DON DE ENTENDIMIENTO -
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.» Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. -«Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.» Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras. (Lc 24)
A la luz del pasaje del evangelio de San Lucas y de los relatos neotestamentarios de la resurrección de Jesús, comprendemos mejor la necesidad del Don del Entendimiento para poder adherirnos a la persona de Jesucristo como Hijo de Dios. Ven, Espíritu Santo, y con tu luz abre mis ojos a la fe. Que por tu inspiración, comprenda la verdad revelada y descubra el sentido de las Sagradas Escrituras, tal como les aconteció a los discípulos de Emaús y a los que estaban reunidos en el cenáculo, cuando el Resucitado les concedió entender lo que de Él se había profetizado y dieron fe a que estaba vivo.
A María Magdalena le sucedió de igual modo en la mañana de Pascua, que a pesar de tener delante a la persona del Maestro, no lo reconoció hasta que se despertó en ella, por gracia de su nombre pronunciado con amor, la contemplación del Resuciatado. Con frecuencia me quedo con el sentido inmediato de los acontecimientos, y perezco por falta de perspectiva, sobre todo en tiempos de inclemencia, cuando la oscuridad, la ausencia de sentimiento, el desengaño, el escepticismo invaden el corazón. La mente se cierra, pierdo la visión trascendente de la realidad y me atrapa el pesimismo.
Tú puedes, Espíritu divino, abrir mis ojos para que crea y para que comprenda que en todo se halla la semilla del proyecto providente y amoroso de Dios, y llegue así a la sagacidad de intuir luz en la cruz, amor en la herida, sabiduría en el dolor y esperanza en la encrucijada. Por mí mismo no puedo elevar la mente, ni otear el horizonte luminoso. En hora tan recia como la actual, necesito comprender desde la fe cuanto sucede para hacerme testigo de que todo tiende hacia el bien y todo guarda un sentido trascendente.
Que gracias al Don de Entendimiento sepa leer toda la historia como Historia de Salvación, y me sepa acompañado por la gracia del regalo inmerecido de la fe. Y que al final de mis días escuche, como mejor titulo: “Ven, bendito, porque aun sin ver diste fe a lo que dijeron los profetas, los evangelios y enseña la Iglesia”
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