Novena Virgen del Carmen

miércoles, 9 de diciembre de 2020

No jueguen con la cruz

 


No jueguen con la cruz

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.

No usen la cruz para ponerla en salas donde se murmura y calumnia a cualquiera en tarde de ocio. No jueguen con la cruz, porque fue hecha de tosca madera y la llevó uno que nos quiso de verdad y dejó la vida en ella. No jueguen con la cruz y no la cuelguen como un adorno entre pechos casi descubiertos y no la usen como una prenda colgada en las orejas, porque el que fue colgado en ella no tuvo adorno alguno y murió abandonado y desposeído de todo.

Fue un día tenebroso y en la cruz con ironía estaba escrito: "Ese es el Rey de los judíos". Terrible fue la agonía de aquel Viernes Santo en que el sol se apagó, tembló la Tierra de espanto, manchando y bendiciendo la sangre el rudo madero y la tierra. Era una cruz de tosca madera y su cenizo color empezó a tornarse rojo vivo, brillando la sangre del Varón de Dolor que corría por su cuerpo y teñía el burdo tronco extraído de los bosques de Judea. Era una muerte ocurrida fuera de las murallas de la Ciudad Santa con la aprobación de líderes religiosos que gozaban del espectáculo, porque lo hacían "en nombre de Dios". Era una muerte entre ladrones y asesinos, porque el que la padecía era visto como loco, blasfemo, embaucador y político que quería ser rey.

No jueguen con la cruz porque ella fue testigo de la más grande injusticia y mentira, del más grande crimen; y en el silencio de las fibras que se tuercen y abrazan desde las raíces hasta las ramas, ese tronco también fue arrancado de madre, mal cortado entre hachazos y puesto como cómplice del deicidio. Pero el madero, al sentir el cuerpo inmaculado de Jesús y oír su entrecortada respiración y sus frases tan llenas de amor, empezó a llorar, porque el árbol también siente a su manera y suspiró clamando al cielo perdón y justicia. Algo así como cuando los inmersos árboles de nuestras selvas son cortados para luego ser convertidos en dólares que se añaden a las fortunas de los insaciables de siempre.

No jueguen con la cruz y no la transformen en cruces de oro fino colgadas de asesinos de niños abortados en clínicas de lujo. Que la lengua se convierte en filoso puñal en venenosa flecha que acaba con la fama y el buen nombre de otros, como pasó con Jesús. Cuidado con poner la cruz en oficinas donde se trama el negocio vil de la droga, porque por él mueren o quedan locos miles de jóvenes que hicieron lo imposible por tener plata y comprar ese veneno. Ese dinero les quemará las manos, las conciencias y las vidas a esos malvados si no se arrepienten y renuncian a ese comercio.

No jueguen con la cruz, porque es señal de amor puro y es el recuerdo sagrado del más grande gesto y acción de entrega total en la historia. No jueguen con la cruz, que ya lo hicieron en el pasado cuando el oro recién sacado de nuestras minas por los indios maltratados y luego por los sufridos negros esclavos, fue fundido y parte de él se convirtió en lindas cruces con las que gente del imperio engañaron a altos prelados.

No usen la cruz en maniáticos ritos de brujería o para extorsionar a los desesperados que acuden a los adivinos que dicen anunciar el futuro y hacen oraciones y viven del negocio. No usemos la cruz, tampoco, los que brindamos servicios religiosos si es para esconder nuestra desidia y el pecado de omisión, o para aparentar santidad y tapar nuestra mediocridad.

Usemos todos la cruz, honrémosla y pongámosla en lo más alto del templo, en el lugar más hermoso de la casa, o colgada al cuello, no importa el metal o madera que sea, si la llevamos con dignidad en nuestra vida y agradecemos al Señor de Señores, Varón de Dolores, por haber muerto en ella, por nosotros y nuestra salvación. No juguemos con la cruz: ¡De ninguna manera! Con Dios, somos... ¡Invencibles!


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