miércoles, 18 de noviembre de 2020

La Cruz, Camino de Salvación




 La Cruz, Camino de Salvación 

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


"Pilato les preguntó, '¿Y qué quieren que haga con Jesús, el que llaman el Mesías?' Todos contestaron, "¡Crucifícalo! Pilato les dijo, pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos volvieron a gritar, "¡Crucifícalo! Cuando Pilato vio que no conseguía nada, sino que el alboroto era cada vez mayor, mandó traer agua y se lavó las manos delante de todos, diciendo, 'Yo no soy responsable de la muerte de este hombre; es cosa de ustedes.' Toda la gente contestó, '¡Nosotros y nuestros hijos nos hacemos responsables de su muerte!' Entonces Pilato dejó libre a Barrabás; luego mandó azotar a Jesús y lo entregó para que lo crucificaran." Mt 27, 22-26

CONTENIDO 

LA CRUZ, CAMINO DE SALVACIÓN

LA ESPIRITUALIDAD DE LA CRUZ

PONGA A DIOS EN PRIMER LUGAR

LOS ENEMIGOS DE LA CRUZ DE CRISTO

TOME SU CRUZ Y SIGA A JESÚS 

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En el marco del tiempo en que vivió Jesús, la cruz significaba un castigo vergonzoso y humillante, que se utilizaba para ajusticiar a los que no eran ciudadanos romanos por delitos o crímenes cometidos. La cruz aparece, pues, en el contexto de esa época como una forma de matar humillante, porque al crucificado se le colgaba desnudo en el madero y moría asfixiado. 

La muerte en cruz era una forma de morir cruel, vergonzosa y humillante para cualquiera. Lentamente, la persona iba dejando la vida, entre la deshidratación, el desangramiento por las heridas de los clavos y la asfixia. Cuando no querían que el reo muriera tan rápido, no lo crucificaban con clavos, sino que lo amarraban a la cruz y simplemente lo dejaban colgado para que éste muriera a los dos o tres días. Pero cuando querían que la muerte fuera más cruel e impactante, lo clavaban con clavos para que la persona se desangrara más rápido, igual que cuando se mata a un animal. 

Esta forma de morir vergonzosa y humillante se reservaba para personas que la gente odiaba mucho. Por lo tanto, si alguien decía que tuvo un familiar que murió en una cruz, la gente se preguntaba qué clase de criminal sería el familiar de esa persona que fue ejecutado en una cruz. 

La crucifixión de Jesús fue pedida por el mismo pueblo judío, hostigado por los sacerdotes y fariseos, que veían en Cristo un enemigo y un peligro. Pidieron para su hermano judío una muerte humillante, la muerte en cruz. 

La Palabra de Dios según San Mateo, capítulo 27, versículos 22 al 26, da cuenta del juzgamiento de Jesús: 

"Pilato les preguntó, '¿Y qué quieren que haga con Jesús, el que llaman el Mesías?' Todos contestaron, "¡Crucifícalo! Pilato les dijo, pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos volvieron a gritar, "¡Crucifícalo! Cuando Pilato vio que no conseguía nada, sino que el alboroto era cada vez mayor, mandó traer agua y se lavó las manos delante de todos, diciendo, 'Yo no soy responsable de la muerte de este hombre; es cosa de ustedes.' Toda la gente contestó, '¡Nosotros y nuestros hijos nos hacemos responsables de su muerte!' Entonces Pilato dejó libre a Barrabás; luego mandó azotar a Jesús y lo entregó para que lo crucificaran." 

Cristo Jesús murió rápidamente, en unas tres horas, desangrado, deshidratado y asfixiado hasta morir, totalmente agotado. Jesús llevaba ya una tortura previa la noche anterior, y tenía un sufrimiento muy hondo a nivel humano porque fue traicionado por sus discípulos. Esto es importante para poder adentrarnos más en el misterio de la cruz. 

Pero, leamos ahora algo curioso que aparece en la carta de San Pablo a los Gálatas, capítulo 6, versículos 11 al 16. Dice San Pablo, 

"¡Miren ustedes con qué letras tan grandes les estoy escribiendo ahora con mi propia mano! Esos que quieren obligarlos a circuncidarse, lo hacen solamente para quedar bien con la gente y no ser perseguidos por causa de la cruz de Cristo. Pero ni siquiera los que se circuncidan cumplen todo lo que la ley dice. En cambio quieren que ustedes se circunciden, para gloriarse de haberlos obligado a ustedes a llevar esa marca en el cuerpo. En cuanto a mí, de nada quiero gloriarme sino de la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Pues por medio de la cruz de Cristo, el mundo ha muerto para mí y yo he muerto para el mundo. De nada vale estar o no estar circuncidados; lo que sí vale es el haber sido creados de nuevo. Reciban paz y misericordia todos los que viven según esta regla, y todos los del Israel de Dios." 

La circuncisión era una señal de salvación para los judíos. La marca que quedaba en la persona era su signo de salvación. Pero para San Pablo ninguno de esos ritos son salvíficos. Es más, ningún rito hecho por obra del ser humano es salvífico en sí mismo, porque nadie puede salvarse a sí mismo; solamente Dios puede salvarnos. Entonces, Pablo nos dice que si queremos gloriarnos y salvarnos que sea por medio de la cruz de Cristo. 

En San Pablo ocurre una transformación. Pablo se gloría de la cruz de Cristo por la que él ha muerto al mundo. Pablo no quiere gloriarse de nada sino de la cruz de nuestro Señor Jesucristo, pues por este medio el mundo ha muerto para él. Lo que antes era un castigo vergonzoso se convierte ahora en un timbre de gloria, el signo máximo de que estamos siendo salvados. 

La cruz de Cristo para los cristianos no significa simplemente una muerte vergonzosa colgado de un madero. La muerte de Jesucristo el Señor representa el pago o rescate por los pecados cometidos por la humanidad, porque no había manera humana de pagar lo que habíamos hecho de ofensas a Dios desde el principio de los tiempos hasta ahora. Esa deuda solamente podía ser pagada con la sangre del Hijo de Dios. La muerte de Cristo es camino de salvación por la forma en que muere, colgado de la cruz, por las torturas y la forma inhumana en que fue ajusticiado, por la intención de Cristo de morir por amor a nosotros y por la entrega que el Padre hace de Cristo por la salvación nuestra. 

La muerte de Cristo es el pago o rescate por nuestros pecados, el sacrificio supremo, la prueba más grande de amor, la oblación más pura. Porque Cristo es Dios y hombre, es de parte nuestra la inmolación perfecta, la entrega total y el sacrificio máximo en la que el hombre totalmente inocente, limpio y puro se ofrece en sacrificio por todos. Jesús es el siervo doliente del que habla el Profeta Isaías, que se ofrece como sacrificio por todo lo que ha vivido y pecado la humanidad. Por eso la muerte en cruz es el signo máximo y la garantía suprema que tenemos de que estamos siendo salvados. Aún así, libremente, cualquiera puede condenarse. Pero, estamos siendo salvados por Dios porque El no condena; cada persona se condena a sí misma. 

La cruz se convierte entonces en el signo máximo de salvación, la más grande prueba de amor, el sello que Dios imprime en la historia de la salvación para decir que la humanidad en Su Hijo se ha salvado. La cruz es salvífica como signo de la muerte de alguien que dio todo por nuestra salvación. 

Nosotros estamos siendo clavados en la cruz de Cristo y muertos al pecado y al mundo. La identificación es mística y espiritual; tiene que ver con nuestra manera de involucrarnos con el misterio. El está clavado y muerto a la vida en este mundo. Nosotros, en El, nos dejamos clavar en la cruz y morimos al pecado y al mundo. Por eso, en El seremos resucitados. 

Esta es la forma de introducirse en este misterio salvífico. Así como Cristo murió a la vida terrena, nosotros morimos al pecado y al mundo, involucrados e identificados en El. La cruz es signo de salvación y nos gloriamos de la cruz de Cristo, por la cual hemos sido clavados y muertos al pecado. 

LA ESPIRITUALIDAD DE LA CRUZ 

Nuestro cristianismo tiene mucho que ver con la espiritualidad de la cruz y no podemos permanecer indiferentes a ella. La cruz es el camino, el medio en el cual simbolizamos nuestra muerte al pecado y al mundo. 

En la Palabra de Dios según la carta de San Pablo a los Filipenses, Capítulo 2, versículos 5ss, aparece un texto precioso que es un himno maravilloso a Jesucristo. Dice San Pablo: 

"Tengan unos con otros la manera de pensar propia de quien está unido a Cristo Jesús, el cual, aunque existía con el mismo ser de Dios, no se aferró a su igualdad con El, sino que renunció a lo que era suyo y tomó naturaleza de siervo, haciéndose como todos los hombres y presentándose como un hombre cualquiera, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz. Por eso, Dios le dio el más alto honor y el más excelente de todos los nombres, para que, ante ese nombre concedido a Jesús, doblen todas las rodillas en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, y todos reconozcan que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre." 

Este hermoso himno de San Pablo nos dice que Cristo Jesús, siendo Dios, se despojó de todo para ser como nosotros, asumir el calvario y morir abandonado por todos con la muerte más vergonzosa, la de la cruz, para que a través de Su muerte fuéramos en El glorificados. El fue el primero en ser glorificado. Después de El seremos glorificados nosotros, pero a través de la cruz. 

Cristo es Dios, pero al hacerse hombre en un niño pobre, se despojó de todo lo que Dios tiene, sin dejar de ser Dios, y asumió la condición humana y sencilla de un hombre pobre. Entonces, aún siendo Dios, se despojó de todo y no gozó de ninguno de los grandes, totales e infinitos privilegios de ser Dios. Lentamente, como oveja llevada al matadero, el siervo doliente que aparece en la Sagrada Escritura, en el libro del Profeta Isaías, va asumiendo el papel de mártir hasta morir por los pecados de todos. 

Para San Pablo todos debemos pasar por una purificación, un despojo; dejar atrás el hombre viejo, sepultado y muerto. Eso es lo que implica el camino de la salvación. Pablo compara esa purificación con la que experimentó Jesús. 

Si queremos ser cristianos, tenemos que seguir el mismo camino que siguió Cristo. Sin dejar de ser felices, de vivir una vida plena y de tener el más grande amor, tenemos que purificarnos y asumir esa cruz camino al calvario. Para el hombre y la mujer de Dios, el camino se va estrechando y apretando en la medida en que más se definan, sigan a Cristo y se hagan del Señor. Entonces, se van despojando de cosas innecesarias y superfluas, dejan de invertir tiempo en cosas vanas y tontas, de servir al mundo en aquello que es pecado. Poco a poco se ven más comprometidos, definidos y auténticos y menos enredados en las tonterías del mundo. 

La persona se va tornando más seria y comprometida, pero más feliz, auténtica y en paz, porque ya tiene menos enredos en el mundo. Ese es el camino de la purificación y la espiritualidad cristiana. Si usted sigue ese camino y sube hasta la cumbre, sentirá que se va despojando de cosas innecesarias, tonterías y absurdos existenciales que producen una ridícula vanagloria. 

Entonces, sin dejar de preocuparse por sí misma, la persona sufre un proceso de purificación en el que se va despojando de cosas que no son importantes. La mujer que quiere ser en verdad cristiana deja de ir tanto al salón de belleza para asistir más al templo y leer más la Palabra. Las gavetas del armario se van quedando vacías, porque se va deshaciendo de ropa que muchas veces no necesita ni utiliza, para dársela a otras personas que la necesitan más. ¿Para qué tener abandonados esos zapatos que le sobran y además nunca usa, cuando otro los está necesitando? 

La persona que es de Dios pone todo en su sitio: lo que antes era importante y preocupante, como la fama, el buen nombre o el qué dirán, se convierte en una cosa secundaria y aparece Cristo, el Señor y la construcción del Reino como lo único importante. La vida se hace más sencilla, menos complicada y más evangélica. Ese es el camino estrecho, el camino de la salvación. 

El hombre y la mujer que son de Dios se liberan de apegos y dependencias que en el pasado lo hacían sentirse bien, pero ahora no importan. Escogen la mejor parte, como María. ¿Recuerdan esas dos hermanas y su conflicto con Jesús? Marta servía, pero María se quedaba a los pies de Jesús. Dentro del corazón de María, su alma palpitaba sintiendo Su presencia y dejó todo para escuchar al Maestro. Atareada y abrumada por los quehaceres en la cocina, Marta se molestó y dijo a Jesús que regañara a su hermana porque no la ayudaba. Jesús le contestó, ay Marta, te afanas por muchas cosas, pero en definitiva lo único importante es lo que María está haciendo ahora. La vida, mientras más evangélica es más sencilla. El que vive muy apegado a cositas y tonterías, a las que convierte en fetiches y a las que adora y guarda con gran celo, se va dando cuenta del poco valor que realmente representan esas cosas. Eso es camino de redención y salvación. 

Usted podrá estar metido en muchas luchas, pero adquiere una sencillez y un desapego a muchas cosas que en el pasado eran importantes y por las que era capaz de jugarse hasta la vida. ¡Es una tontería jugarse la vida por lo secundario! Juéguese la vida por Dios y por Su Reino. Esa es la espiritualidad de la cruz, que es camino salvífico. 

PONGA A DIOS EN PRIMER LUGAR

Poner a Dios en primer lugar significa no confundirlo con las cosas que son de este mundo, sean instituciones políticas, tendencias económicas o clases sociales. En la antigüedad, el césar romano era emperador y, al mismo tiempo, divinidad. Cuando Jesús dijo, "Pues den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" (Lc 20.25), estaba estableciendo la separación de la institución política de Dios. 

Tampoco se debe confundir a Dios con las cosas que ha hecho el hombre. Curiosamente, en el nombre de Dios clavaron a Jesús en una cruz y lo asesinaron, pues los fariseos pensaban que El era un mentiroso y se estaba haciendo pasar por Dios. Pensaban que para defender a Dios tenían que matar a Jesús. Paradójicamente, mataron al Hijo de Dios defendiendo el nombre de su Padre Dios. 

Dios es el Creador de todo en el cielo y en la tierra y es la fuente de la que proviene todo. El está por encima de todo y de todos, superando lo político, económico y social. Ciertamente, Dios está presente y vive en la Iglesia, pero también trasciende la Iglesia y está en todas partes. Dios siempre está donde exista un ser humano. 

Hay que tener muy claro el lugar que debe ocupar Dios en sus vidas y el respeto que El se merece por ser la fuente de donde nace todo. Respetar a Dios implica amarlo, honrarlo, darle gloria y no permitir que nada ni nadie ocupe su lugar. Respetar al Creador significa verlo en todas partes y, sobre todo, en cada persona en cuyo ser está Su divina presencia. Quien no respeta la dignidad de toda persona no puede estar respetando a Dios. Cualquier ofensa o daño que se hace a alguna persona se le hace también a Dios. 

Todos los seres humanos están hechos a Su imagen y semejanza. En todos los bautizados está Dios de una manera plena. Por lo tanto, cada ser es templo del Espíritu Santo de Dios. Aún en los no bautizados existe la presencia de Dios, por eso en todo ser humano hay que ver al Señor. En el rico o el pobre, en cualquier persona de cualquier raza está el Señor y todo ser humano merece respeto por esto. 

Hay muchas personas que han puesto en el lugar de Dios sus bienes temporales, tales como automóviles, fincas o dinero. Hay también gente que, en el lugar preferencial de Dios, ponen a ciertas personas a quienes idolatran, sea un artista de cine, un deportista, un político o un amante. Esto es un tremendo irrespeto a lo sagrado y divino que es Dios. Es terrible, porque Dios siempre debe estar en primer lugar y nada ni nadie puede sustituirlo o suplantarlo. Sólo hay un Dios y únicamente ante El tenemos que arrodillarnos. 

Mucha gente pone precio a su alma y vende su prestigio, fama, honradez y dignidad al mejor postor. Prefieren vivir inmoralmente, con dinero y fama, que vivir moral y dignamente sin dinero, pero teniendo siempre a Dios. Esas personas que renuncian a la presencia de Dios y fabrican sus ídolos, se convierten en idólatras y ofenden a Dios, jugándose su propia salvación. 

Los hombres deben respetar también la naturaleza, que es obra de Dios, ya que así se asegura la futura supervivencia del hombre en la tierra. Cuando el hombre destroza lo que Dios ha creado, ofende la voluntad divina. Ocurre lo mismo con el respeto al progreso humano, ya sea en el campo científico, económico o en los diferentes campos del saber. Todo lo que implique progreso positivo, sano y bueno ha sido deseado por Dios. Por eso, respetar y cuidar lo bueno que el hombre ha hecho es también respetar a Dios. 

Respetar lo sagrado es poner siempre a Dios en primer lugar y no permitir que nada ni nadie se ponga en Su lugar. ¿Pone usted a Dios en primer lugar, o lo ha dejado a un lado por sus dioses baratos o mundanos? ¡Cuidado con irrespetar lo sagrado! Respete a Dios y póngalo siempre en primer lugar. 

LOS ENEMIGOS DE LA CRUZ DE CRISTO

¿Quiénes son los enemigos de la cruz de Cristo? Los enemigos de la cruz de Cristo son los enemigos de la salvación, porque la cruz es camino salvífico. Son aquellas personas cuyo fin es la perdición, porque su dios no es el Señor sino sus propios malos apetitos y deseos y hasta se enorgullecen de lo que debería darles vergüenza. 

Esto es lo que nos dice el Señor a través de San Pablo en la carta a los Filipenses, capítulo 3, versículos 17 al 21, que aclara más el misterio de la cruz: 

"Hermanos, sigan mi ejemplo y fíjense también en los que viven según el ejemplo que nosotros les hemos dado a ustedes. Ya les he dicho muchas veces, y ahora se los repito con lágrimas, que hay muchos que están viviendo como enemigos de la cruz de Cristo y acabarán por ser destruidos. Su dios son sus propios apetitos, y sienten orgullo de lo que debería darles vergüenza. Sólo piensan en las cosas de este mundo. En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, y estamos esperando que del cielo venga el Salvador, el Señor Jesucristo, que cambiará nuestro cuerpo miserable para que sea como su propio cuerpo glorioso. Y lo hará por medio del poder que tiene para dominar todas las cosas." 

Los que solamente se preocupan por sus negocios, fincas, reses, cuentas de banco, carros, tractores o por cualquier otra cosa del mundo se hacen enemigos de la cruz de Cristo, aunque no roben, ni maten, ni cometan pecados de la carne. Su dios es el mundo y no el Señor. El amigo del Señor es el que lo pone siempre en primer lugar y cuya primera preocupación es la construcción de Su reino. ". . . den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" (Lc 20.25). 

Entonces, la finca, el ganado, el tractor y la cuenta de banco deben estar en segundo lugar. Es lógico, porque ¿quién se llevará una vaca o un tractor al juicio final? ¡No nos llevamos nada! Lo que es timbre de orgullo puede convertirse en motivo de vergüenza en el juicio final, cuando Dios le reclame que usted se preocupó más por sus vacas que por sus hijos. O por atender el ganado usted no asistía a misa el domingo. O usted prefería estar atendiendo sus negocios que rezar. Claro que tiene que atender su negocio porque como buen administrador debe ser responsable. Sin embargo, muchas veces olvida que el dueño de la finca, las vacas y de toda su vida es el Señor. Pero usted nunca se acuerda de hablar con El, de orar ni de rendirle homenaje como Dios y Rey. Usted se hace, así, enemigo de la cruz de Cristo y la cruz es su camino a la salvación. 

Usted dirá que nunca ha robado. ¿Cómo que no? Acaso no le roba a Dios el derecho de estar con usted o Su derecho a ser adorado porque usted nunca va a misa. Usted es un ladrón, porque le ha robado a su esposa el derecho de pasar más tiempo con usted y a sus hijos el derecho que ellos tienen de ser atendidos por usted. ¡Claro que es un ladrón! Si usted quiere ser del Señor, tiene que poner al mundo en su lugar. 

Es tan ridícula y absurda la forma en que se maneja la publicidad. Los anuncios que se ven en los medios de comunicación le aseguran que si usted se pone esa camisa, será una persona auténtica y feliz; si se pone esos zapatos, será brillante y elegante; si compra esa marca de carro, será la persona más realizada. ¡Tonterías! Usted será una persona realizada cuando se convierta a Cristo, se entregue al Señor y a Su causa y se desarrolle plenamente en el servicio de un mundo mejor. Se realizará en la medida en que deje atrás lo superfluo y se entregue a causas que sean auténticas. 

En el mundo vivimos engañados, porque creemos que con un par de cositas seremos mejores y dejamos a un lado a Dios, que es el único importante. 

En la carta de San Pablo a los Colosenses, capítulo 2, versículos 9 al 12, hay un texto precioso que nos iluminará más sobre el significado de la cruz, que es el único y verdadero camino para alcanzar la salvación. 

"Porque toda la plenitud de Dios se encuentra visiblemente en Cristo, y en El Dios los hace experimentar todo su poder pues Cristo es cabeza de todos los seres espirituales que tienen poder y autoridad. En El, también, ustedes han sido circuncidados, no con una circuncisión hecha por los hombres, sino por la circuncisión hecha por Dios al unirlos a Cristo y despojarlos de su naturaleza pecadora. Al ser bautizados, ustedes fueron sepultados con Cristo, y fueron también resucitados con El, porque creyeron en el poder de Dios, que lo resucitó." 

Sigue diciendo San Pablo en los versículos 13 al 15:

"Ustedes, en otro tiempo, estaban muertos espiritualmente a causa de sus pecados y por no haberse despojado de su naturaleza pecadora; pero ahora Dios les ha dado vida juntamente con Cristo en quien nos ha perdonado todos los pecados. Dios canceló la deuda que había contra nosotros y que nos obligaba. Lo eliminó clavándolo en la cruz. Dios despojó de su poder a los seres espirituales que tienen potencia y autoridad, y por medio de Cristo los humilló públicamente llevándolos como prisioneros en su desfile victorioso."

Cristo Jesús anuló el documento de la deuda que usted adquirió desde que Adán y Eva pecaron y Caín mató a Abel y que era impagable. Con todos los pecados atroces que ha cometido la humanidad, existía una deuda por la que usted y yo estábamos destinados a la muerte eterna. Cristo pagó la deuda del pecado del mundo con su muerte en la cruz. 

No se asombre cuando el sacerdote, después de hacer usted su confesión de todos los pecados que cometió, nada más le pone como penitencia tres Ave Marías. ¡Ni 300 ni 3 millones de Ave Marías, ni 200,000 Padre Nuestros, nada de lo que usted haga por sí mismo podrá pagar la deuda del pecado cometido! La deuda la pagó Cristo muriendo y derramando Su sangre en la cruz por usted. La penitencia es un símbolo con el que, en alguna forma pequeñísima, usted se suma y completa la pasión de Cristo. Pero el que pagó la deuda de nuestro pecado fue el Señor Jesús con Su muerte en cruz. Por eso, la cruz es camino salvífico. 

Usted solamente podrá asumir plenamente toda esa bendición si sube al calvario y se deja clavar en la cruz. ¿No cree usted que mantener la fidelidad y el amor matrimonial es clavarse en una cruz. ¿No es vivir crucificada la madre auténtica que entrega toda su vida al servicio de sus hijos? ¿No vive clavado en una cruz el empresario honesto o el campesino serio y trabajador que no roba a nadie? 

Lo más fácil y divertido es ser ladrón y tramposo, consiguiendo dinero malhabido. Ser contrabandista o narcotraficante produce ganancias y la plata llega rápido. Eso parece bueno, pero qué maldición se adquiere con ese dinero que cuesta la vida de otros, como sucede con los que trafican drogas. 

Pero clavarse en la cruz de la honestidad, ser un trabajador serio, que se gana cada centavo con el sudor de su frente, sin quitarle nada a nadie, es subir al monte calvario. Ser fiel en el matrimonio por amor y no andar con otras mujeres u otros hombres es dejarse clavar en la cruz del calvario. Ser fiel no es fácil; cuesta. Pero el que lo hace demuestra que ama y el amor lleva a la persona a la perfección. 

La madre soltera que cuida a sus hijos pasando toda clase de sacrificios, los cría bien y no los abandona es una mujer que sube al monte calvario, se deja clavar en la cruz del amor por sus hijos y se hace santa. Eso es ser cristiano--mantenerse clavado en la cruz y no querer escaparse de las cruces para vivir una vida irresponsable. Como es el caso de esos hombres que hacen hijos en diferentes partes y nunca los atienden. No aceptan la cruz del compromiso y de adquirir la responsabilidad de un buen padre con sus hijos. 

¡Cuidado, porque los que no quieren cargar sus cruces se pueden condenar! La cruz es camino salvífico y solamente aquellos que humildemente suben al monte calvario y se dejan crucificar por amor serán salvados por el Señor. Que tengan cuidado aquellos que huyen de las cruces y prefieren vivir su vida cómoda, tranquila, sin preocupaciones y viviendo del cuento. Los que no quieren adquirir compromisos en la vida se están jugando la salvación, porque la cruz es camino salvífico 

TOME SU CRUZ Y SIGA A JESÚS

"El que no toma su cruz y me sigue, no merece ser mío" (Mt 10.38), dice el Señor. El da a cada uno sus cruces. Hay que asumir con dignidad y valentía las cruces de la honestidad, la sinceridad, el compromiso, el sacrificio, el ser mejor, el mantenerse firme en la fe y la fidelidad y no tirarlas en el camino de la vida. Los pueblos más fracasados, que menos resurgen, son aquellos que dejan tiradas sus cruces en el camino. Esas cruces abandonadas y tiradas miden la poca calidad de un pueblo y también de una persona. Por eso Cristo dice que el que quiera salvar su vida que tome su cruz y lo siga. 

Escuche lo que dice el Señor en el Evangelio de San Mateo 10.37-39: 

"El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no merece ser mío; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no merece ser mío; y el que no toma su cruz y me sigue, no merece ser mío. El que trate de salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa mía, la salvará." 

En este interesante relato, Cristo pone la prueba máxima. Si usted, por amar a su padre o su madre, a su hijo o su hija, a su esposo o su esposa, deja de amar a Dios y lo pone en segundo lugar no es digno de El. El primer amor, el más grande y el más importante es el amor de Dios. No hay nada que pueda igualarlo. 

Jesús dice que el que ame su vida la perderá y el que la pierda por Su causa la salvará. ¿Quién es el que pierde la vida por causa de Cristo? Pues aquel que se consume diariamente en servir a Cristo Jesús siendo un padre fiel, un hijo respetuoso y obediente o constituyendo un matrimonio honrado. Aquel que en su parroquia, comunidad y grupo de oración es fiel a los compromisos o el que se hace misionero, ya sea laico, sacerdote o religiosa, para trabajar por el reino y para mayor gloria de Dios. ¿Quiénes son esos que pierden su vida por Cristo? Aquellos que todos los días cumplen humildemente su compromiso de ser auténticos cristianos, dejando atrás lo malo y cumpliendo los mandamientos de Dios; los que son fieles a la Palabra; los que se mantienen firmes en la fe y que prefieren dejar aquello que parece bueno pero que no es lo mejor para seguir a Jesús. Eso es lo que significa asumir la cruz de Cristo. La cruz de Cristo es camino salvífico. 

¿Quiere ser de Jesús? Tome su cruz de cada día, suba al calvario, déjese clavar en la cruz por amor, siga a Cristo y así usted será santo, para la mayor gloria de Dios. 

Hermanos, la Palabra del Señor nos ha ido revelando lo que es el misterio de la cruz. Ame su cruz de cada día y no la suelte por nada ni por nadie; sea fiel en el seguimiento del camino emprendido. No olvide que usted no lleva todo el peso de la cruz. La cruz parece muy pesada, pero realmente no lo es tanto porque el Señor lleva gran parte del peso. A la hora de la verdad, usted lleva sólo un pedasito y la mayor parte la lleva Cristo. Pero si usted suelta el pedasito que le corresponde, la cruz se cae. Si usted no ha caído, solamente es porque El lo está ayudando siempre a cargar su cruz. Pero el Señor no quiere que suelte el peso que le corresponde a usted de esa cruz y que lo llevará a la salvación. 

Aunque no lo entienda muy bien, dé gracias a Dios por las cruces. Toda cruz, aún la menos deseada, la que más le disgusta, es camino de salvación. Si asume la cruz con gallardía, dignidad y fuerza en el Espíritu, ésta se convierte en camino de salvación. Ame las cruces y no las suelte nunca, aunque no le gusten. Usted se está perfeccionando gracias a las cruces que carga con amor. Las cruces lo van a salvar. Las cruces más salvíficas y las que más le pueden ayudar a ser santo son las que Dios le impone. El Señor, pues, bendice a todos con las cruces que necesitan, no las que cada persona desea escoger. 

La historia de nuestro Señor Jesucristo puede verse como un fracaso. Pero de su "fracaso" brotó el éxito y esa es la gran lección de la Cruz de Cristo. Del aparente fracaso de Jesús, que fue Su muerte en la Cruz, brotó el mayor triunfo: Su Resurrección que venció a la muerte. Esta es la invencibilidad de Dios. Por su triunfo sobre la muerte, Dios es y será siempre . . . ¡INVENCIBLE! 

Se puede vencer cualquier crisis, porque ¡CON EL, USTED ES . . . INVENCIBLE!             

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