Salmo. De David. Cuando huía de su hijo Absalón
2 Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
3 cuántos dicen de mí:
«Ya no lo protege Dios»
4 Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
5 Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo.
6 Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
7 No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.
8 Levántate, Señor;
sálvame, Dios mío:
tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla,
rompiste los dientes de los malvados.
9 De ti, Señor, viene la salvación
y la bendición sobre tu pueblo.
Amén
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