lunes, 21 de junio de 2021

La llenada de Gracia

 


 LA LLENADA DE GRACIA

«El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.” (Lc 1, 35)

¡María! ¡Llenada de gracia! Así te saluda el Ángel del Señor, y te comunica que el Espíritu Santo te inundará con su fuerza y engendrarásal Verbo divino en tu seno. En verdad eres la Madre de Dios.

Jesús, en la sinagoga de Nazaret, al principio de su misión pública, leerá el pasaje del profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4, 18-19).

En un pasaje anterior, el mismo evangelista escribe acerca de ti y pone en tus labios, en forma de himno, el adelanto de la misión que el Padre confió a su Hijo, al que tú diste a luz: “El Poderoso, desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia.” (Lc 1, 51-54)

El mismo y único Espíritu es el que te consagró como Amada de Dios, y el que ungió a tu Hijo como Mesías. El Espíritu que te colmó de gracia, fue el que llenó a tu prima Isabel, ante tu presencia, cuando irrumpió en saludos hacia ti: “En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno.” (Lc 1, 41-42)

Tú eres la que reuniste a los discípulos de tu Hijo en la sala de arriba, donde se había celebrado la cena santa, y allí, en oración comunitaria e íntima, aguardasteis el don supremo del Resucitado, el Espíritu Santo.

En Pentecostés, el Espíritu que hizo posible que concibieras en tu seno al Verbo divino, te constituyó en Madre de la Iglesia para que cobijes bajo tu mirada a todos los discípulos de Jesús.

Abogada nuestra, ruega a tu Hijo por nosotros, para que también gustemos el don precioso del Espíritu Santo, quien nos conceda, entre todos los dones, el de comprender

la voluntad divina sobre nosotros, y anunciemos la Buena Noticia a los pobres.

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