Icono de María
En las iglesias orientales, el culto a Cristo y a su bendita Madre se exterioriza especialmente ante los iconos, que presiden todas las iglesias, bien pintados
en las paredes, bien en el iconostasio, o colocados de manera exenta, para poderlos tocar y besar.
A diferencia de la iglesia latina, que representa con imágenes de bulto al Señor y a la Virgen María, el icono, que significa imagen, es una pintura sobre tabla que obedece a unos cánones establecidos por el Santo Sínodo de cada Iglesia. Para ser objeto de culto, debe aprobarse la representación.
El lenguaje del icono es muy rico y casi sacramental. El soporte en el que se plasma la figura del Señor, de su Madre, o de los santos, es de madera, para significar
que si en un árbol fuimos vencidos -haciendo referencia al primer pecado-, en un árbol hemos sido justificados, alusión al árbol de la Cruz de Cristo.
Normalmente, a la tabla se le hace un rebaje, y se extiende sobre ella un lienzo blanco, al que se le aplican siete capas de estuco de yeso. Este tratamiento significa el Misterio Pascual. El rebaje indica el sepulcro, el lienzo alude al enterramiento del Señor envuelto en sábanas. Una vez que se tiene dispuesta la madera, purificada y lijada, con pigmentos extraídos directamente de la naturaleza, y con yema de huevo, se fabrican los distintos colores, con los que se formará la figura. Y esta acción, de la que emerge la luz, por el pan de oro, y la imagen de Cristo, de su Santísima Madre, de los Santos, es como el momento teofánico, en el que acontece la resurrección, pues el icono hacepresente al prototipo, y los ojos de la figura sagrada atraen al creyente como si fueran los de una persona viva.
Es bueno saberse acompañar con la presencia del Señor y de la Virgen Madre de Dios. El icono que hoy mostramos nos permite colocarnos en los brazos de María, como
el Niño Jesús, hacerle un gesto de cariño, a la vez que estar pendientes de su mirada y de su palabra, que no será otra que aquella que dijo en Caná de Galilea: “Haced lo que Él os diga”.
El manto azul, que envuelve y reviste enteramente a la Virgen, nos muestra aquien es la amada de Dios, la mujer bendecida. Que ella nos acoja como lo hace con el
pequeño Jesús.
Amén
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