lunes, 17 de junio de 2019

Junto al que está solo



Junto al que está solo


Como hoy estaba abandonado de todos,
como la vida
(ese amarillo pus que fluye del hastío,
de la ilusión que lentamente se pudre,
de la horrible sobra cárdena donde nuestra húmeda orfandad
se condensa),
goteaba en mi sueño, medidora de sueño, segundo tras segundo,
como el veneno ya me llegaha al corazón,
mi corazón rompió en un grito,
y era tu nombre,
Virgen María, Madre.

(Treinta años hace que no te invocaba).
No, yo no sé quién eres:
pero eres una gran ternura.
No sé lo que es una caricia de la primavera
cuando la siento subir como una turbia marea de mosto,
ni sé lo que es pozo del sueño
cuando mis manos y mis pies con delicia se anegan,
y, hundiéndose, aún palpan cada vez más humanamente
profunda...

No, yo no sé quién eres, pero tú eres
luna grande de enero que sin rumor nos besa,
primavera surgente como el amor de junio,
dulce sueño en que nos hundimos,
agua tersa que embebe con trémula avidez la    vegetal célula joven,
matriz eterna donde el amor palpita,
madre, madre.
No, no tengo razón...
...Déjame ahora que te sienta humana,
madre de carne sólo,
igual que te pintaron tus más tiernos amantes;
déjame que contemple, tras tus ojos bellísimos,
los ojos apenados de mi madre terrena;
permíteme que piense
que posas un instante esa divina carga
y me tiendes los brazos,
me acunas en tus brazos,
acunas mi dolor,
hombre que lloro.

Virgen María, Madre,
dormir quiero en tus brazos hasta que en Dios despierte.


 Dámaso Alonso

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