CON MARIA: ¡PAZ Y AÑO NUEVO!
Por Javier Leoz
1.- ¿Qué tal la noche vieja, hermanos? ¿Qué tal el brindis y la familia? ¿Cómo están esas aspiraciones que, en esta mañana/tarde, traemos hasta el altar? ¿No se habrán esfumado en el intervalo desde ayer a hoy, verdad? Quiero comenzar, amigos, este primer día del Año 2020, invitándoos a vivir con intensidad estas primeras horas: ¡FELIZ AÑO NUEVO! ¡HAGAMOS POSIBLE LA PAZ! ¡SANTA MARIA VIENE CON NOSOTROS!
2. - Dejemos atrás lo que ya no tiene remedio. Intentemos, como si fuésemos paredes recién pintadas, reservar un paño limpio para que, Jesús, pueda forjar obras grandes en nosotros. Para que la paz, en nuestra mente limpia y lúcida, además de pensamiento, sea un firme convencimiento de ocuparnos por ella.
Un año viejo se ha cerrado. ¿Que han existido capítulos con alguna que otra falta en nuestra forma de vivir, expresarnos, creer o lo que sea? Dios, que es ante todo Padre, nos da una nueva oportunidad. El, que es Dios del tiempo, que maneja a su antojo el movimiento del reloj (aunque nos parezca que somos nosotros quienes le damos cuerda) asienta ante nosotros doce meses que son, como 12 oportunidades, para intentarlo de nuevo.
3.- ¿Intentar el que? El sacar adelante las asignaturas pendientes que, por diversas circunstancias, han quedado en la cartera de nuestro ser discipulado. Una de ellas, y estaremos todos de acuerdo, es la necesidad de la paz. Un año, con daño, no es vida. ¿Por qué no rezamos con coraje y sinceridad al Señor, para que allá donde estemos seamos portadores y alfareros del bien? ¿Que por qué digo esto? Porque tengo temor que, al hablar de la paz del mundo, olvidemos la fraternidad con los hermanos que más cerca tenemos; porque me asalta un cierto miedo de que, al rezar por la paz en el próximo o lejano Oriente, dejemos de lado el cercano continente que son nuestras familias, compañeros de trabajo, alumnos, feligreses, sacerdotes, ciudadanos, vecinos... ¡Claro que tenemos que orar por la paz en esta Jornada Mundial! Pero también es verdad, amigos, que hemos de pedir al Señor y, especialmente a María, que nos regale el gran don de la paz con nosotros mismos. La persona que está en paz consigo misma, irradia paz. Y, en el mundo, en la política, en la iglesia, en la familia y en todos los ámbitos, hoy más que nunca, son necesarias personas que estén primero en armonía y en paz consigo mismas.
3. - En este primer día del año pidamos a la Reina de la Paz, a Santa María Madre de Dios, que no nos conformemos con ser pacíficos. Que trabajemos, además, por conseguir esa conciliación que es garantía de derechos y de vida, de futuro y de alegría. ¿Para qué un nuevo año si, del viejo año, seguimos arrastrando las antiguas guerras? Intentemos, de verdad, allá donde nos movamos –como decía San Francisco de Asís- ser instrumentos de paz, de perdón, de fe y de tantos valores que no están de vigentes, ni en la educación para la ciudadanía ni en otros tantos modales de muchos ciudadanos de a pie.
No quiero extenderme demasiado. Estamos celebrando con intensidad esta Navidad. Que no sean burbuja de una noche, los abrazos, los regalos, los besos o las llamadas o SMS por teléfono. Entre otras cosas porque, el día siguiente, el día que nos aguarda, la semana que viene, el mes que nos espera…pondrá al descubierto si –la última noche del año- estábamos movidos por la esperanza, animados por la copa o adornados por el celofán barato.
Que Santa María, la Madre de Dios, la que vivió con paz y en paz toda su existencia, nos acompañe en este peregrinar de 12 meses, de 366 días.
¿Que es difícil mantener el “tipo de la fe” “los deseos ofrecidos o recibidos” en la noche más veterana del año 2019? ¡Miremos a María! Con la Madre todo se puede. En la Madre siempre hay respuestas. No nos ha de faltar ni su mano, cuando la nuestra decaiga en su intento de alcanzar los buenos propósitos, ni tampoco su voz ni su protección cuando el desánimo salga a nuestro encuentro.
Y es que la paz y el año nuevo, ¡hay que decirlo alto y claro! serán realidades si nos dejamos llevar por la que supo mucho de paz y vivió como auténtica novedad y entusiasmo todo lo que Dios le puso al frente.
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