miércoles, 31 de marzo de 2021

Santo Evangelio 31 de Marzo 2021

  


Texto del Evangelio (Mt 26,14-25): 

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?». Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle.

El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?». Él les dijo: «Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: ‘El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos’». Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.

Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará». Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?». Él respondió: «El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!». Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?». Dícele: «Sí, tú lo has dicho».


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«¿Acaso soy yo?»


Rev. P. Higinio Rafael ROSOLEN IVE

(Cobourg, Ontario, Canadá)

Hoy, el Evangelio nos presenta tres escenas: la traición de Judas, los preparativos para celebrar la Pascua y la Cena con los Doce.

La palabra “entregar” (“paradidōmi” en griego) se repite seis veces y sirve como nexo de unión entre esos tres momentos: (i) cuando Judas entrega a Jesús; (ii) la Pascua, que es una figura del sacrificio de la cruz, donde Jesús entrega su vida; y (iii) la Última Cena, en la cual se manifiesta la entrega de Jesús, que se cumplirá en la Cruz.

Queremos detenernos aquí en la Cena Pascual, donde Jesucristo manifiesta que su cuerpo será entregado y su sangre derramada. Sus palabras: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará» (Mt 26,20) invita a cada uno de los Doce, y de modo especial a Judas, a un examen de conciencia. Estas palabras son extensivas a todos nosotros, que también hemos sido llamados por Jesús. Son una invitación a reflexionar sobre nuestras acciones, sean buenas o malas; nuestra dignidad; plantearnos qué estamos haciendo en este momento con nuestras vidas; hacia dónde estamos yendo y cómo hemos respondido al llamado de Jesús. Debemos respondernos con sinceridad, humildad y franqueza.

Recordemos que podemos esconder nuestros pecados de otras personas, pero no podemos ocultarlos a Dios, que ve en lo secreto. Jesús, verdadero Dios y hombre, todo lo ve y lo sabe. Él conoce lo que hay en nuestro corazón y de lo que somos capaces. Nada está oculto a sus ojos. Evitemos engañarnos, y recién después de habernos sincerado con nosotros mismos es cuando debemos mirar a Cristo y preguntarle «¿Acaso soy yo?» (Mt 26,22). Tengamos presente lo que dice el Papa Francisco: «Jesús amándonos nos invita a dejarnos reconciliar con Dios y a regresar a Él para reencontrarnos con nosotros mismos».

Miremos a Jesús, escuchemos sus palabras y pidamos la gracia de entregarnos uniéndonos a su sacrificio en la Cruz.

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LECTURA BREVE Is 50, 5-7

 


LECTURA BREVE   Is 50, 5-7


El Señor me abrió el oído; yo no me resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.


Octava Estación: Jesús se dirige a las mujeres de Jerusalén

 


CONTEMPLACIÓN DEL CAMINO DE LA CRUZ OCTAVA ESTACIÓN: JESÚS SE DIRIGE A LAS MUJERES DE JERUSALÉN

TEXTOS PROFÉTICO:

“A los que queden en Sión y al resto en Jerusalén | los llamarán santos: todos los que en Jerusalén están inscritos para la vida. Cuando el Señor haya lavado la impureza de las hijas de Sión | ypurificado la sangre derramada en Jerusalén” (Is4, 3-4).

TEXTO EVANGÉLICO:

Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado” (Lc 23, 28-29).

TEXTOS PATRÍSTICO

“Nosotros hemos de tomar parte en esta fiesta ritual de la Pascua en un sentido evangélico, y no literal, de manera perfecta, no imperfecta; no de forma temporal,

sino eterna. Tomemos como nuestra capital, no la Jerusalén terrena, sino la ciudad celeste; no aquella que ahora pisan los ejércitos, sino la que resuena con las

alabanzas de los ángeles” (San Gregorio Nacianceno).

TEXTO MÍSTICO

“¿Por qué hemos de querer tantos bienes y deleites y gloria para sin fin, todos a costa del buen Jesús? ¿No lloraremos siquiera con las hijas de Jerusalén, ya que

no le ayudemos a llevar la cruz con el Cirineo?” (Santa Teresa de Jesús, Vida 27,13).

- Jesús, ¿por qué te detuviste a hablar a las mujeres, en el penoso camino de la Cruz?

- Así lo hice con la samaritana, con la cananea, con la sirofenicia, con la viuda de Naím, con la pecadora, con Marta y María, con María Magdalena, con la

adúltera, y con mi Madre.

Es sabiduría saber mirar a los otros, aun estando en momentos de intenso dolor,cuando cabría la justificación del ensimismamiento.

martes, 30 de marzo de 2021

Santo Evangelio 30 de Marzo 2021

  


Texto del Evangelio (Jn 13,21-33.36-38): 

En aquel tiempo, estando Jesús sentado a la mesa con sus discípulos, se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará». Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando». Él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?». Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar». Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche.

Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en Él. Si Dios ha sido glorificado en Él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto. Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros». Simón Pedro le dice: «Señor, ¿a dónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde». Pedro le dice: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti». Le responde Jesús: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces».


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«Era de noche»


Abbé Jean GOTTIGNY

(Bruxelles, Bélgica)

Hoy, Martes Santo, la liturgia pone el acento sobre el drama que está a punto de desencadenarse y que concluirá con la crucifixión del Viernes Santo. «En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche» (Jn 13,30). Siempre es de noche cuando uno se aleja del que es «Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero» (Símbolo de Nicea-Constantinopla).

El pecador es el que vuelve la espalda al Señor para gravitar alrededor de las cosas creadas, sin referirlas a su Creador. San Agustín describe el pecado como «un amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios». Una traición, en suma. Una prevaricación fruto de «la arrogancia con la que queremos emanciparnos de Dios y no ser nada más que nosotros mismos; la arrogancia por la que creemos no tener necesidad del amor eterno, sino que deseamos dominar nuestra vida por nosotros mismos» (Benedicto XVI). Se puede entender que Jesús, aquella noche, se haya sentido «turbado en su interior» (Jn 13,21).

Afortunadamente, el pecado no es la última palabra. Ésta es la misericordia de Dios. Pero ella supone un “cambio” por nuestra parte. Una inversión de la situación que consiste en despegarse de las criaturas para vincularse a Dios y reencontrar así la auténtica libertad. Sin embargo, no esperemos a estar asqueados de las falsas libertades que hemos tomado, para cambiar a Dios. Según denunció el padre jesuita Bourdaloue, «querríamos convertirnos cuando estuviésemos cansados del mundo o, mejor dicho, cuando el mundo se hubiera cansado de nosotros». Seamos más listos. Decidámonos ahora. La Semana Santa es la ocasión propicia. En la Cruz, Cristo tiende sus brazos a todos. Nadie está excluido. Todo ladrón arrepentido tiene su lugar en el paraíso. Eso sí, a condición de cambiar de vida y de reparar, como el del Evangelio: «Nosotros, en verdad, recibimos lo debido por lo que hemos hecho; pero éste no hizo mal alguno» (Lc 23,41).


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Septima Estación: Jesús cae por segunda vez

 


CONTEMPLACIÓN DEL CAMINO DE LA CRUZ SÉPTIMA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

TEXTO PROFÉTICO:

“Con las dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, confesará sobre él las iniquidades y delitos de los hijos de Israel, todos sus pecados; se los echará encima de la cabeza al macho cabrío, y después, con el hombre designado para ello, lo mandará al desierto” (Lv 16, 21).

TEXTO EVANGÉLICO:

“Entonces, Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre” (Mateo 4,1-2).

TEXTO PATRÍSTICO

“«Dios mío, te invoco desde todos los confines de la tierra». Pero, ¿por qué ha invocado así? Porque tenía el corazón abatido. Con ello da a entender que el Señor se halla presente en todos los pueblos y en los hombres del orbe entero, con gran gloria, ciertamente, pero también rodeado de graves tentaciones. Pues nuestra vida en medio de esta peregrinación no puede estar sin tentaciones, ya que nuestro progreso se realiza precisamente a través de la tentación, y nadie se conoce a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni vencer si no ha combatido, ni combatir si carece de enemigo y de tentaciones” (San Agustín).

TEXTOS MÍSTICO

“Tropezando, cayendo con vuestro Esposo, no os apartéis de la cruz ni la dejéis. 

Mirad mucho el cansancio con que va y las ventajas que hace su trabajo a los que vos padecéis, por grandes que los queráis pintar. Y por mucho que los queráis sentir, saldréis consolada de ellos, porque veréis son cosa de burla, comparados a los del Señor” (Santa Teresa de Jesús, Camino de Perfección 26, 7).

CONSIDERACIÓN:

- Jesús, ¿es necesario tanto abajamiento?

- Se rebajó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.

Nunca la caída debiera ser razón para permanecer en el suelo si el Maestro nos enseña a levantarnos siempre.

lunes, 29 de marzo de 2021

Santo Evangelio 29 de Marzo 2021

  





Texto del Evangelio (Jn 12,1-11): 

Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con Él a la mesa.

Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?». Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis».

Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús.


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«Ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos»


Rev. D. Jordi POU i Sabater

(Sant Jordi Desvalls, Girona, España)

Hoy, en el Evangelio, se nos resumen dos actitudes sobre Dios, Jesucristo y la vida misma. Ante la unción que hace María a su Señor, Judas protesta: «Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: ‘¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?’» (Jn 12,4-5). Lo que dice no es ninguna barbaridad, ligaba con la doctrina de Jesús. Pero es muy fácil protestar ante lo que hacen los otros, aunque no se tengan segundas intenciones como en el caso de Judas.

Cualquier protesta ha de ser un acto de responsabilidad: con la protesta nos hemos de plantear cómo lo haríamos nosotros, qué estamos dispuestos a hacer nosotros. Si no, la protesta puede ser sólo —como en este caso— la queja de los que actúan mal ante los que miran de hacer las cosas tan bien como pueden.

María unge los pies de Jesús y los seca con sus cabellos, porque cree que es lo que debe hacer. Es una acción tintada de espléndida magnanimidad: lo hizo «tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro» (Jn 12,3). Es un acto de amor y, como todo acto de amor, difícil de entender por aquellos que no lo comparten. Creo que, a partir de aquel momento, María entendió lo que siglos más tarde escribiría san Agustín: «Quizá en esta tierra los pies del Señor todavía están necesitados. Pues, ¿de quién, fuera de sus miembros, dijo: ‘Todo lo que hagáis a uno de estos pequeños... me lo hacéis a mí? Vosotros gastáis aquello que os sobra, pero habéis hecho lo que es de agradecer para mis pies’».

La protesta de Judas no tiene ninguna utilidad, sólo le lleva a la traición. La acción de María la lleva a amar más a su Señor y, como consecuencia, a amar más a los “pies” de Cristo que hay en este mundo.


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LECTURA BREVE 2Co 4, 10-11

 


LECTURA BREVE   2Co 4, 10-11


Llevamos siempre en nosotros por todas partes los sufrimientos mortales de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nosotros. Aún viviendo, estamos continuamente entregados a la muerte por Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en esta nuestra vida mortal.

Sexta Estación, La Verónica limpia el Rostro de Jesús

 



CONTEMPLACIÓN DEL CAMINO DE LA CRUZ SEXTA ESTACIÓN: LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO A JESÚS

TEXTO PROFÉTICO:

“Moisés exclamó: «Muéstrame tu gloria». Y él le respondió: «Yo haré pasar ante ti toda mi bondad y pronunciaré ante ti el nombre del Señor, pues yo me compadezco de quien quiero y concedo mi favor a quien quiero». Y añadió: «Pero mi rostro no lo puedes ver, porque no puede verlo nadie y quedar con vida». (Ex 33, 18-20).

TEXTO EVANGÉLICO

Seis días más tarde, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz” (Mt 17, 1-2).

TEXTO PATRÍSTICO:

“El Señor puso de manifiesto su gloria ante los testigos que había elegido e hizo resplandecer de tal manera aquel cuerpo suyo semejante al de todos los hombres, que su rostro se volvió semejante a la claridad del sol y sus vestiduras aparecieron blancas como la nieve. En aquella transfiguración se trataba sobre todo de alejar

de los corazones de los discípulos el escándalo de la cruz, y evitar así que la humillación de la pasión voluntaria conturbara la fe de aquellos a quienes se había

revelado la excelencia de la dignidad escondida” (San León Magno).

TEXTO MÍSTICO:

“Que duele mucho más y aflige al alma, por no le haber servido, el amor que muestra aquel rostro de tanta hermosura con una ternura y afabilidad, que temor pone la majestad que ve en El. Mas ¿qué podría yo sentir dos veces que vi esto que diré?” (Santa Teresa de Jesús, Vida 38, 22)

COMENTARIO

- Jesús, ¿me dejarás aliviar tu sudor en el camino de la Cruz? - “Lo que hagas a uno de estos mis pequeños conmigo lo hiciste”.

Se nos ha constituido samaritanos, manos solidarias, vasos de agua y pan partido para quienes sufren necesidad. Se nos ha constituido mediación de la misericordia

de Dios para cuantos sienten desolación y lloran. 

domingo, 28 de marzo de 2021

Santo Evangelio 28 de Marzo 2021

  


Texto del Evangelio (Mc 14,1—15,47): 

Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle. Pues decían: «Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo».

Estando Él en Betania, en casa de Simón el leproso, recostado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, de mucho precio; quebró el frasco y lo derramó sobre su cabeza. Había algunos que se decían entre sí indignados: «¿Para qué este despilfarro de perfume? Se podía haber vendido este perfume por más de trescientos denarios y habérselo dado a los pobres». Y refunfuñaban contra ella. Mas Jesús dijo: «Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho una obra buena en mí. Porque pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis; pero a mí no me tendréis siempre. Ha hecho lo que ha podido. Se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Yo os aseguro: dondequiera que se proclame la Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya».

Entonces, Judas Iscariote, uno de los Doce, se fue donde los sumos sacerdotes para entregárselo. Al oírlo ellos, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él andaba buscando cómo le entregaría en momento oportuno.

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?». Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle y allí donde entre, decid al dueño de la casa: ‘El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?’. Él os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros». Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua.

Y al atardecer, llega Él con los Doce. Y mientras comían recostados, Jesús dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará, el que come conmigo». Ellos empezaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: «¿Acaso soy yo?». Él les dijo: «Uno de los Doce que moja conmigo en el mismo plato. Porque el Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!».

Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: «Tomad, este es mi cuerpo». Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: «Ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos. Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios». Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.

Jesús les dice: «Todos os vais a escandalizar, ya que está escrito: ‘Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas’. Pero después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea». Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no». Jesús le dice: «Yo te aseguro: hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres». Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré». Lo mismo decían también todos.

Van a una propiedad, cuyo nombre es Getsemaní, y dice a sus discípulos: «Sentaos aquí, mientras yo hago oración». Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia. Y les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad». Y adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de Él aquella hora. Y decía: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú». Viene entonces y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «Simón, ¿duermes?, ¿ni una hora has podido velar? Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil». Y alejándose de nuevo, oró diciendo las mismas palabras. Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados; ellos no sabían qué contestarle. Viene por tercera vez y les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar. Basta ya. Llegó la hora. Mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos! ¡vámonos! Mirad, el que me va a entregar está cerca».

Todavía estaba hablando, cuando de pronto se presenta Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes, de los escribas y de los ancianos. El que le iba a entregar les había dado esta contraseña: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es, prendedle y llevadle con cautela». Nada más llegar, se acerca a Él y le dice: «Rabbí», y le dio un beso. Ellos le echaron mano y le prendieron. Uno de los presentes, sacando la espada, hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le llevó la oreja. Y tomando la palabra Jesús, les dijo: «¿Como contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y palos? Todos los días estaba junto a vosotros enseñando en el Templo, y no me detuvisteis. Pero es para que se cumplan las Escrituras». Y abandonándole huyeron todos. Un joven le seguía cubierto sólo de un lienzo; y le detienen. Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo.

Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y se reúnen todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. También Pedro le siguió de lejos, hasta dentro del palacio del Sumo Sacerdote, y estaba sentado con los criados, calentándose al fuego. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando contra Jesús un testimonio para darle muerte; pero no lo encontraban. Pues muchos daban falso testimonio contra Él, pero los testimonios no coincidían. Algunos, levantándose, dieron contra Él este falso testimonio: «Nosotros le oímos decir: ‘Yo destruiré este Santuario hecho por hombres y en tres días edificaré otro no hecho por hombres’». Y tampoco en este caso coincidía su testimonio. Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y poniéndose en medio, preguntó a Jesús: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?». Pero Él seguía callado y no respondía nada. El Sumo Sacerdote le preguntó de nuevo: «¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?». Y dijo Jesús: «Sí, yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes del cielo». El Sumo Sacerdote se rasga las túnicas y dice: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?». Todos juzgaron que era reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, le cubrían la cara y le daban bofetadas, mientras le decían: «Adivina», y los criados le recibieron a golpes.

Estando Pedro abajo en el patio, llega una de las criadas del Sumo Sacerdote y al ver a Pedro calentándose, le mira atentamente y le dice: «También tú estabas con Jesús de Nazaret». Pero él lo negó: «Ni sé ni entiendo qué dices», y salió afuera, al portal, y cantó un gallo. Le vio la criada y otra vez se puso a decir a los que estaban allí: «Éste es uno de ellos». Pero él lo negaba de nuevo. Poco después, los que estaban allí volvieron a decir a Pedro: «Ciertamente eres de ellos pues además eres galileo». Pero él, se puso a echar imprecaciones y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre de quien habláis!». Inmediatamente cantó un gallo por segunda vez. Y Pedro recordó lo que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres». Y rompió a llorar.

Pronto, al amanecer, prepararon una reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín y, después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato. Pilato le preguntaba: «¿Eres tú el Rey de los judíos?». El le respondió: «Sí, tú lo dices». Los sumos sacerdotes le acusaban de muchas cosas. Pilato volvió a preguntarle: «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan». Pero Jesús no respondió ya nada, de suerte que Pilato estaba sorprendido.

Cada Fiesta les concedía la libertad de un preso, el que pidieran. Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato. Subió la gente y se puso a pedir lo que les solía conceder. Pilato les contestó: «¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?». Pues se daba cuenta de que los sumos sacerdotes le habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que dijeran que les soltase más bien a Barrabás. Pero Pilato les decía otra vez: «Y ¿qué voy a hacer con el que llamáis el Rey de los judíos?». La gente volvió a gritar: «¡Crucifícale!». Pilato les decía: «Pero, ¿qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaron con más fuerza: «¡Crucifícale!». Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.

Los soldados le llevaron dentro del palacio, es decir, al pretorio y llaman a toda la cohorte. Le visten de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñen. Y se pusieron a saludarle: «¡Salve, Rey de los judíos!». Y le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante Él. Cuando se hubieron burlado de Él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y le sacan fuera para crucificarle.

Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz. Le conducen al lugar del Gólgota, que quiere decir: Calvario. Le daban vino con mirra, pero Él no lo tomó. Le crucifican y se reparten sus vestidos, echando a suertes a ver qué se llevaba cada uno. Era la hora tercia cuando le crucificaron. Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: «El Rey de los judíos». Con Él crucificaron a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda. Y los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «¡Eh, tú!, que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días, ¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!». Igualmente los sumos sacerdotes se burlaban entre ellos junto con los escribas diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. ¡El Cristo, el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos». También le injuriaban los que con Él estaban crucificados.

Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», que quiere decir «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?». Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías». Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber, diciendo: «Dejad, vamos a ver si viene Elías a descolgarle». Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró.

Y el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo. Al ver el centurión, que estaba frente a Él, que había expirado de esa manera, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios». Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.

Y ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. Se extraño Pilato de que ya estuviese muerto y, llamando al centurión, le preguntó si había muerto hacía tiempo. Informado por el centurión, concedió el cuerpo a José, quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de José se fijaban dónde era puesto.

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«Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios»


Rev. D. Fidel CATALÁN i Catalán

(Terrassa, Barcelona, España)

Hoy, en la Liturgia de la palabra leemos la pasión del Señor según san Marcos y escuchamos un testimonio que nos deja sobrecogidos: «Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios» (Mc 15,39). El evangelista tiene mucho cuidado en poner estas palabras en labios de un centurión romano, que atónito, había asistido a una más de entre tantas ejecuciones que le debería tocar presenciar en función de su estancia en un país extranjero y sometido.

No debe ser fácil preguntarse qué debió ver en Aquel rostro -a duras penas humano- como para emitir semejante expresión. De una manera u otra debió descubrir un rostro inocente, alguien abandonado y quizá traicionado, a merced de intereses particulares; o quizá alguien que era objeto de una injusticia en medio de una sociedad no muy justa; alguien que calla, soporta e, incluso, misteriosamente acepta todo lo que se le está viniendo encima. Quizá, incluso, podría llegar a sentirse colaborando en una injusticia ante la cual él no mueve ni un dedo por impedirla, como tantos otros se lavan las manos ante los problemas de los demás.

La imagen de aquel centurión romano es la imagen de la Humanidad que contempla. Es, al mismo tiempo, la profesión de fe de un pagano. Jesús muere solo, inocente, golpeado, abandonado y confiado a la vez, con un sentido profundo de su misión, con los "restos de amor" que los golpes le han dejado en su cuerpo.

Pero antes -en su entrada en Jerusalén- le han aclamado como Aquel que viene en nombre del Señor (cf. Mc 11,9). Nuestra aclamación este año no es de expectación, ilusionada y sin conocimiento, como la de aquellos habitantes de Jerusalén. Nuestra aclamación se dirige a Aquel que ya ha pasado por el trago de la donación total y del que ha salido victorioso. En fin, «nosotros deberíamos prosternarnos a los pies de Cristo, no poniendo bajo sus pies nuestras túnicas o unas ramas inertes, que muy pronto perderían su verdor, su fruto y su aspecto agradable, sino revistiéndonos de su gracia» (San Andrés de Creta).

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LECTURA BREVE 1Jn 2, 1b-2

 


LECTURA BREVE   1Jn 2, 1b-2

Abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo , el justo. Él es propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero.


Quinta Estación: El Cireneo ayuda a Jesús a Llevar la Cruz



 CONTEMPLACIÓN DEL CAMINO DE LA CRUZ

QUINTA ESTACIÓN: EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ

TEXTO PROFÉTICO:

Se santificaron, pues, los sacerdotes y los levitas,para subir el arca del Señor, Dios de Israel. Y los levitas trasladaron el arca de Dios a hombros, llevando los varales sobre los hombros, como lo había ordenado Moisés, según la palabra del Señor” (1 Cr 15, 12-15).

TEXTO EVANGÉLICO

Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús” (Lc 23, 26).

TEXTO PATRÍSTICO:

“Si eres Simón Cireneo, coge tu cruz y sigue a Cristo” (San Gregorio Nacianceno).

TEXTOS MÍSTICO

“Y ayúdele a llevar la cruz y piense que toda la vida vivió en ella y no quiera acá su reino ni deje jamás la oración” (Santa Teresa de Jesús, Vida 11, 10).

CONSIDERACIÓN:

- Jesús, si todo lo puedes, ¿por qué necesitas la ayuda de otro para llevar a término la obra que te ha encomendado tu Padre?

- “Y llamó a los que Él quiso para que estuvieran con Él y para mandarlos a

predicar”.

Y sigue hoy siendo posible ayudar a Jesús a llevar la cruz, sobre todo cuando ponemos nuestras manos en el dolor del prójimo, y somos solidarios con quienes

padecen pruebas tantas veces injustas y humillantes.

sábado, 27 de marzo de 2021

Santo Evangelio 27 de Marzo 2021

 




 Texto del Evangelio (Jn 11,45-56): 

En aquel tiempo, muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en Él. Pero algunos de ellos fueron donde los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales. Si le dejamos que siga así, todos creerán en Él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación». Pero uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote de aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación». Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación —y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos—. Desde este día, decidieron darle muerte.

Por eso Jesús no andaba ya en público entre los judíos, sino que se retiró de allí a la región cercana al desierto, a una ciudad llamada Efraim, y allí residía con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua de los judíos, y muchos del país habían subido a Jerusalén, antes de la Pascua para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros estando en el Templo: «¿Qué os parece? ¿Que no vendrá a la fiesta?». Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que, si alguno sabía dónde estaba, lo notificara para detenerle.


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«Jesús iba a morir por la nación, y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos»


Rev. D. Xavier ROMERO i Galdeano

(Cervera, Lleida, España)

Hoy, de camino hacia Jerusalén, Jesús se sabe perseguido, vigilado, sentenciado, porque cuanto más grande y novedosa ha sido su revelación —el anuncio del Reino— más amplia y más clara ha sido la división y la oposición que ha encontrado en los oyentes (cf. Jn 11,45-46).

Las palabras negativas de Caifás, «os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación» (Jn 11,50), Jesús las asumirá positivamente en la redención obrada por nosotros. Jesús, el Hijo Unigénito de Dios, ¡en la Cruz muere por amor a todos! Muere para hacer realidad el plan del Padre, es decir, «reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos» (Jn 11,52).

¡Y ésta es la maravilla y la creatividad de nuestro Dios! Caifás, con su sentencia («Os conviene que muera uno solo...») no hace más que, por odio, eliminar a un idealista; en cambio, Dios Padre, enviando a su Hijo por amor hacia nosotros, hace algo maravilloso: convertir aquella sentencia malévola en una obra de amor redentora, porque para Dios Padre, ¡cada hombre vale toda la sangre derramada por Jesucristo!

De aquí a una semana cantaremos —en solemne vigilia— el Pregón pascual. A través de esta maravillosa oración, la Iglesia hace alabanza del pecado original. Y no lo hace porque desconozca su gravedad, sino porque Dios —en su bondad infinita— ha obrado proezas como respuesta al pecado del hombre. Es decir, ante el “disgusto original”, Él ha respondido con la Encarnación, con la inmolación personal y con la institución de la Eucaristía. Por esto, la liturgia cantará el próximo sábado: «¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Oh feliz culpa que mereció tal Redentor!».

Ojalá que nuestras sentencias, palabras y acciones no sean impedimentos para la evangelización, ya que de Cristo recibimos el encargo, también nosotros, de reunir los hijos de Dios dispersos: «Id y enseñad a todas las gentes» (Mt 28,19).


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LECTURA BREVE Is 65, 1b-3a


 LECTURA BREVE   Is 65, 1b-3a

Dije, «Aquí estoy, aquí estoy», a un pueblo que no invocaba mi nombre. Tenía mis manos extendidas todo el día hacia un pueblo rebelde, que andaba por el mal camino, siguiendo sus antojos, pueblo que me provocaba en mi propia cara, continuamente.

Cuarta Estación: Jesús se encuentra con su Madre

 


CONTEMPLACIÓN DEL CAMINO DE LA CRUZ

CUARTA ESTACIÓN: JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE

TEXTO PROFÉTICO

“Mi alma llora de tristeza, consuélame con tus promesas” (sal 118, 28).

TEXTO EVANGÉLICO

Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción 35 —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones». (Lc 2, 34-35)

TEXTOS PATRÍSTICO

“Éste es el cordero que enmudecía y que fue inmolado; el mismo que nació de María, la hermosa cordera” (Melitón de Sardes).

TEXTO MÍSTICO:

“No pienses, cuando ves a mi Madre que me tiene en los brazos, que gozaba de aquellos contentos sin grave tormento. Desde que le dijo Simeón aquellas palabras, la dio mi Padre clara luz para que viese lo que Yo había de padecer.” (Santa Teresa de Jesús, Relaciones 36, 1).

CONSIDERACIÓN:

- Jesús, ¿por qué permites tanto dolor para quien tanto te quiere? ¿Por qué alcanza la Cruz a tu madre, si a tus discípulos les has permitido evitar la prueba?

- “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visita el sol que nace de lo

alto”. “Para decir una palabra de aliento al abatido”.

María, la Madre de Jesús, está en el camino de la vida de cada ser humano,

compasiva y entrañable.

viernes, 26 de marzo de 2021

Santo Evangelio 26 de Marzo 2021

  



Texto del Evangelio (Jn 10,31-42):

 En aquel tiempo, los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle. Jesús les dijo: «Muchas obras buenas que vienen del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?». Le respondieron los judíos: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios». Jesús les respondió: «¿No está escrito en vuestra Ley: ‘Yo he dicho: dioses sois’? Si llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la Palabra de Dios —y no puede fallar la Escritura— a aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema por haber dicho: ‘Yo soy Hijo de Dios’? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed por las obras, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre». Querían de nuevo prenderle, pero se les escapó de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había estado antes bautizando, y se quedó allí. Muchos fueron donde Él y decían: «Juan no realizó ninguna señal, pero todo lo que dijo Juan de éste, era verdad». Y muchos allí creyeron en Él.

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«¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?»


Rev. D. Carles ELÍAS i Cao

(Barcelona, España)

Hoy viernes, cuando sólo falta una semana para conmemorar la muerte del Señor, el Evangelio nos presenta los motivos de su condena. Jesús trata de mostrar la verdad, pero los judíos lo tienen por blasfemo y reo de lapidación. Jesús habla de las obras que realiza, obras de Dios que lo acreditan, de cómo puede darse a sí mismo el título de “Hijo de Dios”... Sin embargo, habla desde unas categorías difíciles de entender para sus adversarios: “estar en la verdad”, “escuchar su voz”...; les habla desde el seguimiento y el compromiso con su persona que hacen que Jesús sea conocido y amado —«Maestro, ¿dónde vives?», le preguntaron los discípulos al inicio de su ministerio (Jn 1,38)—. Pero todo parece inútil: es tan grande lo que Jesús intenta decir que no pueden entenderlo, solamente lo podrán comprender los pequeños y sencillos, porque el Reino está escondido a los sabios y entendidos.

Jesús lucha por presentar argumentos que puedan aceptar, pero el intento es en vano. En el fondo, morirá por decir la verdad sobre sí mismo, por ser fiel a sí mismo, a su identidad y a su misión. Como profeta, presentará una llamada a la conversión y será rechazado, un nuevo rostro de Dios y será escupido, una nueva fraternidad y será abandonado.

De nuevo se alza la Cruz del Señor con toda su fuerza como estandarte verdadero, como única razón indiscutible: «¡Oh admirable virtud de la santa cruz! ¡Oh inefable gloria del Padre! En ella podemos considerar el tribunal del Señor, el juicio del mundo y el poder del crucificado. ¡Oh, sí, Señor: atrajiste a ti todas las cosas cuando, teniendo extendidas todo el día tus manos hacia el pueblo incrédulo y rebelde (cf. Is 65,2), el universo entero comprendió que debía rendir homenaje a tu majestad!» (San León Magno). Jesús ha de huir al otro lado del Jordán y quienes de veras creen el Él se trasladan allí dispuestos a seguirle y a escucharle.


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LECTURA BREVE Flp 2, 6-7

 


LECTURA BREVE   Flp 2, 6-7

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.


Tercera Estación: Jesús cae por primera vez

 


CONTEMPLACIÓN DEL CAMINO DE LA CRUZ

TERCERA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

TEXTO PROFÉTICO

“Mi alma está pegada al polvo: reanímame con tus palabras” (Sal 118, 25).

TEXTO EVANGÉLICO

“Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre, si es posible pase de mí esta copa, pero que no se haga como yo quiero, sino como quieres Tú».” (Mateo 26,39)

TEXTOS PATRÍSTICO

“Nuestro Dios y Salvador realizó su plan de salvar el hombre levantándolo de su caída y haciendo que pasara del estado de alejamiento, al que le había llevado su desobediencia, al estado de familiaridad con Dios. Éste fue el motivo de la venida de Cristo en la carne, de sus ejemplos de vida evangélica, de sus sufrimientos, de su cruz, de su sepultura y de su resurrección: que el hombre, una vez salvado, recobrara, por la imitación de Cristo, su antigua condición de hijo adoptivo”

(San Basilio Magno).

TEXTO MÍSTICO:

“Veía que, aunque era Dios, que era hombre, que no se espanta de las flaquezas de los hombres, que entiende nuestra miserable compostura, sujeta a muchas caídas por el

primer pecado que Él había venido a reparar.” (Santa Teresa de Jesús, Vida 37, 5).

CONSIDERACIÓN:

- Jesús, si eres poderoso, si todo se ha hecho por tu Palabra, ¿por qué estás en el suelo derrumbado, sin fuerzas? 

- “Mi fuerza y mi poder es el Señor, Él es mi salvación”.

Del hombre es la prepotencia, el afán protagonista en busca de éxito; signo de divinidad es la confianza, el abandono en manos de la Providencia. El que todo lo puede

se hace esclavo de todos.

jueves, 25 de marzo de 2021

Santo Evangelio 25 de Marzo 2021

  


Texto del Evangelio (Lc 1,26-38): 

Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin».

María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.

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«Alégrate, llena de gracia»


Dr. Johannes VILAR

(Köln, Alemania)

Hoy, en el «alégrate, llena de gracia» (Lc 1,28) oímos por primera vez el nombre de la Madre de Dios: María (segunda frase del arcángel Gabriel). Ella tiene la plenitud de la gracia y de los dones. Se llama así: "keharitoméne", «llena de gracia» (saludo del Ángel).

Quizás con 15 años y sola, María tiene que dar una respuesta que cambiará la historia entera de la humanidad. San Bernardo suplicaba: «Se te ofrece el precio de nuestra Redención. Seremos liberados inmediatamente, si tú dices sí. Todo el orbe está a tus pies esperando tu respuesta. Di tu palabra y engendra la Palabra Eterna». Dios espera una respuesta libre, y "La llena de gracia", representando a todos los necesitados de Redención, responde: "génoitó", hágase! Desde hoy ha quedado María libremente unida a la Obra de su Hijo, hoy comienza su Mediación. Desde hoy es Madre de los que son uno en Cristo (cf. Gal 3,28).

Benedicto XVI decía en un interview: «[Quisiera] despertar el ánimo de atreverse a decisiones para siempre: sólo ellas posibilitan crecer e ir adelante, lo grande en la vida; no destruyen la libertad, sino que posibilitan la orientación correcta. Tomar este riesgo —el salto a lo decisivo— y con ello aceptar la vida por entero, esto es lo que desearía trasmitir». María: ¡he aquí un ejemplo!

Tampoco San José queda al margen de los planes de Dios: él tiene que aceptar recibir a su esposa y dar nombre al Niño (cf. Mt 1,20s): Jesua, "el Señor salva". Y lo hace. ¡Otro ejemplo!

La Anunciación revela también a la Trinidad: el Padre envía al Hijo, encarnado por obra del Espíritu Santo. Y la lglesia canta: «La Palabra Eterna toma hoy carne por nosotros». Su obra redentora —Navidad, Viernes Santo, Pascua— está presente en esta semilla. Él es Emmanuel, «Dios con nosotros» (Is 7,15). ¡Alégrate humanidad!

Las fiestas de San José y de la Anunciación nos prepararan admirablemente para celebrar los Misterios Pascuales.


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LECTURA BREVE Is 50, 5-7



LECTURA BREVE   Is 50, 5-7


El Señor me abrió el oído; yo no me resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.


Segunda Estación: Jesús carga con la Cruz



 CONTEMPLACIÓN DEL CAMINO DE LA CRUZ

SEGUNDA ESTACIÓN: JESÚS CARGA CON LA CRUZ

TEXTO PROFÉTICO: 

“Abrahán tomó la leña para el holocausto, se la cargó a su hijo Isaac” (Gén 22, 6).

TEXTOS EVANGÉLICO

Tomaron a Jesús, 17 y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota) (Jn 19, 16-17).

TEXTO PATRÍSTICO:

“Estemos dispuestos a todo por causa del Verbo; imitemos su Pasión con nuestros padecimientos,honremos su sangre con nuestra sangre, subamos decididamente a su cruz” (San Gregorio Nanciaceno).

TEXTO MÍSTICO:

“Pues tornando a lo que decía, gran fundamento es (…) el comenzar con determinación de llevar camino de cruz desde el principio y no los desear, pues el

mismo Señor mostró ese camino de perfección diciendo: Toma tu cruz y sígueme” (Santa Teresa de Jesús, Vida 15, 13).

CONSIDERACIÓN:

- Jesús, ¿por qué tienes que cargar con la Cruz? ¿No hay otra forma menos dolorosa para demostrarnos el amor que nos tienes? - “Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos”. “El quiera ser discípulo mío que tome su cruz y me siga”.

Y comprendo que en vez de pronunciarnos un discurso compasivo, ante nuestro dolor te haces Tú mismo nuestro sufrimiento. En tu Cruz va la nuestra. 

miércoles, 24 de marzo de 2021

Santo Evangelio 24 de Marzo 2021

  


Texto del Evangelio (Jn 8,31-42): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos que habían creído en Él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres». Ellos le respondieron: «Nosotros somos descendencia de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Os haréis libres?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo. Y el esclavo no se queda en casa para siempre; mientras el hijo se queda para siempre. Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres. Ya sé que sois descendencia de Abraham; pero tratáis de matarme, porque mi Palabra no prende en vosotros. Yo hablo lo que he visto donde mi Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído donde vuestro padre».

Ellos le respondieron: «Nuestro padre es Abraham». Jesús les dice: «Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham. Pero tratáis de matarme, a mí que os he dicho la verdad que oí de Dios. Eso no lo hizo Abraham. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre». Ellos le dijeron: «Nosotros no hemos nacido de la prostitución; no tenemos más padre que a Dios». Jesús les respondió: «Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que Él me ha enviado».

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«Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí»


Pe. Givanildo dos SANTOS Ferreira

(Brasilia, Brasil)

Hoy, el Señor dirige duras palabras a los judíos. No a cualquier judío, sino, precisamente, a aquellos que abrazaron la fe: Jesús dijo «a los judíos que habían creído en Él» (Jn 8,31). Sin duda, este diálogo de Jesús refleja el inicio de aquellas dificultades causadas por los cristianos judaizantes en la primera hora de la Iglesia.

Como eran descendientes de Abraham según la consanguineidad, esos tales discípulos de Jesús se consideraban superiores no solamente de los gentíos que vivían lejos de la fe, sino también superiores a cualquier discípulo no judío partícipe de la misma fe. Ellos decían: «Nosotros somos descendencia de Abraham» (Jn 8,33); «nuestro padre es Abraham» (v. 39); «solo tenemos un padre, Dios» (v. 41). A pesar de ser discípulos de Jesús, tenemos la impresión de que Jesús nada representaba para ellos, nada acrecentaba al que ya poseían. Pero es ahí donde se encuentra el gran error de todos ellos: los verdaderos hijos no son los descendientes según la consanguineidad, sino los herederos de la promesa, o sea, aquellos que creen (cf. Rom 9,6-8). Sin la fe en Jesús no es posible que alguien alcance la promesa de Abraham. Por tanto, entre los discípulos «no hay judío o griego; no hay esclavo o libre; no hay hombre o mujer», porque todos son hermanos por el bautismo (cf. Gal 3,27-28).

No nos dejemos seducir por orgullo espiritual. Los judaizantes se consideraban superiores a los otros cristianos. No es necesario hablar, aquí, de los hermanos separados. Pero pensemos en nosotros mismos. ¡Cuántas veces algunos católicos se consideran mejores que los otros católicos porque siguen este o aquel movimiento, porque observan esta o aquella disciplina, porque obedecen a este o a aquel uso litúrgico! Unos, porque son ricos; otros, porque estudiaron más. Unos, porque ocupan cargos importantes; otros, porque vienen de familias nobles... «Quisiera que cada uno de vosotros sintiera la alegría de ser cristiano… Dios guía a su Iglesia, la sostiene siempre, también y sobre todo en los momentos difíciles» (Benedicto XVI).

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LECTURA BREVE Is 50, 5-7




 LECTURA BREVE   Is 50, 5-7

El Señor me abrió el oído; yo no me resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.


Primera Estación: Jesús es condenado a muerte

 



CONTEMPLACIÓN DEL CAMINO DE LA CRUZ

PRIMERA ESTACIÓN: JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

TEXTO PROFÉTICO:

“Oía la acusación de la gente: «“Pavor-entorno”, delatadlo, vamos a delatarlo».” (Jr20, 10)

TEXTO EVANGÉLICO:

Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto,tomó agua y se lavó las manos ante la gente,diciendo: «Soy inocente de esta sangre.

¡Allá vosotros!». Todo el pueblo contestó:«¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!». Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo

entregó para que lo crucificaran. (Mt 27,24-25)

TEXTO PATRÍSTICO

“… Aquel que era el más bello de los hombres, entregó su atractivo rostro a las afrentas de los impíos, y sometió sus ojos, cuya mirada rige todas las cosas, a ser

velados por los inicuos; aquella paciencia con la que presentó su espalda a la flagelación, y su cabeza, temible para los principados y potestades, a la aspereza

de las espinas; aquella paciencia con la que se sometió a los oprobios y malos tratos; con la que, en fin, admitió pacientemente la cruz” (Beato Elredo)

TEXTO MÍSTICO:

“No me ha venido trabajo que, mirándoos a Vos cuál estuvisteis delante de los jueces, no se me haga bueno de sufrir.” (Santa Teresa de Jesús, Vida 22, 6)

CONSIDERACIÓN

- Jesús ¿por qué callas ante la injusticia que te hacen? ¿Acaso es mejor el silencio que la protesta? - “El que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”


Padre Angel Moreno

martes, 23 de marzo de 2021

Santo Evangelio 23 de Marzo 2021

  


Texto del Evangelio (Jn 8,21-30): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos:«Yo me voy y vosotros me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado. Adonde yo voy, vosotros no podéis ir». Los judíos se decían: «¿Es que se va a suicidar, pues dice: ‘Adonde yo voy, vosotros no podéis ir’?». El les decía: «Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Ya os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados».

Entonces le decían: «¿Quién eres tú?». Jesús les respondió: «Desde el principio, lo que os estoy diciendo. Mucho podría hablar de vosotros y juzgar, pero el que me ha enviado es veraz, y lo que le he oído a Él es lo que hablo al mundo». No comprendieron que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jesús: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy, y que no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo. Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a Él». Al hablar así, muchos creyeron en Él.

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«Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy»


Rev. D. Josep Mª MANRESA Lamarca

(Valldoreix, Barcelona, España)

Hoy, martes V de Cuaresma, a una semana de la contemplación de la Pasión del Señor, Él nos invita a mirarle anticipadamente redimiéndonos desde la Cruz: «Jesucristo es nuestro pontífice, su cuerpo precioso es nuestro sacrificio que Él ofreció en el ara de la Cruz para la salvación de todos los hombres» (San Juan Fisher).

«Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre...» (Jn 8,28). En efecto, Cristo Crucificado —¡Cristo “levantado”!— es el gran y definitivo signo del amor del Padre a la Humanidad caída. Sus brazos abiertos, extendidos entre el cielo y la tierra, trazan el signo indeleble de su amistad con nosotros los hombres. Al verle así, alzado ante nuestra mirada pecadora, sabremos que Él es (cf. Jn 8,28), y entonces, como aquellos judíos que le escuchaban, también nosotros creeremos en Él.

Sólo la amistad de quien está familiarizado con la Cruz puede proporcionarnos la connaturalidad para adentrarnos en el Corazón del Redentor. Pretender un Evangelio sin Cruz, despojado del sentido cristiano de la mortificación, o contagiado del ambiente pagano y naturalista que nos impide entender el valor redentor del sufrimiento, nos colocaría en la terrible posibilidad de escuchar de los labios de Cristo: «Después de todo, ¿para qué seguir hablándoos?».

Que nuestra mirada a la Cruz, mirada sosegada y contemplativa, sea una pregunta al Crucificado, en que sin ruido de palabras le digamos: «¿Quién eres tú?» (Jn 8,25). Él nos contestará que es «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6), la Vid a la que sin estar unidos nosotros, pobres sarmientos, no podemos dar fruto, porque sólo Él tiene palabras de vida eterna. Y así, si no creemos que Él es, moriremos por nuestros pecados. Viviremos, sin embargo, y viviremos ya en esta tierra vida de cielo si aprendemos de Él la gozosa certidumbre de que el Padre está con nosotros, no nos deja solos. Así imitaremos al Hijo en hacer siempre lo que al Padre le agrada.

Santo Evangelio 22 de Marzo 2021

 



 Texto del Evangelio (Jn 8,1-11): 

En aquel tiempo, Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.

Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?». Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.

Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?». Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».

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«Vete, y en adelante no peques más»


Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells

(Salt, Girona, España)

Hoy contemplamos en el Evangelio el rostro misericordioso de Jesús. Dios es Amor, y Amor que perdona, Amor que se compadece de nuestras flaquezas, Amor que salva. Los maestros de la Ley de Moisés y los fariseos «le llevan una mujer sorprendida en adulterio» (Jn 8,4) y piden al Señor: «¿Tú qué dices?» (Jn 8,5). No les interesa tanto seguir una enseñanza de Jesús como poderlo acusar de que va contra de la Ley de Moisés. Pero el Maestro aprovecha esta ocasión para manifestar que Él ha venido a buscar a los pecadores, a enderezar a los caídos, a llamarlos a la conversión y a la penitencia. Y éste es el mensaje de la Cuaresma para nosotros, ya que todos somos pecadores y todos necesitamos de la gracia salvadora de Dios.

Se dice que hoy día se ha perdido el sentido del pecado. Muchos no saben lo que está bien o mal, ni por qué. Es lo mismo que decir —en forma positiva— que se ha perdido el sentido del Amor a Dios: del Amor que Dios nos tiene, y —por nuestra parte— la correspondencia que este Amor pide. Quien ama no ofende. Quien se sabe amado y perdonado, vuelve amor por Amor: «Preguntaron al Amigo cuál era la fuente del amor. Respondió que aquella donde el Amado nos ha lavado nuestras culpas» (Ramon Llull).

Por esto, el sentido de la conversión y de la penitencia propias de la Cuaresma es ponernos cara a cara ante Dios, mirar a los ojos del Señor en la Cruz, acudir a manifestarle personalmente nuestros pecados en el sacramento de la Penitencia. Y como a la mujer del Evangelio, Jesús nos dirá: «Tampoco yo te condeno... En adelante no peques más» (Jn 8,11). Dios perdona, y esto conlleva por nuestra parte una exigencia, un compromiso: ¡No peques más!

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