MARÍA, LA ELEGIDA DE DIOS
«No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios» (Lc 1, 30). María, tú eres consciente del privilegio de que Dios se haya enamorado de ti. Era algo impensable. Te sobresaltaste, pero diste fe a las palabras del arcángel Gabriel.
Siempre que me introduzco en la estancia más íntima de tu vida, me viene a la memoria algo que le escuché personalmente al Papa Benedicto XVI, evocando a San Agustín: “El ángel, "entrando en su presencia", no la llama por su nombre terreno, María, sino por su nombre divino, tal como Dios la ve y la califica desde siempre: "Llena de gracia (gratia plena)", que en el original griego es κεχαριτωμένη "llena de gracia", y la gracia no es más que el amor de Dios; por eso, en definitiva, podríamos traducir esa palabra así: "amada" por Dios (cf. Lc 1, 28).(Homilía, 25 de marzo, 2006).
Sí, tú fuiste la Amada por Dios, la más amada. Gracias a ti nos ha venido la salvación al mundo. Tú eres el prototipo del nuevo pueblo de Dios, a quien Él trataba como a esposa. Tu mismo Hijo, en resonancia de las alianzas antiguas, te presentó como fruto de la alianza nueva, y te llamó “mujer”. Este nombre se aplicaba a la esposa. En ti se desposó Dios con la humanidad. En ti aconteció la visión del profeta: “Ya no te llamarán abandonada, ni a tu tierra devastada. A ti te llamarán mi favorita, y a tu tierra desposada. Como joven que se casa con su novia así te desposa el que te construyó. La alegría que encuentra el marido con esposa, la encontrará tu Dios contigo” (Is 62).
Y al contemplarte “Amada por Dios” en el contexto del Evangelio, me encuentro con mi propia llamada, la que nace también de una opción divina: “He sido yo quien os he elegido”, dice Jesús a los suyos. “Vosotros sois mis amigos”.
La opción de tu Hijo por mí, y por cada uno, es la única razón de la esperanza, y de caminar, a pesar de todo, hacia adelante, porque no es por mi fuerza y empeño mi seguimiento, sino porque Jesús me ha llamado y me ha declarado su amor.
Es indecible la marca que se queda grabada en el corazón cuando, por gracia, se llega a sentir, aunque solo sea por un instante, el Amor de Dios. ¡Qué sería en tu caso!
Desde la experiencia del amor divino, se comprende tu exultación y tu cántico, al que yo también me uno, por ti y por mí.
Amén
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