Novena Virgen del Carmen

jueves, 11 de marzo de 2021

El Don de Temor de Dios

 


EL DON DE TEMOR DE DIOS 

“Cuando habían remado unos veinticinco o treinta estadios, ven a Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba a la barca, y tuvieron miedo. Pero él les dijo: «Soy yo. No temáis».” (Jn 6, 19-20) ¿De qué temor se trata cuando pedimos el don del temor de Dios, si Jesús de manera reiterada les dice a los suyos “No temáis”, “No tengáis miedo”, “Que no se acobarde vuestro corazón”?  

Si hay alguna recomendación del Maestro a los discípulos es la de mantener la confianza. “No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos.” (Mt 10, 31). «¡Animo!, que soy yo; no temáis». (Mt 14, 27). «No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán» (Mt 28, 10). 

 El don del Espíritu Santo del Temor de Dios, es el de permanecer siempre humildes. Lo contrario a este don es ser pretencioso, abusar de la gracia, creer que se tienen por mérito propio las capacidades recibidas, caminar con ostentación y engreimiento.   ¡Cómo necesito de este don, Santo Espíritu! 

Si es importante no perecer en la caída, no derrumbarse en la fragilidad, no resistirse a la gracia, aún parece mayor la necesidad de no adueñarse de lo que es regalo, de lo que es dádiva para provecho de los demás.  “… nadie puede decir: «¡Jesús es Señor!» sino con el Espíritu Santo.  

Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos. 

A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común…” (1 Co 12, 3-7) Ven, Espíritu Santo, concédeme el Don de Temor de Dios, que nunca me aproveche de tu gracia para ostentar lo que no es mío. Acompáñame siempre en la conciencia y en caso de ser mediación favorable para los demás, que reconozca tus dones.

 Y si por fragilidad caigo en egoísmo, que me abra siempre al ofrecimiento de la misericordia divina.  Espíritu Santo, sálvame del orgullo de estar solo, y sálvame de pensar que no tengo remedio. Sé Tú siempre la referencia en mis actos. 

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