El gran cántico de la Santísima Virgen en su visita a la casa de Santa Isabel es el Magnificat. Es, ante todo, un estallido de alegría. Las cosas de Dios parten del gozo y terminan en el entusiasmo. Dios viene a llenar, no a vaciar. Pero ese gozo no es humano. Viene de Dios y en Dios termina. La alegría de María no es de este mundo. No se alegra de su maternidad humana, sino de ser la madre del Mesías, su Salvador. No de tener un hijo, sino de que ese hijo sea Dios.
Cada uno debe tener el alma de María para proclamar la grandeza del Señor, cada uno debe tener el espíritu de María para alegrarse en Dios (San Ambrosio).
Las palabras de Isabel encienden en su espíritu un cántico de alabanza, que es una auténtica y profunda lectura teológica de la historia. Una lectura que nosotros debemos aprender continuamente de Ella, cuya fe está libre de sombras y es inquebrantable: “Proclama mi alma la grandeza del Señor”. María reconoce la grandeza de Dios. Este es el primer e indispensable sentimiento de la fe, el sentimiento que da seguridad a la criatura humana y la libera del miedo, incluso en medio de los avatares de la historia.
Volvamos a casa con el Magníficat el corazón. Llevemos con nosotros los mismos sentimientos de alabanza y de acción de gracias de María hacia el Señor, su fe y su esperanza. Su dócil abandono en las manos de la Providencia. Solamente acogiendo el amor de Dios y haciendo de nuestra existencia un servicio desinteresado y generoso al prójimo, podremos elevar con alegría un canto de alabanza al Señor (Benedicto XVI).
ORACIÓN DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
Alégrate y gózate Hija de Jerusalén mira a tu Rey que viene a ti, humilde, a darte tu parte en su victoria.
Eres la primera de los redimidos porque fuiste la adelantada de la fe.
Hoy, tu Hijo, te viene a buscar, Virgen y Madre: “Ven amada mía”, te pondré sobre mi trono, prendado está el Rey de tu belleza.
Te quiero junto a mí para consumar mi obra salvadora, ya tienes preparada tu “casa” donde voy a celebrar las Bodas del Cordero: Templo del Espíritu Santo Arca de la nueva alianza Horno de barro, con pan a punto de mil sabores.
Mujer vestida de sol, tu das a luz al Salvador que empuja hacia el nuevo nacimiento Dichosa tú que has creído, porque lo que se te ha dicho de parte del Señor, en ti ya se ha cumplido.
María Asunta, signo de esperanza y de consuelo, de humanidad nueva y redimida, danos de tu Hijo ser como tú llenas del Espíritu Santo, para ser fieles a la Palabra que nos llama a ser, también como tú, sacramentos del Reino.
Hoy, tu sí, María, tu Fíat, se encuentra con el sí de Dios a su criatura en la realización de su alianza, en el abrazo de un solo sí. Amén.
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