Novena Virgen del Carmen

miércoles, 9 de junio de 2021

Maria, Oyente de la Palabr



Maria, Oyente de la Palabra

“María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. (Lc 2, 19) Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. (Lc 2, 51)

María, ¡cuánta sabiduría contienen los dos versos,que abren y cierran todo el relato lucano de la infancia de Jesús! En ellos se nos quiere indicar tu permanente actitud de silencio. 

Treinta años transcurrieron abrazados por tu mirada atenta y tu escucha sensible a lo que pudiera decir o insinuar tu Hijo.

Tú eres la oyente en todo momento atenta a la moción interior del Espíritu Santo.

Tú escuchaste la voz del enviado de Dios, quien te trajo la noticia más inesperada e incomprensible. Tú guardabas silencio ante aquello que no llegabas a comprender, pero creías.

Jesús, tu Hijo, habría de decir en una ocasión, cuando le anunciaron tu presencia: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte». Y él les respondió:

«Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen». (Lc 8, 20-21) Estoy seguro de que tú no te sentiste menospreciada, sino por el contrario, aludida y estremecida.

Maestra de la escucha, y por ello madre de la Palabra, tu sensibilidad y delicadeza tienen su raíz en la percepción más honda del querer de Dios. Los otros textos evangélicos describen la misma escena un poco diferente y aluden a la dimensión de la obediencia: «Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre». (Mc 3, 34-35)

Tú, sobrepasando toda duda, le respondiste al Ángel del Señor: “Hágase en mí, según tu palabra”. La expresión que encontramos en el discurso del “Pan de Vida” te concierne enteramente, tú eres la alumna aventajada que escucha, aprende, y camina hacia el Padre, en su voluntad.

¿Quizá Jesús aprendió de ti esta actitud que te identifica de escuchar? En él resonó el cántico del Siervo del profeta Isaías: “El Señor Dios me ha dado lengua de discípulo, para que haga saber al cansado una palabra alentadora. Mañana tras mañana despierta mi oído, para escuchar como los discípulos; el Señor Dios me ha abierto el oído. Y yo no me resistí, ni me hice atrás.” (Is 50, 4-5)

Maestra, enséñame a callar y a escuchar, a escuchar y a obedecer las insinuaciones del Espíritu, para que mi vida sea respuesta a la Palabra de Dios.

1 comentario: