El valor de la Vida que Dios nos da
Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.
Parte 1
Un hijo es un regalo de Dios. ¡Bendito sea Dios, gloria al Señor cuando llega un hijo, al cual poder formar y educar para que sea un hombre o una mujer de Dios! En un buen ambiente familiar, los hijos aprenden a amar, reír, cantar, rezar, servir a los demás y a quererse mutuamente, para ser libres como el viento. La familia debe ser un oasis de paz y una escuela donde cada persona se forme en los auténticos valores y en el corazón, que es lo que realmente vale. La más grande herencia que se le puede dejar a un hijo es una buena formación, auténtica, cristiana y humana dentro de un ambiente familiar sano y lleno de amor. El dinero no es importante, sino algo secundario.
Lo que es en verdad trascendental es lo que se hace en los seis, ocho o diez primeros años de la vida de sus hijos, porque queda grabado perdurablemente en su subconsciente. Por eso, los primeros años de una criatura son fundamentales en su formación. Entonces yo le pregunto: ¿Qué clase de mamá o de papá es usted? ¿Cómo se comporta en su hogar con sus hijos? Los recibe como un don de Dios o cuando viene un niño sale la cantaleta: "¡Cómo es posible, otro hijo más!" "¿No te estabas cuidando?" (Por supuesto que siempre es la mujer la que tiene que cuidarse.)
¡Qué maldición que todos los años se registren millones de abortos! Son crímenes terribles que se cometen contra la humanidad, matando niños a quienes Dios les ha dado el derecho de vivir. Es una gran infamia matar a un niño, aunque sea en las primeras semanitas de vida, supuestamente, porque todavía no tiene forma humana. Hay médicos, muy elegantes y respetados, con tres automóviles finísimos en el garaje y una lujosa mansión como residencia, pero que cometen una gran cantidad de crímenes abortando niños en sus clínicas. Esos nunca caen presos, sino aquellos que desgraciadamente tienen que robar para comer.
El crimen del aborto se comete argumentando cantidad de ideas, desde las más egoístas hasta las más altruistas. Las razones que se aducen para justificar estas matanzas son principalmente económicas: si llega otro hijo, no se puede comprar un carro nuevo todos los años; ni tener otro televisor en el cuarto; ni hacer el viaje soñado a Europa. ¡Esos son motivos enteramente egoístas, que salen de corazones que no saben amar!
Imagínese que usted es un óvulo fecundado de tres semanitas y está en el vientre de mamá escuchando el siguiente diálogo: "Bueno, si queremos ir a Europa, no podemos tener a este niño; si quieres acabar tu universidad, ese niño no puede nacer; si quieres comprar ese carro nuevo, mejor vamos a la clínica para que don fulano se encargue de eliminarlo." Si fuera usted escuchando ese diálogo de sus padres, dígame, ¿qué pensaría? Pues, que el viaje a Europa, el carro, la universidad y cualquiera de esas cosas vale más. O sea que usted vale poco o nada. Pues, esa es la mentalidad que hay ahora. Hace unos cuantos años no estaba tan generalizada esta terrible práctica de eliminar embarazos no deseados por medio del aborto, lo cual debe ser condenado como un crimen contra la humanidad.
Luchemos, porque con el poder de Dios lograremos defender la vida; con Él, somos ¡INVENCIBLES!
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