentirse y ser libre para seguir a Jesús por encima de todo, en cualquier circunstancia y lugar. Lo que nunca podemos hacer es posponer el seguimiento a Jesús a circunstancias concretas y particulares. De hecho, yo, que soy fraile, conozco a más de una persona seglar que sigue a Jesús mejor que muchos de nosotros, los consagrados. El evangelio es igualmente obligatorio para todos los cristianos.

2.- Para la libertad os ha llamado Cristo. Ahora bien no utilicéis la libertad como estímulo para la carne; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Estas frases de san Pablo, en su carta a los Gálatas, deben servirnos a todos los cristianos para sentirnos y a ser realmente personas libres, libres ante Dios y ante los hombres, actuando siempre con libertad interior. Dios es nuestro padre, antes que nuestro juez y quiere que nos comportemos ante él como como hijos suyos totalmente libres. Porque si sois conducidos por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Claro que siempre habrá leyes que debamos cumplir, pero sometiendo siempre todas las leyes a la ley suprema del amor.

3.- Eliseo volvió atrás, tomó la yunta de bueyes y los ofreció en sacrificio. Con el yugo de los bueyes asó la carne y la entregó al pueblo para que comiera. Luego se levantó, siguió a Elías y se puso a su servicio. Este relato del libro de los Reyes, sobre la vocación del profeta Eliseo, a través del profeta Elías, debe servirnos a cualquiera de nosotros para considerar que Dios puede haberse servido de cualquier persona o circunstancia para habernos llamado a muchos de nosotros a servirle. Porque es evidente que nuestra vocación a la vida religiosa, por ejemplo, se ha debido en muchos casos de una manera muy especial a nuestros padres. Dios no tiene que hablarnos directamente a nosotros, puede muy bien haberse valido de cualquier otra circunstancia concreta. Si estamos convencidos de que nuestra vocación ha sido y es realmente verdadera, agradezcámoselo a Dios y pidámosle fuerzas para seguir adelante.

sábado, 29 de junio de 2019

Santo Evangelio 29 de junio 2019



Día litúrgico: 29 de Junio: San Pedro y san Pablo, apóstoles

Texto del Evangelio (Mt 16,13-19):

 En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».


«Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo»

Mons. Jaume PUJOL i Balcells Arzobispo de Tarragona y Primado de Cataluña 
(Tarragona, España)

Hoy celebramos la solemnidad de San Pedro y San Pablo, los cuales fueron fundamentos de la Iglesia primitiva y, por tanto, de nuestra fe cristiana. Apóstoles del Señor, testigos de la primera hora, vivieron aquellos momentos iniciales de expansión de la Iglesia y sellaron con su sangre la fidelidad a Jesús. Ojalá que nosotros, cristianos del siglo XXI, sepamos ser testigos creíbles del amor de Dios en medio de los hombres tal como lo fueron los dos Apóstoles y como lo han sido tantos y tantos de nuestros conciudadanos.

En una de las primeras intervenciones del Papa Francisco, dirigiéndose a los cardenales, les dijo que hemos de «caminar, edificar y confesar». Es decir, hemos de avanzar en nuestro camino de la vida, edificando a la Iglesia y confesando al Señor. El Papa advirtió: «Podemos caminar tanto como queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, alguna cosa no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, esposa del Señor».

Hemos escuchado en el Evangelio de la misa un hecho central para la vida de Pedro y de la Iglesia. Jesús pide a aquel pescador de Galilea un acto de fe en su condición divina y Pedro no duda en afirmar: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Inmediatamente, Jesús instituye el Primado, diciendo a Pedro que será la roca firme sobre la cual se edificará la Iglesia a lo largo de los tiempos (cf. Mt 16,18) y dándole el poder de las llaves, la potestad suprema.

Aunque Pedro y sus sucesores están asistidos por la fuerza del Espíritu Santo, necesitan igualmente de nuestra oración, porque la misión que tienen es de gran trascendencia para la vida de la Iglesia: han de ser fundamento seguro para todos los cristianos a lo largo de los tiempos; por tanto, cada día nosotros hemos de rezar también por el Santo Padre, por su persona y por sus intenciones.


«Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo»

+ Mons. Pere TENA i Garriga Obispo Auxiliar Emérito de Barcelona 
(Barcelona, España)

Hoy es un día consagrado por el martirio de los apóstoles san Pedro y san Pablo. «Pedro, primer predicador de la fe; Pablo, maestro esclarecido de la verdad» (Prefacio). Hoy es un día para agradecer la fe apostólica, que es también la nuestra, proclamada por estas dos columnas con su predicación. Es la fe que vence al mundo, porque cree y anuncia que Jesús es el Hijo de Dios: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Las otras fiestas de los apóstoles san Pedro y san Pablo miran a otros aspectos, pero hoy contemplamos aquello que permite nombrarlos como «primeros predicadores del Evangelio» (Colecta): con su martirio confirmaron su testimonio.

Su fe, y la fuerza para el martirio, no les vinieron de su capacidad humana. No fue ningún hombre de carne y sangre quien enseñó a Pedro quién era Jesús, sino la revelación del Padre de los cielos (cf. Mt 16,17). Igualmente, el reconocimiento “de aquel que él perseguía” como Jesús el Señor fue claramente, para Saulo, obra de la gracia de Dios. En ambos casos, la libertad humana que pide el acto de fe se apoya en la acción del Espíritu.

La fe de los apóstoles es la fe de la Iglesia, una, santa, católica y apostólica. Desde la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo, «cada día, en la Iglesia, Pedro continúa diciendo: ‘¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo!’» (San León Magno). Desde entonces hasta nuestros días, una multitud de cristianos de todas las épocas, edades, culturas, y de cualquier otra cosa que pueda establecer diferencias entre los hombres, ha proclamado unánimemente la misma fe victoriosa.

Por el bautismo y la confirmación estamos puestos en el camino del testimonio, esto es, del martirio. Es necesario que estemos atentos al “laboratorio de la fe” que el Espíritu realiza en nosotros (San Juan Pablo II), y que pidamos con humildad poder experimentar la alegría de la fe de la Iglesia.

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Laudes a María



Laudes a María

 Casiano Floristán 


«Dios re salve, María», 
doncella agraciada de Nazaret, 
nacida inmaculada. 
Salve, mujer del pueblo, 
creyente, pobre y sencilla, 
abierta a la sabiduría divina. 
Salve, espejo y resto de Israel, 
vivo rescoldo entre cenizas, 
en espera del cumplimiento 
de las promesas del Dios.

«Alégrate, María, llena de gracia, 
Dios está contigo». 
Así re saludó el ángel Gabriel, 
cuando estabas prometida 
con José, varón justo de Nazaret. 
Te anunció que serías fecunda 
a la sombra del Espíritu 
y darías a luz un hijo, llamado Jesús. 
Fuiste oyente de la palabra, 
obediente y activa, privilegiada, 
llena de gracia y hermosura.

«Dichosa fuiste, María», 
cuando embarazada 
subiste presurosa a la montaña, 
a visitar a Isabel, 
para comunicarle la buena nueva
del adviento del Señor, 
y recibir el elogio de ser 
la más dichosa de las mujeres.

«Bienaventurada eres, María», 
presente en las bodas de Caná, 
atenta a las penurias humanas 
y a la palabra salvadora de tu Hijo, 
«Haced lo que él os diga», 
dijiste al maestresala de la gran Boda, 
en medio de los ajetreos de una boda humilde. 
Eres María, hija de Sión, 
la mujer nueva.

Bendito es tu seno, madre de Jesús y madre nuestra. 
Así te alabó una mujer del pueblo, 
maravillada de m dicha materna. 
Una alabanza mayor 
recibiste de tu hijo Jesús, 
cuando sentenció: «Más dichosos son 
los que cumplen la palabra de Dios».

Serena y dolorosa, 
de pie, junto a la cruz, 
modelo de creyentes, 
madre de la Iglesia. 
Al cielo te llevaron los ángeles 
palmo a palmo, 
por la gracia de Dios. 
«Dios re salve, María». 

LECTURA BREVE 1Pe 4, 13-14


LECTURA BREVE   1Pe 4, 13-14 

Queridos hermanos: Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo. Si os ultrajan por el nombre de Cristo, dichosos vosotros: porque el Espíritu de la gloria, el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros.

viernes, 28 de junio de 2019

Santo Evangelio 28 de Junio 2019



Día litúrgico: Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús (C) (Tercer viernes después de Pentecostés)

Santoral 28 de Junio: San Ireneo de Lyon, obispo y mártir

Texto del Evangelio (Lc 15,3-7): 

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a los fariseos y maestros de la Ley: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, contento, la pone sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido’. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión».


«Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido»

Rev. D. Pedro IGLESIAS Martínez 
(Rubí, Barcelona, España)

Hoy celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Desde tiempo inmemorial, el hombre sitúa “físicamente” en el corazón lo mejor o lo peor del ser humano. Cristo nos muestra el suyo, con las cicatrices de nuestro pecado, como símbolo de su amor a los hombres, y es desde este corazón que vivifica y renueva la historia pasada, presente y futura, desde donde contemplamos y podemos comprender la alegría de Aquel que encuentra lo que había perdido.

«Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido» (Lc 15,6). Cuando escuchamos estas palabras, tendemos siempre a situarnos en el grupo de los noventa y nueve justos y observamos “distantes” cómo Jesús ofrece la salvación a cantidad de conocidos nuestros que son mucho peor que nosotros... ¡Pues no!, la alegría de Jesús tiene un nombre y un rostro. El mío, el tuyo, el de aquél..., todos somos “la oveja perdida” por nuestros pecados; así que..., ¡no echemos más leña al fuego de nuestra soberbia, creyéndonos convertidos del todo!

En el tiempo que vivimos, en que el concepto de pecado se relativiza o se niega, en el que el sacramento de la penitencia es considerado por algunos como algo duro, triste y obsoleto, el Señor en su parábola nos habla de alegría, y no lo hace solo aquí, sino que es una corriente que atraviesa todo el Evangelio. Zaqueo invita a Jesús a comer para celebrarlo, después de ser perdonado (cf. Lc 19,1-9); el padre del hijo pródigo perdona y da una fiesta por su vuelta (cf. Lc 15,11-32), y el Buen Pastor se regocija por encontrar a quien se había apartado de su camino.

Decía san Josemaría que un hombre «vale lo que vale su corazón». Meditemos desde el Evangelio de Lucas si el precio —que va marcado en la etiqueta de nuestro corazón— concuerda con el valor del rescate que el Sagrado Corazón de Jesús ha pagado por cada uno de nosotros.

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La fuente



La fuente

 Padre Juan Manuel del Río C.Ss.R. 


Cuando María la Virgen 
llevaba al Niño a la fuente
cuatro luceros nacían
como rocío en la frente.

Con sólo mirar el agua 
qué firmamento surgía.
Cuatro estrellas se bañaban
en la fuente cada día.

Con los ojos de su Madre
qué orgulloso estaba el Niño.
Jesús miraba a la fuente
la Madre miraba al H

LECTURA BREVE 1Jn 3, 23-24



LECTURA BREVE 1Jn 3, 23-24

Éste es el mandamiento de Dios: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos mutuamente conforme al mandamiento que nos dio. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. Y conocemos que permanece en nosotros por el Espíritu que nos ha dado.

jueves, 27 de junio de 2019

Santo Evangelio 27 de Junio 2019


Día litúrgico: Jueves XII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 7,21-29): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’. Y entonces les declararé: ‘¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!’. 

»Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».

Y sucedió que, cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas.


«No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos»

Rev. D. Joan Pere PULIDO i Gutiérrez Secretario del obispo de Sant Feliu 
(Sant Feliu de Llobregat, España)

Hoy nos impresiona la afirmación rotunda de Jesús: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial» (Mt 7,21). Por lo menos, esta afirmación nos pide responsabilidad en nuestra condición de cristianos, al mismo tiempo que sentimos la urgencia de dar buen testimonio de la fe.

Edificar la casa sobre roca es una imagen clara que nos invita a valorar nuestro compromiso de fe, que no puede limitarse solamente a bellas palabras, sino que debe fundamentarse en la autoridad de las obras, impregnadas de caridad. Uno de estos días de junio, la Iglesia recuerda la vida de san Pelayo, mártir de la castidad, en el umbral de la juventud. San Bernardo, al recordar la vida de Pelayo, nos dice en su tratado sobre las costumbres y ministerio de los obispos: «La castidad, por muy bella que sea, no tiene valor, ni mérito, sin la caridad. Pureza sin amor es como lámpara sin aceite; pero dice la sabiduría: ¡Qué hermosa es la sabiduría con amor! Con aquel amor del que nos habla el Apóstol: el que procede de un corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera».

La palabra clara, con la fuerza de la caridad, manifiesta la autoridad de Jesús, que despertaba asombro en sus conciudadanos: «La gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas» (Mt 7,28-29). Nuestra plegaria y contemplación de hoy, debe ir acompañada por una reflexión seria: ¿cómo hablo y actúo en mi vida de cristiano? ¿Cómo concreto mi testimonio? ¿Cómo concreto el mandamiento del amor en mi vida personal, familiar, laboral, etc.? No son las palabras ni las oraciones sin compromiso las que cuentan, sino el trabajo por vivir según el Proyecto de Dios. Nuestra oración debería expresar siempre nuestro deseo de obrar el bien y una petición de ayuda, puesto que reconocemos nuestra debilidad.

-Señor, que nuestra oración esté siempre acompañada por la fuerza de la caridad.

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La Fortaleza



La Fortaleza


Julia E. Gómez Caride de Mouriño



La Fortaleza
que es la fuerza de la fe
pacifica nuestros miedos,
los transforma en Caridad,
y juntas acrecientan
el amor Y la humildad
que dan la oportunidad
de percibir la Alegría
al contemplar a Jesús
en e! Santuario de María.

Fuente: Libro, María el primer Sagrario

LECTURA BREVE Rm 8, 18-21



LECTURA BREVE Rm 8, 18-21

Los padecimientos de esta vida presente tengo por cierto que no son nada en comparación con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros. La creación entera está en expectación, suspirando por esa manifestación gloriosa de los hijos de Dios; porque las creaturas todas quedaron sometidas al desorden, no porque a ello tendiesen de suyo, sino por culpa del hombre que las sometió. Y abrigan la esperanza de quedar ellas, a su vez, libres de la esclavitud de la corrupción, para tomar parte en la libertad gloriosa que han de recibir los hijos de Dios.

miércoles, 26 de junio de 2019

Santo Evangelio 7 de julio 2019



Día litúrgico: Domingo XIV (C) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 10,1-12.17-20): 

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir Él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. 

»Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: ‘Está cerca de vosotros el Reino de Dios’. Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: ‘Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el Reino de Dios’. Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo». 

Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les contestó: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».


«¡Poneos en camino!»

+Dr. Josef ARQUER 
(Berlin, Alemania)

Hoy, nos fijamos en algunos que, entre la multitud, han procurado acercarse a Jesucristo, que está hablando mientras contempla los campos rebosantes de espigas: «La mies es mucha, pero los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Lc 10,2). De repente, fija su mirada en ellos y va señalando a unos cuantos, uno a uno: tú, y tú, y tú. Hasta setenta y dos...

Asombrados, le oyen decir que vayan, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde Él irá. Quizá alguno habrá respondido: —Pero, Señor, ¡si yo sólo he venido para oírte, porque es tan bello lo que dices!

El Señor les pone en guardia contra los peligros que les acecharán. «¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos». Y utilizando imágenes de costumbre en las parábolas, añade: «No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias» (Lc 10,3-4). Interpretando el lenguaje expresivo de Jesús: —Dejad de lado medios humanos. Yo os envío y esto basta. Aun sintiéndoos lejos, seguís cerca, yo os acompaño.

A diferencia de los Doce, llamados por el Señor para que permanezcan junto a Él, los setenta y dos regresarán luego a sus familias y a su trabajo. Y vivirán allí lo que habían descubierto junto a Jesús: dar testimonio, cada uno en su sitio, simplemente ayudando a quienes nos rodean a que se acerquen a Jesucristo.

La aventura acaba bien: «Los setenta y dos volvieron muy contentos» (Lc 10,17). Sentados en torno a Jesucristo, le debieron contar las experiencias de aquel par de días en que descubrieron la belleza de ser testigos. 

Al considerar hoy aquel lejano episodio, vemos que no es puro recuerdo histórico. Nos damos por aludidos: podemos sentirnos junto al Cristo presente en la Iglesia y adorarle en la Eucaristía. Y el Papa Francisco nos anima a «llevar a Jesucristo al hombre, y conducirlo al encuentro con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, realmente presente en la Iglesia y contemporáneo en cada hombre».

Santo Evangelio 26 de junio 2019



Día litúrgico: Miércoles XII del tiempo ordinario

Santoral 26 de Junio: San Josemaría, presbítero

Texto del Evangelio (Mt 7,15-20): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis».


«Por sus frutos los reconoceréis»

+ Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret 
(Vic, Barcelona, España)

Hoy, se nos presenta ante nuestra mirada un nuevo contraste evangélico, entre los árboles buenos y malos. Las afirmaciones de Jesús al respecto son tan simples que parecen casi simplistas. ¡Y justo es decir que no lo son en absoluto! No lo son, como no lo es la vida real de cada día.

Ésta nos enseña que hay buenos que degeneran y acaban dando frutos malos y que, al revés, hay malos que cambian y acaban dando frutos buenos. ¿Qué significa, pues, en definitiva, que «todo árbol bueno da frutos buenos (Mt 7,17)»? Significa que el que es bueno lo es en la medida en que no desfallece obrando el bien. Obra el bien y no se cansa. Obra el bien y no cede ante la tentación de obrar el mal. Obra el bien y persevera hasta el heroísmo. Obra el bien y, si acaso llega a ceder ante el cansancio de actuar así, de caer en la tentación de obrar el mal, o de asustarse ante la exigencia innegociable, lo reconoce sinceramente, lo confiesa de veras, se arrepiente de corazón y... vuelve a empezar.

¡Ah! Y lo hace, entre otras razones, porque sabe que si no da buen fruto será cortado y echado al fuego (¡el santo temor de Dios guarda la viña de las buenas vides!), y porque, conociendo la bondad de los demás a través de sus buenas obras, sabe, no sólo por experiencia individual, sino también por experiencia social, que él sólo es bueno y puede ser reconocido como tal a través de los hechos y no de las solas palabras.

No basta decir: «Señor, Señor!». Como nos recuerda Santiago, la fe se acredita a través de las obras: «Muéstrame tu fe sin las obras, que yo por las obras te haré ver mi fe» (Sant 2,18).

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La Familia de Nazaret


La Familia de Nazaret

 Joaquin Cervino

  

¡Angélica familia! En soberano
contento, y paz, y amor, dichosa brilla.
Tal vez josef en su taller, lozano
contempla al Hijo, de pequeña astilla
lindo juguete, sonriendo ufano ~
labrar donoso en actitud sencilla.
[Y era una cruz lo que Jesús formaba!
¡YJosef sólo en verla se extasiaba!


y mil ángeles puros desde el cielo
movían hacia ella el incensario:
Jesús en tanto en inocente anhelo
su Cruz pulía con adorno vario:
elincierto augurio de amargura y duelo,
a su quietud y, a su placer contrario,
aterraba a la Virgen, ¡que quisiera
que no en su juego el Niño prosiguiera!


y volando hacia él con dulce beso
sellábale en amor la hermosa frente,
¡y él se lanzaba con amante exceso
al cuello de su Madre diligente!. ..
¡Oh cuánto de ternura y de embeleso!
josef, josef el bueno, dulcemente
al verlos, extasiado sonreía,
y ya al Niño halagaba, ya a María.


El tiempo deslizábase entretanto
sin llevarse los goces celestiales,
la dulce paz ni el venturoso encanto
gloria de aquellos seres divinales.
Un día y otro día el sol su manto
desplegó del Oriente en los umbrales,
y dicha un día y otro a maravilla
vio de Josef en la mansión sencilla.


LECTURA BREVE Dt 4,39-40a


LECTURA BREVE Dt 4,39-40a

Has de reconocer hoy y recordar que el Señor es Dios, en lo alto del cielo y abajo en la tierra, y que no hay otro. Guarda los mandatos y preceptos que te voy a dar hoy.

martes, 25 de junio de 2019

Santo Evangelio 25 de Junio 2019



Día litúrgico: Martes XII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 7,6.12-14): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen. Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas. Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran».


«No deis a los perros lo que es santo»

Diácono D. Evaldo PINA FILHO 
(Brasilia, Brasil)

Hoy, el Señor nos hace tres recomendaciones. La primera, «No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos» (Mt 7,6), contrastes en que los “bienes” son asociados a “perlas” y lo “que es santo”; y, por otro lado, los “perros y puercos” a lo que es impuro. San Juan Crisóstomo nos enseña que «nuestros enemigos son iguales a nosotros en su naturaleza pero no en su fe». A pesar de que los beneficios terrenales son concedidos de igual manera a los dignos e indignos, no es así en lo que se refiere a las “gracias espirituales”, privilegio de aquellos que son fieles a Dios. La correcta distribución de los bienes espirituales implica un celo por las cosas sagradas.

La segunda es la llamada “regla de oro” (cf. Mt 7,12), que compendiaba todo lo que la Ley y los Profetas recomendaron, tal como ramas de un único árbol: El amor al prójimo presupone el Amor a Dios, y de Él proviene.

Hacer al prójimo lo que queremos que nos hagan implica una transparencia de acciones para con el otro, en el reconocimiento de su semejanza a Dios, de su dignidad. ¿Por qué razón deseamos el Bien para nosotros mismos? Porque lo reconocemos como medio de identificación y unión con el Creador. Siendo el Bien el único medio para la vida en plenitud, es inconcebible su ausencia en nuestra relación con el prójimo. No hay lugar para el bien donde prevalezca la falsedad y predomine el mal.

Por último, la "puerta estrecha"... El Papa Benedicto XVI nos pregunta: «¿Qué significa esta ‘puerta estrecha’? ¿Por qué muchos no pueden pasar por ella? ¿Es un pasaje reservado para algunos elegidos?». ¡No! El mensaje de Cristo «nos dice que todos podemos entrar en la vida. El pasaje es ‘estrecho’, pero abierto a todos; ‘estrecho’ porque es exigente, requiere compromiso, abnegación, mortificación del propio egoísmo».

Roguemos al Señor que realizó la salvación universal con su muerte y resurrección, que nos reúna a todos en el Banquete de la vida eterna.

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La dulce mirada



La dulce mirada

  
Citando de hinojos, Reina y Madre, miro
vuestra divina imagen, en madera,
barro y color, la propia vida diera
para dárosla a vos, en un suspiro.

...Mas ya siento caer sobre mi frente
vuestra dulce mirada. Y un consuelo
infinito de amor me ofrece un cielo
-que no sabré ganar- eternamente.

Y, vuelta a mí la vista, al miserable
mundo que en nuestra vida apenas dura
-riave o nube- minuto despreciable:
"Triste -rne digo-, efímera criatura,
tú eres el insensible y muerte deleznable,
tú eres el barro, el leño y la pintura."


Manuel Machado

LECTURA BREVE Is 55, 1


LECTURA BREVE   Is 55, 1

Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar: vino y leche de balde.

lunes, 24 de junio de 2019

Santo Evangelio 24 de junio 2019



Día litúrgico: 24 de Junio: El Nacimiento de san Juan Bautista

Texto del Evangelio (Lc 1,57-66.80): 

Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: ‘Juan es su nombre’. Y todos quedaron admirados. 

Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.


«El niño crecía y su espíritu se fortalecía»

Rev. D. Joan MARTÍNEZ Porcel 
(Barcelona, España)

Hoy, celebramos solemnemente el nacimiento del Bautista. San Juan es un hombre de grandes contrastes: vive el silencio del desierto, pero desde allí mueve las masas y las invita con voz convincente a la conversión; es humilde para reconocer que él tan sólo es la voz, no la Palabra, pero no tiene pelos en la lengua y es capaz de acusar y denunciar las injusticias incluso a los mismos reyes; invita a sus discípulos a ir hacia Jesús, pero no rechaza conversar con el rey Herodes mientras está en prisión. Silencioso y humilde, es también valiente y decidido hasta derramar su sangre. ¡Juan Bautista es un gran hombre!, el mayor de los nacidos de mujer, así lo elogiará Jesús; pero solamente es el precursor de Cristo.

Quizás el secreto de su grandeza está en su conciencia de saberse elegido por Dios; así lo expresa el evangelista: «El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel» (Lc 1,80). Toda su niñez y juventud estuvo marcada por la conciencia de su misión: dar testimonio; y lo hace bautizando a Cristo en el Jordán, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto y, al final de su vida, derramando su sangre en favor de la verdad. Con nuestro conocimiento de Juan, podemos responder a la pregunta de sus contemporáneos: «¿Qué será este niño?» (Lc 1,66).

Todos nosotros, por el bautismo, hemos sido elegidos y enviados a dar testimonio del Señor. En un ambiente de indiferencia, san Juan es modelo y ayuda para nosotros; san Agustín nos dice: «Admira a Juan cuanto te sea posible, pues lo que admiras aprovecha a Cristo. Aprovecha a Cristo, repito, no porqué tú le ofrezcas algo a Él, sino para progresar tú en Él». En Juan, sus actitudes de Precursor, manifestadas en su oración atenta al Espíritu, en su fortaleza y su humildad, nos ayudan a abrir horizontes nuevos de santidad para nosotros y para nuestros hermanos.

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La dormición de María


La dormición de María

Hna. Mercedes Colubi Tovar


Sabías qué era morir,
pues moriste con el Hijo.

Todo el dolor de la muerte
que nadie puede contar,
te quemó el Seno.

¡Qué duro fue pasar de cuna a sepultura
en las entrañas!

... Pero estaba tu Fiat
envolviéndolo todo.
Seguía el Padre prendado de tu Sí
y el Espíritu habitaba tus rincones más hondos.

Por eso, rota de dolor
ante la Cruz del Hijo abandonado;
destrozada al acogerlo en brazos

- ¡Pietá, Virgen de la Pietá –

había en Tí aroma de Esperanza,
de Resurrección...

Tú sabes qué es morir,
que en realidad has muerto
junto a la Cruz del Hijo...

- Stabat Mater! –

... Tras tan mortal dolor,
sólo queda dormir...
Como duerme tu Hijo en el sepulcro.
Como duerme, agotado, el peregrino.
Como duerme despierta la mujer
que viene de dejar al hijo en el cementerio.

Dormir...

Dormir todo el dolor. Todo el cansancio.

“DORMICIÓN DE MARÍA” :

Acertada expresión del acervo cristiano...

Duérmenos en Tí a todos,
guárdanos en tu Seno.

Y danos la sorpresa que esperamos:

Despertar en los brazos del Padre. Amén.



LECTURA BREVE Sb 16, 20


LECTURA BREVE   Sb 16, 20

Alimentaste a tu pueblo con manjar de ángeles, les enviaste desde el cielo un pan ya preparado, que podía brindar todas las delicias y satisfacer todos los gustos.

domingo, 23 de junio de 2019

Santo Evangelio 23 de junio 2019



Día litúrgico: Solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo (C) (Segundo domingo después de Pentecostés)

Texto del Evangelio (Lc 9,11b-17): 

En aquel tiempo, Jesús les hablaba acerca del Reino de Dios, y curaba a los que tenían necesidad de ser curados. Pero el día había comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le dijeron: «Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado». Él les dijo: «Dadles vosotros de comer». Pero ellos respondieron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente». 

Pues había como cinco mil hombres. Él dijo a sus discípulos: «Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta». Hicieron acomodarse a todos. Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente. Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos.


«Dadles vosotros de comer»

Rvdo. D. Manuel COCIÑA Abella 
(Madrid, España)

Hoy es el día más grande para el corazón de un cristiano, porque la Iglesia, después de festejar el Jueves Santo la institución de la Eucaristía, busca ahora la exaltación de este augusto Sacramento, tratando de que todos lo adoremos ilimitadamente. «Quantum potes, tantum aude...», «atrévete todo lo que puedas»: ésta es la invitación que nos hace santo Tomás de Aquino en un maravilloso himno de alabanza a la Eucaristía. Y esta invitación resume admirablemente cuáles tienen que ser los sentimientos de nuestro corazón ante la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Todo lo que podamos hacer es poco para intentar corresponder a una entrega tan humilde, tan escondida, tan impresionante. El Creador de cielos y tierra se esconde en las especies sacramentales y se nos ofrece como alimento de nuestras almas. Es el pan de los ángeles y el alimento de los que estamos en camino. Y es un pan que se nos da en abundancia, como se distribuyó sin tasa el pan milagrosamente multiplicado por Jesús para evitar el desfallecimiento de los que le seguían: «Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos» (Lc 9,17).

Ante esa sobreabundancia de amor, debería ser imposible una respuesta remisa. Una mirada de fe, atenta y profunda, a este divino Sacramento, deja paso necesariamente a una oración agradecida y a un encendimiento del corazón. San Josemaría solía hacerse eco en su predicación de las palabras que un anciano y piadoso prelado dirigía a sus sacerdotes: «Tratádmelo bien». 

Un rápido examen de conciencia nos ayudará a advertir qué debemos hacer para tratar con más delicadeza a Jesús Sacramentado: la limpieza de nuestra alma —siempre debe estar en gracia para recibirle—, la corrección en el modo de vestir —como señal exterior de amor y reverencia—, la frecuencia con la que nos acercamos a recibirlo, las veces que vamos a visitarlo en el Sagrario... Deberían ser incontables los detalles con el Señor en la Eucaristía. Luchemos por recibir y por tratar a Jesús Sacramentado con la pureza, humildad y devoción de su Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos.

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LECTURA BREVE Ml 1, 11


LECTURA BREVE   Ml 1, 11

Desde el oriente hasta el poniente es grande mi nombre entre las naciones, y en todo lugar se ofrecerá incienso a mi nombre y una oblación pura, porque mi nombre es grande entre las naciones -dice el señor de los ejércitos-.

El Cuerpo entregado y la Sangre de la Nueva Alianza



EL CUERPO ENTREGADO Y LA SANGRE DE LA NUEVA ALIANZA

Por Gabriel González del Estal

1.- Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Este relato de la institución de la eucaristía que san Pablo escribe, en su primera carta a los fieles de Corinto, está escrito muchos años antes de la publicación de los Evangelios. Dice san Pablo que él transmite una tradición que procede del Señor. Es importante, por tanto, que pensemos en todas las palabras que nos dice el apóstol: cuando nos acercamos a la eucaristía no vamos a recibir, sin más, el cuerpo de Cristo, sino que vamos a comulgar con el cuerpo de Cristo que se entregó por nosotros. Recibimos al Cristo que, libre y voluntariamente, entregó su vida para salvarnos y para mostrarnos el camino que debemos seguir sus discípulos, si queremos vivir en comunión con él. Es evidente que Cristo no quería morir porque le gustara morir, sino que Cristo aceptó la muerte porque esta era una condición necesaria para salvarnos. La predicación de la buena noticia, de su evangelio, en su lucha continua contra el mal, y contra los malos, le llevaba directamente a la muerte. Él lo sabía, y no se echó atrás ante el temor a la muerte, sino que prosiguió su camino hacia la cruz, entregando voluntariamente su cuerpo. Si no entendemos bien esto último, no entendemos bien el significado de la eucaristía. Repito: cuando comulgamos, no comulgamos, sin más, con el cuerpo de Cristo, sino con el cuerpo del Cristo que se entregó por nosotros, aceptando una muerte injusta y cruel, pero que era necesaria, si quería cumplir con la misión que, desde la eternidad, le había encomendado el Padre.

2.- Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre. En el Antiguo Testamento se habla de otras alianzas que Dios hizo con su pueblo. Los sacerdotes de la antigua alianza ofrecían a Yahveh la sangre de algún animal sacrificado y la sangre del animal sacrificado sellaba la alianza del pueblo con su Dios. En la nueva alianza es la sangre de Cristo la que sella definitivamente la alianza de Dios con los hombres. Dios no exige ya ofrendas de carneros o toros para perdonar los pecados del pueblo; la sangre de Cristo, ofrecida en la cruz, ha perdonado, de una vez por todas, nuestros pecados. En la eucaristía, cada vez que comemos el pan sacramentado y cada vez que bebemos la sangre de Cristo, renovamos esta nueva alianza, en la que Dios sigue ofreciéndonos su perdón, por los méritos del Cristo que ofreció su vida en la cruz. Se trata de la sangre de Cristo, la sangre derramada para el perdón de nuestros pecados.

3.- Haced esto en memoria mía. Sigue diciéndonos san Pablo que Cristo mandó a sus discípulos que cada vez que se reunieran para comer el pan y para beber del cáliz lo hicieran en memoria suya, es decir, que lo hicieran como Cristo lo hizo, que renovaran el sacrificio de Cristo. Para renovar, pues, dignamente el sacrificio de Cristo, debemos ser conscientes de que estamos ofreciendo a Dios un cuerpo, el cuerpo de Cristo, entregado por nosotros y una sangre, la sangre de Cristo, derramada por nosotros. La eucaristía es la memoria de un Cristo que entregó su vida, libremente, para salvar a la humanidad. Cristo es el primer mártir del cristianismo, que no ofreció su vida para salvarse a sí mismo, sino para salvarnos a nosotros. Celebrar responsablemente la eucaristía lleva implícito ofrecer la vida de Cristo para la salvación de todos los hombres. Cada eucaristía es, en sí misma, una plegaria universal, católica, pura generosidad, puro don. Para poder celebrar la eucaristía con dignidad cristiana debemos sentirnos reconciliados con Dios y con todos los hombres.

4.- Dadles vosotros de comer. La salvación de las personas debe comenzar ya en este mundo. Dar de comer al hambriento es estar contribuyendo ya a su salvación. En este sentido, nuestras eucaristías no pueden quedar reducidas a un acto piadoso y personal, sino que deben implicar un propósito de salvar al mundo ya desde ahora, de poner nuestra vida al servicio de los demás, de todas aquellas personas que nos necesiten. Eucaristía y caridad, amor fraterno, están íntimamente unidas; no pueden entenderse la una sin la otra. En esta fiesta del Corpus Christi comulguemos con Cristo, es decir, unamos nuestra vida a la vida de Cristo, y ofrezcamos nuestra propia vida, unida a la vida de Cristo, para la salvación, ya desde ahora, de todas las personas. Unas eucaristías celebradas con sentido pleno es la mejor receta que podemos ofrecer a nuestra sociedad para resolver todas nuestras crisis.

sábado, 22 de junio de 2019

Santo Evangelio 22 de junio 2019



Día litúrgico: Sábado XI del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 6,24-34): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida? 

»Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal».


«Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura»

P. Jacques PHILIPPE 
(Cordes sur Ciel, Francia)

Hoy el Evangelio habla claramente de vivir el “momento presente”: no darle vueltas al pasado, sino abandonarse en Dios y su misericordia. No atormentarse por el mañana, sino confiarlo a su providencia. Santa Teresita del Niño Jesús afirmaba: «Sólo me guía el abandono, ¡no tengo otra brújula!».

La preocupación jamás ha resuelto ningún problema. Lo que resuelve problemas es la confianza, la fe. «Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?» (Mt 6,30), dice Jesús.

La vida no es por sí misma demasiado problemática, es el hombre quien carece de fe… La existencia no siempre es fácil. A veces es pesada; con frecuencia nos sentimos heridos y escandalizados por lo que sucede en nuestra vida o en la de los demás. Pero afrontemos todo esto con fe e intentemos vivir, día tras día, con la confianza en que Dios cumplirá sus promesas. La fe nos llevará a la salvación. 

«No os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal» (Mt 6,34). ¿Qué quiere decir esto? Hoy, busca vivir de manera justa, según la lógica del Reino, en la confianza, la sencillez, la búsqueda de Dios, el abandono. Y Dios se ocupará del resto…

Día a día. Es muy importante. Lo que nos agota a menudo son todas esas vueltas al pasado y el miedo al futuro; mientras que cuando vivimos en el momento presente, de manera misteriosa, encontramos la fuerza. Lo que tengo que vivir hoy, tengo la gracia para vivirlo. Si mañana debo hacer frente a situaciones más difíciles, Dios incrementará su gracia. La gracia de Dios se da al momento, día a día. Vivir el momento presente supone aceptar la debilidad: renunciar a rehacer el pasado o dominar el futuro, contentarse con el presente.
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