. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. Es bonito contemplar a dos mujeres embarazadas, alegrándose mutuamente, la una por la otra, al darse cuenta de que Dios las ha escogido a ellas para ser madres de dos niños que dedicarán su vida a servir a Dios y al prójimo.
Teológicamente, podemos creer que hasta las dos criaturas dieron saltos de alegría en el vientre materno al verse por primera vez tan queridos por Dios y tan cercanos entre los hombres. María se alegra en el servicio que hace a su prima embarazada, e Isabel se alegra al sentir visceralmente que la fe de María se ha hecho carne en su vientre.
Las dos fueron dichosas en aquel momento porque creyeron en los anuncios del ángel y de los profetas. La fe en Dios, nuestra fe en la palabra de Dios, debe ser fuente de alegría para todos nosotros. Porque la fe es confianza en que la palabra de Dios se cumplirá, en que nuestro Dios no nos va a dejar nunca abandonados. Una fe triste no es una fe cristiana, porque no sería una fe confiada y comprometida con la palabra de Dios.
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