Obligación Misionera.
Todos debemos compartir nuestra fe. Todos debemos ser misioneros y evangelizar a nuestros hermanos para que encuentren en Dios el sentido de sus vidas. Jesucristo nos
habló de las bienaventuranzas como un himno a la esperanza para todos aquellos que sufren en este mundo por cualquier motivo: enfermedad, vejez, esclavitud, pobreza,
violencia, injusticias. Dios les promete una felicidad eterna. “Alegraos y regocijaos, pues vuestra recompensa será grande en el cielo” (Lc 6,23).
En cambio, “¡ay de vosotros los que estáis hartos,, porque tendréis hambre!, ¡Ay de vosotros los ricos (malos), porque ya habéis recibido vuestro consuelo!” (Lc 6,24).
Aquí se habla de los ricos o pobres, que ponen toda su confianza en las cosas de este mundo y se olvidan de Dios y de lo espiritual. Por eso, Jeremías resume las
bienaventuranzas así: “Maldito el hombre que en el hombre pone su confianza y de la carne hace su apoyo, alejando su corazón de Yahvé . Bienaventurado el que confía en
Yahvé y en El ha puesto su confianza” (Jer 17,5).
Llevemos el mensaje renovador de Jesucristo a todos los que nos rodean con la predicación de su Palabra e, incluso, con nuestra oración y sufrimientos, ofrecidos
generosamente a Dios. ¡Cuanto vale la oración de los enfermos y de tantas religiosas de clausura y de tantos hermanos, considerados humanamente inútiles, pero que son
grandes bienhechores de la humanidad espiritualmente!. Por eso, la Iglesia, con su misión evangelizadora, ayuda a todos los hombres a reconocer su dignidad y a vivir de acuerdo a ella.
Padre Ángel Peña Benito. O.A.R.
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