Novena Virgen del Carmen

domingo, 29 de marzo de 2020

Perpetuo Socorro




Perpetuo Socorro

Padre Juan Manuel del Río C.Ss.R



Miro el Icono bizantino, tan antiguo,
Oriental y universal,
alegoría del amor maternal
de la Virgen Santa María.

Veo que en letras de oro dice:
Nuestra Señora
del Perpetuo Socorro.

Es la Señora, Virgen y Madre,
de Occidente y de Oriente.
La miras y Ella te mira
con cariño y ternura.

Es toda amor
en su advocación universal

A cada lado del cuadro un ángel 
y al centro Ella, Reina y Madre,
portando en sus brazos al Niño, 
tierno Infante.

Si hacemos cuenta y sumamos, 
entre ángeles laterales
y manos maternales
suman cuatro
sin contar al Rey Infante.

Y cuando vemos al Niño
es como si el cielo se abriera 
en nuestro andar peregrino
mostrándonos a la Madre y al Hijo
en el centro mismo del cuadro.

Dicha grande es contemplar
con devoción y piedad,
el bello Icono oriental.

Es adentrarse en un mundo
por arcángeles habitado.

Es como alcanzar el cielo 
de estrellas y ángeles tachonado
donde unos ojos de Madre
sonríen con cariño grande
y unas manos de Reina acarician
las manos tiernas del Hijo.

De pronto el miedo recorre 
con prisa halada
por la inocencia toda del Niño
que asustado salta
a refugiarse en su Madre.

¿Quién no escucha con fuerza latir
el corazón estremecido, cuando el Niño
en el correr tránsfuga de la prisa
una sandalia o guarache pierde
que una correa sostiene?

Símbolo es la sandalia, 
del andar peregrino
que los cristianos hacemos
sembrando de evangelio el camino
y de amor los corazones.

Mas miremos cómo el Niño
acomodado en el maternal regazo
curioso al arcángel mira
que la cruz de Redención presenta.

Del otro lado una esponja, 
una lanza y una caña,
otro arcángel le presenta.

Cercano está aún el día
en que Simeón en el templo
pronunció su profecía.
Hay en María tristeza
al recordar el presagio,
mas sabe que su dolor
la convierte para siempre en Madre 
a la que sus hijos con amor 
como Perpetuo Socorro invocan.

Que esa estrella de tu frente
siga siendo luz de navegantes,
para alumbrar con fuerza
nuestro a veces vacilante
diario caminar.

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