De madre a Madre
Padre Tomás Rodríguez Carbajo
. Para poder impartir ciertas asignaturas se exigen muchos años de estudio, de especialidad y oposiciones; pero la asignatura para enseñar a amar a la Virgen basta la simple capacidad de un niño y el sencillo y dulce magisterio de una madre, que a veces sin letras, pero con un instinto materno transmite a su hijo el amor que tiene que tener.
. Cuando la madre ha recibido ella en su niñez el amor tierno a María, ha quedado gratamente impresionada, esa vivencia la transmitirá a sus hijos, para que recorran el camino corto y seguro para llegar a Cristo, ya que nadie mejor que la Madre nos enseña a amar a su Hijo.
. Las madres que no hablan de la Virgen a sus hijos pierden unas de las mayores fuerzas educativas no sólo en el campo de la fe y vida sobrenatural, sino en el orden de la afectividad y comprensión humanas. Se cita con relativa frecuencia el comentario de un protestante, quien decía: “Las iglesias y reuniones protestantes son tristes. Les falta el calor de la Madre, de la Virgen.” El amor materno nos ayuda a una visión de la vida alegre y confiada a pesar de las dificultades e incomprensiones, que nos pueden asaltar. Protegidos por la mirada maternal de María no tenemos miedo a ningún tipo de percance, que se nos pueda presentar.
. Muchos niños viven y se desarrollan sin que se les hable de María, hay una generación de “madres mudas”, quienes no han estado impactadas por el amor que María da a todos sus hijos, por eso no ven la “necesidad” del amor materno espiritual, que se necesita para un desarrollo afectivo normal, que abarque a todas las dimensiones de la persona. “Son madres “secularizadas” para las que la vivencia religiosa carece de importancia. Están preocupadas por mil dificultades de su vida, dividida entre el hogar, sus ocupaciones domésticas y los otros menesteres. Ellas ya no tienen tiempo de rezar, por eso no se les ocurre enseñar a orar a sus hijos.
. En otros tiempos no tan lejanos, las madres tenían la preocupación de enseñar a sus hijos los gérmenes de una vivencia religiosa. De sus dulces labios oían ellos por primera vez los nombres de Jesús y de María Santísima.” (Mons. A. Briva)
. Nadie suple la presencia y la acogida de la madre necesarias para un desarrollo afectivo de la persona. Cuando es la misma madre la que enseña al hijo a conocer y a amar a la Madre común le impactará de tal manera en el hijo receptor que siempre llevará en el altar de su corazón el fuego de amor a la Virgen, que le acompañará siempre, sobre todo cuando, pasadas las borrascas de las dudas, las dificultades de la adolescencia y de la juventud, vuelva su recuerdo a los dulces años de la infancia en los que amaba con amor infantil, tierno y sencillo a María :
“Cuantas veces siendo niño te recé
y mis labios te decían que te amaba”
. La mejor propaganda que se puede hacer es “de boca a boca”, es la más eficaz y barata para darse muchos establecimientos a conocer. Este método también nos sirve para encauzar al niño en el campo del despertar religioso. Nadie mejor que la madre enseña al hijo a amar a la Madre.
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