Como María, sepamos decir Fiat, Magnificat y Stabat
Card. Ivan Dias, Arzobispo de Bombay, India
Homilía pronunciada por el Card. Ivan Dias, Arzobispo de Bombay, India, en la Celebración Eucarística del 13 de Octubre de 2004 con ocasión de la Peregrinación Internacional a Fátima
¡Alegrémonos todos en este día que nos dio el Señor! Venimos a Fátima de distintas partes de Portugal, de Europa y de todo el mundo, con gran fe y en espíritu de oración y de penitencia reparadora, para rendir homenaje a Nuestra Señora y conmemorar su aparición en este bendito lugar el 13 de Octubre de 1917.
Quien les habla en este momento viene como peregrino de la India, que fue evangelizada por dos apóstoles: santo Tomás y san Bartolomé, y después por muchos misioneros que, hace 500 años, salieron de Belém en Lisboa y fueron a llevarnos el santo Evangelio de Jesucristo. Aprovecho esta ocasión para dar gracias a Dios por el don de la fe cristiana que recibimos de ellos y para expresar nuestra profunda gratitud por la parte que los portugueses tuvieron en esta misión de evangelización en la India.
Como hijos e hijas de María Santísima, Madre de Dios y nuestra querida Madre celestial, hoy queremos sentir el palpitar de su corazón maternal y oír una vez más que nos diga lo que dijo en las Bodas de Caná en Galilea: “Haced todo lo que Él, mi Hijo, os diga”.
Ella no sólo dijo estas palabras, sino también las práctico toda su vida, que puede ser resumida en otras tres palabras: Fiat, Magnificat y Stabat. Fiat quiere decir “que sea hecha la voluntad de Dios”, Magnificat, “que Dios sea siempre alabado”, y Stabat, “ser fiel a Dios y a nuestros compromisos hasta el fin de la vida”.
El evangelio que acabamos de escuchar nos trae a la memoria aquel momento solemne cuando María Santísima dijo un “si” total e incondicional, un Fiat, al mensaje del Arcángel Gabriel que le comunicó que Dios quería que ella fuese la Madre de su Hijo encarnado.
El “si” de María no terminó con la Anunciación del Arcángel. María fue inmediatamente, a toda prisa, a visitar a su prima Isabel que precisaba de ayuda, porque estaba embarazada. Y cuando su prima, divinamente inspirada, la proclamó “Madre de Dios” y “bendita entre todas las mujeres”, el corazón de María Santísima prorrumpió en un cántico de alabanzas y agradecimiento a Dios Todopoderoso por las maravillas que hizo en ella y en la historia de la humanidad. Este cántico de la Virgen se llama Magnificat.
Fuente: mensajerosdelareinadelapaz.org
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