LA VIRGEN DEL MAGNIFICAT
“El poderoso ha hecho obras grandes en mí” (Lc 1, 49). Virgen María, hoy me uno a tu cántico de alabanza, porque en ti Dios derramó su gracia. Tú eres la obra maestra de la creación, el éxtasis del Creador, el desbordamiento de la belleza divina.
Y me resuena el poema: “Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y no cesaré jamás. Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo; cando sujetaba el cielo en la altura, y fijaba las fuentes abismales.
Cuando ponía un límite al mar, cuyas aguas no traspasan su mandato; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano.» (Prov 8, 22-23)
Santa Teresa de Jesús tenía para sí que la humildad iba unida a la verdad. “La humildad es andar en verdad” (Moradas VI, 10, 7). Tu cántico nace de la profunda verdad, que reconoces como obra de Dios en ti, lo que Él ha hecho, y desde la más limpia humildad, exultas de gozo y exaltas al Señor: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque ha mirado la humildad de su esclava”.
Si tuviera tu sensibilidad, yo también me asombraría por lo que Dios ha hecho en mí. ¡Cuánta inconsciencia! Lo peor es que actúo como poseedor de dones, cuando “todo es gracia”, según me repetía M. Teresita constantemente.
Quiero hoy recocer a Jesús, por Él mismo, y aunque la creación es el destello de la Encarnación, tu cántico me invita no solo a bendecir a Dios por sus obras magníficas, sino también por su Hijo, a quien tú concebiste por acción del Espíritu Santo.
Si “pues de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor”, cuánto más podré contemplar y amar a Dios, al fijar mis ojos en ti y en tu divino Hijo, desbordamiento de la misericordia de nuestro Dios.
Zacarías cantó: “Por la misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto”, refiriéndose a Jesús. En verdad, el Creador ha hecho obras grandes en ti, y a través de ti, en nosotros. “Proclama mi alma, ¡gloria al Señor!
Amén
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