EN CASA DE LAZARO, MARTA Y MARÍA
Por Francisco Javier Colomina Campos
Entrados ya en pleno verano, tiempo de descanso y de vacaciones para muchos, escuchamos en el Evangelio de hoy cómo Jesús también descansaba en casa de sus amigos. Hoy va a casa de Lázaro, de Marta y de María. Nos viene muy bien escuchar hoy este pasaje del Evangelio, pues nos recuerda cómo ha de ser también el descanso de un cristiano.
1. Acoger a Dios en nuestra casa. Tanto la primera lectura, del libro de Génesis, como la lectura del Evangelio de este domingo nos hablan de la acogida de Dios en nuestra casa. En este tiempo de verano, seguro que muchos de nosotros aprovechamos para salir, para visitar a algún familiar o amigo, o incluso para recibir en nuestra casa más visitas que a lo largo del año. El tiempo de vacaciones es un tiempo de descanso, y qué mejor que descansar con los nuestros, con nuestra gente. Pero no se nos debe olvidar que el descanso de las vacaciones no es darle vacaciones al Señor. A veces nos puede pasar que durante las vacaciones nos olvidamos un poco de Dios. Lo tenemos presente a lo largo del año, mantenemos la tensión en cuanto a la oración, a la asistencia a la Eucaristía. Pero cuando llega el verano tenemos el peligro de relajarnos en estas cosas. Por eso nos viene muy bien escuchar hoy este pasaje del Evangelio. Jesús también descansaba e iba a ver a sus amigos. Cuántas veces, a lo largo del Evangelio, escuchamos cómo Jesús iba a comer a casa de alguna persona, un publicano, un fariseo, un banquete… Pues Él también está deseando hospedarse en nuestra casa, en nuestra vida, en nuestro interior. Como Marta y María, o como Abrahán en la primera lectura, hemos de abrir nuestro corazón y hospedar a Dios que viene a hacer morada en nosotros.
2. - El servicio. Cuando Jesús entra en casa de Lázaro, su hermana Marta se pone inmediatamente al servicio. Esta actitud de Marte es muy loable, pues no duda en atender bien a su invitado. Nos enseña a cada uno de nosotros una virtud que no debemos olvidar: el servicio. Jesús nos enseña que el verdadero amor es el que es capaz de ponerse al servicio del otro. Así lo hace también Marta. Cuando recibimos a alguien en nuestra casa, procuramos que todo esté bien preparado, que no le falte de nada. Esta actitud de hospitalidad y de servicio que tenemos hacia los demás, hemos de tenerla también con el Señor, y por Él con los demás. No ama el que no sirve. Por eso, la actitud propia de un cristiano es la del servicio. Servir es dar la vida en las pequeñas cosas, en los pequeños detalles. Y es sin duda una muestra de amor al otro. Pero hemos de aprender a servir sin quejarnos, y sin querer demostrar a los demás cuánto servimos o qué serviciales somos. El servicio en lo escondido, en el silencio, es el servicio que Dios aprecia. Servir a Dios en primer lugar, con nuestras buenas obras, con nuestras obras de piedad, con nuestra oración. Y servir a los demás de forma desinteresada, a los más necesitados, acogiendo a quien nos busca, dándonos a quien nos necesita. Y servir también a la Iglesia en sus distintos ministerios.
3. La contemplación. Pero en el Evangelio encontramos otra actitud más, la de María, que en silencio estaba a los pies de Jesús escuchando. Esta actitud de María no es comprendida por Marta, que se está deshaciendo en el servicio y ve cómo su hermana no le ayuda. Ante la queja que presenta Marta ante Jesús, el Maestro le responde que sólo hay una cosa importante. Esto nos enseña que, por encima de todo, incluso del servicio, está la escucha de Dios, de su palabra. Y no son dos actitudes contradictorias. Es sencillamente una escala de prioridades. Lo más importante es escuchar a Dios, y de ahí ha de nacer necesariamente el servicio a los demás, pues eso es lo que nos pide Dios en su palabra. No es bueno estar siempre inquietos con tantas cosas que hacer, sin tener ni un momento para pararnos delante del Señor y escucharle, como tampoco es bueno estar dedicados exclusivamente a escuchar a Dios y no hacer lo que Él nos pide que es servir a los demás. Por ello, el Evangelio de hoy nos enseña estas dos actitudes tan importantes y propias de un cristiano: la contemplación y la escucha de Dios, y el servicio a los demás.
Durante estas vacaciones de verano, seguro que tenemos tiempo para todo, y especialmente hemos de encontrar tiempo para escuchar a Dios, para contemplar, para leer su palabra, y también para servir a los demás. En la Eucaristía encontramos estas dos actitudes: escuchamos la palabra de Dios, le contemplamos, y después somos enviados a servir.
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