María que, en llanto de tormento Se hunde en la oscuridad más plena, Atormentada por la inmensa pena En el monte derrama su lamento. Sufre el Cristo, y su padecimiento Llega más lejos que la cruel condena, De la saña que la ignorancia ajena La hunde en el mayor abatimiento. Es atroz y severo el desconsuelo, De la espada clavada en su costado, Mirando solo al hijo, y siempre al Cielo. Perece ante sus ojos el anhelo De lograr a su pueblo liberado, Y ve desvanecerse su desvelo. Rafael Marañón 11. Febrero de 2011
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