sábado, 28 de diciembre de 2019

Negra

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Negra

 Monseñor  Pedro María Casaldáliga


«Ma somo wa, María, one ndzean ya grasia...»
Con el tam-tam creciente de mi pasión bantú
yo te saludo, Negra, divinamente hermosa.
Con todas las palmeras yo te aplaudo, «Morena por el sol de la alegría».
¡Yo te grito con todos los cachorros que amamanta la selva!

Déjame descargar en tus espaldas
este niño africano, de tres meses de fuego,
que ha crecido conmigo, poderoso
como un clamor de mar, como un desierto, como la noche viva ...

Traigo el dolor del Africa naciente sobre mis pobres manos.
Ven y verás el llanto de las cribas
y oirás el silencio rugiente de los tigres.
Las playas profanadas sollozan de vergüenza, contra  el cielo.
¡Toda el Africa sangra de heridas ululantes!
Con los libros debajo de los brazos,
vaga por las estrellas, sobre el bikoro insomne,
la sombra virginal de Meredith.
Las niñas, recién hechas, acunan, como un saco doliente de cacao,
producto de un mercado sin reclamo posible,
los hijos tatuados de rasgos extranjeros.
Un viento advenedizo dispersa las hogueras sagradas de las tribus,
y, mientras en las fincas paternas, desoladas,
la hierba multiplica sus machetes impunes,
los hombres balbucientes engrosan, en manada,   como cebús centrados en su furia,
las fábricas salvajes y los muelles febriles y los bares borrachos...
¡En las nobles muñecas aún palpitan las boas enroscadas!

Pero los muertos velan, boca arriba.
Cada dólar, ganado en la codicia, es un ojo de nsué sobre el camino.
¡Todos los ríos bajan cargados de memoria!

Han llegado mil dioses importados, en una sola hora.
¿Tú vas a llegar tarde con Cristo, Madre negra?
¡Ven y verás, tú misma, cómo se agrietan, rotas
de sed estas gargantas, pobladas de canciones!
Hay trescientos millones de negros que te esperan,  con sus banderas niñas,
en esta patria, verde de Esperanza.
Rebaños de elefantes se acercan a tus pies, con sus antorchas de marfil en alto,
y el ébano levanta sus columnas para acoger tu    carne transparente.
Todos los ojos, turbios de nostalgia, se vuelven a tus ojos.

Belén ha abierto ya, de par en par, su corazón de   nipa
y un carrillón de dátiles va tocando la hora de dar a  luz la Luz.
Mientras las gruesas nubes cruzan el sol, incólume,
los ibis se han posado blandamente
y un ángel de la Paz sobre las grandes aguas.
Maigangu, ¿por qué lloras?
el niño que ha nacido es blanco y negro:
¿quién va a ponerse a odiar?
...Los soldados romanos sepultarán sus armas debajo de las piñas olorosas
¡y hasta los mercaderes caerán de rodillas, con todos los diamantes en las manos!

Ma somo wa, María...
La noche tropical vuelca sus arcas
en tu mirada fiel, sobre la aurora.
Mecida en tu regazo, donde se acuesta Dios con nuestro sueño,
toda el Africa late con un ritmo de cuna...




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