Nuestra Madre y Señora de los Dolores
Antonio Rodríguez Mateo
Virtuosos Dolores,
recorren la noche larga,
mustiando las flores,
ante su pena amarga,
tornando sus colores,
del lúcido al malva,
secuestrando sus olores,
como viento en calma.
Cabecean sus varales,
agitando las bambalinas,
muere la tarde,
el palio camina,
llora la Madre,
como nadie imagina,
también a los costales,
su llanto los ilumina.
Manto de orfebrería,
de rojo colorido,
y palio de fantasía,
sobre varales ceñido,
bajo él refulgía,
su rostro descolorido,
por la pena que tenía,
su corazón encogido.
Rumores le llegan,
de un Huerto de Olivos,
tachonado de estrellas,
y de cáliz votivo,
una profunda huella,
tiene a su pecho cautivo,
que a su alma sella,
con profundo suspiro.
Le agobia la pena,
por ver arrodillada,
la figura nazarena,
que en el Huerto es besada,
enjambre de colmena,
rompen la madrugada,
que aún resuenan,
en el fondo de su alma.
Madre y Señora,
Reina dolorida,
el dolor te devora,
¡ay! Madre querida,
la pena te ahoga,
con lágrimas rendidas,
por el Hijo que adoras,
y que va a perder la vida.
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