LA DESESTIMA
Lo contrario a la autoestima es la desestima, el rechazo de uno mismo por ser como es. Esto sucede con frecuencia. A mucha gente puede disgustarle su nariz, sus orejas, su pelo, su color o su estatura. Con frecuencia, son cosas pequeñas y sin mayor importancia.
El problema es mas grave cuando los defectos son grandes y no se pueden ocultar como una discapacidad física o mental. Pero el mayor problema se da cuando los otros, especialmente los propios padres y familiares, no los aceptan tal como son y los desprecian y los rebajan ante los demás.
La falta de aceptación de su propia familia, de sus propios vecinos y compañeros de colegio, crea traumas profundos difíciles de superar en la vida futura ¡Cuánto daño hacen palabras hirientes de los compañeros como cojo, bizco, tarado, serrano, gordo, y tantos apodos con los que se trata de despreciar y rebajar al otro! Y ¿qué decir, cuando es la propia madre la que no puede aceptar un hijo discapacitado?
Algunas madres se preguntan: ¿Qué he hecho yo para merecer un hijo así? ¿Por qué Dios me ha castigado? Y sufren y se rebelan contra Dios o contra el medico o contra su esposo, como si tuvieran la culpa… ¡Cuánto dolor por no aceptar la realidad y no acoger con amor al hijo disminuido y que necesita mas amor, en vez de lamentos y desprecios!
Igualmente, ¡cuántos ancianos son olvidados por sus propios hijos, que los dejan abandonados en los asilos! Matan el tiempo, viendo televisión; pero viven amargados, porque, después de una vida de tanto trabajar y luchar por sus hijos, al final no tienen la alegría de vivir con ellos ni disfrutar de la alegría de los nietos.
Hay chicas jóvenes que, si no se casan, van arrastrando toda su vida el trauma y la decepción de que nadie las ha querido, pues creen que para ser felices deben casarse necesariamente. A veces, buscan cualquier amigo para quedar embarazadas y así dar sentido a su vida con un hijo. Pero ¡cuánto deberá sufrir ese hijo, que no ha sido fruto del amor y que nunca tendrá un padre en su vida! Una madre sola puede ser agresiva, nerviosa, sentirse agobiada por las deudas y, si no tiene el apoyo de su familia, puede agredir a su hijo y crearle traumas, que le durarán toda su vida.
También hay casos lamentables en que una madre abandona a sus hijos para unirse a otro hombre y los deja con la abuela o con las tías. En este caso, los hijos crecerán resentidos contra su madre, que prefirió buscar su propia felicidad, abandonándolos.
Y no faltan casos en los que un padre violento y alcohólico agrede a sus hijos y a su esposa, creando un clima de tensión permanente en el hogar, que traumatiza a los niños y los hace nerviosos e inestables.
Se dan casos en los que la falta de unión y amor familiar hace que los niños se sientan inseguros, pues constantemente oyen hablar de divorcio; y ellos sufren ante esa eventualidad, ya que quisieran la unión y amor entre sus padres. ¡Cuántas veces los niños desearían intervenir para llamar la atención a uno de sus padres, pero se les hace callar con amenazas! En ocasiones, tienen que sufrir hasta graves violencias y abusos de sus propios familiares. Esto los marcará negativamente para siempre, considerándose una basura y creyendo que ni siquiera Dios los puede querer.
Recuerdo el caso de un niño que iba a hacer la primera comunión. Se salió de la iglesia y no quiso entrar hasta que todo terminó. Y dijo que lo hizo, porque él era malo.
Y tenía miedo de comulgar, porque Dios lo iba a castigar. ¿Por qué creía que era malo? Porque en su casa se lo habían repetido continuamente y le pegaban constantemente ya que era un niño hiperactivo y hacía travesuras. Su madre no lo aguantaba, porque ya tenía suficientes problemas en casa con el esposo, el trabajo, los otros hijos, etc.
Lamentablemente, muchos de estos niños que se desestiman o tienen una autoestima muy baja, pueden caer en la indiferencia: nada les interesa. No les interesa estudiar ni hacer la primera comunión ni comportarse bien. Es una manera de manifestar su rebelión ante el abandono afectivo de sus padres o ante sus críticas constantes. La
falta de amor los lleva a la indiferencia y en ocasiones también a la depresión.
La depresión es una enfermedad muy frecuente en nuestros días. Y la baja autoestima es una de las causas principales. El depresivo sólo se acuerda de las cosas negativas que le han sucedido y les da vueltas y vueltas, lamentándose de lo ocurrido y pensando en cómo debería haber actuado. No se acuerda de sus cosas buenas y no reconoce sus cualidades positivas. Estas personas suelen despreciarse a sí mismas y hasta rechazan la vida, intentando suicidarse.
Ocurre con frecuencia que echan en cara a sus padres el haber venido al mundo.
Tienen una especie de rabieta existencial y un malestar continuo; porque, según ellos, todo les sale mal. Y ¿para qué seguir viviendo, si tienen que sufrir? Rechazan todo y a todos, empezando por sus padres y hermanos. No quieren saber nada con nada ni con nadie. No les interesa nada de nada.
Además de echarles la culpa a los demás de sus desgracias, pueden caer en el rencor y en el odio hacia otros, sean sus padres, sus hermanos o quienes han abusado de ellos o los han engañado… Y por el camino del rencor nunca podrán tener una buena autoestima ni podrán ser felices.
Recuerdo el caso de un alcohólico de mi parroquia. Era cargador del mercado y venía todos los viernes al salón parroquial a recibir el almuerzo que dábamos a un grupo de 40 alcohólicos. Mientras comían, yo les hacía algunas reflexiones espirituales y, después, les hacía cantar. Un día les hablaba del perdón y de que debían perdonar a los que les habían ofendido. En ese momento, el citado joven, a quien llamaban caballito por sus locuras e irresponsabilidades, se levanto furioso, diciendo que él no podía perdonar nunca a su madre, porque lo había abandonado de niño. Se puso rojo de ira y se marchó.
Lo peor fue que al poco tiempo, estando borracho como de costumbre, se quemó el cuarto donde dormía y quedó dentro carbonizado. Y yo pensé: ¡Cuántos traumas tenía el caballito! ¡Cuánto sufrimiento desde niño, al no tener una madre que le diera el cariño que necesitaba! ¡Cuánta falta de amor en su vida! Una vida de desestima y desprecio de sí mismo que termina en muchos casos en la cárcel, o en una muerte prematura por la cirrosis o por otras enfermedades.
Por eso, para tener una buena autoestima, es preciso liberarse del rencor y del odio. Hay que perdonar y aceptar el pasado como ha sido, sabiendo que Dios nos ama y no hay mayor dignidad en el mundo que la de ser hijos de Dios. Ahora quiero decirte a ti, quienquiera que seas: Despierta, hay esperanza para ti. No te destruyas a ti mismo.
No te avergüences de ti mismo. Dios te ama tal como eres, eres su hijo. Pídele perdón y adelante, comienza una nueva vida. Son infinitamente más los tesoros que posees que tus defectos y fracasos. No mires tu pasado, mira el futuro. Dios te espera al final del camino y quiere abrazarte con alegría. No pienses en el suicidio ni en hacer daño a nadie.
Tú eres arquitecto de tu propio destino. Levanta tu mirada hacia lo alto, y dite a ti mismo: “Soy lo que soy por mi propia culpa y lo que seré el día de mañana también depende de mí. Por tanto, comenzaré a trabajar hoy con nuevos bríos para fabricar mi futuro y, con la ayuda de Dios, espero llegar a ser mucho más de lo que soy actualmente. Dios me necesita, los demás me necesitan. Tengo toda una vida por delante y hay mucho que hacer. ADELANTE”.
Amén
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