El Árbol y Yo I
Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.
Un árbol seco y casi caído sobresalía en un lugar desértico. Sus ramas estaban secas y sus hojas, las pocas, marchitas y muy tristes. El árbol doblegado y ya casi caído esperaba un viento fuerte que iba a arrancarlo de raíz. ¡Pobre arbolito! Estaba muriéndose. Pobre arbolito que recuerda la vida de tanta gente; allí estaba puesto para dar muchos frutos y mira cómo está…
Arbolito triste, estás en una agonía continua; arbolito triste, te estás muriendo. Me recuerdas a tantas personas que no han dado frutos como aquel hombre de 44 años que lloraba desconsolado: "Mire, Padre, - me decía - mire mis manos, están vacías y así mi vida… ¡qué tiempo tan perdido!... ¡qué vida tan inútil!... ¡qué existencia tan triste!... ¡qué dolor siento en mi alma!..." El rostro de este hombre cuando hablaba estaba bañado en lágrimas, sus manos temblorosas, sus ojos reflejaban angustia. ¡Pobre hombre!, me recuerda al arbolito triste y casi seco y así a mucha gente.
Árbol seco que me recuerdas tantos casos que he conocido. Árbol seco que recuerdas a alguna gente rica que ha malgastado su tiempo viviendo fácilmente sin preocupaciones, sin trabajar. Árbol seco que me recuerdas a tanta gente pobre que no ha querido o no ha sabido superarse. ¡Cuántas vidas perdidas inútilmente! ¡Oh, árbol seco! Con la imaginación podemos recorrer nuestros bares y cantinas. ¡Cuánto tiempo perdido! Vidas perdidas que allí están consumiéndose en el vicio del licor. Podríamos recorrer manicomios y ver a más de uno allí aturdidos por tremendos complejos de culpa por no haber hecho nada en la vida. Podríamos recorrer empresas, fábricas y ver a personas allí trabajando a medias.
Y en el campo del amor, ¡cuántos arbolitos secos! Los que no han amado se han ido secando lentamente; corazones muertos, corazones secos, corazones arruinados. ¡Cuántas parejas que no se han amado de verdad, que han vivido dando un poquito de amor - casi nada - a cuentagotas! ¡Cuántos papás que no han amado a sus hijos! Árboles secos que están por la vida tristes, dormidos, medio muertos. Mucha gente se ha acercado a ti, han extendido sus manos, han buscado frutos en ti, en ese árbol que eres tú mismo y ¿qué han encontrado? Nada… hojas marchitas que se deshacen con sólo estrujarlas un poco. Ramas secas, ramas solitarias; no hay savia en tu interior. Árbol seco dormido y medio muerto; árbol que te has frustrado, que has frustrado a otros. Aparentabas ser un árbol frondoso y a la hora de la verdad, nada… Te casaste, prometiendo hacer feliz a tu cónyuge y ¿qué le diste? Árbol seco, ¿qué le diste a tu cónyuge, a tus hijos, a esas hermosas criaturas que esperaban tanto de ti? ¿Qué les diste, árbol seco y caído?... que con tus ramas doblegado te encuentras y cualquier viento fuerte te va a arrancar de raíz y te vas a morir. ¿Qué desiertos hay en tu vida, qué frustraciones y qué vacíos? Cuántas personas andan por la vida golpeadas por el vacío que experimentan, porque esperaban quizás tanto de otros árboles, mas habiendo convivido con árboles secos se han hecho también secos. ¡Cuántos corazones duros, muertos y sin amor!
Mucha gente no cree en el amor. Y es que no lo han experimentado; han convivido con árboles secos y con ninguno vivieron en el amor. Creen que no existe y lo que es peor, andan vengándose de la humanidad pagando con desprecio y lo que dan es de su vacío, de sus hojas marchitas, de su tristeza, de su nada y así se sienten mejor. ¡Venganza cruel! Se dicen interiormente: Como a mí no me amaron, yo tampoco amaré a nadie. Hacen ellos una operación psicológica llamada proyección y lanzan su ataque a quien se les acerca, como buscando el árbol seco que les hizo la vida triste. ¡Pobre gente!
Si tú eres un árbol seco y estás leyendo este Mensaje al Corazón, tú necesitas revivir, tú necesitas encontrar el agua viva que calme tu sed y que te permita crecer; el sol radiante que caliente tu raíz y te dé vida; la tierra abonada que permita tu crecimiento. Árbol seco, tú necesitas crecer, tú necesitas dar frutos, tú necesitas volver a vivir. Árbol seco, todo es posible. No importa si en tu pasado no te dieron amor, no importa si te maltrataron o si te traicionaron, no importa el daño que te hicieron, no importa lo seco que estés, no importa, árbol seco… ¡Tú puedes revivir!
Árbol seco, observa el árbol frondoso, mira sus hojas verdes, su altura, su hermosura; contempla sus frutos, mira cómo ese árbol frondoso da sombra con sus hojas. Descubre la belleza y la alegría de sus ramas, ¡hermoso árbol! Tú también puedes ser así. Examina esos grandes hombres y mujeres que la historia ha dado. Tú naciste para ser un hermoso árbol; tú naciste para crecer, para ser frondoso, para dar muchos frutos. Sí, árbol seco, vamos a renacer como dice el profeta, que de los huesos secos hizo un cuerpo hermoso, resurrección y vida. ¡Vamos a renacer! Dejaremos de ser un árbol seco. Sí puedes. Todo es posible, porque ¡CON DIOS, TÚ ERES INVENCIBLE!
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