Novena Virgen del Carmen
viernes, 30 de abril de 2021
LECTURA BREVE Hch 5, 30-32
LECTURA BREVE Hch 5, 30-32
El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole de un madero. La diestra de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión, el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.
Verdades de Fe
Verdades de fe.
Las principales verdades que cree la Iglesia están contenidas en el CREDO. El Credo apostólico, atribuido a los mismos apóstoles, fue compuesto en el siglo I y dice
literalmente así: Creo en Dios Padre Todopoderoso y en Jesucristo su único Hijo Nuestro Señor, que nació del Espíritu Santo y de María Virgen, fue crucificado y sepultado bajo el poder de Poncio Pilato, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos, estásentado a la derecha del Padre, desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia, en el perdón de los pecados y en la resurrección de la carne.
A partir del siglo V aparecen en la formulación del Credo las expresiones: creo en la Iglesia Católica, en la comunión de los santos y en la vida eterna. La expresión Iglesia Católica la usó por primera vez S. Ignacio de Antioquia (Carta a los Esm 8,2) hacia el año 107. Más tarde, se introdujo la expresión “descendió a los infiernos” con la que la formulación del Credo quedó intacta hasta el día de hoy. El Credo es, pues, un pequeño
resumen de las principales verdades de nuestra fe, que ya creían los cristianos del siglo I y siguen creyendo los cristianos católicos del XXI.
De esta manera, vemos cómo la Iglesia es una, pues una sola es la Iglesia fundada por Cristo y una su doctrina. Es santa, pues santo es su fundador y santos son los medios que ha puesto a nuestra disposición para santificarnos, como los sacramentos. Además, ha dado y sigue dando abundantes frutos de santidad en tantos grandes santos, que todos conocemos. Es también católica, que quiere decir universal, pues está destinada a todos los hombres sin excepción. Y es apostólica, porque está cimentada sobre los apóstoles, elegidos por Cristo. Y, además, es romana, pues Pedro, el primer Papa, puso su sede en Roma y desde entonces todos los Papas son los obispos de Roma.
Divisiones.
En esta una y única Iglesia de Dios aparecieron ya desde el principio algunas divisiones. Siempre han existido personas que se han separado de la Iglesia por no estar de acuerdo con algunas de sus verdades fundamentales. Desde los primeros nicolaítas (Ap 2,15) hasta los modernos seguidores del obispo Lefevre, pasando por el reformador protestante Martín Lutero. El fue el que comenzó un gran movimiento de separación en el siglo XVI. Comenzó rechazando las indulgencias, después rechazó la autoridad del Papa y, por fin, puso el fundamento total de la fe en la Biblia sola y en el libre examen de la misma. Para él la salvación se consigue por la fe en Cristo, sin las obras. Por eso, pudo escribir: peca fortiter, sed crede fortius (peca fuerte, pero cree más fuertemente todavía). Es decir, no importan tus pecados, lo importante es creer que Jesús destruirá tus pecados y te salvará.
Sin embargo, hay sectas modernas que son fundamentalmente anticatólicas como los testigos de Jehová, los mormones o los adventistas. Los testigos de Jehová no creen que Jesucristo es Dios ni en la S. Trinidad ni en el alma ni en la eternidad del infierno. No aceptan las transfusiones de sangre ni el ejército ni la bandera nacional. Los adventistas afirman que el Papa es el anticristo, que los muertos están dormidos hasta el juicio final, celebran el sábado como día sagrado y no aceptan tomar ciertos alimentos. Los mormones tienen como Palabra de Dios sus libros: El libro de Mormón, Doctrinas y convenios, y Perla de gran precio. Creen que los buenos mormones llegarán a ser dioses, aceptan teóricamente la poligamia (su fundador tuvo al menos 27 esposas), creen que la Iglesia de Cristo desapareció en año 420 y fue restaurada con su fundador José Smith el siglo XIX. Hay otras sectas de tipo oriental, que enseñan verdades contrarias a la fe, cristiana comola reencarnación, y otras iglesias cristianas de tipo fundamentalista, que insisten mucho en la salvación y libertad individual, al margen de una verdadera Iglesia. Prometen la salvación y están seguros de ser ellos los únicos elegidos. Insisten mucho en que estamos en los últimos tiempos y que para salvarse sólo basta aceptar a Cristo como Salvador personal. Citan mucho el texto: “El que cree en el Hijo tiene la vida eterna” (Jn 3,36). Para ellos, la Biblia es la única fuente de fe y sólo aceptan la nterpretación literal de la Biblia, pues creen en la absoluta infalibilidad de las palabras bíblicas solas.
Esta religión, basada exclusivamente en la Biblia, excluye cualquier referencia a la Iglesia, como si la Biblia completa hubiera existido antes que la misma Iglesia y, sin embargo, antes de que la Iglesia determinara, en el siglo IV, cuáles eran los libros de la Biblia, la Iglesia existía y proporcionaba la salvación, como lo hizo desde Pentecostés, antes de que existiera ningún libro del N. Testamento.
Estas iglesias, a pesar de que tienen un rigorismo moral que las lleva a actitudes exageradas como prohibir ver la televisión o el cine, que se pinten las mujeres, e incluso tomar café y coca cola o bebidas alcohólicas, en otras cuestiones de moral, en que la Biblia no dice nada, son más bien liberales. Por ejemplo, hay grupos de éstos que aceptan el aborto en ciertas circunstancias extraordinarias, o el divorcio o el uso de anticonceptivos. En grupos de tipo pentecostal, el recurso a profecías puede ser una manera de manejar al grupo por su líder e imponer su punto de vista, pues puede hacer creer que tiene el don de profecía y que Dios habla por medio de él en todo lo que dice.
Esto es peligroso, como ha sucedido varias veces, cuando el líder es extremista o inmoral. Sin embargo, la Iglesia como Madre los quiere acoger a todos y fomenta la
unidad de todos los cristianos. El Papa Juan XXIII, en 1960, creó el secretariado para la unión de los cristianos y desde que el concilio Vaticano II publicó el decreto sobre Ecumenismo, se están dando pasos adelante en las Iglesias tradicionales (anglicanos, luteranos, ortodoxos y algunos grupos evangélicos). En el mes de enero se ora por esta unidad en la Semana de la Unidad, fundada por un pastor protestante, convertido al catolicismo. Para conseguirla, es necesaria mucha oración, “que es el alma de todo movimiento ecuménico” (UUS 21).
“Todos tenemos que trabajar para conseguir la unidad de todos los cristianos, que es un don de Cristo y un llamamiento que nos hace a todos el Espíritu Santo”( Cat 817
820).
Y tú ¿deseas la unidad?, ¿rezas por ella?, ¿amas a la Iglesia?, ¿te sientes Iglesia? La Iglesia es tu Madre, pues en ella naciste y creces espiritualmente. Ella es “columna y fundamento de la verdad” (1 Tim 3,15). Ella es “sacramento inseparable de unidad
Padre Ángel Peña Benito. O.A.R.
jueves, 29 de abril de 2021
Santo Evangelio 30 de Abril 2021
Texto del Evangelio (Jn 14,1-6):
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino». Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí».
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«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí»
Rev. D. Josep Mª MANRESA Lamarca
(Valldoreix, Barcelona, España)
Hoy, en este Viernes IV de Pascua, Jesús nos invita a la calma. La serenidad y la alegría fluyen como un río de paz de su Corazón resucitado hasta el nuestro, agitado e inquieto, zarandeado tantas veces por un activismo tan enfebrecido como estéril.
Son los nuestros los tiempos de la agitación, el nerviosismo y el estrés. Tiempos en que el Padre de la mentira ha inficionado las inteligencias de los hombres haciéndoles llamar al bien mal y al mal bien, dando luz por oscuridad y oscuridad por luz, sembrando en sus almas la duda y el escepticismo que agostan en ellas todo brote de esperanza en un horizonte de plenitud que el mundo con sus halagos no sabe ni puede dar.
Los frutos de tan diabólica empresa o actividad son evidentes: enseñoreado el “sinsentido” y la pérdida de la trascendencia de tantos hombres y mujeres, no sólo han olvidado, sino que han extraviado el camino, porque antes olvidaron el Camino. Guerras, violencias de todo género, cerrazón y egoísmo ante la vida (anticoncepción, aborto, eutanasia...), familias rotas, juventud “desnortada”, y un largo etcétera, constituyen la gran mentira sobre la que se asienta buena parte del triste andamiaje de la sociedad del tan cacareado “progreso”.
En medio de todo, Jesús, el Príncipe de la Paz, repite a los hombres de buena voluntad con su infinita mansedumbre: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí» (Jn 14,1). A la derecha del Padre, Él acaricia como un sueño ilusionado de su misericordia el momento de tenernos junto a Él, «para que donde esté yo estéis también vosotros» (Jn 14,3). No podemos excusarnos como Tomás. Nosotros sí sabemos el camino. Nosotros, por pura gracia, sí conocemos el sendero que conduce al Padre, en cuya casa hay muchas estancias. En el cielo nos espera un lugar, que quedará para siempre vacío si nosotros no lo ocupamos. Acerquémonos, pues, sin temor, con ilimitada confianza a Aquél que es el único Camino, la irrenunciable Verdad y la Vida en plenitud.
Santo Evangelio 29 de Abril 2021
Texto del Evangelio (Jn 13,16-20):
Después de lavar los pies a sus discípulos, Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía. Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís. No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: el que come mi pan ha alzado contra mí su talón. Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy. En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado».
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«Después de lavar los pies a sus discípulos...»
Rev. D. David COMPTE i Verdaguer
(Manlleu, Barcelona, España)
Hoy, como en aquellos films que comienzan recordando un hecho pasado, la liturgia hace memoria de un gesto que pertenece al Jueves Santo: Jesús lava los pies a sus discípulos (cf. Jn 13,12). Así, este gesto —leído desde la perspectiva de la Pascua— recobra una vigencia perenne. Fijémonos, tan sólo, en tres ideas.
En primer lugar, la centralidad de la persona. En nuestra sociedad parece que hacer es el termómetro del valor de una persona. Dentro de esta dinámica es fácil que las personas sean tratadas como instrumentos; fácilmente nos utilizamos los unos a los otros. Hoy, el Evangelio nos urge a transformar esta dinámica en una dinámica de servicio: el otro nunca es un puro instrumento. Se trataría de vivir una espiritualidad de comunión, donde el otro —en expresión de San Juan Pablo II— llega a ser “alguien que me pertenece” y un “don para mí”, a quien hay que “dar espacio”. Nuestra lengua lo ha captado felizmente con la expresión: “estar por los demás”. ¿Estamos por los demás? ¿Les escuchamos cuando nos hablan?
En la sociedad de la imagen y de la comunicación, esto no es un mensaje a transmitir, sino una tarea a cumplir, a vivir cada día: «Dichosos seréis si lo cumplís» (Jn 13,17). Quizá por eso, el Maestro no se limita a una explicación: imprime el gesto de servicio en la memoria de aquellos discípulos, pasando inmediatamente a la memoria de la Iglesia; una memoria llamada constantemente a ser otra vez gesto: en la vida de tantas familias, de tantas personas.
Finalmente, un toque de alerta: «El que come mi pan ha alzado contra mí su talón» (Jn 13,18). En la Eucaristía, Jesús resucitado se hace servidor nuestro, nos lava los pies. Pero no es suficiente con la presencia física. Hay que aprender en la Eucaristía y sacar fuerzas para hacer realidad que «habiendo recibido el don del amor, muramos al pecado y vivamos para Dios» (San Fulgencio de Ruspe).
LECTURA BREVE Ct 8, 7
LECTURA BREVE Ct 8, 7
Las aguas torrenciales no podrían apagar el amor, ni anegarlo los ríos. Si alguien quisiera comprar el amor con todas las riquezas de su casa, se haría despreciable.
La Iglesia Católica
LA IGLESIA CATOLICA
La Iglesia no es simplemente el edificio material, sino la reunión de todos los cristianos que tienen la misma fe y costumbres bajo la autoridad del Papa. En ella todos, pastores,religiosos y laicos, tienen la misma igualdad esencial y todos comparten la misma vocación a la santidad, participando de la misión salvífica de Cristo. Ahora bien, dentro de la Iglesia cada uno tiene una vocación específica de acuerdo a los servicios y ministerios que Dios le ha encomendado, según los dones y carismas que el Espíritu ha repartido a cada uno.
Pueblo de Dios.
La Iglesia es el Pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo. “La Iglesia es el lugar donde florece el Espíritu” (S. Hipólito). El Espíritu Santo es su alma y principio vital. Ella es la gran familia de los hijos de Dios. Nació del amor de Cristo, “del costado de Cristo, dormido en la cruz “(SC 5; Cat 766). “Y se manifestó públicamente el día de Pentecostés al iniciarse su difusión entre todos los pueblos” (AG 4; Cat 767).
La Iglesia es el pueblo de Dios peregrino por el desierto de este mundo, en camino hacia la patria eterna. Es también el Cuerpo de Cristo. “Vosotros sois el Cuerpo de Cristo” (1 Co 12,27). “Nosotros, siendo muchos, somos un solo Cuerpo en Cristo” (Rom 12,5).
Cristo está tan identificado con sus miembros, pues es la Cabeza de este Cuerpo, que “lo que hiciereis a uno de estos mis hermanos más pequeños a Mí me lo hacéis” (Mt
25,40). Incluso el que persigue a la Iglesia, persigue al mismo Cristo. Por eso, le dijo a Pablo: “Saulo, Saulo” ¿por qué me persigues? (Hch 9,4).
Obedecer a Cristo, significa Obedecer a la Iglesia. No podemos amar a Cristo, si no amamos a la Iglesia y no obedecemos a sus legítimos pastores. Por eso, dijo Jesús: “El que a vosotros oye, a Mí me oye; el que a vosotros desecha a Mí me desecha” (Lc 10,16). Y “lo que atéis en la tierra será atado en el cielo y lo que desatéis en la tierra,será desatado en el cielo” (Mt 18,18)
Despreciar a la Iglesia es depreciar a Cristo, despreciar a sus autoridades es también despreciar Cristo. Ella es el Pueblo Dios en marcha, bajo la guía del Papa, representante de Cristo en la tierra.
Su estructura.
Es divina y humana, visible y con elementos invisibles, presente en el mundo y peregrina, entregada a la acción y dada a la contemplación ( Cat 77 l). La Iglesia es
sacramento universal de salvación y de unidad para todos los hombres. Es el proyecto visible del amor de Dios a la humanidad (Cat 776).
A ella se entra a formar parte por medio del bautismo. Cristo es el fundador y “la Cabeza del Cuerpo, que es la Iglesia “ (Col 1, 18). María es la Madre de la Iglesia. El Papa, obispo de Roma, sucesor de Pedro y vicario de Cristo, es el Pastor supremo de toda la Iglesia. En ella, hay tres grados de participación del Sacerdocio de Cristo: diáconos, sacerdotes y obispos. Entre los diáconos hay algunos que son permanentes y pueden ser casados. Los obispos, por su consagración episcopal, reciben “la plenitud del sacramento del Orden”, que muchos Santos Padres y la misma liturgia denomina como “sumo sacerdocio” o “cumbre del ministerio sagrado”. (Cat 1557).
“Por institución divina los obispos han sucedido a los apóstoles como pastores de la Iglesia. El que los escucha, escucha a Cristo; el que, en cambio, los desprecia,
desprecia a Cristo y al que lo envió”. (LG 20; Cat 862).
El Papa es la cabeza del cuerpo episcopal y puede convocar a un concilio ecuménico, que no tiene ninguna autoridad, al igual que el colegio episcopal, si actúa al margen de su autoridad. Pero los obispos ejercen su gobierno pastoral sobre la porción del pueblo de Dios que les ha sido confiada y participan de la solicitud por todas las iglesias (LG 23), asistidos por los presbíteros y diáconos. Ellos, en unión con el Papa, son maestros auténticos por tener la autoridad de Cristo y predican al pueblo la fe que hay que creer y que hay que llevar a la práctica (g Cat 2034). Siguiendo sus enseñanzas, seguimos al mismo Cristo y no nos equivocaremos, pues “Dios da el Espíritu Santo a los que le obedecen”. (Hech 5,32).
S. Ignacio de Antioquia, muerto el año 107, escribe en su carta a los esmirniotas: “Seguid todos al obispo como Jesucristo al Padre, y al colegio de los presbíteros como a los apóstoles; en cuanto a los diáconos, reverenciadlos como al mandamiento de Dios. Que nadie, sin contar con el obispo haga nada de cuanto atañe a la Iglesia.
Sólo aquella Eucaristía ha de tenerse por válida que se celebre por el obispo o por los presbíteros que de él tengan autorización. Donde está el obispo allí está la Iglesia, asícomo donde está Jesucristo allí está la Iglesia universal”. S. Ambrosio diría que “donde está Pedro (el Papa), allí está la Ig1esia”. Y S. Agustín afirmaba: “Si Roma ha hablado, la cuestión se ha terminado” para dar a entender que el Papa es la última palabra en cuestión de fe y costumbres.
Cuando el Papa enseña una verdad como dogma de fe, con toda su autoridad y solemnidad para ser creída por todos los fieles, tiene el don de la infalibilidad y no
puede equivocarse, pues está respaldado por el Espíritu Santo (Cat 2035).
Veamos ahora los Concilios ecuménicos convocados para reafirmar nuestra fe católica:
Concilios ecuménicos.-
- Nicea ( año 325) : contra los arrianos.
- Constantinopla I (381) : contra los macedonianos.
- Efeso (431) : contra los nestorianos.
- Calcedonia (451 ) : contra los monofisitas.
- Constantinopla II (553) : sobre la Santísima Trinidad.
- Constantinopla III (Trullano I, año 680) : contra los monoteletas.
- Nicea II (787) : contra los iconoclastas.
- Constantinopla IV (Trullano II, año 869) : contra Focio, que provocó la separación de
la Iglesia griega el año 867.
- Letrán I (1123) : contra el problema de las investiduras.
- Letrán II (1139) : contra la simonía.
- Letrán III (1179) : contra los albigenses.
- Letrán IV (1215) : contra los valdenses y albigenses.
- Lión I (1245) : contra el rey Federico II.
- Lión II (1274): sobre la unión ,con los griegos.
- Viena (1311) : sobre la abolición de la Orden de los templarios.
- Constanza (1414-18) : contra Hus y Wiclef y poner fin al cisma de Occidente.
- Florencia (1438-45): sobre la unión con los griegos, armenios...
- Letrán V (1512-17) : sobre reformas en la Iglesia.
- Trento (1545-63) : contra Lutero y los protestantes.
- Vaticano I (1869-70) : sobre la fe y la Iglesia. Definición de la infalibilidad del Papa.
- Vaticano II (1962-65) : sobre reformas y actualización de la Iglesia.
Veamos a que se refieren las principales herejías:
Origenistas : Todos se salvan.
Arrianos: Cristo no es Dios
Monoteletas : Cristo sólo tiene una sola voluntad.
- Monofisitas : Cristo sólo tiene una sola naturaleza.
- Docetas : Cristo tiene un cuerpo humano aparente, pero no es real.
- Apolinaristas : Cristo no tiene alma humana.
- Nestorianos : Cristo tiene dos personas (divina y humana).
María sólo es madre de la persona humana de Jesús.
- Macedonianos: No existe el Espíritu Santo.
- Iconoclastas : No aceptan las imágenes religiosas (las destruyen).
- Simonía: Es vender por dinero cosas sagradas.
- Problema de las investiduras: Dar cargos eclesiásticos a personas indignas, a veces por
dinero, parentesco, amistad.
- Valdenses : El bautismo no es válido antes del uso de razón.
- Albigenses (cátaros) : No creen en la presencia de Cristo en la Eucaristía ni en los
sacramentos.
- Wiclef : Creía que sólo se recibe a Cristo en la Eucaristía de modo espiritual, no real.
No cree en la transustanciación.
- Priscilianistas: No creen en el pecado original ni en la Santísima Trinidad.
- Montanistas: No se puede perdonar el adulterio, homicidio y apostasía.
- Calvinistas: Dios ha predestinado a los malos al infierno.
- Jansenistas: Cristo murió sólo por los que se salvan.
Nota.- Cristo es una sola persona divina con dos naturalezas y dos voluntades (divina
y humana), con un cuerpo humano real y alma humana. En la Eucaristía está
realmente presente con su cuerpo, sangre, alma y divinidad.
Padre Ángel Peña Benito. O.A.R.
miércoles, 28 de abril de 2021
Santo Evangelio 28 de Abril 2021
Texto del Evangelio (Jn 12,44-50):
En aquel tiempo, Jesús gritó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí».
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«El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado»
P. Julio César RAMOS González SDB
(Mendoza, Argentina)
Hoy, Jesús grita; grita como quien dice palabras que deben ser escuchadas claramente por todos. Su grito sintetiza su misión salvadora, pues ha venido para «salvar al mundo» (Jn 12,47), pero no por sí mismo sino en nombre del «Padre que me ha enviado y me ha mandado lo que tengo que decir y hablar» (Jn 12,49).
Todavía no hace un mes que celebrábamos el Triduo Pascual: ¡cuán presente estuvo el Padre en la hora extrema, la hora de la Cruz! Como ha escrito San Juan Pablo II, «Jesús, abrumado por la previsión de la prueba que le espera, solo ante Dios, lo invoca con su habitual y tierna expresión de confianza: ‘Abbá, Padre’». En las siguientes horas, se hace patente el estrecho diálogo del Hijo con el Padre: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34); «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46).
La importancia de esta obra del Padre y de su enviado, se merece la respuesta personal de quien escucha. Esta respuesta es el creer, es decir, la fe (cf. Jn 12,44); fe que nos da —por el mismo Jesús— la luz para no seguir en tinieblas. Por el contrario, el que rechaza todos estos dones y manifestaciones, y no guarda esas palabras «ya tiene quien le juzgue: la Palabra» (Jn 12,48).
Aceptar a Jesús, entonces, es creer, ver, escuchar al Padre, significa no estar en tinieblas, obedecer el mandato de vida eterna. Bien nos viene la amonestación de san Juan de la Cruz: «[El Padre] todo nos lo habló junto y de una vez por esta sola Palabra (...). Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo sería una necedad, sino que haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, evitando querer otra alguna cosa o novedad».
LECTURA BREVE Rm 6, 8-11
LECTURA BREVE Rm 6, 8-11
Si verdaderamente hemos muerto con Cristo, tenemos fe de que también viviremos con él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no tiene ya poder sobre él. Su muerte fue un morir al pecado de una vez para siempre, mas su vida es un vivir para Dios. Así también, considerad vosotros que estáis muertos al pecado, pero que vivís para Dios en unión con Cristo Jesús.
Jesús El Salvador
JESÚS EL SALVADOR
La Historia humana, como ha demostrado S. Agustín en su obra La ciudad de Dios, es una lucha constante entre el reino de Dios y el reino del Mal (Satanás), entre dos
amores, el amor de Dios y el amor de sí mismo. Dos amores que se dan siempre mezclados y de donde surgen infinidad de sufrimientos para la humanidad. Por eso, el
sentido del sufrimiento humano sólo puede ser aclarado a través de la cruz de Jesucristo.
Jesús venció a la muerte y al dolor desde la cruz y les cambió el sentido negativo que parecían tener, en un signo de salvación y de victoria. Desde entonces, el dolor no es algo absurdo y sin sentido, sino algo que nos ayuda en nuestro camino de superación, de maduración personal y de acercamiento a Dios.
Podemos preguntarnos el porqué del sufrimiento en el mundo. ¿Por qué un niño inocente tiene que sufrir? ¿Por qué? ¿Por qué tanto dolor en el mundo? Ante esta
pregunta, sólo nos queda la muda respuesta de Jesús, que muere por nosotros en la cruz,y de tantos santos que ofrecieron sus sufrimientos en unión con Jesús y que ante nuestro propio dolor nos están diciendo: Ten esperanza, no estás solo.
Alguien ha dicho: Dime qué opinas del sufrimiento y te diré quién eres y también cuánto has sufrido. En la manera de pensar sobre el sufrimiento, se manifiesta la real
profundidad y madurez del ser humano, que para realizarse plenamente, debe afrontar el dolor inherente a la vida con amor y como medio de santificación y de unión a Cristo crucificado.
Desde la fe, podemos entender que hasta los sufrimientos personales son permitidos por Dios para nuestro bien. “Dios todo lo permite por nuestro bien” (Rom 8,28). Sólo nos queda decir, como Jesús: “que no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc 22,42).
Además, somos solidarios los unos de los otros. Por lo cual, nuestros sufrimientos, ofrecidos con amor por la salvación de los demás, tienen un gran valor redentor, como la Pasión y Muerte de Jesús. Y, si somos solidarios los unos de los otros, en el sufrir, en el merecer, en la gracia de Dios, también somos solidarios, de alguna manera, en el pecado. El pecado tiene un poder de contagio y de influencia negativa sobre los que nos rodean y, por eso, decimos que tanto el bien como el mal tienen una dimensión social que traspasa la dimensión de la persona.
De aquí podemos comprender también la trascendencia del pecado original, el pecado de nuestros primeros padres Adán y Eva, y que se nos transmite de alguna manera en lo que llamamos pecado original. “Por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte pasó a todos los hombres, pues todos habían
pecado” (Rom 5,12). “Como por un hombre vino la muerte, también por un hombre vino la resurrección de los muertos. Como en Adán hemos muerto todos, así también Cristo todos hemos sido vivificados”(1 Co 15,21-22).
E1 pecado de nuestros primeros padres (no es dogma de fe que se refiera a Adán y Eva,pues pueden ellos simbolizar a los “primeros padres”, la humanidad incipiente) nos hace recordar la solidaridad radical de todos los hombres y que todos somos iguales y hermanos como hijos del mismo Padre. Nadie comienza nunca totalmente desde el
principio, nadie empieza a partir de cero, todos estamos marcados por la historia de nuestros antepasados. Por eso, al reconocer la universalidad del pecado que afectó a toda la primitiva humanidad, que se hallaba en una situación desesperada y sin salida posible humanamente, viene la gran esperanza de la salvación universal conseguida en Jesucristo. No en vano se dice en la liturgia de la Vigilia Pascual: ¡Oh feliz culpa! En resumen, la doctrina del pecado original es señalarnos la solidaridad de todos los hombres y aclararnos que sólo en Jesucristo podemos encontrar la salvación, nuestra única salvación. “Para que como reinó el pecado, así también reine la gracia por la justicia para la vida eterna por Jesucristo Nuestro Señor” (Rom 5,21). El es el Salvador y en este plan de salvación tiene un puesto muy importante María como Madre del Salvador. Ella es la nueva Eva.
ORACIÓN DEL SUFRIMIENTO
“Dios mío, os ofrezco, los sufrimientos de vuestro Hijo, y los de su Sma. Madre, y junto
con ellos, los de mi enfermedad en el día de hoy”.
“Acepto, humildemente, como venido de vuestra santa mano, cuanto hoy tenga que
padecer y estoy dispuesto a sobrellevarlo cristianamente”.
“Me uno a todos los enfermos que sufren para bien de la Iglesia y del mundo”.
Padre Ángel Peña Benito. O.A.R.
martes, 27 de abril de 2021
Santo Evangelio 27 de Abril 2021
Texto del Evangelio (Jn 10,22-30):
Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. Le rodearon los judíos, y le decían: «¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente». Jesús les respondió: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno».
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«Yo y el Padre somos uno»
Rev. D. Miquel MASATS i Roca
(Girona, España)
Hoy vemos a Jesús que se «paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón» (Jn 10,23), durante la fiesta de la Dedicación en Jerusalén. Entonces, los judíos le piden: «Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente», y Jesús les contesta: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis» (Jn 10,24.25).
Sólo la fe capacita al hombre para reconocer a Jesucristo como el Hijo de Dios. San Juan Pablo II hablaba en el año 2000, en el encuentro con los jóvenes en Tor Vergata, del “laboratorio de la fe”. Para la pregunta «¿Quién dicen las gentes que soy yo?» (Lc 9,18) hay muchas respuestas... Pero, Jesús pasa después al plano personal: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Para contestar correctamente a esta pregunta es necesaria la “revelación del Padre”. Para responder como Pedro —«Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo» (Mt 16,16)— hace falta la gracia de Dios.
Pero, aunque Dios quiere que todo el mundo crea y se salve, sólo los hombres humildes están capacitados para acoger este don. «Con los humildes está la sabiduría», se lee en el libro de los Proverbios (11,2). La verdadera sabiduría del hombre consiste en fiarse de Dios.
Santo Tomás de Aquino comenta este pasaje del Evangelio diciendo: «Puedo ver gracias a la luz del sol, pero si cierro los ojos, no veo; pero esto no es por culpa del sol, sino por culpa mía».
Jesús les dice que si no creen, al menos crean por las obras que hace, que manifiestan el poder de Dios: «Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí» (Jn 10,25).
Jesús conoce a sus ovejas y sus ovejas escuchan su voz. La fe lleva al trato con Jesús en la oración. ¿Qué es la oración, sino el trato con Jesucristo, que sabemos que nos ama y nos lleva al Padre? El resultado y premio de esta intimidad con Jesús en esta vida, es la vida eterna, como hemos leído en el Evangelio.
Rev. D. Miquel MASATS i Roca (Jn 10,22-30)
(Girona, España)
Hoy vemos a Jesús que se «paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón» (Jn 10,23), durante la fiesta de la Dedicación en Jerusalén. Entonces, los judíos le piden: «Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente», y Jesús les contesta: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis» (Jn 10,24.25).
Sólo la fe capacita al hombre para reconocer a Jesucristo como el Hijo de Dios. San Juan Pablo II hablaba en el año 2000, en el encuentro con los jóvenes en Tor Vergata, del “laboratorio de la fe”. Para la pregunta «¿Quién dicen las gentes que soy yo?» (Lc 9,18) hay muchas respuestas... Pero, Jesús pasa después al plano personal: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Para contestar correctamente a esta pregunta es necesaria la “revelación del Padre”. Para responder como Pedro —«Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo» (Mt 16,16)— hace falta la gracia de Dios.
Pero, aunque Dios quiere que todo el mundo crea y se salve, sólo los hombres humildes están capacitados para acoger este don. «Con los humildes está la sabiduría», se lee en el libro de los Proverbios (11,2). La verdadera sabiduría del hombre consiste en fiarse de Dios.
Santo Tomás de Aquino comenta este pasaje del Evangelio diciendo: «Puedo ver gracias a la luz del sol, pero si cierro los ojos, no veo; pero esto no es por culpa del sol, sino por culpa mía».
Jesús les dice que si no creen, al menos crean por las obras que hace, que manifiestan el poder de Dios: «Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí» (Jn 10,25).
Jesús conoce a sus ovejas y sus ovejas escuchan su voz. La fe lleva al trato con Jesús en la oración. ¿Qué es la oración, sino el trato con Jesucristo, que sabemos que nos ama y nos lleva al Padre? El resultado y premio de esta intimidad con Jesús en esta vida, es la vida eterna, como hemos leído en el Evangelio.
La Sábana Santa de Turín
LA SÁBANA SANTA DE TURÍN
Hace algunos años unos “científicos”, queriendo desprestigiar a la Iglesia, hicieron un estudio sobre la sábana santa, con la prueba del carbono 14, y concluyeron que era una falsificación del siglo XII. Sin embargo, inmediatamente, otros científicos salieron al paso y respondieron con pruebas para demostrar que sí era la auténtica sábana, que cubrió el cuerpo de Cristo y era del siglo I. Algo sorprendente son las admirables coincidencias entre la sábana santa y la túnica inconsútil de Cristo, tejida por su madre,que se conserva desde tiempos de Carlo Magno en la basílica francesa de Argenteuil (cerca de París). También hay unas coincidencias asombrosas con otra venerable reliquia, el sudario que cubrió el rostro de Cristo y que se conserva en la catedral de Oviedo (España).
La sábana santa, que actualmente se encuentra en Turín, es un lienzo de lino puro de 4,36 m. de largo por 1, 10 de ancho. Ha sido sometida a prolijos análisis científicos. Los Doctores John Jackson y Eric Jumper, de la NASA, llegaron a esta conclusión: “No existe la menor posibilidad de pinceladas o trazos de un falsificador en la sábana Santa”. Para llegar a esta conclusión hicieron mediciones biométricas, logrando obtener una imagen tridimensional del hombre que estuvo envuelto en la sábana santa.
Igualmente el Dr. Max Frei y un equipo de médicos, biólogos, ingenieros en cibernética etc., hicieron estudios y concluyeron que el cuerpo de Cristo tenía una estatura
aproximada de 1,83 m. de alto, musculoso, con brazos y piernas como corresponde a un caminante y trabajador manual. Su rostro es de rasgos claramente semitas con cabello abundante, que cae sobre los hombros con raya medio, barba corta, ojos grande y nariz más bien larga y aguileña. Es decir, el auténtico rostro de Jesús.
De esta manera, podemos ver que la sábana santa es un milagro permanente de Dios.
Está demostrado que no ha sido hecha por ningún artista humano según las técnicas conocidas. No ha sido pintada. No hay en la tierra otra obra semejante, a pesar de que se han intentado cientos de veces. Y ¿quién podría haber hecho un negativo fotográfico tan perfecto siglos antes de conocerse la fotografía? Además ¿en qué otro hombre coinciden los detalles de la sábana santa con todo lo que nos dice el Evangelio?. En él aparecen claramente señales del golpe en la cara, de la corona de espinas, la flagelación, la cruz a cuestas, la crucifixión, la lanzada.
El cuerpo de Cristo fue envuelto en la sábana santa empapado en mirra y áloe, sin haberlo lavado antes. Por eso, todavía se pueden ver las manchas de sangre. Esta fue
una providencia maravillosa de Dios, porque la mezcla de mirra y áloe con las emanaciones amoniacales del sudor, sangre etc., se transformó en aloina, sustancia
colorante rojiza, que siendo absorbida por la sábana, la dejó impresionada como en el negativo de una fotografía. Por lo cual, después de más de dieciocho siglos, cuando se tomaron las primeras fotografías en 1898 por el fotógrafo italiano Segundo Pla, se vio con claridad el cuerpo con el verdadero rostro de Jesucristo.
Padre Ángel Peña Benito. O.A.R.
Jesús de Nazaret
JESUS DE NAZARET
¿Quién es Jesús de Nazaret? Hace dos mil años, Jesús dirigió a sus discípulos esta misma pregunta: “Vosotros ¿quién decís que soy yo?” (Mc 8,27). Y la Historia no ha
terminado de responderla. Vestía pobremente y los que le rodeaban eran gente sin cultura. No poseía títulos ni riquezas. No tenía armas ni poder alguno. Era joven y ya,desde el principio, era odiado por los poderosos, y un incomprendido hasta para sus propios discípulos.
Los violentos lo encontraban manso y débil. Los custodios del orden lo encontraban violento y peligroso. Los cultos lo despreciaban y le temían. Algunos se reían de su
locura, pero los pobres lo admiraban, porque los quería. Muchos lo seguían más por sus milagros que por una verdadera conversión del corazón. Había quienes veían en El al Mesías prometido, pero otros, sobre todo los ministros oficiales de la religión, lo consideraban enemigo del pueblo, blasfemo y profanador del sábado y de las leyes de Dios. Unos días antes de su muerte, lo aclamaron como al Mesías pero, en el momento supremo, todos lo abandonaron, hasta sus más íntimos amigos, con excepción de unas pocas mujeres.
Y, sin embargo, veinte siglos después, la Historia sigue girando en tomo a este hombre.El tiempo se cuenta a partir de su nacimiento, se siguen escribiendo cada año más de mil volúmenes sobre su persona y doctrina. Su vida ha servido de inspiración a la mitad del arte producido en el mundo y cada año miles de hombres y mujeres de todo el mundo, lo dejan todo, familia, patria, bienes, para seguirle sin condiciones, como aquéllos sus doce primeros discípulos. ¿Quién es, pues, este hombre que, a la vez, dice ser Dios? ¿Quién es Jesús de Nazareth?
¿Quién es El para ti?
Jesús no fue un astronauta de un lejano planeta, ni un mago que practicaba artes mágicas, aprendidas en Egipto. Jesús no fue un hombre común y corriente como tú y
como yo. El, a la vez que era hombre, era también Dios y con su vida nos ha enseñado a conocer a un Dios bueno, cariñoso y bondadoso, amigo y cercano a los hombres, sus hijos. El nos enseñó con su vida la más grande y hermosa verdad que jamás el mundo entero pudo conocer: DIOS ES AMOR. Dios te ama a ti. Jesús te ama tal y como eres en este momento. No necesitas cambiar para que te ame. Tu eres su hijo y quiere ser tu amigo: “vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Jn 15,14). Por eso, si nadie te quiere, si todos te rechazan, si eres demasiado anciano o enfermo o feo o ignorante o pobre o pecador, El te ama y te dice: “Hijo mío, tus pecados te son perdonados” (Mc 2,5). “No tengas miedo, porque yo estoy contigo y tú eres a mis ojos de gran precio, de gran estima y yo te amo mucho” (Is 43,43).
Y ahora respira profundamente y sonríe: Dios te ama, Jesús te ama, tu vida tiene pleno sentido y Dios espera mucho de ti y cuenta contigo para la gran tarea de la salvación del mundo.Jesús también nos enseñó a perdonar y, aún más, a amar a nuestros enemigos hasta setenta veces siete (siempre). Y tú ¿guardas resentimiento o deseo de venganza en tu corazón? Si quieres que Jesús sea tu Maestro, déjate enseñar por El y sigue su camino. Es la única manera de ser feliz y de hacer felices a los demás en este mundo y en el otro.Tú no puedes ser indiferente ante El. O estás con El o contra El; o sigues a Cristo o a Satanás. ¿Cuál es tu opción vital? ¿Quieres ser cristiano de verdad? Para el que no tiene fe, seguir a Cristo puede parecerle un cuento sin sentido, pero ¿quién puede asegurarle estar en la verdad?
Gandhi dijo una vez: “Yo digo a los hindúes que su vida será imperfecta, si no estudian respetuosamente la vida de Jesús”. Pero no basta estudiar su vida, hay que
llegar a amarlo con todo el corazón para ser verdaderos cristianos y ser capaces de dar la vida por El, como El la dio por nosotros. Si, como creemos, El era verdaderamente hombre y Dios, podemos creer que el ser hombre es algo mucho más grande de lo que imaginamos y mucho más importante de lo que creemos. Seguir a Jesús no puede ser mera curiosidad, pues en ello está en juego el sentido de nuestra vida y El nos exige respuestas absolutas y sin condiciones. El nos dice: “ Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn. 14,6).
Jesús era hijo de su pueblo, el pueblo judío, y amaba a su pueblo y a sus gentes. Era como nosotros, un hijo de nuestra tierra. Crecía en estatura y edad ante Dios y ante los hombres. Era pobre y tenía que trabajar para ganarse la vida. Acogía a los pecadores con amor y no le importaba “contaminarse” con los leprosos. Era sencillo y le gustaba bendecir, acariciar y abrazar a los niños.
Jesús fue un hombre cumplidor de las normas de la religión judía, pero superó muchos prejuicios que la habían desvirtuado. Los judíos creían en un Dios lejano, del que no se podía pronunciar ni el Nombre y El nos presenta a un Dios amigo. Amaba a los pobres con predilección, pero también tenía amigos ricos como Lázaro, Juana de Cusa,
Nicodemo o José de Arimatea. Amaba también a los gentiles o extranjeros y también a los samaritanos, a quienes odiaban los judíos, e incluso les hacía milagros y les
predicaba y los convertía, porque El era Dios para todos y había venido como Salvador del mundo entero.
También estimaba mucho a las mujeres, que eran consideradas como personas de segunda categoría, y conversaba con ellas. Jesús revalorizó a la mujer. ¡Cuánto amaba a
su madre! Quiso que su divinidad se uniera a la humanidad a través de una mujer. Su Madre y Madre nuestra es la persona humana más perfecta que ha existido, existe y
existirá. Además, tenía un grupo de mujeres discípulas que lo acompañaban (cosa mal vista en aquel tiempo) y ellas fueron las más valientes en el momento supremo de la
cruz y estuvieron a su lado hasta el final.
Por otra parte, superó el sentido estricto del sábado, que parecía una verdadera esclavitud y lo convirtió en un día sagrado de oración, descanso y de fiesta familiar.
Para aquellos judíos, en sábado no se podía pelear ni escribir dos letras seguidas, nihacer o deshacer un nudo ni encender o apagar una lámpara ni dar dos puntadas de
costura ni andar más de 2 kilómetros. No se podía cargar comestibles equivalentes alpeso de un higo seco o el vino o leche que se toma de un sorbo, no se podía llevar
encima el portamonedas ni un anillo que tuviera alguna joya, ni siquiera una aguja. Pero,se podía atar o desatar un nudo si se hacía con una sola mano o si no era de cuerda etc.,etc. Jesús quiere que superen estas estrecheces legalistas y hacerles entender que lo más importante es amar y hacer el bien en sábado. Por eso, curaba en sábado, a pesar de ser considerado blasfemo, y les dice claramente: “El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado” (Mc 2,27).
Otras cosas que los fariseos le echaban en cara a Jesús era, por ejemplo, comer sin lavarse las manos o ir acompañado de pecadores como Mateo (antiguo publicano,
cobrador de impuestos) o de María Magdalena (antigua prostituta). Esto para ellos era poco menos que una blasfemia. Por eso, Jesús los llama sepulcros blanqueados,
hipócritas, que sólo se preocupan de lo exterior y no del amor del corazón.
Jesús puso todo su empeño en la liberación interior. Nunca habló contra los romanos opresores ni contra la esclavitud existente. Porque, por encima de esta vida material y física, existe otra sobrenatural y eterna, la vida del alma. Y El vino a salvar a los pecadores y liberarlos de la peor esclavitud existente, que puede durar eternamente, laesclavitud del pecado.
Por eso, los que quieren ver en Jesús a un revolucionario social, que levantaba a las masas contra los explotadores o los dominadores romanos, es poco menos que un
perfecto ignorante. El centro del mensaje evangélico es el amor y el perdón, incluso a los enemigos. Los que odian o enseñan a odiar están lejos de su camino.
El no despreciaba las riquezas, pero nos enseña a no anteponerlas a Dios. “No se puede servir al mismo tiempo a Dios y al dinero” (Lc 16,13). “El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mió” (Lc 14,33). Y nos invita a confiar en la Providencia de Dios, que tiene contados hasta los pelos de nuestra cabeza ( Lc 12,6).
“Buscad primero el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por.añadidura” (Lc l2,31). Y hablaba con la autoridad de Dios. “El cielo y la tierra
pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mc 13,3 l). Hasta los policías encargados de llevarlo preso, reconocen que ningún hombre ha hablado como él ( Jn 7,46). Y los
fariseos y herodianos le reconocen que dice siempre la verdad ( Mt 22,16).
Otra gran lección que nos da Jesús, es el valor del sufrimiento. El nos salvó por medio de la cruz y quiere que nosotros llevemos la cruz de cada día sin desesperación, sino dándole un valor, ofreciéndola con amor. Con su propia vida nos enseñó el valor del ayuno, de la oración y de la penitencia. Estuvo cuarenta días y cuarenta noches en oración y ayuno, preparándose para su gran misión de predicar la salvación. Nosotros no podemos prescindir de la cruz. Por la cruz llegaremos a la luz de la resurrección.
Debemos ser verdaderos cristianos con Cristo crucificado, pues, queramos o no, la cruz es parte indispensable de nuestra existencia humana y debemos aceptarla con amor para darle un sentido y así obtener muchas gracias y bendiciones de Dios para nosotros y para los demás.
Jesús es la luz de mundo, la alegría del mundo; sin El, el mundo estaría vacío y sin luz.
Nuestra misma vida no tendría sentido, pues si Cristo no hubiera venido a salvamos ¿qué hubiera sido de nosotros? Jesús es el Salvador, nuestro Salvador. El nos espera
siempre para perdonarnos y bendecirnos y consolarnos, acudamos a El, que nos dice: “Venid a mí los que estáis agobiados y sobrecargados que yo os aliviaré y daré
descanso para vuestras almas” (Mt 11,28). El vino también a sanar a los enfermos y traer paz y consuelo a los que tienen destrozado el corazón y dar libertad a los que están encarcelados ( Lc 4,18; Is 61,1). Su corazón humano y divino es, al mismo tiempo, un corazón lleno de amor para todos y cada uno de los hombres ( Cat 478). El amaba a los enfermos y “todos los que lo tocaban quedaban curados” (Mt 14,36). Y quería que el amor fuera el distintivo de sus discípulos. “En esto conocerán que sois mis discípulos en que os améis los unos a los otros” (Jn 13,35).
Jesús también quiere sanarte hoy a ti, quiere ser tu Sanador y tu Salvador. Quiere llenar tu vida de alegría y paz. El es capaz de convertir tu hombre viejo en un hombre nuevo. Por eso, debes apostarlo todo por El. Vale la pena vivir y morir por Jesucristo.
Padre Ángel Peña Benito. O.A.R.
lunes, 26 de abril de 2021
Texto del Evangelio (Jn 10,1-10):
En aquel tiempo, Jesús habló así:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba.
Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia».
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«El que entra por la puerta es pastor de las ovejas (...) las ovejas escuchan su voz (...) y las ovejas le siguen, porque conocen su voz»
Rev. D. Francesc PERARNAU i Cañellas
(Girona, España)
Hoy continuamos considerando una de las imágenes más bellas y más conocidas de la predicación de Jesús: el buen Pastor, sus ovejas y el redil. Todos tenemos en el recuerdo las figuras del buen Pastor que desde pequeños hemos contemplado. Una imagen que era muy querida por los primeros fieles y que forma parte ya del arte sacro cristiano del tiempo de las catacumbas. ¡Cuántas cosas nos evoca aquel pastor joven con la oveja herida sobre sus espaldas! Muchas veces nos hemos visto nosotros mismos representados en aquel pobre animal.
No hace mucho hemos celebrado la fiesta de la Pascua y, una vez más, hemos recordado que Jesús no hablaba en un lenguaje figurado cuando nos decía que el buen pastor da su vida por sus ovejas. Realmente lo hizo: su vida fue la prenda de nuestro rescate, con su vida compró la nuestra; gracias a esta entrega, nosotros hemos sido rescatados: «Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo» (Jn 10,9). Encontramos aquí la manifestación del gran misterio del amor inefable de Dios que llega hasta estos extremos inimaginables para salvar a cada criatura humana. Jesús lleva hasta el extremo su amor, hasta el punto de dar su vida. Resuenan todavía aquellas palabras del Evangelio de san Juan introduciéndonos en los momentos de la Pasión: «La víspera de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, como hubiera amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin» (Jn 13,1).
De entre las palabras de Jesús quisiera sugerir una profundización en éstas: «Yo soy el buen pastor, conozco a las mías y las mías me conocen a mí» (Jn 10,14); más todavía, «las ovejas escuchan su voz (...) y le siguen, porque conocen su voz» (Jn 10,3-4). Es verdad que Jesús nos conoce, pero, ¿podemos decir nosotros que le conocemos suficientemente bien a Él, que le amamos y que correspondemos como es debido?
LECTURA BREVE Cf. 1Co 15, 3b-5
LECTURA BREVE Cf. 1Co 15, 3b-5
Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras, y fue sepultado; resucitó al tercer día y vive, según lo anunciaron también las Escrituras. Y se apareció a Cefas y luego a los Doce.
Dios es Amor
DIOS ES AMOR
Muchos hombres, ante la insatisfacción de la vida, se preguntan, como esperando una
respuesta: ¿Por qué vivo y por qué muero? ¿Por qué he nacido aquí y no allí? ¿Por qué
soy así y no de otra manera? ¿Habrá valido la pena haber nacido? ¿Cuál es el sentido de
mi vida? ¿De dónde vengo y a dónde voy? ¿Hay algo más después la muerte? ¿Hay una vida eterna feliz o una oscuridad sin límites? Muchos ateos se responden a mismos que nada tiene sentido y todo acaba con la muerte. Sin embargo, Dios existe y DIOS ES AMOR (1 Jn 4,8), nos ha creado por amor y nos sigue amando desde toda la eternidad. Desde siglos y siglos antes de que el mundo existiera, cuando no existía el tiempo..., antes del primer día en los millones de años de edad del Universo, antes de que existiera la noche y de que el sol brillara en el firmamento azul, Dios pensaba en ti y te amaba y soñaba contigo y te acariciaba en su Corazón. Tú no has nacido por casualidad. Dios te esperaba desde la profundidad de la eternidad.
Allá, en el silencio de aquella eternidad primera, Dios llenaba con su amor aquel vacío inmenso. Y el Padre engendraba al Hijo y del amor del Padre y del Hijo procedía el Espíritu Santo. Y los TRES vivían con la plenitud de la divinidad. Tres personas distintas y un solo Dios verdadero. Los TRES igualmente coeternos, de la misma
naturaleza e iguales en poder, amor y dignidad. ¡Un verdadero misterio de amor!.
Y su amor infinito decidió proyectarse y crear a los ángeles. Pero muchos de ellos se rebelaron y lo rechazaron y se convirtieron a sí mismos en demonios (Ap 12). Un
misterio incomprensible de la bondad y amor de Dios, que respeta su libertad y los ama hasta en el infierno, pues, de otro modo, no podrían ni existir.
También decidió crear a los hombres para hacerlos felices con unos dones maravillosos: inmortalidad, impasibilidad (no poder sufrir), integridad (equilibrio interior), ciencia infusa, pero ellos, por instigación del demonio, pecaron y quedaron privados de esos dones. Así comenzó el drama de la humanidad, pues la vida de todo ser humano será, desde entonces, una lucha contra el mal y contra el Maligno (Ef 6). Pero, de nuevo, el amor infinito de Dios se compadeció de la humanidad caída y sin esperanzas, y el Padre envió a su Hijo para dar sentido al dolor, para ser nuestro compañero de camino y
darnos paz, alegría y esperanza.
Según muchos autores, Jesús hubiera venido de todas maneras, aunque el hombre no hubiera pecado. Porque el AMOR de Dios tenía previsto encarnarse, hacerse compañero de los hombres, hacerse uno de ellos; ya que el amor acerca y asemeja a los que aman.
Ahora, Dios te ama a ti tal como eres, sin condiciones. DIOS ES AMOR. Cree en su amor, en su Perdón, en su poder para poder cambiarte. Cree en Dios y podrás dar
sentido a tu vida en el AMOR.
Precisamente, para ayudarte en tu caminar por el difícil camino de la vida, vino Jesús a la Tierra. Síguelo y serás feliz.
Padre Ángel Peña Benito. O.A.R.
domingo, 25 de abril de 2021
Santo Evangelio 25 de Abril 2021
Texto del Evangelio (Jn 10,11-18):
En aquel tiempo, Jesús habló así: «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas.
»También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor. Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre».
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«Yo soy el buen pastor»
Mons. Josep Àngel SAIZ i Meneses Obispo de Terrassa
(Barcelona, España)
Hoy celebramos el domingo del Buen Pastor. En primer lugar, la actitud de las ovejas ha de ser la de escuchar la voz del pastor y seguirlo. Escuchar con atención, ser dóciles a su palabra, seguirlo con una decisión que compromete a toda la existencia: el entendimiento, el corazón, todas las fuerzas y toda la acción, siguiendo sus pasos.
Por su parte, Jesús, el Buen Pastor, conoce a sus ovejas y les da la vida eterna, de tal manera que no se perderán nunca y, además, nadie las quitará de su mano. Cristo es el verdadero Buen Pastor que dio su vida por las ovejas (cf. Jn 10,11), por nosotros, inmolándose en la cruz. Él conoce a sus ovejas y sus ovejas le conocen a Él, como el Padre le conoce y Él conoce al Padre. No se trata de un conocimiento superficial y externo, ni tan sólo un conocimiento intelectual; se trata de una relación personal profunda, un conocimiento integral, del corazón, que acaba transformándose en amistad, porque ésta es la consecuencia lógica de la relación de quien ama y de quien es amado; de quien sabe que puede confiar plenamente.
Es Dios Padre quien le ha confiado el cuidado de sus ovejas. Todo es fruto del amor de Dios Padre entregado a su Hijo Jesucristo. Jesús cumple la misión que le ha encomendado su Padre, que es la cura de sus ovejas, con una fidelidad que no permitirá que nadie se las arrebate de su mano, con un amor que le lleva a dar la vida por ellas, en comunión con el Padre porque «Yo y el Padre somos uno» (Jn 10,30).
Es aquí precisamente donde radica la fuente de nuestra esperanza: en Cristo Buen Pastor a quien queremos seguir y la voz del cual escuchamos porque sabemos que sólo en Él se encuentra la vida eterna. Aquí encontramos la fuerza ante las dificultades de la vida, nosotros, que somos un rebaño débil y que estamos sometidos a diversas tribulaciones.
LECTURA BREVE Rm 14, 7-9
LECTURA BREVE Rm 14, 7-9
Ninguno de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí. Que si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, para el Señor morimos. En fin, que tanto en vida como en muerte somos del Señor. Para esto murió Cristo y retornó a la vida, para ser Señor de vivos y muertos.
Testimonio Adoración Eucarística
Testimonio Adoración Eucarística
Allí se siente la responsabilidad de la humanidad. Se lleva en sí y se representa a toda la humanidad. La fe crece y aumenta la admiración hacia ese Dios maravilloso que siempre nos espera. El alma queda como alucinada al comprender que no es nada y está siendo recibida por Dios directamente, sin cita previa, sin solicitudes burocráticas tan humanas; sino así, sencilla y llanamente por Dios, porque Dios accede a estar con el hombre, cuando éste quiere estar con Él
. Hay veces en que se le mira simplemente sin decirle nada, pero en esa mirada hay agradecimiento y profunda admiración. Otras, en cambio, cuando el alma parece un volcán en erupción, se le “disparan” necesidades, preocupaciones, tristezas, problemas, descargándolas en Él con confianza. Otras veces le "piropea" a Dios, diciéndole las cosas más bellas que salen de su corazón. Y Dios escucha siempre. Cuando me apunté de madrugada, creí que hacía una gran cosa. Ya en mi primera hora de adoración, comprendí que la gran cosa no era la mía, sino, al contrario, era la de Dios que se prestaba a hacerme caso y a estar conmigo. Y con ello descubrí cómo por ignorancia, comodidad o pereza, muchos hombres se pierden infinidad de gracias de Dios. Estar junto a Dios, delante de Él, es algo que basta para entusiasmarnos. Es tal el poder del amor de Dios que, cuando se le concede un poco de nuestro tiempo, uno se siente feliz y se pasa el tiempo sin pensarlo. ¿Pero cómo es posible que haya pasado tan rápido? Somos muchos los que acompañamos a Jesús a lo largo de todas las horas del día y de la noche. Personas que hasta ahora no nos conocíamos, vivimos una unión en Jesús. Se palpa el inmenso milagro de la fraternidad, se palpa nuestro cariño en nuestras miradas, en nuestras sonrisas al vernos. Me gustaría animaros a los que leáis estas líneas a poder participar de esta experiencia de cielo, sé que es difícil convencer.
Sin embargo, espero que, tarde o temprano, podáis comprobar por propia experiencia que es cierto lo que os digo. Vete a visitar a Jesús y prueba por ti mismo el amor de Jesús para que puedas hablar a otros por experiencia. En algunas parroquias, hay madres de familia que han decidido comprometerse algunas horas del sábado en la noche, cuando sus hijos jóvenes están de fiesta. Incluso los niños son educados para que vayan a visitar a Jesús Eucaristía, como se resaltó en el Congreso eucarístico de Guadalajara en octubre del 2004. Don Bruno Verduci, párroco de Scilla-Favazzina (Italia), dice que comenzó la adoración perpetua el 1 de noviembre del 2006 con 350 adoradores, después de tres años de evangelización eucarística, y dice: Mucha gente se me acerca y me dice: Ha hecho algo maravilloso. Gracias”. Yo les digo: No me agradezcan a mí. No tengo ningún merito. Alaben al Señor, porque Él solo es el autor de este prodigio de amor.
sábado, 24 de abril de 2021
Santo Evangelio 24 de Abril 2014
Texto del Evangelio (Jn 6,60-69):
En aquel tiempo, muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?». Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?. El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros algunos que no creen». Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre».
Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con Él. Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».
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«Tú tienes palabras de vida eterna»
Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells
(Salt, Girona, España)
Hoy acabamos de leer en el Evangelio el discurso de Jesús sobre el Pan de Vida, que es Él mismo que se dará a nosotros como alimento para nuestras almas y para nuestra vida cristiana. Y, como suele pasar, hemos contemplado dos reacciones bien distintas, si no opuestas, por parte de quienes le escuchan.
Para algunos, su lenguaje es demasiado duro, incomprensible para su mentalidad cerrada a la Palabra salvadora del Señor, y san Juan dice —con una cierta tristeza— que «desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con Él» (Jn 6,66). Y el mismo evangelista nos da una pista para entender la actitud de estas personas: no creían, no estaban dispuestas a aceptar las enseñanzas de Jesús, frecuentemente incomprensibles para ellos.
Por otro lado, vemos la reacción de los Apóstoles, representada por san Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos» (Jn 6,68-69). No es que los doce sean más listos que los otros, ni tampoco más buenos, ni quizá más expertos en la Biblia; lo que sí son es más sencillos, más confiados, más abiertos al Espíritu, más dóciles. Les sorprendemos de cuando en cuando en las páginas de los evangelios equivocándose, no entendiendo a Jesús, discutiéndose sobre cuál de ellos es el más importante, incluso corrigiendo al Maestro cuando les anuncia su pasión; pero siempre los encontramos a su lado, fieles. Su secreto: le amaban de verdad.
San Agustín lo expresa así: «No dejan huella en el alma las buenas costumbres, sino los buenos amores (...). Esto es en verdad el amor: obedecer y creer a quien se ama». A la luz de este Evangelio nos podemos preguntar: ¿dónde tengo puesto mi amor?, ¿qué fe y qué obediencia tengo en el Señor y en lo que la Iglesia enseña?, ¿qué docilidad, sencillez y confianza vivo con las cosas de Dios?
LECTURA BREVE Hch 2, 32. 36
LECTURA BREVE Hch 2, 32. 36
Dios ha resucitado a Jesús; testigos somos todos nosotros. Así, pues, que todo el pueblo de Israel lo sepa con absoluta certeza: Dios ha constituido Señor y Mesías a este mismo Jesús, a quien vosotros habéis crucificado.