«El que os recibe a vosotros, a mí me recibe »
«El que recibe a uno de esos pequeños, me recibe a mí» dice el Señor (Lc 10, 48). Cuanto más pequeño es el hermano, más presente está Cristo en él. Porque cuando uno recibe a un gran personaje, a menudo lo hace por vanagloria; pero el que recibe a un pequeñuelo, lo hace con pura intención y sólo por Cristo. «Fui un extranjero, dice él, y me acogisteis.» Y dice aún: «Cada vez que lo habéis hecho a uno de estos pequeños, es a mi que me lo habéis hecho» (Mt 25, 35-40). Puesto que se trata de un creyente y de un hermano, ese será el más pequeño, y es Cristo quien entra con él. ¡Ábrele tu casa, recíbele!
«El que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá paga de profeta.» Pues aquel que recibe a Cristo recibirá la paga de la hospitalidad de Cristo. No dudes de sus palabras, ten confianza en él. Él mismo nos ha dicho: «Soy yo quien está presente en ellos» Y para que no dudes de sus palabras, decreta un castigo para los que no lo reciben, y los honores para quienes le reciben (Mt 25, 31s) Y él no lo haría si no estuviera personalmente afectado por el honor o el menosprecio. «Tu me has recibido, dice, en tu casa; yo te recibiré en el Reino de mi Padre. Tú me has liberado del hambre; yo te liberaré de tus pecados. Me has visto encadenado; yo te haré ver tu liberación. Me has visto extranjero; yo haré de ti un ciudadano de los cielos. Tú me has dado pan; yo te daré el Reino como heredad en plena propiedad. Me has ayudado secretamente; yo lo proclamaré públicamente y diré que tú eres mi bienhechor y yo tu deudor.»
San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía sobre los Actos de los Apóstoles, nº 45; PG 60, 318
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