LECTURA BREVE Hb 7, 26-27
Tal era precisamente el sumo sacerdote que nos convenía: santo, sin maldad, sin mancha, excluído del número de los pecadores y exaltado más alto que los cielos. No tiene necesidad, como los sumos sacerdotes, de ofrecer víctimas cada día, primero por los propios pecados y luego por los del pueblo. Esto lo hizo nuestro Señor Jesucristo una vez por todas, ofreciéndose a si mismo.
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