La Asunción y Coronación de María
Congregación para el Clero. Santa Sede Vaticano
Nuestra Señora fue enriquecida con toda clase dones en su alma y en su cuerpo, para ser digna Madre del Verbo Encarnado.
Hemos visto cómo toda la razón de ser de la existencia de María es su misión de Madre del Señor. Mas no debemos olvidar que ella es siempre una creatura racional como todas las demás, y por lo tanto su destino no debía ser tan solo social, sino que, como toda persona humana, su vida mortal debía proceder hacia el fin último que corresponde a todos los demás mortales.
Por eso es importante que el cristiano devoto de María conozca con certeza los pormenores del destino último de la Madre de Dios y nuestra.
Esta establecido por los decretos de Dios que todo hombre ha de morir una vez, y que después de la muerte recibirá la recompensa conforme a sus méritos o deméritos (Heb 9, 27). Y aplicando estos datos de la fe a la Virgen, hallamos, por una parte, el hecho de que ella, habiendo sido concebida sin pecado original, no tenía por qué morir, es decir, no tenía que pagar el estipendio de un pecado que nada tenía que ver con ella porque no lo había cometido. Por otra parte, la socia del Redentor y Madre de la Iglesia, convenía que muriera así como murió Cristo, que no tuvo pecado. Y, en fin, la Llena de Gracia, dechado
de virtudes y méritos, debía, por justicia y bondad de Dios, recibir un premio conforme a su altísima dignidad y a los
inconmensurables méritos de su alma santísima. De ahí la pregunta para el cristiano: ¿Cómo fue el tránsito de María de esta vida mortal a la recompensa eterna?
Fuente: clerus.org
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