Oh Señora, limpísima María, acequia de la luz del sacro cielo, cauce de santidad, erguido vuelo, tersa de sol, fecunda en mediodía. De sombra exenta de la noche fría, paréntesis sublime en nuestro suelo, ansia ardiente de albor, vivaz anhelo, toda de Dios y dulce melodía. Rampa de claridad, baja a la sima de mi negror, a mi glacial ladera y de pureza elévame a tu cima. ¡Oh limpia, oh blanca, oh pura y oh Purísima, ven, ven! ¡Ah, deja, deja tu alba esfera! ¡Ven a mi podre, oh santa, oh Sacratísima!
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