Novena Virgen del Carmen

lunes, 31 de mayo de 2021

Santo Evangelio 31 de Mayo 2021

  



Texto del Evangelio (Lc 1,39-56): 

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos». María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

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«Saltó de gozo el niño en mi seno»


+ Mons. F. Xavier CIURANETA i Aymí Obispo Emérito de Lleida

(Lleida, España)

Hoy contemplamos el hecho de la Visitación de la Virgen María a su prima Isabel. Tan pronto como le ha sido comunicado que ha sido escogida por Dios Padre para ser la Madre del Hijo de Dios y que su prima Isabel ha recibido también el don de la maternidad, marcha decididamente hacia la montaña para felicitar a su prima, para compartir con ella el gozo de haber sido agraciadas con el don de la maternidad y para servirla.

El saludo de la Madre de Dios provoca que el niño, que Isabel lleva en su seno, salte de entusiasmo dentro de las entrañas de su madre. La Madre de Dios, que lleva a Jesús en su seno, es causa de alegría. La maternidad es un don de Dios que genera alegría. Las familias se alegran cuando hay un anuncio de una nueva vida. El nacimiento de Cristo produce ciertamente «una gran alegría» (Lc 2,10).

A pesar de todo, hoy día, la maternidad no es valorada debidamente. Frecuentemente se le anteponen otros intereses superficiales, que son manifestación de comodidad y de egoísmo. Las posibles renuncias que comporta el amor paternal y maternal, asustan a muchos matrimonios que, quizá por los medios que han recibido de Dios, debieran ser más generosos y decir “sí” más responsablemente a nuevas vidas. Muchas familias dejan de ser “santuarios de la vida”. El Papa San Juan Pablo II constata que la anticoncepción y el aborto «tienen sus raíces en una mentalidad hedonista e irresponsable respecto a la sexualidad y presuponen un concepto egoísta de la libertad, que ve en la procreación un obstáculo al desarrollo de la propia personalidad».

Isabel, durante cinco meses, no salía de casa, y pensaba: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor» (Lc 1,25). Y María decía: «Engrandece mi alma al Señor (...) porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava» (Lc 1,46.48). La Virgen María e Isabel valoran y agradecen la obra de Dios en ellas: ¡la maternidad! Es necesario que los católicos reencuentren el significado de la vida como un don sagrado de Dios a los seres humanos.

LECTURA BREVE Jl 2, 27-28a

 


LECTURA BREVE   Jl 2, 27-28a


Sabréis que estoy en medio de Israel, yo, el Señor Dios vuestro, el Único. ¡Mi pueblo no será confundido jamás! Después de eso, derramaré mi Espíritu sobre toda carne: profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas.


María, Mujer valiente




 María, Mujer valiente

“Se levantó María y se fue conprontitud a la región montañosa” (Lc 1, 39) María, solo por la fuerza del Espíritu Santo cabe imaginar que una jovencomo tú, a la que se le anuncia que va a ser madre, se ponga en camino, con riesgo de malograr el embarazo.

Y al contemplar tu decisión, recuerdo que en los evangelios hay  dos expresiones muy diferentes, una invita a levantarse, la otra es un movimiento voluntario de hacerlo, Así, cuando tu Hijo pasó junto al paralítico de la piscina de Betesda, le dijo: “Levántate, toma tu camilla y echa a andar”. De manera semejante, al paso por Jericó, al oír la súplica del ciego, mandó llamarlo, y los que iban en el grupo le dijeron: “Levántate, que te llama”.

En otros textos, Jesús da la mano para ayudar a levantarse; así a la niña muerta y a la suegra de Pedro, y las dos se incorporaron. Es bueno, sin duda, la obediencia a la invitación, es lo que corresponde como ejercicio de voluntad.

Sin embargo, en el relato del lavatorio de los pies, observo en el Evangelio, quedescribe cada acción del Maestro, un gesto diferente: El Señor “se levanta de la

mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó” (Jn 13, 4). Mi sorpresa surge al ver que es el mismo movimiento que el tuyo.

José, tu esposo, cuando recibió el anuncio del peligro que corríais tú y el niño, “se levantó” (Lc 2, 14), y lo mismo hizo, como obediencia, en el momento del retorno: “El se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel.” (Lc 2, 21)

María, en tu decisión descubro la fuerza del Espíritu. De lo contrario, que saliera de ti un movimiento tan libre, voluntario y emancipado, no concuerda ni con tu situación personal, ni con tu estado, ni con tu pertenencia a José. Debiste sentir la misma fuerza que después llevó a tu Hijo a entregar enteramente la vida.

Es para mí un estímulo tu prontitud, tu decisión y tu forma de responder a la necesidad de los demás. No miraste el riesgo, le penosidad, ni el descrédito.

Gracias, Madre, porque intuyo que sigues levantándote continuamente y por amor, cuando me ves necesitado.

domingo, 30 de mayo de 2021

Santo Evangelio 30 de Mayo 2021

 



 Texto del Evangelio (Mt 28,16-20): 

En aquel tiempo, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».

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«Haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»


+ Mons. F. Xavier CIURANETA i Aymí Obispo Emérito de Lleida

(Lleida, España)

Hoy, la liturgia nos invita a adorar a la Trinidad Santísima, nuestro Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Un solo Dios en tres Personas, en el nombre del cual hemos sido bautizados. Por la gracia del Bautismo estamos llamados a tener parte en la vida de la Santísima Trinidad aquí abajo, en la oscuridad de la fe, y, después de la muerte, en la vida eterna. Por el Sacramento del Bautismo hemos sido hechos partícipes de la vida divina, llegando a ser hijos del Padre Dios, hermanos en Cristo y templos del Espíritu Santo. En el Bautismo ha comenzado nuestra vida cristiana, recibiendo la vocación a la santidad. El Bautismo nos hace pertenecer a Aquel que es por excelencia el Santo, el «tres veces santo» (cf. Is 6,3).

El don de la santidad recibido en el Bautismo pide la fidelidad a una tarea de conversión evangélica que ha de dirigir siempre toda la vida de los hijos de Dios: «Ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación» (1Tes 4,3). Es un compromiso que afecta a todos los bautizados. «Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad» (Concilio Vaticano II, Lumen gentium, n. 40).

Si nuestro Bautismo fue una verdadera entrada en la santidad de Dios, no podemos contentarnos con una vida cristiana mediocre, rutinaria y superficial. Estamos llamados a la perfección en el amor, ya que el Bautismo nos ha introducido en la vida y en la intimidad del amor de Dios.

Con profundo agradecimiento por el designio benévolo de nuestro Dios, que nos ha llamado a participar en su vida de amor, adorémosle y alabémosle hoy y siempre. «Bendito sea Dios Padre, y su único Hijo, y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros» (Antífona de entrada de la misa).

LECTURA BREVE 1Co 12, 4-6

 



LECTURA BREVE   1Co 12, 4-6


Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de servicios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.

María, Mujer fiel

 




María, Mujer fiel

María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa. (Lc 1, 56) “Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María,la madre de Jesús, y de sus hermanos.” (Act 1, 14)

María, cómo agradezco la intuición de leer las Escrituras teniéndote presente y leerlas contigo. Es verdad que todos los textos deben interpretarse desde Cristo, y

creo que tú fuiste la primera en comprender la Biblia tomando como clave el acontecimiento de la Encarnación.

Al acoger la indicación de Jesús de permanecer unidos a la vid, y verte a ti junto a tu prima en actitud de servicio, y no solo para un momento, sino por el tiempo que

le fuiste necesaria, y a la vez, reunida con los discípulos, en oración, perseverando en ella, a la espera del Espíritu Santo; Al unir los dos escenarios de tu permanencia, el servicio y la oración, me enseñas en qué debo permanecer, y cómo debo interpretar el consejo de tu Hijo. La savia espiritual viene por la relación con Él, y por el ejercicio de la caridad.

Permanecer, desde la perspectiva total no significa inmovilismo, sino vitalidad. Al contemplarte, María, veo que en amabas escenas adelantas el binomio del camino

espiritual: “Ora et labora”; “Acción – Contemplación”, que no se contraponen, sino que se complementan, Jesús afirma que sin Él no podemos hacer nada. Y tú, llevándolo en tu seno, fuiste hacendosa, servicial, atenta a las necesidades de los más próximos. La oración no enfeuda, ni introvierte, por el contrario, quien permanece unido a quien es la Vida, da mucho fruto. Tú, Señora, nos diste el mejor fruto, porque siempre permaneciste en unión con Dios.

El mismo Cristo nos revela el secreto de tu unión con Él: “El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.” (Jn 6, 56). Tú le diste la carne y la

sangre a tu Hijo, y tú permaneciste en Él, por razón biológica, pero aún más por razón creyente.

Enséñame, Mujer Fiel, a no evadirme de los hermanos con argumentos espirituales; y a no evadirme de la relación con Jesús, por razones sociales.

sábado, 29 de mayo de 2021

Santo Evangelio 29 de Mayo 2021

  


Texto del Evangelio (Mc 11,27-33): 

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el Templo, se le acercan los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, y le decían: «¿Con qué autoridad haces esto?, o ¿quién te ha dado tal autoridad para hacerlo?». Jesús les dijo: «Os voy a preguntar una cosa. Respondedme y os diré con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respondedme».

Ellos discurrían entre sí: «Si decimos: ‘Del cielo’, dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’. Pero, ¿vamos a decir: ‘De los hombres’?». Tenían miedo a la gente; pues todos tenían a Juan por un verdadero profeta. Responden, pues, a Jesús: «No sabemos». Jesús entonces les dice: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».

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«¿Con qué autoridad haces esto?»


Mn. Antoni BALLESTER i Díaz

(Camarasa, Lleida, España)

Hoy, el Evangelio nos pide que pensemos con qué intención vamos a ver a Jesús. Hay quien va sin fe, sin reconocer su autoridad: por eso, «se le acercan los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, y le decían: ‘¿Con qué autoridad haces esto?, o ¿quién te ha dado tal autoridad para hacerlo?’» (Mc 11,27-28).

Si no tratamos a Dios en la oración, no tendremos fe. Pero, como dice san Gregorio Magno, «cuando insistimos en la oración con toda vehemencia, Dios se detiene en nuestro corazón y recobramos la vista perdida». Si tenemos buena disposición, aunque estemos en un error, viendo que la otra persona tiene razón, acogeremos sus palabras. Si tenemos buena intención, aunque arrastremos el peso del pecado, cuando hagamos oración Dios nos hará comprender nuestra miseria, para que nos reconciliemos con Él, pidiendo perdón de todo corazón y por medio del sacramento de la penitencia.

La fe y la oración van juntas. Nos dice san Agustín que, «si la fe falta, la oración es inútil. Luego, cuando oremos, creamos y oremos para que no falte la fe. La fe produce la oración, y la oración produce a su vez la firmeza de la fe». Si tenemos buena intención, y acudimos a Jesús, descubriremos quién es y entenderemos su palabra, cuando nos pregunte: «El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres?» (Mc 11,30). Por la fe, sabemos que era del cielo, y que su autoridad le viene de su Padre, que es Dios, y de Él mismo porque es la segunda Persona de la Santísima Trinidad.

Porque sabemos que Jesús es el único salvador del mundo, acudimos a su Madre que también es Madre nuestra, para que deseando acoger la palabra y la vida de Jesús, con buena intención y buena voluntad, tengamos la paz y la alegría de los hijos de Dios.


LECTURA BREVE 1Jn 4, 9-11



 LECTURA BREVE   1Jn 4, 9-11


En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.


Vivamos la Pascua con María

 



 Vivamos la Pascua con María

“Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré” (Jn 16, 7)

“María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.” (Lc 1, 34-35)

Siempre me sorprende, María, la forma en que actúa Dios. Quizá sea para que se descubra aún más su mano providente, la fuerza de su poder, para que no nos confundamos con nuestras propias proyecciones pretenciosas.

Jesús pone como condición necesaria para recibir el Espíritu despojarse de su presencia. Parecería, según nuestro modo de pensar, que lo lógico es que Él siguiera con los suyos y les infundiera, generoso, los dones necesarios para hacerlos misioneros, testigos evangelizadores. Sin embargo, afirma: “Os conviene que yo me vaya”.

En esa condición un tanto paradójica, contemplo la escena en la que el evangelista San Lucas describe el anuncio del ángel y tú le expusiste tu proyecto de vida,

como posible dificultad a lo que él te comunicaba. Sin embargo, la renuncia a tu decisión de no conocer varón hizo posible tu maternidad.

¡Tantas veces somos llevados al límite de nuestras fuerzas, para que experimentemos el poder del Señor! San Pablo nos narra su experiencia: “Para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría. Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza». Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo.” (2 Co 12, 7-9)

Hoy se valora la eficacia, la rentabilidad, lo positivo. Nos convertimos, de alguna manera, en activistas del Evangelio. Mirándote a ti, aprendemos la ley de la

fecundidad, no por lo que nosotros hacemos, sino por lo que dejamos hacer al Espíritu en nosotros y a través nuestro.

Debo aprender de ti a dejar el protagonismo a quien es la razón de toda fecundidad y a cantar el Magnificat. Y a proclamar: “No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria”.

viernes, 28 de mayo de 2021

Santo Evangelio 28 de Mayo 2021

  


Texto del Evangelio (Mc 11,11-25): 

En aquel tiempo, después de que la gente lo había aclamado, Jesús entró en Jerusalén, en el Templo. Y después de observar todo a su alrededor, siendo ya tarde, salió con los Doce para Betania.

Al día siguiente, saliendo ellos de Betania, sintió hambre. Y viendo de lejos una higuera con hojas, fue a ver si encontraba algo en ella; acercándose a ella, no encontró más que hojas; es que no era tiempo de higos. Entonces le dijo: «¡Que nunca jamás coma nadie fruto de ti!». Y sus discípulos oían esto.

Llegan a Jerusalén; y entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo. Y les enseñaba, diciéndoles: «¿No está escrito: ‘Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las gentes?’.¡Pero vosotros la tenéis hecha una cueva de bandidos!». Se enteraron de esto los sumos sacerdotes y los escribas y buscaban cómo podrían matarle; porque le tenían miedo, pues toda la gente estaba asombrada de su doctrina. Y al atardecer, salía fuera de la ciudad.

Al pasar muy de mañana, vieron la higuera, que estaba seca hasta la raíz. Pedro, recordándolo, le dice: «¡Rabbí, mira!, la higuera que maldijiste está seca». Jesús les respondió: «Tened fe en Dios. Yo os aseguro que quien diga a este monte: ‘Quítate y arrójate al mar’ y no vacile en su corazón sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis. Y cuando os pongáis de pie para orar, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone vuestras ofensas».

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«Todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido»


Fra. Agustí BOADAS Llavat OFM

(Barcelona, España)

Hoy, fruto y petición son palabras clave en el Evangelio. El Señor se acerca a una higuera y no encuentra allí frutos: sólo hojarasca, y reacciona maldiciéndola. Según san Isidoro de Sevilla, “higo” y “fruto” tienen la misma raíz. Al día siguiente, sorprendidos, los Apóstoles le dicen: «¡Rabbí, mira!, la higuera que maldijiste está seca» (Mc 11,21). En respuesta, Jesucristo les habla de fe y de oración: «Tened fe en Dios» (Mc 11,22).

Hay gente que casi no reza, y, cuando lo hacen, es con vista a que Dios les resuelva un problema tan complicado que ya no ven en él solución. Y lo argumentan con las palabras de Jesús que acabamos de escuchar: «Todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis» (Mc 11,24). Tienen razón y es muy humano, comprensible y lícito que, ante los problemas que nos superan, confiemos en Dios, en alguna fuerza superior a nosotros.

Pero hay que añadir que toda oración es “inútil” («vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo»: Mt 6,8), en la medida en que no tiene una utilidad práctica directa, como —por ejemplo— encender una luz. No recibimos nada a cambio de rezar, porque todo lo que recibimos de Dios es gracia sobre gracia.

Por tanto, ¿no es necesario rezar? Al contrario: ya que ahora sabemos que no es sino gracia, es entonces cuando la oración tiene más valor: porque es “inútil” y es “gratuita”. Aun con todo, hay tres beneficios que nos da la oración de petición: paz interior (encontrar al amigo Jesús y confiar en Dios relaja); reflexionar sobre un problema, racionalizarlo, y saberlo plantear es ya tenerlo medio solucionado; y, en tercer lugar, nos ayuda a discernir entre aquello que es bueno y aquello que quizá por capricho queremos en nuestras intenciones de la oración. Entonces, a posteriori, entendemos con los ojos de la fe lo que dice Jesús: «Todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo» (Jn 14,13).


LECTURA BREVE 1Jn 3, 6



 LECTURA BREVE   1Jn 3, 6


En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos.

jueves, 27 de mayo de 2021

Santo Evangelio 27 de Mayo 2021

  


Texto del Evangelio (Mc 10,46-52): 

En aquel tiempo, cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!». Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!».

Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle». Llaman al ciego, diciéndole: «¡Ánimo, levántate! Te llama». Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te haga?». El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!». Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.

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«¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!»


P. Ramón LOYOLA Paternina LC

(Barcelona, España)

Hoy, Cristo nos sale al encuentro. Todos somos Bartimeo: ese invidente a cuya vera pasó Jesús y saltó gritando hasta que éste le hiciese caso. Quizás tengamos un nombre un poco más agraciado... pero nuestra humana flaqueza (moral) es semejante a la ceguera que sufría nuestro protagonista. Tampoco nosotros logramos ver que Cristo vive en nuestros hermanos y, así, los tratamos como los tratamos. Quizás no alcanzamos a ver en las injusticias sociales, en las estructuras de pecado, una llamada hiriente a nuestros ojos para un compromiso social. Tal vez no vislumbramos que «hay más alegría en dar que en recibir», que «nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos» (Jn 15,13). Vemos borroso lo que es nítido: que los espejismos del mundo conducen a la frustración, y que las paradojas del Evangelio, tras la dificultad, producen fruto, realización y vida. Somos verdaderamente débiles visuales, no por eufemismo sino en realidad: nuestra voluntad debilitada por el pecado ofusca la verdad en nuestra inteligencia y escogemos lo que no nos conviene.

Solución: gritarle, es decir, orar humildemente «Jesús, ten compasión de mí» (Mc 10,48). Y gritar más cuanto más te increpen, te desanimen o te desanimes: «Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más…» (Mc 10,48). Gritar que es también pedir: «Maestro, que vea» (cf. Mc 10,51). Solución: dar, como él, un brinco en la fe, creer más allá de nuestras certezas, fiarse de quien nos amó, nos creó, y vino a redimirnos y se quedó con nosotros, en la Eucaristía.

El Papa San Juan Pablo II nos lo decía con su vida: sus largas horas de meditación —tantas que su Secretario decía que oraba “demasiado”— nos dicen a las claras que «el que ora cambia la historia».


LECTURA BREVE Ct 8, 7



 LECTURA BREVE   Ct 8, 7


Las aguas torrenciales no podrían apagar el amor, ni anegarlo los ríos. Si alguien quisiera comprar el amor con todas las riquezas de su casa, se haría despreciable.

miércoles, 26 de mayo de 2021

Santo Evangelio 26 de Mayo 2021

  


Texto del Evangelio (Mc 10,32-45):

 En aquel tiempo, los discípulos iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo. Tomó otra vez a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de Él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará».

Se acercan a Él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: «Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos». Él les dijo: «¿Qué queréis que os conceda?». Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?». Ellos le dijeron: «Sí, podemos». Jesús les dijo: «La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado».

Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

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«Tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos»


Rev. D. René PARADA Menéndez

(San Salvador, El Salvador)

Hoy, el Señor nos enseña cuál debe ser nuestra actitud ante la Cruz. El amor ardiente a la voluntad de su Padre, para consumar la salvación del género humano —de cada hombre y mujer— le mueve a ir deprisa hacia Jerusalén, donde «será entregado (…), le condenarán a muerte (…), le azotarán y le matarán» (cf. Mc 10,33-34). Aunque a veces no entendamos o, incluso, tengamos miedo ante el dolor, el sufrimiento o las contradicciones de cada jornada, procuremos unirnos —por amor a la voluntad salvífica de Dios— con el ofrecimiento de la cruz de cada día.

La práctica asidua de la oración y los sacramentos, especialmente el de la Confesión personal de los pecados y el de la Eucaristía, acrecentarán en nosotros el amor a Dios y a los demás por Dios de tal modo que seremos capaces de decir «Sí, podemos» (Mc 10,39), a pesar de nuestras miserias, miedos y pecados. Sí, podremos abrazar la cruz de cada día (cf. Lc 9,23) por amor, con una sonrisa; esa cruz que se manifiesta en lo ordinario y cotidiano: la fatiga en el trabajo, las normales dificultades en la vida familiar y en las relaciones sociales, etc.

Sólo si abrazamos la cruz de cada día, negando nuestros gustos para servir a los demás, conseguiremos identificarnos con Cristo, que vino «a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mc 10,45). San Juan Pablo II explicaba que «el servicio de Jesús llega a su plenitud con la muerte en Cruz, o sea, con el don total de sí mismo». Imitemos, pues, a Jesucristo, transformando constantemente nuestro amor a Él en actos de servicio a todas las personas: ricos o pobres, con mucha o poca cultura, jóvenes o ancianos, sin distinciones. Actos de servicio para acercarlos a Dios y liberarlos del pecado.


LECTURA BREVE Is 55, 1

 


LECTURA BREVE   Is 55, 1

Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar: vino y leche de balde.


Mes de Mayo, mes de María 26 de Mayo

 


Mes de Mayo, mes de María

26 de Mayo

“Vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio.” (Jn 15, 27)


26 DE MAYO, MARÍA, TESTIGO

“Proclama mi alma la grandeza del Señor” (Lc 1, 46).María, si tu Hijo Jesús asegura en su discurso que los Apóstoles darán testimonio de Él, porque lo conocen desde el

principio, ¡cuánto mayor fue tu testimonio, si fuiste la tierra en la que nació el Maestro! Si “los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor

Jesús” (Act 4, 33), tú lo hiciste ya antes de que dieras a luz al concebido en tus entrañas, cuando proclamaste, en las montañas de Judea, la grandeza del Señor y

las maravillas que había hecho en ti.

Hay muchas formas de ser testigos. Jesús les adelantó a los suyos: “Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio.” 

(Lc 21, 12-13). En tu caso, no te arredró la condena a muerte de tu Hijo, sino que lo acompañaste, firme, hasta la Cruz. Allí permaneciste como la madre del ajusticiado, de pie, dando testimonio de amor.

Los mártires son los testigos más acreditados, al dar su vida por el nombre de Jesús, y compartir con Él la ofrenda de su sangre. Tu testimonio fue autentificado

con el dolor del alma. “Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de

contradicción - ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».” (Lc 2, 34-35)

Estos tiempos parecen menos propicios para proclamar las acciones de Dios, pues muchos creen que es una actitud un tanto ideologizada, o fundamentalista, y el

pudor vergonzante nos impone, a veces, un silencio injusto, al no atrevernos,como tú lo hiciste, a proclamar las obras de Dios.

Tú, que te reuniste con los discípulos a la espera de Pentecostés, pide con nosotros y para nosotros el don de Fortaleza, por el que nos sintamos ungidos e impelidos a

ser testigos de la bondad del Señor.

Santa María, testigo privilegiado desde el principio de la revelación del amor de Dios en tu Hijo: que sintamos sana emulación al verte colmada de gozo, cantando

la misericordia divina.

martes, 25 de mayo de 2021

Santo Evangelio 25 de Mayo 2021

  


Texto del Evangelio (Mc 10,28-31): 

En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora en el presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros».

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«Nadie que haya dejado casa (...) por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno (...) y en el mundo venidero, vida eterna»


Rev. D. Jordi SOTORRA i Garriga

(Sabadell, Barcelona, España)

Hoy, como aquel amo que iba cada mañana a la plaza a buscar trabajadores para su viña, el Señor busca discípulos, seguidores, amigos. Su llamada es universal. ¡Es una oferta fascinante! El Señor nos da confianza. Pero pone una condición para ser discípulos, condición que nos puede desanimar: hay que dejar «casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio» (Mc 10,29).

¿No hay contrapartida? ¿No habrá recompensa? ¿Esto aportará algún beneficio? Pedro, en nombre de los Apóstoles, recuerda al Maestro: «Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido» (Mc 10,28), como queriendo decir: ¿qué sacaremos de todo eso?

La promesa del Señor es generosa: «El ciento por uno: ahora en el presente (...) y en el mundo venidero, vida eterna» (Mc 10,30). Él no se deja ganar en generosidad. Pero añade: «Con persecuciones». Jesús es realista y no quiere engañar. Ser discípulo suyo, si lo somos de verdad, nos traerá dificultades, problemas. Pero Jesús considera las persecuciones y las dificultades como un premio, ya que nos ayudan a crecer, si las sabemos aceptar y vivir como una ocasión de ganar en madurez y en responsabilidad. Todo aquello que es motivo de sacrificio nos asemeja a Jesucristo que nos salva por su muerte en Cruz.

Siempre estamos a tiempo para revisar nuestra vida y acercarnos más a Jesucristo. Estos tiempos y todo tiempo nos permiten —por medio de la oración y de los sacramentos— averiguar si entre los discípulos que Él busca estamos nosotros, y veremos también cuál ha de ser nuestra respuesta a esta llamada. Al lado de respuestas radicales (como la de los Apóstoles) hay otras. Para muchos, dejar “casa, hermanos, hermanas, madre, padre...” significará dejar todo aquello que nos impida vivir en profundidad la amistad con Jesucristo y, como consecuencia, serle sus testigos ante el mundo. Y esto es urgente, ¿no te parece?


LECTURA BREVE Lv 20, 26

 


LECTURA BREVE   Lv 20, 26

Sed para mí santos, porque yo, el Señor, soy santo, y os he separado de entre los pueblos para que seáis míos.


Virgen y Madre.

 



Virgen y Madre.

Jesús, según Hebreos 2,11, no se avergüenza de llamarnos hermanos y está llamado a ser el primogénito entre muchos hermanos (Rom 8,29). Por tanto, si El es nuestro

hermano, su Madre también es nuestra Madre. Por eso, nos la entregó al pie de la cruz, cuando le dijo a Juan: “Ahí tienes a tu Madre” y a Ella: “Ahí tienes a tu hijo” (Jn 19,2627). S. Ignacio de Antioquía, que es del siglo I, en sus escritos, nos hablaclaramente de María, como Madre de todos los hombres.

Ella también es la reina del cielo por ser la Madre del Rey de Reyes (Ap 19,16). Ella está en el cielo vestida de Sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza (Ap 12,1). Ella es la siempre Virgen, que le responde al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?” (Lc 1,34), indicando así, como afirman muchos´ SS.PP., que tenía hecho voto de virginidad perpetua. En Is 7,14 se profetiza que una virgen dará a luz al Mesías, como atestigua Mt 1,23. Ella es el huerto cerrado, la fuente sellada del Cant 4,12. Y el mismo Dios le dice admirado de su hermosura: “Toda hermosa eres, amada mía, y no hay mancha en ti” (Cant 4,7). Incluso muchos autores ven en la puerta cerrada de Ez 44,2 una figura de María que pertenece sólo a Dios. Dice el texto: “Dios me dijo: esta puerta permanecerá cerrada, no se abrirá y nadie pasará por ella, porque por ella ha entrado Dios”.

Nuestros hermanos separados se aferran a las palabras “hermanos de Jesús”, que aparecen en algunos pasajes como en Mt 13,55 para negar su virginidad. Pero, leyendo

la Biblia entera, nos damos cuenta de que la palabra hermano no significa siempre hijo de los mismos padres, sino también otro grado de parentesco como primo, tío o sobrino.

Además en hebreo y arameo a los parientes próximos se les llama hermanos. Por ejemplo, en Gén 11,27 se nos dice que Lot era hijo de un hermano de Abraham, es decir

su sobrino; pero en Gén 13,8 Lot y Abraham se llaman hermanos. En Gén 14,14-16 se dice también: “Abraham recuperó a Lot su hermano”. Véase igualmente en 1 Cro

23,21, donde se llama hermanos a los primos.

Ahora bien, entre los llamados hermanos de Jesús, hay uno que se menciona más y es Santiago. En Gal 1, 19 aparece el apóstol Santiago como hermano del Señor, pero en Mt 10,24 se ve claramente que los dos apóstoles de nombre Santiago, uno es hijo de Alfeo y otro de Zebedeo. En Mc 15,47 y Mt 27,56 aparecen Santiago y José hijos de María la de Alfeo, (distinta de María Salomé, madre de los hijos de Zebedeo). Por otra parte, la misma Biblia en Jn 19,25 nos dice que la Virgen María tenía una hermana casada con Cleofás. ¿No podrían ser sus hijos los pretendidos hermanos de Jesús?.

Algunos aducen que en Lc 2,7 se llama a Jesús “primogénito”, como si fuera el primero de otros más. Pero este término “primogénito” es, ante todo, un término jurídico,

relacionado con lo que dice la Ley (Lc 2,23). En Ex 13,2 se dice: “Conságrame todo primogénito...Todos los primogénitos de Israel son míos”. Y esto, aunque no hubiera 

más hijos después. (En 1 Cro 23,17 está escrito: “Hijos de Eliezer: Rejabías el primogénito. Eliezer no tuvo más hijos”.Tuvo un solo hijo y se le llama primogénito.

Por otra parte, si Jesús hubiera tenido otros hermanos, ¿no era lo normal que les hubiera encomendado a su madre al morir? De hecho, nunca se encontrará en la Biblia laexpresión “hijos de María”, que sería prueba irrefutable. Hasta el mismo Lutero defendió la virginidad perpetua de María ¿Por qué no seguirlo en esto también, si lo

consideran profeta de Dios?. La misma Virgen María en muchas de sus apariciones se llama a sí misma Virgen María (por ejemplo en Guadalupe, Méjico). 


Padre Ángel Peña Benito. O.A.R.

lunes, 24 de mayo de 2021

Santo Evangelio 24 de Mayo 2021

  




Texto del Evangelio (Jn 19,25-27): 

Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa. 

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«Aquí tienes a tu madre»


Fr. Alexis MANIRAGABA

(Ruhengeri, Ruanda)

Hoy hacemos memoria de María, Madre de la Iglesia. En este sentido, contemplamos la maternidad espiritual de María en conexión con la Iglesia que es —en sí misma— Madre del Pueblo de Dios, pues «nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre» (San Cipriano). María es Madre del Hijo de Dios y a la vez Madre de aquellos que aman a su Hijo y los “bien-amados” de su Hijo, en conformidad con aquel «Mujer, aquí tienes a tu hijo; discípulo: Aquí tienes a tu madre» (Jn 19,26-27), tal como dijo Jesús. Entregando su cuerpo a los hombres y devolviendo su espíritu a su Padre, Jesucristo incluso dio sus amigos a su Madre.

Y el amor más grande es aquel con el que Jesús ama a la Iglesia (cf. Ef 5,25), a la que pertenecen sus amigos. Por lo tanto, los hijos adoptados por Dios no pueden tener a Jesús por hermano si no tienen a María como Madre porque, mientras María ama a su Hijo, ama a la Iglesia de la cual Ella es miembro eminente. Lo que no significa que María sea superior a la Iglesia, sino que Ella es «madre de los miembros de Cristo» (San Agustín).

El Concilio Vaticano II añade que María es «verdaderamente madre de los miembros de Cristo por haber cooperado con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles, que son miembros de aquella Cabeza (Jesús)». Además, permaneciendo en medio de los Apóstoles en el Cenáculo (cf. Hch 1,14), María —Madre de la Iglesia— recuerda la presencia, el don y la acción del Espíritu Santo en la Iglesia misionera. Al implorar al Espíritu Santo en el corazón de la Iglesia, María ora con la Iglesia y ora por la Iglesia, porque «asunta ya en la gloria del cielo, acompaña y protege a la Iglesia con su amor maternal» (Prefacio de la misa “María, Madre de la Iglesia”).

María cuida a sus hijos. Podemos, pues, confiarle toda la vida de la Iglesia, como hizo el papa san Pablo VI: «¡Oh, Virgen María, augusta Madre de la Iglesia, te encomendamos toda la Iglesia y el concilio ecuménico!».

LECTURA BREVE 1Co 12, 13




 LECTURA BREVE   1Co 12, 13

Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.


La Virgen María




 LA VIRGEN MARIA

Fue tan grande el amor de Dios a María que, desde toda la eternidad, la eligió para ser la Madre de su Hijo. Y siglos antes de su nacimiento ya nos habla de Ella en la Sagrada Escritura.

En el Gén 3,15 le dice Dios a la serpiente: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Ella te aplastará la cabeza”. Según la traducción de los LXX se dice: “El” (autos) te aplastará la cabeza, entendiendo en forma individual el linaje de la mujer, como refiriéndose al Salvador y, por tanto, entendiendo que la mujer es María,la madre del Salvador. S. Jerónimo en la Vulgata traduce “ipsa conteret caput tuum” (Ella te aplastará la cabeza), entendiendo que se refiere rectamente a María. Esta interpretación fue propuesta ya en el siglo II por algunos santos como S. Ireneo, S.

Epifanio, S. Cipriano, Isidoro de Pelusio y también, más tarde, por S. León Magno. La misma Virgen María la confirmó, cuando en 1830 se apareció en París a Sta. Catalina

Labouré sobre el globo de la Tierra y aplastando la cabeza de una serpiente.

Inmaculada.

Basándose en el texto del Gén 3,15 y en Lc 1,28, que S. Jerónimo traduce “gratia plena” (llena de gracia), algunos pocos autores antiguos enseñaron la doctrina de la

Inmaculada Concepción. S. Efrén, en el siglo IV, afirma: “Tu y tu madre sois los únicos que en todo aspecto sois perfectamente hermosos, pues en Ti, Señor, no hay

mancilla, ni mácula en tu Madre” (Carmina Nisib 27). S. Agustín habla de que todos los hombres deben sentirse pecadores, “exceptuada la Sta. Virgen María a la cual, por el honor del Señor, pongo en lugar aparte, cuando hablo del pecado”.Poco a poco,esta doctrina de la Inmaculada Concepción de María fue abriéndose paso en la Iglesia, a pesar de las controversias que hubo al respecto. El 8 de Diciembre de 1854 el Papa Pío IX la declaró dogma de fe. Y cuatro años más tarde, la misma Virgen María se aparecía a Bernardita en Lourdes (Sur de Francia) y decía: “Yo soy la Inmaculada Concepción” confirmando así la autoridad del Papa y corroborando una doctrina que está veladamente en la Escritura, pero que fue aclarándose a los largo de los siglos.

“La Iglesia ha tomado conciencia de que María “llena de gracia” por Dios (Lc 1,28) “había sido redimida desde su concepción” (Cat 491). “Esta resplandeciente santidad

del todo singular de la que Ella fue enriquecida desde el primer instante de su concepción, le viene toda entera de Cristo: Ella es redimida de la manera más

sublime en atención a los méritos de su Hijo” (Cat 492).

“Los Padres de la tradición oriental llaman a la Madre de Dios “la Toda Santa” (Panagia), la celebran como inmune de toda mancha de pecado y como plasmada por el Espíritu Santo y hecha una nueva criatura. Por la gracia de Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida” (Cat 493). En el

siglo IV S. Efrén, el gran poeta de la Virgen, en sus poemas de Nísibe, nos habla de Ella como inmaculada “mucho más pura que los rayos del sol”.

Ella es la bendita entre todas las mujeres (Lc 1,42). En este sentido, podemos considerar a Judit como figura de María, pues en Judit 13,18 se dice de ella: “Bendita seas, hija del Dios Altísimo, más que todas las mujeres de la tierra y bendito sea Dios, Creador del cielo y de la tierra, que te ha guiado a cortar la cabeza del jefe de nuestros enemigos”. Y ¿quién es el jefe de nuestros enemigos, sino la serpiente antigua, el llamado diablo y Satanás, el seductor del mundo entero, según Ap 12,9.

En este capítulo 12 del Apocalipsis vemos cómo Satanás persigue a la mujer que ha dado a luz un hijo varón, que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro. Este hijo, según Ap 19,13-15, se llama Palabra de Dios, Rey de Reyes y Señor de los Señores, luego es Cristo, sin duda alguna, y su Madre es María.

El diablo persigue a María y a Ella se le dan dos alas del águila grande. Es decir, vemos a María convertida en una gran águila, que es precisamente el enemigo mortal de las serpientes y que las mata aplastando su cabeza. El diablo, al no poder vencerla, según versillo 17, “despechado contra la mujer, se va a hacer la guerra al resto de sus hijos, a los que siguen los mandamientos de Dios y guardan el testimonio de Jesús”. Nunca el diablo ha podido vencerla, con el más mínimo pecado. 

En ella “no hay nada manchado” (Sab 7,25). Por eso, Dios le dice: “Toda hermosa eres amada mía, y no hay mancha en tí” (Cant 4,7). Ella “es el resplandor de la luz

eterna, el espejo sin mancha de la actividad de Dios, imagen de su bondad. Es más hermosa que el sol, supera todo el conjunto de estrellas y comparada con la luz,

queda vencedora” (Sab 7,26-29). 


Padre Ángel Peña Benito. O.A.R.

domingo, 23 de mayo de 2021

Santo Evangelio 23 de Mayo 2021

  


Texto del Evangelio (Jn 20,19-23): 

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

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«Recibid el Espíritu Santo»


Mons. José Ángel SAIZ Meneses, Arzobispo de Sevilla

(Sevilla, España)

Hoy, en el día de Pentecostés se realiza el cumplimiento de la promesa que Cristo había hecho a los Apóstoles. En la tarde del día de Pascua sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo» (Jn 20,22). La venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés renueva y lleva a plenitud ese don de un modo solemne y con manifestaciones externas. Así culmina el misterio pascual.

El Espíritu que Jesús comunica, crea en el discípulo una nueva condición humana, y produce unidad. Cuando el orgullo del hombre le lleva a desafiar a Dios construyendo la torre de Babel, Dios confunde sus lenguas y no pueden entenderse. En Pentecostés sucede lo contrario: por gracia del Espíritu Santo, los Apóstoles son entendidos por gentes de las más diversas procedencias y lenguas.

El Espíritu Santo es el Maestro interior que guía al discípulo hacia la verdad, que le mueve a obrar el bien, que lo consuela en el dolor, que lo transforma interiormente, dándole una fuerza, una capacidad nuevas.

El primer día de Pentecostés de la era cristiana, los Apóstoles estaban reunidos en compañía de María, y estaban en oración. El recogimiento, la actitud orante es imprescindible para recibir el Espíritu. «De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno» (Hch 2,2-3).

Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y se pusieron a predicar valientemente. Aquellos hombres atemorizados habían sido transformados en valientes predicadores que no temían la cárcel, ni la tortura, ni el martirio. No es extraño; la fuerza del Espíritu estaba en ellos.

El Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad, es el alma de mi alma, la vida de mi vida, el ser de mi ser; es mi santificador, el huésped de mi interior más profundo. Para llegar a la madurez en la vida de fe es preciso que la relación con Él sea cada vez más consciente, más personal. En esta celebración de Pentecostés abramos las puertas de nuestro interior de par en par.


LECTURA BREVE Hch 5, 30-32

 


LECTURA BREVE   Hch 5, 30-32


El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole de un madero. La diestra de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión, el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.

Milagros Eucarísticos.



 Milagros Eucarísticos.

A lo largo de los siglos, Jesús ha manifestado su presencia eucarística con muchos prodigios. Uno de ellos fue el ocurrido en Bolsena (Italia) el año 1263. Un sacerdote celebraba la misa, dudando de la presencia real de Jesús, cuando al partir la hostia, brotó súbitamente tal cantidad de sangre que cayó sobre el cáliz, empapó el corporal y los manteles y algunas gotas cayeron al piso. Sto. Tomás de Aquino y el Papa Urbano IV pudieron certificar la veracidad de este prodigio. Este mismo Papa instituyó la fiesta del Corpus Christi.

Otro prodigio importante ocurrió en Siena (Italia) en 1730. Unos ladrones robaron 223 hostias consagradas de la basílica de S. Francisco el 14 de Agosto y, desde entonces hasta ahora, se conservan milagrosamente. Las hostias están tan frescas e intactas como el primer día, sin presentar ningún signo de descomposición. Esto, según los científicos que han hecho análisis de laboratorio, va en contra de toda ley física, química y biológica. El mismo Papa Juan Pablo II el 14-09-80 en Siena dijo: “Aquí está la presencia real de Jesús”. Su conservación milagrosa es una señal para nuestro tiempo.

Pero el mayor de todos los prodigios ocurrió en Lanciano (Italia) en el siglo VIII.Durante la celebración de la misa, la hostia se transformó en un pedazo de carne y el vino consagrado en sangre, coagulándose después en cinco piedrecitas diferentes, cada una de las cuales pesaba exactamente igual que varias de ellas o que todas juntas.

En el correr de los siglos, se han realizado muchas investigaciones serias sobre esta carne y sangre milagrosas, que todavía se conservan en un relicario. En 1971 un grupo de expertos, entre ellos el profesor Odoardo Linoli, catedrático de anatomía, histología, patología y microscopía clínica, y el profesor Ruggero Bertelli, ambos de la universidad de Siena, efectuaron análisis en el laboratorio y llegaron a resultados sorprendentes. Después de 12 siglos, la carne es verdaderamente carne y la sangre es verdaderamente sangre de un ser humano vivo y tienen el mismo grupo sanguíneo “AB”. El diagrama de esta sangre corresponde al de una sangre humana que ha sido extraída del cuerpo vivo ese mismo día. La carne pertenece al corazón.

¿No nos está diciendo claramente el Señor, a través de este milagro, que El está siempre vivo entre nosotros en este sacramento? Acerquémonos a El con reverencia y

recogimiento. No lo dejemos solo, hagámosle compañía, adorémosle, porque El es

nuestro Dios.



Padre Ángel Peña Benito. O.A.R.

sábado, 22 de mayo de 2021

Santo Evangelio 22 de Mayo 2021

  


Texto del Evangelio (Jn 21,20-25): 

En aquel tiempo, volviéndose Pedro vio que le seguía aquel discípulo a quién Jesús amaba, que además durante la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?». Viéndole Pedro, dice a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?». Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme». Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: «No morirá», sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga».

Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran.

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«Las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero»


Rev. D. Fidel CATALÁN i Catalán

(Terrassa, Barcelona, España)

Hoy leemos el final del Evangelio de san Juan. Se trata propiamente del final del apéndice que la comunidad joánica añadió al texto original. En este caso es un fragmento voluntariamente significativo. El Señor Resucitado se aparece a sus discípulos y los renueva en su seguimiento, particularmente a Pedro. Acto seguido se sitúa el texto que hoy proclamamos en la liturgia.

La figura del discípulo amado es central en este fragmento y aun en todo el Evangelio de san Juan. Puede referirse a una persona concreta —el discípulo Juan— o bien puede ser la figura tras la cual puede situarse todo discípulo amado por el Maestro. Sea cual sea su significación, el texto ayuda a dar un elemento de continuidad a la experiencia de los Apóstoles. El Señor Resucitado asegura su presencia en aquellos que quieran ser seguidores.

«Si quiero que se quede hasta que yo venga» (Jn 21,22) puede indicar más esta continuidad que un elemento cronológico en el espacio y el tiempo. El discípulo amado se convierte en testigo de todo ello en la medida en que es consciente de que el Señor permanece con él en toda ocasión. Ésta es la razón por la que puede escribir y su palabra es verdadera, porque glosa con su pluma la experiencia continuada de aquellos que viven su misión en medio del mundo, experimentando la presencia de Jesucristo. Cada uno de nosotros puede ser el discípulo amado en la medida en que nos dejemos guiar por el Espíritu Santo, que nos ayuda a descubrir esta presencia.

Este texto nos prepara ya para celebrar mañana domingo la Solemnidad de Pentecostés, el Don del Espíritu: «Y el Paráclito vino del cielo: el custodio y santificador de la Iglesia, el administrador de las almas, el piloto de quienes naufragan, el faro de los errantes, el árbitro de quienes luchan y quien corona a los vencedores» (San Cirilo de Jerusalén).


LECTURA BREVE Tt 3, 5b-7

 


LECTURA BREVE   Tt 3, 5b-7


Dios nos trajo la salud mediante el baño bautismal de regeneración y renovación que obra el Espíritu Santo. Él derramó con toda profusión sobre nosotros este Espíritu por Cristo Jesús, nuestro salvador. Así, justificados por la gracia de Cristo, hemos obtenido la esperanza de poseer en herencia la vida eterna.


La misa, centro de nuestra fe.

 



La misa, centro de nuestra fe.

La Eucaristía es el centro de nuestra fe, la fuente y cima de toda la vida cristiana (Cat 1324). Es el compendio y suma de toda nuestra fe ( Cat 1327). La Eucaristía se celebra solemnemente el primer día de la semana, es decir, el domingo, por ser el día de la resurrección de Jesús, cuando los cristianos se reunían para partir el pan (Hech 20,7).

“Desde entonces hasta nuestros días, la celebración de la misa se ha perpetuado de suerte que hoy la encontramos por todas partes con la misma estructura fundamental, siendo el centro de la vida de la Iglesia” (Cat 1343). 

“La Eucaristía es el corazón y la cumbre de la vida de la Iglesia, pues en ella Cristo asocia su Iglesia y todos sus miembros a su sacrificio de alabanza y acción de gracias, ofrecido una vez por todas en la cruz a su Padre; por medio de este sacrificio derrama las gracias de salvación sobre su Cuerpo, que es la Iglesia” (Cat 407).

La misa es el acto más grande, más sublime y más santo, que se celebra todos los días en la tierra. La misa es el acto que mayor gloria y honor puede dar a Dios. Sto. Tomás de Aquino afirma que la misa vale tanto como la muerte de Jesús en la cruz. La misa es la renovación y actualización del sacrificio del Calvario.

El efecto de la misa abarca a todos los hombres de todos los tiempos y a todo el universo. Es una misa cósmica, una misa universal, una misa “católica” en el mejor sentido de la palabra. Por ser la misa de Jesús, tiene el mismo valor que la misa del Calvario y sirve para la salvación de todos los hombres. En ella “somos colmados de gracia y bendición” (Plegaria I).

La misa es el memorial de Cristo, que nace, sufre, muere y resucita por nosotros. El sacerdote en la misa actualiza, renueva y realiza eficazmente la obra de la Redención, de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Por eso, decimos que la misa es el memorial de la Pascua de Cristo, el memorial de su infinito amor, el memorial de la cena del Señor, el memorial de la Redención, el memorial de su Pasión, Muerte y Resurrección. En la misa es Jesús quien celebra, el sacerdote es un instrumento suyo,consciente y libre. Durante la misa el sacerdote actúa “in persona Christi” en la persona de Cristo, personifica a Cristo (canon 899). Cristo toma posesión de su persona y, a través de él, se ofrece a sí mismo al Padre, como lo hizo en la cruz. El sacerdote en la misa es verdaderamente Jesús. Y María lo presenta al Padre como a su Hijo.

En la misa, Jesús se hace presente entre nosotros como en una nueva Navidad. Por eso, es una celebración gozosa del amor de Dios. Es el memorial del amor de Dios, en el que están presentes también todos los santos y ángeles del Universo, adorando a su Dios.

Todos los santos han vivido plenamente esta presencia de Cristo en la Eucaristía. Muchos han tenido experiencias en este sentido y lo han visto, sobre todo San Pascual

Bailón, Sta. Margarita Ma. de Alacoque, Sta. Teresa de Jesús... Todos ellos pasaban horas y horas en oración ante el Santísimo Sacramento y Cristo ha confirmado su

presencia con infinidad de milagros. En Lourdes muchos enfermos son sanados al momento de la bendición con el Santísimo Sacramento. En el Monasterio del Escorial

de Madrid, se conserva milagrosamente, después de varios siglos, una hostia consagrada, teñida en sangre, que salió al ser pisada por un incrédulo. El mismo Lutero admitió la presencia real de Cristo en la Eucaristía y la virginidad perpetua de María.

No es de extrañar que S. Pablo, pensando en los que ya en su tiempo cambiaban el evangelio con interpretaciones erróneas decía: “Me maravillo que os paséis tan pronto a otro Evangelio, no es que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren deformar el Evangelio de Cristo. Pero aún cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un Evangelio distinto del que os hemos anunciado ¡sea maldito!” (Gal 1,6-9). La Eucaristía es uno de los puntos fundamentales que pertenecen al depósito de la fe, de que habla S. Pablo en 1 Tim 6,20; 2 Tim 1, 12.14 etc.

Vayamos al sagrario a visitarlo, a adorarlo y a recibirlo dignamente en la comunión. 


Padre Ángel Peña Benito. O.A.R.