Jesús Bermejo Jiménez Me falta el vino del amor, María, el vino que mi cántaro vacío siempre soñó: Tu corazón y el mío ricos de Dios y llenos de alegría. Cuando todo en mi vida florecía, yo gozaba el amor, igual que un río, pero luego en locura y desvarío cayó mi corazón, y en nieve fría. El agua que me queda es ya bien poca, Señora del Señor de mi alma inquieta, y mi tinaja engrandeció su boca. Alcánzame un milagro vespertino, y así tendré el amor y la secreta gloria del agua convertida en vino.
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