miércoles, 24 de abril de 2013

Florecillas de San Francisco.- Capítulo 38



CAPÍTULO 38

Cómo San Francisco conoció en espíritu que el hermano Elías estaba condenado y que moriría fuera de la Orden

En cierta ocasión en que estaban de familia juntos en un lugar San Francisco y el hermano Elías, fue revelado por Dios a San Francisco que el hermano Elías estaba condenado, que apostataría de la Orden y que, finalmente, moriría fuera de la Orden. Por esta razón concibió San Francisco hacia él tal repulsión, que ni le hablaba ni conversaba con él; y, si ocurría que el hermano Elías venía a su encuentro, desviaba el camino y tiraba por otro lado para no encontrarse con él.

Así que el hermano Elías fue cayendo en la cuenta y comprendió que San Francisco estaba disgustado con él. Queriendo saber el motivo, un día se acercó a San Francisco para hablarle, y, cuando San Francisco trató de evitarlo, el hermano Elías lo detuvo cortésmente por la fuerza y comenzó a rogarle discretamente que, por favor, le dijera por qué motivo él esquivaba de aquel modo su compañía y su conversación. San Francisco le respondió:

El motivo es éste: me ha sido revelado por Dios que tú, por causa de tus pecados, apostatarás de la Orden y morirás fuera de ella; además Dios me ha revelado que tú estás condenado. Al oír esto, dijo el hermano Elías:

Padre mío reverendo, te pido por amor de Cristo que tú, por esta causa, no me esquives ni eches de tu presencia, sino que, como buen pastor, a ejemplo de Cristo, encuentres y acojas a la pobre oveja que se pierde si tú no la ayudas. Pide a Dios por mí, para que, si es posible, revoque El la sentencia de mi condenación, ya que se halla escrito que Dios perdona y cambia la sentencia si el pecador se enmienda de su pecado; y yo tengo tanta fe en tu oración, que, aunque estuviera en lo profundo del infierno, si tú hicieras oración por mí a Dios, yo me sentiría aliviado. Así que yo te suplico que encomiendes a Dios a este pecador, puesto que El ha venido para salvar a los pecadores, para que me reciba en su misericordia.

Decía esto el hermano Elías con gran devoción y muchas lágrimas, por lo que San Francisco, como padre lleno de piedad, le prometió pedir por él a Dios; y así lo hizo. Y, orando a Dios con mucha devoción por él, conoció, por revelación, que su oración era escuchada por Dios en lo referente a la revocación de la sentencia de condenación del hermano Elías y que, finalmente, su alma no sería condenada, pero que ciertamente saldría de la Orden y moriría fuera de la Orden.

Y así sucedió, ya que, habiéndose rebelado contra la Iglesia el rey de Sicilia, Federico, y siendo por ello excomulgado por el papa él y todos los que le prestaran ayuda y consejo, el hermano Elías, que era reputado como uno de los hombres más doctos del mundo, requerido por el rey Federico, se puso de su parte y se hizo rebelde a la Iglesia; por esta razón fue excomulgado por el papa y privado del hábito de San Francisco.

Hallándose así excomulgado, enfermó gravemente. Enterado de ello un hermano suyo, hermano laico que había seguido en la Orden y que era hombre de vida ejemplar, fue a visitarle, y le dijo entre otras cosas: Hermano mío carísimo, yo siento gran pesar de verte excomulgado y fuera de la Orden y que vas a morir en esta situación. Pero, si tú ves el camino y el modo como yo pueda ayudarte y sacarte de este peligro, gustosamente me tomaré cualquier trabajo por ti.

Hermano mío -respondió el hermano Elías-, la única salida es que tú vayas al papa y le supliques, por amor de Cristo y de su siervo San Francisco, por cuyas enseñanzas yo abandoné el mundo, que me absuelva de la excomunión y me devuelva el hábito de la Orden. Su hermano le aseguró que de buen grado haría todo lo que estuviera de su parte por la salvación de su alma. Se despidió de él y fue a postrarse a los pies del Santo Padre, suplicándole con mucha humildad que concediera esa gracia a su hermano por amor de Cristo y de San Francisco.

Y plugo a Dios que el papa le concediera que volviese en seguida y, si encontraba al hermano Elías aún con vida, lo absolviera, de parte suya, de la excomunión y le devolviera el hábito. Con esto partió muy contento y volvió apresuradamente al hermano Elías; lo halló aún con vida, pero en trance de morir; lo absolvió de la excomunión y le devolvió el hábito. El hermano Elías pasó de esta vida; y su alma fue salvada por los méritos y las oraciones de San Francisco, en las que el hermano Elías había tenido gran esperanza. En alabanza de Cristo. Amén.

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