viernes, 19 de febrero de 2021

Oración Sacerdotal

 


ORACIÓN SACERDOTAL


Señor Jesús:

Tú, al final de tus días entre nosotros, te dirigiste a tu Padre, para interceder por tus discípulos, para que fueran protegidos del mal, y se mantuvieran todos unidos a Ti y entre ellos en el amor.

En mi oración por todos, muchas veces, me quedo en silencio, solo ante tu presencia, sabiendo que

Tú conoces nuestra necesidad. Recuerdo tu enseñanza de que al orar seamos parcos en palabras.

En esta hora, en la que Tú no estás ausente y ves el sufrimiento de toda la humanidad, me dirijo a Ti, como Tú lo hiciste ante tu Padre, y te expreso nuestra necesidad con tus mismas palabras: “Te ruego por todos”, por quienes sufren la pandemia, por quienes los cuidan, por sus familias, por todos los afectados y por tantos ateridos por el miedo.

Hay quien en esta hora se dedica a especular con el dolor ajeno, y cabe que hasta caigamos en interpretaciones traumáticas, implicándote a Ti en nuestras desgracias, cuando precisamente Tú has llegado a morir por todos y has rezado por todos ante tu

Padre Dios. No deseo interpretar las actuales circunstancias como castigo del cielo, sino por el contrario, ocasión propicia para volver nuestra mirada al cielo. Si en esta hora cabe el miedo, la angustia, la desesperanza, la soledad, la experiencia del límite, la proyección negativa; también cabe arrodillarse, adorar, contemplarte en la Cruz, rezar como Tú por todos, sentir que el dolor de toda la humanidad está siendo ofrenda a tus ojos.

Te pido, Señor, que esta hora, en la que se reflexiona tanto sobre las causas y los efectos de la pandemia, nos venga al corazón el origen de nuestra existencia y de nuestro destino, que eres Tú.

En el silencio, en soledad, desde el desierto, sin palabras vanas, de rodillas ante ti, tomo tus palabras y te invoco con la fe que Tú me das: “Jesús, Hijo de David, te ruego por estos, por los que Tú me has dado, y no solo por estos, sino también por los que crean en ti ante las circunstancias presentes, y por todos los hombres”.

Fortalece las manos débiles, las rodillas vacilantes, el corazón de los que sufren, los brazos de los que ayudan, el ánimo de los que desesperan. Que todos sintamos el amor que Tú mismo sentiste de tu Padre, para que en lo más profundo de nuestro ser nos dejes percibir la serena experiencia de la confianza. Amén

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