Señora de la luz, virgen alada, que te abrazan los vientos amorosos y se empinan los montes más airosos para auparte hasta Dios, resucitada. La mañana madruga enamorada, celosa de tus pasos misteriosos, y el nardo y la azucena primorosos te prestan su blancura inmaculada. Paloma de ojos dulces y alto vuelo, que cruzaste, vestida d hermosura, la aduana del pecado original, y hoy te alzan los ángeles al cielo: acuna nuestra vida con ternura y muéstranos tu rostro celestial.
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