“Despierta tú que duermes” (Ef 5,14)
“El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, es como aquel hombre sensato que edificó su casa sobre roca. “(Mt 7,24) Según nos dice nuestro Maestro, debemos no sólo escuchar la palabra de Dios, sino conformar nuestra vida a ella... Escuchar la ley es cosa buena porque nos incita obrar la virtud. Hacemos bien en leer y meditar las Escrituras porque así nos purifica el fondo de nuestra alma de los pensamientos malos.
Pero leer, escuchar y meditar asiduamente la palabra de Dios sin ponerla en práctica es una falta que el Espíritu de Dios ha condenado por adelantado...Incluso ha prohibido al que está en estas disposiciones tomar los libros santos en sus manos. Dios declara al impío: “¿Por qué recitas mis preceptos, y tienes siempre en tu boca mi alianza, tú que detestas la instrucción y no tienes en cuenta mis palabras?” (Sal 49,16-17)...Aquel que lee asiduamente las Escrituras sin ponerlas en práctica encuentra su acusación en su lectura; merece una condena tanto más grave cuanto que desprecia y desdeña cada día lo que oye y lee diariamente. Es como un muerto, un cadáver sin alma. Miles de trompetas y coros ya pueden sonar a los oídos de un muerto, no los sentirá. Así mismo, el alma que está muerta por el pecado, el corazón que ha perdido la memoria de Dios, no oye el sonido ni los gritos de las palabras divinas y la trompeta de la palabra espiritual no le llega; esta alma está sumida en el sueño de la muerte...
Es pues necesario que el discípulo de Dios guarde firmemente en su corazón la memoria de su Maestro, Jesucristo, que piense en él día y noche.
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