sábado, 12 de diciembre de 2020

Nosotros-Ellos

 


Nosotros-Ellos

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.

 Hay un par de actitudes acompañadas de sus ideas fijas y sentimientos intensos: amor-odio; cuya combinación es explosiva. Las personas que pueden al mismo tiempo "amar" y "odiar" realizan dentro de sí mismas una mezcla peligrosa que les impide ser plenamente felices en la tierra. "Amo a mi familia, pero odio a los drogadictos". "Amo a los que creen y luchan por la democracia, pero odio a los comunistas". "Amo a los que son cristianos, pero odio a los ateos". "Amo a los que tienen una conducta moral buena, pero odio a los homosexuales, a las lesbianas". "Amo a los de mi partido político, pero odio a los contrarios". 

Estas actitudes y sentimientos son una combinación nefasta. Porque si su hijo se hace drogadicto, ¿lo odiará? ¿Si su hija se hace comunista, la odiará? ¿Si descubre que su hermano es homosexual, lo odiará? ¿Si su padre pierde la fe, dejará de amarlo? No, dirá usted; sigo odiando a los homosexuales pero amo a mi hermano. Sigo odiando a los viciosos, a los drogadictos, pero amo a mis hijos. ¿Y por qué esos privilegios? ¿Y por qué esa falta de lógica y de ser consecuente con sus principios? Lo que ha pasado es que usted descubrió la persona, una persona concreta en el grupo de los viciosos, su hijo. Y se dio cuenta de que no puede odiar a su hijo. ¿Y no son personas todos los demás viciosos? Y por otra parte usted puede decir: "mi hijo es bueno, pero sus amistades lo llevaron a eso; es una víctima más". ¿Y no puede decirse eso de cualquiera de los otros muchachos que están metidos en esa terrible trampa de la droga? No han sido ellos acaso víctimas del ambiente, de las circunstancias terribles de nuestro tiempo? ¿No son también ellos hijos de alguien? 

El problema es que etiquetamos a las personas y nos dividimos en dos grupos: los buenos y los malos. Los honestos y los tramposos, los sanos y los viciosos, los demócratas y los totalitarios, los cristianos y los ateos. Y que fácil es ver la vida así. Que cómodo es vivir teniendo esas fronteras tan tajantes y amando a unos y odiando a otros. ¿Y si usted hubiera nacido en un barrio muy pobre y desde pequeñito hubiera tenido que robar para vivir? ¿Y si usted tuviera problemas de alcoholismo, porque eso es muchas veces congénito, hereditario y fuera un borracho, un viciosos alcohólico? ¿Y si usted perteneciera a un grupo minoritario? ¿Le gustaría estar en el otro lado de la frontera? Le gustaría oir: "Ojalá mataran a todos los ladrones o exterminaran a todos los borrachos, o a todos los ricos de este país, o a los blancos." ¿Le gustaría que le escribieran en los restaurantes: "No se permiten perros ni negros aquí". Y que lo excluyeran prácticamente de la sociedad. O que lo persiguieran por ser cristiano en tiempos de Nerón, o por ser liberal cuando los conservadores gobernaban, o viceversa? ¿Le gustaría que le llevaran a los hornos de gas a sus tres hijos, esposa y usted, por ser judío en tiempos de los nazis? ¿Verdad que no? Entonces dejemos ya de clasificar a las personas y separarnos como si fuéramos gentes de diferentes planetas. De ver a otros como seres raros porque no pertenecemos a su clan político, religioso, cultural, moral. 

Somos seres humanos. Participamos de la misma vida. Venimos del mismo Dios. Todos tenemos derecho a vivir. Todos tenemos ilusiones, sentimientos, grandes valores que realizar en la vida. Todos tenemos alma. Todos somos amados por Dios y por todos nosotros murió Jesucristo. Todos tenemos algo de bueno y de malo. Yo puedo condenar hoy al que cometió un robo y mañana, desgraciadamente, por la necesidad y el hambre caer en lo mismo. No hay nadie totalmente bueno ni nadie totalmente malo. Las circunstancias, el ambiente influyen mucho. Lo que tenemos que hacer es amar a todos y, si usted quiere, odiar actitudes, comportamientos, acciones. Luchar para que mejoremos todos. para que este mundo se supere, pero respetando, comprendiendo, entendiendo que no todos tenemos que pensar igual, hacer todo igual. Que hay que hacer campañas contra la droga, contra la corrupción moral, contra la maldad, pues tomemos conciencia de la importancia de esto y organicémonos para hacerlo y que todo sea para mejorar a la humanidad. Pero sin clasismos, fanatismos, odios contra grupos, porque el odio contra personas nos empobrece moralmente, nos daña a nosotros y nos impide amar. Amar a todos. Somos miembros de la misma humanidad. Somos de la misma familia. Que eso le cuesta? Pídale al Dios de la vida que renueve su corazón, lo llene de amor y extirpe el odio, porque con El todo el posible, CON EL SOMOS INVENCIBLES. 

 

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