Rafael Ángel Marañón
Padeciste profundas amarguras
Viendo del buen Jesús la faz bendita
Sumergida en la ciénaga infinita
De la más irracional de las locuras .
El Cielo se estremece en las alturas;
El coro de los ángeles se agita,
Y alaba a su Señor que resucita,
Triunfante al fin de tantas desventuras.
María, triste madre, ves ya muerto
A quien es el origen de la vida
Y da la suya al árido desierto.
Mas cala en ti sobre su cuerpo yerto,
El hálito inmortal que en Él anida
Y propicia por siempre el Cielo abierto.
De la muerte liberto
A la madre de aquel que dio su vida
Alabo en emoción estremecida.
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