jueves, 14 de marzo de 2013

Santo Evangelio 14 de Marzo de 2013



Santo Evangelio Marzo 14, 2013

¡Hay que buscar a Cristo para que Él nos dé la vida!
Juan 5, 31-47.
Cuaresma.
Cristo nos enseña a esforzarnos por cumplir siempre la Voluntad de Dios.

Del santo Evangelio según san Juan 5, 31-47

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la verdad. No es que yo busque testimonio de un hombre, sino que digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que Él ha enviado. Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida. La gloria no la recibo de los hombres. Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero si no creéis en sus escritos, cómo vais a creer en mis palabras?

Oración introductoria
Jesucristo, haz que mi corazón sea la tierra fecunda donde pueda caer la semilla de tu Palabra para que dé fruto. Concédeme escucharte con el corazón para seguir tus designios y encontrar lo que Tú quieres de mí. Aumenta mi fe para poder verte en mi vida; aumenta mi esperanza para mantener viva la ilusión de llegar a conocerte y aumenta mi amor para que todo lo haga para cumplir tu voluntad.

Petición
Haz, Señor, que vaya a Ti, a quien mi corazón busca, y que pueda experimentan el amor que me tienes.

Meditación del Papa
Ya en el Antiguo Testamento los profetas eran conscientes de estar llamados a dar testimonio con su vida de lo que anunciaban, dispuestos a afrontar incluso la incomprensión, el rechazo, la persecución. La misión que Dios les había confiado los implicaba completamente, como un incontenible "fuego ardiente" en el corazón, y por eso estaban dispuestos a entregar al Señor no solamente la voz, sino toda su existencia. En la plenitud de los tiempos, será Jesús, el enviado del Padre, el que con su misión dará testimonio del amor de Dios hacia todos los hombres, sin distinción, con especial atención a los últimos, a los pecadores, a los marginados, a los pobres. Él es el Testigo por excelencia de Dios y de su deseo de que todos se salven. En la aurora de los tiempos nuevos, Juan Bautista, con una vida enteramente entregada a preparar el camino a Cristo, da testimonio de que en el Hijo de María de Nazaret se cumplen las promesas de Dios. (Benedicto XVI, 25 de abril de 2010).

Reflexión
El Señor busca convencer a los discípulos de que su testimonio no es a favor de sí mismo, sino para dar testimonio del Padre. De este modo Cristo nos enseña a esforzarnos por cumplir siempre la Voluntad de Dios, de este modo podremos ir comprendiendo, poco a poco, que todo cuanto nos pasa en la vida, nos tiene que llevar a conocer a Dios. Donde más dificultad podríamos encontrar naturalmente es en las pruebas, en el dolor, en el fracaso, pero ahí también se puede aceptar la Voluntad de Dios.

Cristo mismo hace ver a sus discípulos que tratan de encontrar seguridades y explicaciones en las Escrituras, pero no comprenden que éstas hablan de Él. Pero cuán tardos somos para acudir a Cristo, dador de la verdadera Vida, porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida. A veces queremos buscar sentido a todo desde la visión meramente humana, pero es poco lo que obtenemos. En cambio, cuando nos ponemos delante de Dios, buscamos el diálogo sencillo y directo con el Amigo, es donde nos viene la paz y vislumbramos los excelsos dones que Él nos quiere dar. En ese diálogo podemos preguntarle, pedirle, ofrecerle y amarle. Y como decía San Agustín, comenzar a buscarle es haberle ya encontrado.

Cristo sabe lo que hay en cada uno de nosotros. Él conoce de sobra nuestras debilidades, nuestros pecados, nuestras limitaciones. A Él no le escandaliza esto de nosotros, pero lo que más le duele es que, siendo conscientes de nuestras flaquezas, no acudamos a pedirle su ayuda. Si supiéramos el amor que arde en su Sacratísimo Corazón por cada uno de nosotros, no podríamos menos que sentirnos morir de amor por Él. Los santos lo han experimentado así, primero sus debilidades y luego la necesidad de fuerzas para poder ir a Dios. Es Él quien nos da las gracias para conocerle, pero hay que querer primero y Cristo hará el resto.

Del mismo modo, Dios obra maravillas y milagros a cada momento, en las vidas de cada ser humano, pero por nuestra falta de fe, nos es difícil descubrirlo. Por eso Cristo nos pide que lo busquemos con un corazón sencillo y que confiemos en Él, porque aun en las Sagradas Escrituras, todo se refiere a Jesús como nuestro Maestro, Guía y Redentor. La Iglesia nos enseña cuáles son los medios para encontrar a Cristo, sobre todo en los sacramentos y, en definitiva, dejándonos amar por Él, quien nos irá llevando con su mano paternal.

Propósito
Leeré al menos cinco minutos el Evangelio, pidiendo al Señor que me ilumine para saber descubrir su Voluntad en mi vida y la fortaleza para cumplirla hasta el final.

Diálogo con Cristo
“Señor, ¿a quién iremos si sólo Tú tienes palabras de vida?” Con estas palabras de Pedro quiero, oh mi buen Jesús, dejar mi vida en tus manos, poner mis debilidades y pecados a tus pies para que Tú los transformes en gracias de humildad, de fe, de esperanza y de amor a ti. Enséñame a darme cuenta de la necesidad de los que me rodean para que en ellos te vea a ti, y dame la paciencia y la sabiduría para hacer siempre lo que a ti te agrada. Señor, enciende mi corazón de amor por ti.

"Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía”. Constitución dogmática sobre la divina Revelación Dei Verbum, 2.
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Autor: P. Francisco Javier Arriola | Fuente: Catholic.net

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