Verdades de fe.
Las principales verdades que cree la Iglesia están contenidas en el CREDO. El Credo apostólico, atribuido a los mismos apóstoles, fue compuesto en el siglo I y dice
literalmente así: Creo en Dios Padre Todopoderoso y en Jesucristo su único Hijo Nuestro Señor, que nació del Espíritu Santo y de María Virgen, fue crucificado y sepultado bajo el poder de Poncio Pilato, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos, estásentado a la derecha del Padre, desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia, en el perdón de los pecados y en la resurrección de la carne.
A partir del siglo V aparecen en la formulación del Credo las expresiones: creo en la Iglesia Católica, en la comunión de los santos y en la vida eterna. La expresión Iglesia Católica la usó por primera vez S. Ignacio de Antioquia (Carta a los Esm 8,2) hacia el año 107. Más tarde, se introdujo la expresión “descendió a los infiernos” con la que la formulación del Credo quedó intacta hasta el día de hoy. El Credo es, pues, un pequeño
resumen de las principales verdades de nuestra fe, que ya creían los cristianos del siglo I y siguen creyendo los cristianos católicos del XXI.
De esta manera, vemos cómo la Iglesia es una, pues una sola es la Iglesia fundada por Cristo y una su doctrina. Es santa, pues santo es su fundador y santos son los medios que ha puesto a nuestra disposición para santificarnos, como los sacramentos. Además, ha dado y sigue dando abundantes frutos de santidad en tantos grandes santos, que todos conocemos. Es también católica, que quiere decir universal, pues está destinada a todos los hombres sin excepción. Y es apostólica, porque está cimentada sobre los apóstoles, elegidos por Cristo. Y, además, es romana, pues Pedro, el primer Papa, puso su sede en Roma y desde entonces todos los Papas son los obispos de Roma.
Divisiones.
En esta una y única Iglesia de Dios aparecieron ya desde el principio algunas divisiones. Siempre han existido personas que se han separado de la Iglesia por no estar de acuerdo con algunas de sus verdades fundamentales. Desde los primeros nicolaítas (Ap 2,15) hasta los modernos seguidores del obispo Lefevre, pasando por el reformador protestante Martín Lutero. El fue el que comenzó un gran movimiento de separación en el siglo XVI. Comenzó rechazando las indulgencias, después rechazó la autoridad del Papa y, por fin, puso el fundamento total de la fe en la Biblia sola y en el libre examen de la misma. Para él la salvación se consigue por la fe en Cristo, sin las obras. Por eso, pudo escribir: peca fortiter, sed crede fortius (peca fuerte, pero cree más fuertemente todavía). Es decir, no importan tus pecados, lo importante es creer que Jesús destruirá tus pecados y te salvará.
Sin embargo, hay sectas modernas que son fundamentalmente anticatólicas como los testigos de Jehová, los mormones o los adventistas. Los testigos de Jehová no creen que Jesucristo es Dios ni en la S. Trinidad ni en el alma ni en la eternidad del infierno. No aceptan las transfusiones de sangre ni el ejército ni la bandera nacional. Los adventistas afirman que el Papa es el anticristo, que los muertos están dormidos hasta el juicio final, celebran el sábado como día sagrado y no aceptan tomar ciertos alimentos. Los mormones tienen como Palabra de Dios sus libros: El libro de Mormón, Doctrinas y convenios, y Perla de gran precio. Creen que los buenos mormones llegarán a ser dioses, aceptan teóricamente la poligamia (su fundador tuvo al menos 27 esposas), creen que la Iglesia de Cristo desapareció en año 420 y fue restaurada con su fundador José Smith el siglo XIX. Hay otras sectas de tipo oriental, que enseñan verdades contrarias a la fe, cristiana comola reencarnación, y otras iglesias cristianas de tipo fundamentalista, que insisten mucho en la salvación y libertad individual, al margen de una verdadera Iglesia. Prometen la salvación y están seguros de ser ellos los únicos elegidos. Insisten mucho en que estamos en los últimos tiempos y que para salvarse sólo basta aceptar a Cristo como Salvador personal. Citan mucho el texto: “El que cree en el Hijo tiene la vida eterna” (Jn 3,36). Para ellos, la Biblia es la única fuente de fe y sólo aceptan la nterpretación literal de la Biblia, pues creen en la absoluta infalibilidad de las palabras bíblicas solas.
Esta religión, basada exclusivamente en la Biblia, excluye cualquier referencia a la Iglesia, como si la Biblia completa hubiera existido antes que la misma Iglesia y, sin embargo, antes de que la Iglesia determinara, en el siglo IV, cuáles eran los libros de la Biblia, la Iglesia existía y proporcionaba la salvación, como lo hizo desde Pentecostés, antes de que existiera ningún libro del N. Testamento.
Estas iglesias, a pesar de que tienen un rigorismo moral que las lleva a actitudes exageradas como prohibir ver la televisión o el cine, que se pinten las mujeres, e incluso tomar café y coca cola o bebidas alcohólicas, en otras cuestiones de moral, en que la Biblia no dice nada, son más bien liberales. Por ejemplo, hay grupos de éstos que aceptan el aborto en ciertas circunstancias extraordinarias, o el divorcio o el uso de anticonceptivos. En grupos de tipo pentecostal, el recurso a profecías puede ser una manera de manejar al grupo por su líder e imponer su punto de vista, pues puede hacer creer que tiene el don de profecía y que Dios habla por medio de él en todo lo que dice.
Esto es peligroso, como ha sucedido varias veces, cuando el líder es extremista o inmoral. Sin embargo, la Iglesia como Madre los quiere acoger a todos y fomenta la
unidad de todos los cristianos. El Papa Juan XXIII, en 1960, creó el secretariado para la unión de los cristianos y desde que el concilio Vaticano II publicó el decreto sobre Ecumenismo, se están dando pasos adelante en las Iglesias tradicionales (anglicanos, luteranos, ortodoxos y algunos grupos evangélicos). En el mes de enero se ora por esta unidad en la Semana de la Unidad, fundada por un pastor protestante, convertido al catolicismo. Para conseguirla, es necesaria mucha oración, “que es el alma de todo movimiento ecuménico” (UUS 21).
“Todos tenemos que trabajar para conseguir la unidad de todos los cristianos, que es un don de Cristo y un llamamiento que nos hace a todos el Espíritu Santo”( Cat 817
820).
Y tú ¿deseas la unidad?, ¿rezas por ella?, ¿amas a la Iglesia?, ¿te sientes Iglesia? La Iglesia es tu Madre, pues en ella naciste y creces espiritualmente. Ella es “columna y fundamento de la verdad” (1 Tim 3,15). Ella es “sacramento inseparable de unidad
Padre Ángel Peña Benito. O.A.R.
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