DON DE FORTALEZA
“No hay que pensar que el don de fortaleza es necesario sólo en algunas ocasiones o situaciones especiales. Este don debe constituir la nota de fondo de nuestro ser cristianos, en el ritmo ordinario de nuestra vida cotidiana.
Como he dicho, todos los días de la vida cotidiana debemos ser fuertes, necesitamos esta fortaleza para llevar adelante nuestra vida, nuestra familia, nuestra fe. El apóstol Pablo dijo una frase que nos hará bien escuchar: «Todo lo puedo en Aquel que me conforta» (Flp 4, 13).” (Francisco, Audiencia 14 de mayo, 2014)
SÚPLICA DEL DON DE FORTALEZA, AL ESPÍRITU SANTO
Espíritu Santo, al interpretar tus dones según los nombres que les damos, cabe que lo haga en un sentido literal, y limitado al modo humano y lingüístico de entender las palabras.
Ya a la hora de pedir el don de Sabiduría y de Ciencia, he debido de superar el significado intelectual de los términos y abrirme a un sentido sobrenatural, que supera el afán dominativo y comprehensivo de la realidad, y descubrir en ambos dones la participación en el modo de ver, de conocer y de amar de Dios.
Ante el don de Fortaleza, me sucede algo semejante, y quizá confundo el sentido de ser fuerte según las categorías humanas, con ser fuerte por haber recibido tu don.
Naturalmente, al decir “fuerte”, imagino una persona con salud, bríos, energía, buena forma física. Pero si esta fuera la identidad de los ungidos por tu don de Fortaleza, ¿dónde quedarían los pequeños, los débiles, los enfermos y los marginados? Me da luz San Pablo, cuando confiesa su experiencia de debilidad, de la que su conciencia de fortaleza: “Por este motivo tres veces rogué al Señor que lo alejase de mí (el aguijón). Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza». Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte.” (2Co 12, 8-9)
Sin duda que la Fortaleza que procede de ti, Espíritu Santo, no es otra que la del Señor, como dice el salmo: “Mi fuerza y mi poder es el Señor, Él es mi salvación”.
Quizá no valoramos tu don mientras no llegamos a sentir la debilidad. ¡Ven, Espíritu Santo, y derrama sobre nuestra carne débil el don de Fortaleza!
Amén
ResponderEliminar