"PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU"
(LC 23, 46) Es la última palabra de Jesús, en total abandono. Ante ella, me resuena el discurso del Papa Francisco a los cardenales: “Nunca nos dejemos vencer por el pesimismo, por esa amargura que el diablo nos ofrece cada día; no caigamos en el pesimismo y el desánimo: tengamos la firme convicción de que, con su aliento poderoso, el Espíritu Santo da a la Iglesia el valor de perseverar y también de buscar nuevos métodos de evangelización, para llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). ¡Ánimo! La mitad de nosotros tenemos una edad avanzada: la vejez es – me gusta decirlo así – la sede de la sabiduría de la vida. Los viejos tienen la sabiduría de haber caminado en la vida, como el anciano Simeón, la anciana Ana en el Templo. Y justamente esta sabiduría les ha hecho reconocer a Jesús. Ofrezcamos esta sabiduría a los jóvenes: como el vino bueno, que mejora con los años, ofrezcamos esta sabiduría de la vida (Francisco, discurso a los cardenales). Amigos más jóvenes, sobre todo a vosotros, los niños, fijaos lo que dice la Biblia: “Seréis alimentados, en brazos seréis llevados y sobre las rodillas seréis acariciados. Como uno a quien su madre le consuela, así yo os consolaré” (Is 66, 12-13). ¡Que no se pierda en nosotros el fruto de tanto amor divino
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