viernes, 6 de noviembre de 2020

Errores Comunes en el Matrimonio, Parte II

 


Errores Comunes en el Matrimonio, Parte II 

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.

El matrimonio está en crisis, porque no hay amor auténtico, porque no hay madurez humana. Crisis, porque dentro de muchas casas se ha ido perdiendo la presencia y el amor de Dios. 

"Y serán una sola carne". La voluntad de Dios es que la pareja cristiana sea una sola carne, que se unan en auténtico amor, que sean fieles, que se amen, que se perdonen, que se quieran. Los primeros beneficiados son ellos dos, después los hijos, luego la Iglesia y la comunidad social, porque la familia es la base de la sociedad y también la base de la Iglesia. 

Cada hombre y mujer a los que Dios unió en matrimonio, deben esforzarse día a día para ser mejores. Deben comprender que si Dios los unió, Él les pedirá cuentas al final de los tiempos de cómo fue su unión matrimonial; que si Dios los unió, al final de la historia en el juicio final, les va a exigir mucho. El matrimonio cristiano es una gran responsabilidad. 

Existen errores muy comunes en el matrimonio que hay que ir eliminando lenta y progresivamente, pero con fuerza y vigor. Mencionaremos los más comunes: 

1.- No tener tiempo para estar a solas. Esto es algo fundamental. La pareja debe tener tiempo para ella misma, tiempo para dialogar, para estar el uno con el otro. Les aconsejamos que de vez en cuando salgan a pasear solos. Que en su recámara no duerman los niños; primero, porque la pareja tiene derecho a la privacidad; segundo, porque van mal acostumbrando a las criaturas, haciéndolas muy dependientes de ellos. Aprenda a reservar un tiempo para su marido o esposa. Es recomendable que por lo menos dos o tres veces al año la pareja salga un fin de semana juntos a pasear. 

2.- Contar sus cosas íntimas a todo el mundo. ¡Esto es un terrible error! La gente no está preparada para escuchar sus cosas íntimas. Los problemas íntimos deben ser consultados al médico, al psicólogo, al consejero matrimonial, al sacerdote o a alguna persona preparada y cristiana que reúna garantías de seriedad. Y en este mismo punto, otro error terrible que se da en muchos matrimonios es meter a la familia o a los amigos en sus problemas conyugales, cuando la Palabra de Dios dice: "Dejará el hombre a su padre y a su madre y serán una sola carne". La pareja tiene derecho a la intimidad. Si tienen que convivir en la misma casa, que sea con mucho respeto, que exista como una especie de frontera. No hay derecho a que los papás se metan en la vida de los esposos. Es diferente cuando uno de los dos, de mutuo acuerdo, pide consejo a los padres. 

3.- Criticar constantemente a su cónyuge. Cuando va a criticar, medite cómo lo va a hacer. Hágalo, pero con amor, para corregir, para hacerlo mejor. No para hundirlo. Si usted lo ama, aprenda a alabar sus virtudes y cualidades y no se dedique sólo a criticar. 

4.- Olvidarse de Dios. Error que se da en muchos matrimonios. Esto implica la ruina matrimonial. Cuando en la casa no se reza, no se ora, cuando no hay una relación profunda con Dios, cuando no hay un amor auténtico a Dios, cuando no se va a la Eucaristía, cuando no hay bendición de los alimentos, cuando no hay nada, cuando Dios no aparece en la casa, el matrimonio va a la ruina. ¿Por qué? Porque humanamente no se puede amar con amor de permanencia; porque humanamente no se puede ser fiel, humanamente no se puede perdonar, humanamente no se puede comprender o ceder. Solamente con el amor de Dios se puede llevar la fidelidad adelante, la comprensión y el perdón. Solamente con Dios usted puede hacer feliz a su cónyuge; sólo con el amor de Dios dentro de usted, dentro de su hogar. 

Donde hay una familia auténticamente cristiana, donde se respira el amor, hay como un núcleo, como un rayo de luz que ilumina el ambiente; porque esa familia es como levadura en la masa que va ayudando y enriqueciendo a la comunidad. 

Cada uno de nosotros debe, entonces, comprender que la vida familiar es una vida muy importante y hay que cultivarla al máximo. Por eso, aprenda a valorar a su cónyuge y a sus hijos. Aprenda a valorar la familia donde está. Cultive al máximo el amor de Dios. ¡Valore lo que tiene, no sea que lo pierda! ¡Es su familia, es su casa, es su esposo, es su esposa, un tesoro que Dios le dio! Dele gracias a Dios por ese tesoro. Cultive lo que tiene, no lo destruya. ¡Vamos, defienda su hogar! Su hogar es sagrado, es como un santuario. 

Revísese usted y pregúntese: ¿Cómo está su hogar? ¿Cómo es su actuación en casa? ¿Cómo está contribuyendo al amor en su familia o, más bien, es usted un elemento que está destruyendo la vida familiar? Comprenda que su misión es muy importante. Haga un esfuerzo para cambiar. ¡Sí, salve su familia, salve su hogar! Necesitamos que su familia sea maravillosa y no se olvide que con Dios se puede. ¡CON DIOS, LA FAMILIA ES INVENCIBLE!

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