SIGAMOS A JESÚS ESCUCHANDO –BIEN— SU PALABRA
Por Ángel Gómez Escorial
1.- Cuando se lee un evangelio como el de Marcos de hoy, es como para decir que no hay nada que hacer, porque Jesús nos pide cosas imposibles o utópicas. La vida que nos rodea parece que nada tiene que ver con lo que Jesús nos dice siempre. E, incluso, bien puede pensarse que ni la misma Iglesia es capaz de seguir los consejos de Cristo. ¿Quién puede aceptar que no debe ser el primero cuando siempre le han enseñado que ha de serlo?, ¿o cómo puede tornarse en servidor si los importantes de verdad son aquellos que, de una manera u otra, tiene mucha gente a su servicio? Y, en fin, ser como niños parece una tontería, o, al menos, algo imposible, pues unos hombres y mujeres, hechos y derechos, no pueden adoptar el papel de niños: sería grotesco oír sus gritos o ver sus juegos continuos como los niños hacen.
2.- Corremos, entonces, el peligro de no aceptar lo que Jesús dice, teniéndolo, solamente, como una referencia histórica, muy bella, muy poética, pero alejado de la realidad. Algo así como la famosa comparación de los lirios del campo con los ropajes de los ricos de entonces. Pero hemos de reflexionar con rectitud e inteligencia sobre que Jesús nos dice. Si seguimos nuestra vida sin profundizar en lo que Jesús nos dice, y queremos seguir viviendo dentro de la fe cristiana, entraremos en un claro fariseísmo, donde unas normas, muy exigentes, tapan el verdadero rostro de Cristo, la verdadera imagen de Dios. Es cierto que existe dificultad para cumplir todo lo que el Señor nos dice hoy y todos los días. Pero la cuestión está en aceptarlo aunque nos parezca utópico y ponernos en el camino de seguimiento con humildad y deseos de ser verdaderos imitadores de Jesús
3.- Es constante la enseñanza de Jesús al respecto de la humildad en el servicio de los demás. Ser el servidor de todos, dice Él mismo en el evangelio de hoy. El ser servidor de todos es un objetivo muy repetido por Él. Muy pocos son –somos— capaces de entregarse al resto de sus hermanos. Buscamos éxito, singularidad, premios, distinciones. Como máximo, seremos comprensivos y cordiales. Y la mayoría de las veces, ni eso. La humildad es una vía, una pista. Comenzando por la humildad todo será más fácil. Si asumimos humildemente la dificultad del camino, es que, de hecho, hemos comenzado a recorrerlo. ¿Es, pues y de acuerdo con lo dicho al principio, una utopía el sistema de relaciones humanas que preconiza Cristo? Sin Él, sí. Sin contar con su ayuda, seguro. Jesús ayuda a quienes se le acercan con gran humildad en el mismo trato íntimo con Él. Y de ella, de la humildad, surge el deseo de servir al prójimo. Pero es obvio que resulta difícil. El ejemplo del niño, indefenso y alegre, marca la pauta. El niño no está seguro de sí mismo y espera el apoyo de su entorno querido formado por sus padres, por su familia.
4.- No es fácil asumir bondad y humildad en un mundo que busca, fundamentalmente, la distinción, el éxito; que fuerza la competencia hasta situaciones de violencia real. Y, entonces, ahí, con la sabiduría que contiene el ordenamiento litúrgico en los textos de las eucaristías, entra a colación, hoy, el duro texto de la Carta de Santiago perfectamente relacionado con el texto de Marcos. Habla incluso de asesinatos por pura ambición. Ese no es el camino. Cristo nos habla de paz, de amor, de mansedumbre. Ciertamente, de eso hay poco es nuestro entorno. Pero ¿no es así el Reino de Dios? ¿No es nuestra obligación hacer lo posible por pacificar nuestras conciencias y nuestro ambiente? En el fondo de nuestros corazones anhelamos la paz, pero hacemos poco por instaurarla. La auténtica revolución que el mundo espera reside en cambiar el mundo pacíficamente para llenarlo de amor, de servicio a todos y de oración.
5.- No hay que desesperarse cuando el camino parece difícil o, incluso, absurdo. Poco a poco podremos ir entendiendo lo que Jesús nos dice. Ponemos un ejemplo que se basa, también, una cuestión polémica de los mismos evangelios. Se ha discutido hacia la saciedad cual es la versión más adecuada de la primera bienaventuranza. Lucas habla de “Dichosos los pobres”, sin más. Mateo escribe “Dichosos los pobres de espíritu…” ¿Son contradictorias? No. Son complementarias. Alguien que verdaderamente se siente pobre en su espíritu terminará siendo pobre de solemnidad. Pero será la aceptación íntima de la pobreza lo que nos ayudará a ser pobres, como el Señor lo quiere. Igual es con todo lo demás… Comencemos, pues, a sentirnos en el espíritu, los últimos, los servidores, verdaderos niños y un día seremos, y haremos, lo que Jesús quiere.
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